viernes, 31 de julio de 2020

Lo que amo en San Ignacio de Loyola

José Leonardo Rincón, S. J.* 

José Leonardo Rincón Contreras

Hoy celebramos los jesuitas la fiesta de nuestro fundador y quiero contarles los rasgos que admiro en su personalidad:

De grandes aspiraciones y deseos, en principio movido por la vanagloria y el honor del mundo, porque no se contentaba con poco, insatisfecho, adverso a la mediocridad… convierte esos ardientes deseos en propósito de la Compañía de Jesús: la mayor gloria de Dios, esto es, el magis, el más, como una senda de mejoramiento continuo, en una dinámica constante del superlativo  el bien más universal, el mayor servicio, siempre más, siempre mejor… de modo que como dice el apóstol Pablo “cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios”. Pero simultáneamente es el hombre del minus, de la modestia, de los grados de humildad, del no aspirar a títulos y cargos, del no permitir a la Compañía campañas por el poder... El Jesús que seguimos es pobre, humilde y en cruz.

Desde su dolorosa convalecencia en Loyola se convierte en pionero de la psicología espiritual con eso que llamará Ejercicios Espirituales para ordenar la vida, un taller existencial para encontrar el principio y fundamento de la propia existencia, es decir, el sentido de la misma, ser feliz, salvar el alma. Para quienes deambulan perdidos y sin norte, aquí está la brújula. 

De la razón, la meditación y los argumentos, lo es también y sobre todo del corazón, la contemplación y los afectos. Pero ojo, hay afectos desordenados, engañosos distractores que nos venden felicidades falsas. Hay que ordenarlos. No es que sean malos, es que no sabemos utilizarlos tanto-cuanto. La vida hay que vivirla a plenitud cada instante de nuestra vida (carpe diem) pues: “No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas internamente”. Como dice Plinio el Joven: “Non multa, sed multum”. 

De fe evolucionada y madura, la Trinidad inspira su carisma. Cristo, Camino, Verdad y Vida, es el centro y referente de nuestra existencia. Con la taxativa convicción paulina de que nada puede separarnos del amor de Cristo, Aquel que en todo nos conforta, podremos decir: no somos nosotros quienes vivimos, es Cristo que vive en nosotros. Hay que ser “alter Christus”. María, compañera de ese camino, será la intercesora para ponernos con el Hijo. 

Cuando muchos afirman, Cristo sí, Iglesia no, Ignacio ama a la Iglesia como madre, Esposa de Cristo, liderada por el Romano Pontífice. Es verdad que en aquel tiempo como ahora resulte quizás decepcionante, es “casta meretrix”… pero la actitud no es de huida, como Lutero que abandona la barca cuando parece zozobrar, sino realizando el cambio desde dentro. Será el adalid del movimiento de contra-reforma eclesial. 

Es un místico con los pies bien puestos en la tierra. Es verdad que llora emocionado porque las flores le hablan muy duro, pero no por ello evade los problemas del mundo que lo conectan con la realidad: hay atender las urgentes realidades cotidianas y por eso se relaciona con Papas, reyes y todo tipo de autoridades y personajes, hombres y mujeres de toda clase y condición. 

La espiritualidad que promueve es la del contemplativo en la acción y en la acción contemplativo, en simultánea, sin momentos diversos y estancos, sin esquizofrenias. La vida espiritual es inseparable de la material. Evita esquizofrenias. De discernimiento espiritual para buscar y hallar a Dios en todas las cosas y en todas las cosas en Él y poner en práctica la voluntad de Dios en la vida. Tiene claro que el discernimiento no es para escoger entre el bien y mal, sino entre lo bueno, lo mejor. Es el hombre del examen, la revisión y la evaluación permanente. Lo que no se evalúa no mejora.  Se podrá dispensar de la oración, pero jamás del examen. El control de calidad es sistemático y permanente. 

Su mentalidad es abierta, muy moderna para el contexto medieval, rompe paradigmas intocables: el hábito, el rezo del coro, el sistema capitular, la vida encerrada para santificarse solos. Profundamente libre y disponible, siempre en movimiento, le resulta inconcebible estancarse, apoltronarse, instalarse en zonas de confort. Hay que discurrir por el mundo porque el mundo es nuestra casa y se queda pequeño frente a todas las posibilidades que ofrece para realizar allí la misión. Visionario de futuro, siempre en búsqueda, siempre en camino, así mismo se define como el peregrino, siempre en movimiento. De amplia flexibilidad nos invitará a adaptarnos a los tiempos, los lugares y las personas. 

A nivel organizacional concibe la Compañía como un cuerpo apostólico para la misión, donde la pluralidad y la diversidad son característicos, pero donde la “unión de los ánimos” impide la fragmentación. La “cura personalis”, eso que hoy llaman coaching, es la herramienta para acompañar. 

En el “En todo amar y servir”, todo un condensado de vida. Como diría Tagore: “Dormí y soñé que la vida era felicidad, desperté y vi que la vida era servicio, serví y descubrí que en el servicio está la felicidad”. Es un servicio para todos, sin distingos, estemos donde estemos y trabajemos con quien trabajemos. Sin embargo, los débiles y los pobres, los excluidos y vulnerables, siempre estarán en la mira, porque fueron los preferidos del Señor. 

Así las cosas, con ocasión de la fiesta de San Ignacio, les pedimos orar mucho por nosotros y por nuestras vocaciones. Lo necesitamos. El Papa Francisco, jesuita como los más de 250 que trabajamos en Colombia o los 19 mil en el mundo, vive pidiendo: ¡recen por mí! Por supuesto, les prometemos también orar por ustedes y por los suyos y más en estos tiempos difíciles que afrontamos. Así, en comunión de oraciones, compartiremos de lo que somos y tenemos y de esta manera, solidariamente, podremos juntos, cada día, trabajar para lograr el milagro de transformar este mundo, construyéndolo como un mundo más justo y más humano, un mundo que encuentre en la alegría del Evangelio el sentido profundo de su existencia. Lo haremos como si todo dependiese de nosotros, pero con la certeza de que eso depende del Señor. Todo, para la mayor gloria de Dios.

jueves, 30 de julio de 2020

Vigía: la Comisión ¿de la mentira?

Por John Marulanda*

Coronel John Marulanda (RA)

Honesta y valiente la declaración del comisionado de la tal Comisión de la Verdad, el señor mayor de la Reserva Activa del Ejército de Colombia, abogado, Carlos Ospina. En una explícita carta, el mayor comisionado corrobora lo que el exministro de Defensa, Pinzón, había planteado a la opinión pública hace algunos días cuando dijo que la mayoría de los comisionados de ese ente.

Tuve la oportunidad de concurrir a una convocatoria de esa Comisión y durante un día en el hotel Cosmos de Bogotá percibí el ambiente mamerto del evento, con la mayoría de los participantes entusiasmados en imaginarios humanistas y con un viciado interés por la paz, coreando en cada exposición la culpabilidad única e histórica de las FFMM, los paramilitares, la oligarquía, el imperialismo, etcétera, mientras disimulaban cualquier referencia a los grupos narcoterroristas. Si se mencionaron las FARC o el ELN alguna vez, fue para proclamar la nobleza de su lucha por el pueblo. Por supuesto, Castro, Chávez, Evo eran nombres que se deslizaban entre mesa y mesa de trabajo. Algunos participantes, sin embargo, al conocer que yo era un militar retirado, se acercaron sigilosamente cuando iba al baño o en los descansos, algunos con clara intención investigativa y otros con un reprimido deseo comunicativo. El ambiente se tornaba aprensivo al momento de manifestar contradicción u opinión diferente al criterio imperante. Ante mis reclamos sobre la efectividad de esa comisión, fui acallado con un argumento que se ha convertido en el principal y más importante de sus operadores: es una comisión perfectamente legal, establecida de acuerdo al decreto tal y tal y encuadrada dentro de la constitución. Pero una cosa es la legalidad, y otra la legitimidad. En el plebiscito de octubre del 2016, la mayoría de colombianos deslegitimaron, democráticamente, el acuerdo de La Habana y todo lo nacido de ese negociado. Eso incluye la Comisión de la Verdad, que aún no logra credibilidad aceptable en el colectivo nacional.

El jefe de esa Comisión, el jesuita de Roux, no inspira confianza. Su paso por el Cinep y por el Magdalena Medio parece que lo volvieron taciturno y su simpatía con el narcoterrorista ELN (“El planteamiento mismo del ELN es muy de lo que en Colombia queremos, por supuesto”, “Nosotros no queremos el Estado capitalista… queremos que esto cambie…”), han aumentado el caudal de sus detractores. Su frecuente explicación de que los que critican su feudo presupuestal de casi 96 mil millones de pesos para este año, que salen de nuestros bolsillos, le tienen “miedo a la verdad”, recuerda la sentencia de un desafortunado lugarteniente de Santos quien, cínicamente, sentenció a los cuatro vientos que “todos somos culpables”. Menos él, claro, Salvador Jaramillo. Además, se queja de Roux, que no se le puede “quitar autoridad moral” a su aparato, que se agita en olor a ejército del pueblo, como lo proclama la Teología de la Liberación. Pero es claro que no se le puede quitar algo que no tiene, como lo demuestra el escrito del mayor Ospina.

Y como esa “verdad” perversa se quiere imponer a pesar de las evidencias, pues la Comisión de Roux aclarará contra viento y marea que los principales culpables históricos de lo sucedido son los militares, en tanto la desacreditada JEP, a su vez, demostrará que los principales reos jurídicos de lo acaecido, coincidencialmente, también son los militares. Lista la fullería. Será la nueva historia de Colombia. Nihil obstat

La censura impuesta al comisionado mayor (RA) Carlos Ospina, es una demostración más de los objetivos y el manejo de esa Comisión de la Mentira. Desde la Reserva Activa, va el aplauso y el reconocimiento de soldados, policías y ciudadanos simpatizantes de la Institución, por su valiente voz que sin ambages muestra la componenda con la que se está llevando el país al caos. La causa del mayor Ospina, es una invaluable oportunidad para que, desde diferentes frentes e intereses, se identifique la Reserva en una meta común: denunciar públicamente esa Comisión. Porque, para citar la Biblia, como vamos, vamos camino, no a Damasco, sino a Venezuela.

miércoles, 29 de julio de 2020

¿Recuperación sin ahorro?

Por José Alvear Sanín*

José Alvear Sanín

A raíz de la instalación del ¨Congreso, el gobierno ha presentado varias iniciativas que algunos comentaristas se han apresurado a calificar como el plan para la recuperación de la actual crisis.

Nadie puede negar que son valiosas propuestas en forma de planes sectoriales para la recuperación de empresas, gracias a la provisión de amplias facilidades crediticias, para dotar al país de infraestructura turística en 302 municipios y para fomentar lo que llaman e-commerce, principalmente.

Al lado de estas acciones, más o menos mediatas, el gobierno espera, para el 2022, generar nuevas exportaciones por US $920 millones y atraer inversión extranjera directa por US $11.500 millones. Ojalá estas expectativas se conviertan en hechos concretos.

Sin desconocer la importancia de proponerse metas ambiciosas, hasta ahora falta abordar los temas fundamentales relativos a las finanzas y al gasto público.

Como el país saldrá de la pandemia inmensamente endeudado, con mínimas exportaciones de petróleo y carbón, es previsible una aguda escasez de divisas. Además, habrá millares de empresas quebradas, desempleo superior al 20% de la fuerza laboral, reducción del recaudo de los impuestos sobre ventas y renta. Los fiscos locales experimentarán altísimo debido cobrar por predial y reducción inevitable en los impuestos de industria y comercio. Y como si fuera poco, habrá que atender el servicio de la deuda externa con dólares de 4 o 5.000 pesos, en vez de dólares de 2.500 o 3.000 pesos.

Frente a ese panorama aterrador habrá que apelar a expedientes como: 1. Liquidar reservas internacionales (lo que puede conducir a mayor devaluación del peso, con su incidencia en el servicio de la deuda). 2. Emitir, emitir y emitir (envileciendo la moneda y empobreciendo aun más a las clases desfavorecidas), y 3. Incrementar los impuestos sobre sujetos tributarios exhaustos.

Hasta ahora solo se ha considerado esa tercera opción, a todas luces incapaz de colmar el déficit de tesorería, y menos aun de equilibrar el presupuesto.

No obstante, hay quienes proponen crear una renta básica universal y nadie se atreve a cuestionar los inmensos presupuestos que se desprenden del Plan de Desarrollo de la actual administración.

Ahora bien, si el gobierno se empeña en ejecutar ese plan, todo tendrá que hacerlo a debe. Pero, ¿queda capacidad en la economía nacional para suministrarle esos recursos al Estado? ¿O habrá bancos extranjeros dispuestos a suscribir empréstitos colombianos?

La sola magnitud del déficit de los gastos de funcionamiento y del servicio de la deuda, hace pensar que endeudarse para pagar sueldos y amortizar empréstitos nos llevaría en pocos años a niveles de endeudamiento tipo Grecia o Argentina, es decir, al descalabro absoluto. Y si además se tomase dinero para las inversiones, ¿hasta dónde llegaría el endeudamiento total?

Nadie en sano juicio seguiría el camino del endeudamiento astronómico, así encontrase prestamistas aventureros y especuladores ‒que siempre hay‒ dispuestos a arriesgarse en un país posiblemente inviable.

¿Cuánto tiempo pasará antes de que llegue una recuperación que haga posible el equilibrio fiscal y presupuestal y el retorno a la normalidad económica? En el mejor de los casos tendremos cuatro o cinco años antes de volver a la senda del crecimiento y el progreso.

Por esa razón es inexplicable que nadie quiera decirle al país que habrá que olvidarse del Plan de Desarrollo (que incluye 39 billones en el cuatrienio, para “cumplirles” a las FARC con inversiones tóxicas), que habrá que aplazar el impagable Metro de Bogotá (cuyo costo ya ha subido unos 4 billones debido a nuestra devaluación); que los tranvías o trenes ligeros prometidos a Medellín no son prioritarios; que hay que desistir del muy costoso (se habla de US $300 millones) voto electrónico, letal además para la democracia.

Ahorro y austeridad, aunque a ningún político le suenan esas palabras, pero habrá que volver a sueldos públicos moderados, a congresistas y magistrados que no cuesten 70 u 80 millones mensuales (ahora tienen emolumentos enormes y están acompañados de abundante séquito burocrático). Tenemos que privatizar empresas oficiales y reducirnos a 10 o 12 embajadas (apenas con un jefe de misión y una secretaria, en oficina modesta), porque ¿qué hacen centenares de embajadores, primeros y segundos secretarios, agregados de lo uno y lo otro, choferes y carros de lujo, en multitud de países que poquísimo nos compran y donde no se nos conoce ni aprecia?

También habrá que decir adiós a “altos” consejeros, magistrados auxiliares, nóminas paralelas, empleados innecesarios, y liquidar centenares de agencias, comisiones y programas no esenciales. ¡Ah, y los deliciosos carros oficiales, cocteles, comisiones al exterior y contratos para promover personajes y políticas!

¡Despilfarrar o ahorrar, he ahí la cuestión! ¡Reconstrucción nacional o catástrofe!, porque si la austeridad no se convierte en la norma suprema del gasto público, el país puede descuadernarse hasta los niveles requeridos para que el desastre electoral nos condene, en 2022, a repetir la experiencia de Venezuela.

***

¡Y como lo hace notar Eduardo Mackenzie, las opulentas embajadas ni siquiera rebaten la desinformación falsa, sesgada o calumniosa contra Colombia que aparece rutinariamente en los grandes medios!

martes, 28 de julio de 2020

De cara al porvenir: tratar de entender el mundo

Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal

La realidad actual se caracteriza por la presencia e interacción de 4 grandes variables entrópicas: este es un mundo volátil, donde los cambios son veloces, las dinámicas inestables, todo es impermanente y los ciclos son cortos. Un mundo incierto, lleno de situaciones imprevistas, con resultados inesperados y con múltiples factores influyendo de manera concurrente. En este momento histórico, la ambigüedad es generada por la aparición de múltiples interpretaciones de todo, la emergencia de nuevas teorías y modelos para tratar de explicar el mundo. Todo esto lleva a la compejidad, donde los problemas adquieren multidimensionalidad, donde existe un exceso de información y donde se establecen múltiples relaciones asociadas a los desarrollos y a la popularización de ciertos avances tecnológicos.

Los antiguos Griegos, para Occidente, trataban de entender el comportamiento de los humanos, y entonces aparece la lógica, que deviene en la filosofía y además trataban de encontrar la explicación a los fenómenos naturales y entonces, aparece la razón, y respaldadas en esta, todas las demás ciencias.

Se hablaba en su momento de la armonía existente entre la música y el funcionamiento del Cosmos. Además, se hablaba también del Quadrivium, siguiendo el modelo de la filosofía natural, o sea la relación total entre la aritmética, la geometría, la astronomía y la poesía. San Agustín y Boecio incorporarían posteriormente a la música.

La propia filosofía da origen a la antropología, la epistemología, la lógica, la ética, la estética y la política.

Aparecen los géneros literarios: la épica, la lírica y el teatro, y las musas acompañan a las diferentes expresiones artísticas, así:

Calíope era la Musa de la elocuencia, la belleza y la poesía épica. Clío era la Musa de la historia. Erato era la Musa de la poesía lírica. Euterpe era la Musa de la música. Melpómene era la Musa de la tragedia. Polimnia era la Musa de los cantos sagrados y la poesía sacra. Terpsícore era la Musa de la danza y la poesía coral. Talía era la Musa de la comedia y la poesía bucólica, y Urania era la Musa de la astronomía, la poesía didáctica y las ciencias exactas.

Hoy por hoy, se habla de las ciencias formales: las matemáticas y la lógica. De las ciencias naturales: la física, la astronomía, la geología, la química y la biología. De las ciencias humanas: La medicina, la sociología, la política, la arqueología, la economía y la antropología.

Sin embargo, ninguna de estas ciencias es capaz de explicar completamente al universo por sí misma. Es por eso que, hoy, se impone la multidisciplinariedad y se hace necesario que los humanos, con humildad, reconozcamos al unísono con el gran pensador, que “solo sé que nada sé”. Cada que se abre una nueva ventanita de conocimiento, nos deja ver la aparición de un nuevo universo de posibilidades.

Mente abierta, disposición al cambio y a la adaptación, tolerancia, grandeza de espíritu y humildad de conocimiento, son ingredientes que requerimos hoy para poder medio sobrevivir en este valle de lágrimas.

Capítulo aparte merecen la espiritualidad en todas sus formas y las expresiones de fe. No ha sido posible y no hay necesidad de tratar de juntar el agua y el aceite. Así mismo, no es necesario tratar de juntar o de comparar a la razón y a la fe, pues cada una maneja sus propias lógicas.

Retomando el Evangelio, recordemos las palabras de Jesucristo a sus discípulos: “sed mansos como palomas y astutos como serpientes”.

Nota: mi completa solidaridad con el señor Gobernador Aníbal Gaviria Correa y su distinguida familia.

sábado, 25 de julio de 2020

De la historia nuestra caballero y dice...

Por Santiago Cossio*

Santiago Cossio

Hace poco vimos un episodio que tuvo un desenlace fatal para George Floyd a manos de un policía en Estados Unidos. Este episodio provocó una revuelta en todo el país generando protestas por el que se podría considerar un abuso de poder y racismo continuado, pese a que según la proclamación de emancipación por Abraham Lincoln y luego, en la 13 enmienda de la Constitución en 1865, se proclama la abolición total de la esclavitud. Esto fue un proceso gradual ya que los territorios tenían sus propias resistencias.

El artista colombiano Joe Arroyo en su emblemática canción “Rebelión” hace una crítica y describe una historia que traemos para el análisis entre otras consideraciones. https://www.youtube.com/watch?v=Nhtn3HROvgA

Quiero contarle mi hermano un pedacito de la historia negra
de la historia nuestra, caballero y dice así:

En los años mil seiscientos
cuando el tirano mandó
las calles de Cartagena
aquella historia vivió

Cuando aquí llegaban esos negreros
africanos en cadenas
besaban mi tierra
esclavitud perpetua…

El castillo San Felipe de Barajas, en Cartagena, fue construido por esclavos africanos bajo la dirección de los españoles entre 1656 y se culminó en 1798, siendo una de las construcciones más grandes de América. Hoy es considerado patrimonio de la humanidad. El sometimiento histórico a esclavos e indios daría pie para la revolución. También debe reconocerse que el fuerte de San Felipe fue concebido para detener las invasiones de Inglaterra y Francia, donde más adelante Blas de Lezo derrotaría a estas fuerzas invasoras.

Que lo diga Salomé
uh, que te dé
llegó, llegó

Un matrimonio africano
esclavos de un español
él les daba muy mal trato
y a su negra le pegó

Y fue allí, se rebeló el negro guapo
tomó venganza por su amor
y aún se escucha en la verja
no le pegue a mi negra

¡Oye, man!, no le pegue a la negra
(no le pegue a la negra)
no, no, no, no, no, no
(no le pegue a la negra)

En Colombia el presidente liberal José Hilario López, en 1851, decreta el fin de la esclavitud. Esto fue objeto de debates previos donde los conservadores querían conservar los esclavos y los liberales, liberarlos. Aquí radica gran parte de la definición política de la época. Recordemos que Colombia decreto el fin de la esclavitud 12 años antes que Estados Unidos.

Oye, esa negra se le respeta
(no le pegue a la negra)
eh que aún se escucha, se escucha en la verja
(no le pegue a la negra)

No, no, no, no, no, no le pegue a la negra
(no le pegue a la negra)
negra que me dice
chambalaquete, chambalequete

Y aún se escucha en la verja
(no le pegue a la negra)
español con el alma negra
no lo envenena, no lo envenena

No le pegue a él
(no le pegue a la negra)
oye, porque el negro se te revela
(no le pegue a la negra)
ya me pongo el alma prieta
(no le pegue a la negra)
no, no, no, no, no, no le pegue
(no le pegue a la negra)

Habla mucho y no apretando, aprieta
(no le pegue a la negra)
no respeta, la aprieta
porque a la negra se le respeta
(no le pegue a la negra)

Y con ustedes, Chelito de Castro…

El 20 de julio de 1810 se dio el primero de muchos gritos de independencia. El florero de Llorente fue una excusa para romper relaciones y comenzar el proceso de sublevación criolla de donde se proclamo “Si perdéis estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y feliz, antes de 12 horas, seréis tratados como los insurgentes, ved los calabozos, los grillos y las cadenas que os esperan”.

El 11 / 11 de 1811 la ciudad amurallada se declara en independencia donde ya en gran parte de Santa Marta y la costa se venía gestando el movimiento independista.

Podemos traer de la historia a doña Concepción Loperena de Valledupar llamada la heroína. El 22 de mayo de 1811, se sublevaron contra el rey y las autoridades españolas. luego en Cartagena con el gobierno presidido por Manuel Rodríguez, con Simón Bolívar y Manuel del Castillo y Rada, se les dio instrucciones para defenderse contra los realistas. Bolívar, consecuente con la independencia de Cartagena, iniciaba entonces la campaña del bajo Magdalena. Todo esto serviría de procesos para más adelante buscar la libertad y entre todo, acabar el esclavismo que se había perpetuado por años.

A pesar de que ha pasado mucho tiempo seguimos teniendo vestigios de racismo y debemos buscar la inclusión y el respeto por todos los grupos poblacionales.

Vamos a ver que le pegue a jeva
porque el alma, que el alma
que el alma, que el alma
que el alma se me revienta

Eh, no, no, no, no, no, no le pegue a mi negra
(no le pegue a la negra)
porque el alma se me agita, mi prieta
(no le pegue a la negra)

Hay lamento en la playa, negra
(no le pegue a la negra)
En la playa de Cartagena
(no le pegue a la negra)

No, no, no, no, no, no de Marbella, bella
(no le pegue a la negra)
en la maleta que cante y que llora
(no le pegue a la negra)
Porque entonces el negro se venga
(no le pegue a la negra)

El Chombo lo sabe
y tú también
(no le pegue a la negra)

viernes, 24 de julio de 2020

Ayuno eucarístico

José Leonardo Rincón, S. J.* 

José Leonardo Rincón Contreras

Mi vocación sacerdotal tiene sus raíces en la celebración eucarística dominical. Mi madre me llevaba sin falta y yo, sin entender mayor cosa, a decir verdad, me sentía atraído por lo que allí acontecía. Tengo clara la imagen de aquel domingo en que, siendo un niño, por ahí de cinco años, me dije: yo quiero ser como ese padre. Me atraía su devoción, la forma como hablaba captando la atención de la gente y su cordialidad manifiesta.

Poco tiempo después jugaba a decir misa. Me valía de la hojita El día del Señor y me había aprendido algunas oraciones complementarias, de modo que con mucha pompa y circunstancia le pedía a mi mamá ponerme atención y responder las oraciones. Con recortes de hostia compradas a las Clarisas y seguramente con vino Sanson se completaban las especies. Fui feliz el día que algún sacerdote amigo me regaló un pequeño ordinario de la misa con prefacios y anáforas que me hacían falta para completar el repertorio. Ya estudiante de San Bartolomé tuve el privilegio de “subdiaconar” muchas eucaristías en la contigua Iglesia de San Ignacio, donde germinó y se alimentó mi vocación a la Compañía.

Toda esta rápida historia para decir que la eucaristía ha ocupado un lugar central en mi vida y como de sacerdote la celebro a diario, ya es parte de mi cotidianidad y no la he echado de menos en medio de la pandemia. He caído en cuenta DE que soy privilegiado y que cual niño rico que no le falta nada, no sé lo que significa no tenerla. Sin proponérselo, han sido mis amigos laicos los que me han avergonzado haciéndome caer en cuenta de lo que realmente significa para ellos. Ya he contado por lo menos cuatro o cinco distintos, que, en momentos diferentes, entre suspiros y lamentos me han dicho que les hace falta la eucaristía. Echan de menos el encuentro comunitario, las buenas homilias y la sagrada comunión. El ayuno eucarístico forzado los tiene tristes y ya no los llena ni las misas televisadas, ni las del Facebook live, ni las homilias que les comparto por WhatsApp, ni lo que llamamos comuniones espirituales. Les parece que como Iglesia ha faltado una postura más firme y exigente ante el gobierno. Con rigurosos protocolos de bioseguridad podríamos encontrarnos de nuevo. No les falta razón.

Y claro, el que tiene comida todos los días y está gordo y rozagante no sabe lo que es no tenerla y pasar hambre. Eso. Eso es lo que sienten muchos: hambre espiritual, hambre de Dios, hambre del pan de La Palabra, hambre del banquete eucarístico. La común-unidad eclesial celebra la vida alrededor de la común-unión con Cristo; es fiesta, es sacrificio, es oración, es banquete. Alimenta, alienta, da fuerzas, proporciona una energía indescriptible. Con razón la echan de menos, con razón les hace falta, con razón reclaman lo que en justicia les corresponde. La verdad, me ha dado pena porque “andan como ovejas que no tienen pastor” y la razón es muy simple: es que los pastores estamos encerrados cuidándonos del coronavirus, mientras las ovejas afuera, en el rebaño, están pasando hambre. Gracias por hacerme tan delicado pero profundo cuestionamiento. La Iglesia debe estar en salida como nos pide Francisco y hay que hacerlo, con todos los cuidados propuestos, pero hay que hacerlo.


jueves, 23 de julio de 2020

Cepeda, Sanguino y CIA Ltda.

Por John Marulanda*

Coronel John  Marulanda (RA)

Sobre el terreno, en términos prácticos y simples, el marxismo leninismo se puede resumir como una técnica comprobada de asalto al poder y un método infalible para arruinar países y vidas humanas. Cien años de siniestra historia así lo comprueban. En Colombia, el componente armado de esa táctica fracasó y simbólicamente “entregó las armas”, con la fanfarria de la gran prensa manipuladora. El gobierno entreguista de Santos, convirtió a los narcoterroristas en honorables parlamentarios y los reunió en el Congreso (organización con un 72% de descrédito) con su avanzada de lucha política. Como quien impidió a los narcoterroristas llegar al poder a punto de AK fueron las fuerzas militares, y el ejército en particular, y este desde hace dos décadas ha sido la institución de mayor credibilidad en la opinión pública del país, había que, antes que nada, debilitar esa favorabilidad que tanta acidez estomacal les produce. Errores y fallas de miembros de la institución facilitaron tal propósito.

Semana a semana, conocidos medios remachacaron una y otra vez delitos y errores de soldados, suboficiales y oficiales, con grandes titulares, noticias de apertura, repetición de videoclips, informes especiales envenenados y periodistas de la poderosa e izquierdista prensa neoyorquina. Ese objetivo se logró: la simpatía por la institución bicentenaria se redujo en un 50%. Ahora inició la segunda fase: reformarla a su amaño para en una etapa posterior convertirla en la guardia pretoriana requerida, una vez en el poder.

No son de poca monta los proyectos de ley de dos súper amigos de la extrema narco izquierda. Cepeda, descendiente de la más pura y rancia cepa comunista soviética –como que su padre da nombre a uno de los frentes más sanguinarios de las FARC- y a quien algún despistado graduó de filósofo, propone que las operaciones de la Inteligencia militar se expongan al público. Tamaña sandez parece una broma de mal gusto. Detrás solo puede existir la intención de desbaratar definitivamente el ahora maltrecho aparato que les causó a los narcofarianos sus peores derrotas. Enseñar todos los actores y maniobras de las operaciones secretas legítimas del Estado, además de ilegal, entregará las cabezas de nuestros héroes anónimos a los sicarios del crimen disfrazado de ideología o al Tribunal revolucionario de la JEP. Si bien es cierto que la ley estatutaria 1621 de Inteligencia y Contrainteligencia requiere precisiones y ajustes, no es menos cierto que seguirle el juego al comunista Cepeda es poner en grave riesgo la seguridad nacional, la de todos los colombianos.

Su coequipero en este contubernio, Sanguino, un exterrorista eleno, quiere cambiar las reglas para el ascenso de los mandos de las fuerzas militares. La finalidad es clara. Cualquier aspirante a promoción que sea visto como inconveniente para sus ambiciones totalitarias, será adecuadamente denunciado (purgado), y sin el derecho a la presunción de inocencia, excluido de la posibilidad de ingresar a la línea de Mando. Así quieren controlar la cúpula militar, tal como lo ha hecho la camarilla ladrona de Venezuela. En el entretanto, nuestros soldados y policías siguen siendo sacrificados por las balas y las bombas del crimen organizado transnacional, léase FARC y ELN, los amigos de Cepeda y Sanguino. Acabar con el Esmad y con el servicio militar obligatorio, incorporar terroristas al ejército ‒ya los tienen en la UNP‒ también son propuestas de la bancada de izquierda en esta nueva legislatura. Luego vendrá la “necesaria” creación de una milicia nacional, encabezada por las guardias indígena, campesina o cimarrona, “para garantizar la seguridad de todos los colombianos”. No es difícil predecirlo.

Es inaceptable someter la institución a sus enemigos naturales que han avanzado sigilosamente para hincar sus colmillos sobre nuestro país con la ayuda de Cuba y Venezuela, organizaciones internacionales, ONGs, algunos miembros del clero, quintacolumnistas en la prensa y la apatía de empresarios “apolíticos”. Ante ese panorama, la reserva activa debe organizarse regionalmente, alistar sus cuadros, empuñar la pluma y afilar la lengua para señalar esta componenda congresional, apoyada por colectivos de abogados asaltantes del erario público, de nuestro dinero, a punto de falsos testigos. Es necesario adaptarse a nuevos y complejos escenarios, hacer cambios, entender los tiempos sin mirar mucho a Israel, Japón o Australia. Basta observar a Venezuela.

miércoles, 22 de julio de 2020

Pospandemia: ¿Heterodoxia o ruptura?

Por José Alvear Sanín*

José Alvear Sanín

Nadie conoce realmente el impacto de la pandemia en la economía global, ni en las diferentes naciones, ni en Colombia, ni cuántos años tardará cada país en regresar a su situación anterior.

Los economistas, desde luego, son dados a los diagnósticos y a los pronósticos.

Aquí se nos dice que vamos hacia una caída del PNB del 6%, del 8%, del 9%, según los más pesimistas; y que nos recuperaremos en 2, 3 o 5 años. Y también nos advierten un retroceso de 20, 30 y hasta 50 años en la lucha contra la pobreza y la miseria.

En cambio, hay otras estimaciones plausibles, como afirmar que empezaremos el año 21 con endeudamiento del orden del 60-80% del PIB, con desempleo de 25% y con poco petróleo para exportar a bajo precio, déficit presupuestal del 50-60%, millares de empresas quebradas, creciente dependencia de la coca y de la minería ilegal… Nunca Colombia se ha enfrentado a algo parecido.

La crisis del 30 fue dura para algunos sectores, pero el nuestro era un país donde más del 80% de la población vivía en los campos, que poco sufrió los efectos del krach, a pesar de que los ingresos de la Tesorería Nacional bajaron de 75 millones a 35, obligando al gobierno a suprimir empleos, paralizar las obras públicas y decretar una moratoria de pagos. Pero, para 1934, el país se consideraba recuperado.

Ahora bien, no se sabe cómo se saldrá adelante. Ignoramos cuántos países estarán en situación igual o peor; cómo serán las ayudas, si se dan; cuáles, las exigencias de los acreedores; si el default de tantos traerá un nuevo orden financiero mundial y cómo será la demanda externa de bienes; si cambiarán las reglamentaciones de la OMC, etc.

La situación, sin duda alguna, será diferente en los países “desarrollados”. En general Europa, Japón y los Estados Unidos tienen mejores estructura y activos para superar la crisis que los “subdesarrollados”. En fin, cada caso es único. Allá, los problemas también son terribles, pero por lo menos en la UE ya se trabaja en planes de recuperación del orden de 750.000 millones de euros.

En cambio, entre nosotros no se ha comenzado a preparar el plan de recuperación, ni cuánto costará, ni de dónde va a salir la plata, ni cuándo va a empezar. Lo único que sabemos es que los economistas hablan de otra inevitable reforma tributaria, olvidando a los industriales y comerciantes arruinados, las clases medias depauperadas, las viudas que no perciben los arriendos, las propiedades desocupadas, los desempleados sin capacidad de compra y, en consecuencia, el IVA por los suelos.

Cuando un país afronta situaciones extremas —terribles, pero menos complicadas que la actual—, como conflictos militares, bloqueo, terremotos, sequía, langosta, etc., se hace necesario apelar a las soluciones de lo que se denomina “economía de guerra”. Se hace imperativo entonces un plan para salir del atolladero bajo una dirección única, determinada, y obedecida sin ser obstaculizada.

Colombia no será la excepción, pero lo primero que debe resolverse es qué clase de economía de guerra vamos a tener: una heterodoxia creativa dentro del modelo de libertad económica, propiedad privada y respeto de los derechos humanos, con intervención profunda y grandes sacrificios, u otra rupturista, marxista, colectivista, totalitaria y despótica.

También puede ser que, a partir de 2021, empecemos con una gestión enérgica de la economía dentro del modelo de la economía social de mercado; pero que dos años después este sea sustituido por el caos que precede a la dirección totalitaria de corte castro-chavista.

 No olvidemos que las elecciones de 2022 se celebrarán en un país irreconocible —desempleado, hambreado y deprimido—, cuyo clima hace previsible el irresistible avance electoral de la izquierda revolucionaria. Esta dispone, además, de presupuestos locales, medios masivos, subversión, narcofinanciación, jueces, juntas de acción comunal… y sobre todo, de vocación inquebrantable de poder.

Dentro de un modelo democrático la recuperación, aunque difícil, es posible. Con el marxista, en cambio, es imposible, porque implica la adopción de un sistema improductivo, fracasado y tiránico.

Hay, sin embargo, un enorme problema al que no se le da la adecuada consideración: El desorden constitucional imperante en Colombia, agravado por el Acuerdo Final, inhibe el funcionamiento de los mecanismos eficaces de dirección y gestión económica requeridos para superar la crisis. Por tanto, si no se establece un estado de excepción eficaz y duradero, el pronóstico es reservado.

De ahí que el plan de recuperación reclame un componente de voluntad política, un propósito firme e inmodificable de preservar y proteger lo esencial del modelo económico. Su parte política, entonces, es tan importante como la económica y aun más, porque sin la primera, la segunda es demasiado frágil.

No faltan quienes, desde la “academia”, prediquen el establecimiento de una economía de guerra totalitaria. Es una propuesta seductora, en cuanto responde a la unidad de mando y a la coercibilidad de las medidas que se adoptan inmediatamente y carecen de oposición.

En 1921, el caos revolucionario dio lugar al nombramiento de Trotski para que “la economía fuera gestionada con una disciplina y una precisión militar. Toda la población tenía que ser reclutada (…) y despachada como soldados para llevar a cabo las órdenes de producción” (Figes. La Revolución Rusa, p. 785). El orden regresó al poco tiempo, pero sobre millones de muertos y 70 años de dictadura y pobreza.

He ahí los riesgos de la elección equivocada que amenaza al país, porque una población agobiada no se fija en los resultados de las economías militarizadas de Cuba o Venezuela, y solo está dispuesta a creer en pajaritos de oro.


martes, 21 de julio de 2020

De cara al porvenir: oikos

Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal

Oikos “(griego:οἶκος, plural: οἶκοι), el equivalente al término "casa" en la Grecia Antigua, es el conjunto de bienes y personas que constituía la unidad básica de la sociedad en la mayoría de las ciudades-estado (polis), e incluía a la cabeza del oikos (el telestai, generalmente el varón de mayor edad ‒el equivalente‒”.

El prefijo oikos griego y su equivalente eco latino moderno, está asociado al lugar de habitación. ecología, economía, ecosistema, hacen parte de palabras y conceptos asociados.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ‒PNUD‒ no se queda atrás y define como ecodesarrollo “el nivel de desarrollo socialmente justo, económicamente viable y ecológicamente compatible”, definición inspiradora que lamentablemente no ha podido ser implementada.

Asociado al ecodesarrollo se determinan la factibilidad, la sostenibilidad, la viabilidad y la sustentabilidad de las organizaciones y todo esto debiera redundar en la capacidad de estar bien y de generar bien estar ‒bienestar‒ para toda la población, de una manera equitativa y digna.

Finalmente, independientemente de la arista a partir de la cual queramos iniciar alguna reflexión o discusión, el común denominador y el foco central deberá ser la vida. Y no solo la vida humana, sino la vida en su completa extensión y dimensión, para que el concepto de ecosistema adquiera verdadero sentido. Y es que el ecosistema contiene los diferentes hábitats sobre los cuales se despliegan los diferentes tipos de seres, alrededor de sus particulares y asombrosos ciclos de vida.

Con razón los llamados filósofos Pre Socráticos estaban interesados en entender cómo funcionaba la naturaleza, ya que en ella están la mayoría de las respuestas a nuestras inquietudes y es donde a la luz de algunos pensadores, está Dios escondido debajo de cualquier piedra.

Y es que lamentablemente, cuando hablamos de desarrollo, de manera coincidencial, se atenta contra la vida, se genera destrucción y contaminación en cualquiera de sus formas, y afectamos de manera inapropiada y egoísta las formas de vida de otras especies, apareciendo el hombre como el máximo depredador y el mayor ensuciador entre todos los seres vivos que hemos pasado por este maravilloso planeta. Mientras el concepto de desarrollo no esté asociado con el concepto de vida, no habrá nada que hacer.

Vinculado al concepto de desarrollo está el concepto de progreso, el cual es generalmente construido de modo artificial e impuesto por métodos usualmente violentos, casi siempre, desde el ejercicio de poderes externos. Se hace necesario también, que el concepto de progreso esté asociado a la promoción, cuidado y respeto por la vida en todas sus formas y expresiones.

Debemos dar muestras entonces, que hoy, en plena edad del conocimiento, alrededor de lo que llamamos sociedad del conocimiento, sí exista conocimiento.

Es a partir de este conocimiento y reconocimiento de nuestra realidad, que podremos comportarnos como seres inteligentes y más aún, como seres éticos.

La valoración y defensa de la vida, nos facilitará la construcción de una Cultura de la Vida, cultura que debería estar insertada en nuestro ADN y reivindicada permanentemente desde nuestros sistemas y procesos educativos como única alternativa para que el respeto, la tolerancia, la armonía y la convivencia pacífica pasen de ser posturas deseables, a ser realidades contrastables.

Ahora bien, como esta cultura es vívida y no letra inerte, debemos garantizar que, desde los procedimientos básicos y elementales de la crianza, los padres de familia y los docentes, profesores y maestros, todos al unísono, compartamos el mismo guion alrededor del respeto por la diversidad, por el otro, por la naturaleza, por la comunidad.

De nosotros depende, a todos nosotros nos compete, la defensa de la vida por la vida misma.

Sin embargo, muy a mi pesar, parece que los humanos no entendemos o no queremos entender. Un ser humano respira unas 20 veces por minuto durante toda su existencia, y a pesar de esta realidad, no hacemos nada por dejar de ensuciar el aire que obligatoriamente tendremos que respirar. ¿Homo Sapiens?

REFLEXIÓN: El jueves 9 de julio sale llorando por TV el Director General de la Organización Mundial de la Salud. El 11 de julio sale Trump con tapabocas. Cada día hay más primeros mandatarios de diferentes países con pruebas positivas de COVID-19. Medellín hace una excelente gestión de contención para el virus, pero al menor descuido, o decisiones bien intencionadas, pero mal planificadas como el día sin IVA, que traen asociados sus terribles costos, hacen que los casos de contagio se hayan disparado. Ningún centro científico de investigación ve probable una vacuna aplicable masivamente en Colombia antes de 18 meses. El aliento económico del sector privado llegó a su fin para mantener un aislamiento, así sea sectorizado. Los recursos del Estado colombiano no son suficientes para atender la pandemia y subsidiar las necesidades básicas de la población improductiva por efecto de la emergencia. Queda demostrado hasta la saciedad, el mal manejo y la falta de planificación e inversión en temas de salud pública, por parte de la clase dirigente de este país en los últimos decenios. Y por último, se desnuda la pésima formación ciudadana que desde las familias en la primera crianza y desde las distintas instituciones educativas de todos los niveles, se está entregando a la sociedad. Algo hay que hacer, pero ya, pues no es un asunto de buenas intenciones o de buenos propósitos, si no de resultados tangibles con respecto a un comportamiento ciudadano serio, responsable, solidario, cívico y disciplinado, que hoy brilla por su ausencia en el más alto porcentaje de los casos.

Por ahora y ante este sombrío panorama, la única recomendación razonable es mantenernos confesados.

NOTA: Mi completa solidaridad con el señor gobernador Aníbal Gaviria Correa y su distinguida Familia.

lunes, 20 de julio de 2020

Por la libertad

Por Antonio Montoya H.*

Antonio Montoya H.

En Colombia tenemos todos los días nuevos acontecimientos que de un tajo borran las noticias del día anterior, conllevando con ello, al olvido y a la poca importancia de lo pasado. Es algo a lo que nos vemos abocados y sirve para todo, desde tapar comportamientos indebidos, hasta sacar al aire los actos de corrupción porque los mismos personajes saben que al día siguiente no volverán a estar en la picota pública y eso es consecuencia sin duda alguna de la avidez de la noticia y de la primicia; queda poco para el estudio, análisis y seguimiento de lo ocurrido ya este sea bueno o malo.

La democracia tiene una reglas claras, libertad de prensa, libertad de opinión, derecho a la propiedad privada, a la libre iniciativa, libertad de empresa, de trabajo, de oficio, respeto por los demás y de sus creencias y manifestaciones de género, respeto por las razas, religión, política, en general podemos decir que son todas las libertades y posibilidades de desarrollo humano, pero eso sí, respetando el derecho de los demás, ceñimiento a la verdad, no a la especulación, a la falsedad y a la mentira. Todos nos sometemos a ese gran logro de la revolución francesa “libertad, igualdad, fraternidad”, que son en los que se basa nuestra democracia, siendo aportes de dicha revolución al constitucionalismo moderno.

En nuestra democracia actual, por causa de la polarización tan severa que tenemos, estamos llegando al límite de la estabilidad institucional, por cuanto todas las partes están tomando partido o simplemente aprovechan para sacar beneficio propio de lo que está sucediendo, lo que no es bueno, por el contrario, es nefasto para el desarrollo social y económico del país.

Lo hemos dicho en varias oportunidades, la democracia subsiste si la institucionalidad funciona, si las ramas del país son independientes unas de otras y así puedan ejercer sus precisos objetivos, para la justicia, la aplicación pronta de la ley, para el congreso, legislar con análisis y probidad la creación de las leyes, y para el ejecutivo, aplicar y dar vida a las políticas económicas y sociales en las cuales debe enmarcar su acción diaria.

Hoy no tenemos nada de eso, ni la justicia opera, ni el congreso genera credibilidad y el ejecutivo, por causa de la pandemia, tiene dificultades en el desarrollo normal de su actividad. Aquí es donde aprovechan las fuerzas del desorden para desestabilizar a incitar a la desobediencia ciudadana, a crear caos, porque allí ven una oportunidad para vencer y llevar a este país hermoso, por sus riquezas naturales y su gente, al despeñadero, igual al camino escogido por sus amigos gobernantes venezolanos.

Por ello, conversando de estos temas con el exmagistrado Jose Gregorio Hernández, coincidimos, que él, con su medio de la “Vos del derecho” y yo, con “El Pensamiento al Aire”, en que antes de que lleguemos al caos total, debemos buscar voluntades de todas partes de Colombia que ayuden a través de la “academia del derecho” a encontrar los caminos de estabilidad jurídica y económica para enrutar nuestra institucionalidad. No se trata de un partido político, se trata de aprovechar el conocimiento, la experiencia, la vocación de servicio, de miles de profesionales del derecho que aún creen que podemos sentarnos a repensar este país, bajo el único principio de mantener la democracia y fortalecer la gobernabilidad. Es una oportunidad única para dar un salto que evite la confrontación y construyamos juntos una gran democracia.

domingo, 19 de julio de 2020

Del catecismo y la urbanidad al pacto social

Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Andrés de Bedout Jaramillo
Del comportamiento cotidiano dependen los niveles de bienestar en el mundo entero.

No mentir, no robar, no matar, no desear la mujer del prójimo, amar y respetar a nuestros congéneres, a los animales, a las plantas, a la naturaleza en general, son comportamientos establecidos desde los orígenes del hombre en la tierra, que nos los han recordado en el catecismo, con los mandamientos de la ley de Dios, en las normas de urbanidad y comportamiento, y ahora, en forma de pactos sociales, como la única salvación del mundo, independientemente de credos religiosos, políticos y de categorías sociales.

Todo lo que se considera pecado, es violatorio de las normas de las religiones, de las normas de urbanidad y comportamiento, y en muchos casos terminan siendo delitos, castigados también por las leyes de los hombres; repito, independientemente de credos religiosos, políticos y de categorías sociales.

Nada puede permitir los malos comportamientos, ni la religión, ni la política, ni las clases sociales, porque las consecuencias de los malos comportamientos las terminamos pagando todos.

Algunos ejemplos: los que en plena pandemia no respetan las reglas mínimas de cuidado personal, los que se están aprovechando indebidamente de los recursos destinados a atender la emergencia, los que están fomentando las adicciones que dañan al cuerpo, al alma, a la familia, a la sociedad en general, los que están haciendo mal uso de los recursos naturales, los que no están separando en la fuente las basuras, los que teniendo la oportunidad, no están estudiando ni trabajando, los que teniendo los medios, no están ayudando a los demás, no están pensando en nuevos emprendimientos que puedan ayudar en la muy difícil situación en que estamos.

En fin, podríamos listar miles de conductas y comportamientos dañinos, fruto de un relajamiento en el aprendizaje, práctica y ejercicio de principios y valores que, repito, conocemos desde nuestros orígenes y hemos venido trastocando, relajando, porque manejarse bien implica sacrificio, implica orden, aseo físico y mental, implica pensar en los demás, poniendo el interés general, por encima del interés particular y no es cuestión de religión, ni de política ni de estratos sociales, si todos nos comportáramos bien, estoy seguro de que mejoraría sustancialmente la convivencia social, política y religiosa.

El pacto más importante para un buen comportamiento, es el pacto con nosotros mismos.

Si queremos un mundo mejor, si queremos superar esta pandemia, si queremos ser más felices, repasemos en nuestras conciencias las escalas de principios y valores, que rigen nuestros comportamientos, aplicando los mandamientos y normas más importantes y vigentes en todas las religiones, en todos los partidos políticos, en todas las sociedades.

Lo escrito puede sonar a sermón, pero cada día que pasa cuenta, cada acto de corrupción, de derroche, de maltrato, de insolidaridad, de desorden, de egoísmo, de irrespeto, etcétera, afecta nuestra convivencia, nuestra felicidad y lo peor, aleja aún más la posibilidad de lograr los objetivos comunes, anhelados de paz, justicia, igualdad, progreso y felicidad.

Si tratamos a los demás como nos gusta que nos traten, todos ganaremos.

¿Ustedes se imaginan lo ejemplarizante que sería para el país, que mañana se escogiera como presidente del Congreso a alguien que liderara un cambio profundo en la corporación?

¿Ustedes se imaginan lo ejemplarizante que sería que, así como tenemos un salario mínimo legal mensual, tengamos un salario máximo legal mensual, para los sectores público, privado y mixto y lo que nos ahorraríamos?

¿Ustedes se imaginan lo que ayudaríamos al medio ambiente si todos separáramos los residuos orgánicos de los sujetos a ser reprocesados?

¿Ustedes se imaginan si todos cuidáramos la infraestructura pública que con tanto esfuerzo se ha construido para el servicio de todos?

Definitivamente, Colombia sería otra si todos nos comportáramos mejor.

viernes, 17 de julio de 2020

Tres comentarios puntuales

José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón Contreras

Cuarentenas: visto el panorama global y particularmente el comportamiento humano después de 120 días, estos encierros resultan realmente inútiles porque, si bien detienen temporalmente los contagios y muertes masivas, en realidad lo que evidencian es una carencia dramática de infraestructura hospitalaria que los gobiernos no quieren ver colapsada. La solución no es parar la actividad humana sino ordenarla, en tanto aparece la dichosa vacuna inmunizadora. Si la gente sigue disciplinadamente los protocolos de bioseguridad: protección, aseo, distanciamiento, etc., no hay razón para seguir aumentando la crisis económica y los índices de miseria. Vivir encerrados es un enmascaramiento postizo que lejos de solucionar, agrava los problemas. Conciencia de orden, cuidado y disciplina social es lo que realmente necesitamos.

Polarización: se ha recrudecido encegueciendo a todos como si la realidad fuese sola blanca o negra, y no cargada de matices multicolores. Los odios viscerales alentados por sus más enconados rivales, cabecillas siniestras por lo enfermas, acolitadas por lugartenientes de baja estofa, apelan a toda clase de estrategias mentirosas y señalamientos públicos para desacreditarse en los albores de la campaña electoral. Y el pueblo borrego, en análogo espectáculo romano-circense, se deleita con el desangre patrio, mientras le toca el turno de saltar a la arena para ser destrozado por las fieras. La justicia por propia mano se da cuando no hay una justicia igualmente equitativa para todos, cuando viendo no se quiere ver y sistemáticamente se niega la verdad, cuando se quiere imponer la autoridad de modo dominante sobre los demás, cuando la voracidad económica quiere lucrarse a como dé lugar, cuando la maldita corrupción hace su agosto saqueando las arcas comunes, cuando se es intolerante ante la diferencia y la diversidad, cuando se es incapaz de buscar una sociedad más justa y más humana.

Congreso de la República: su desprestigio lo acompaña desde que me conozco.  Se necesita ser muy cínicos para seguir procediendo mal a sabiendas de la animadversión popular. No son todos, es verdad, pero sí la mayoría. Son tantos, que logran anular, eclipsar, echar al suelo, las mejores propuestas, los mejores proyectos. Incapaces de auto reformarse, bajarse el sueldo, sacar adelante las leyes anticorrupción… Este 20 de julio inician sesiones pero mientras el pueblo humilde no ha dejado de exponerse todos los días al covid-19, ellos siguen discutiendo si tienen validez sus sesiones virtuales, y por eso, ni van presenciamente, ni trabajan remotamente. ¡Vagos! Por eso eligen de líder a uno de sus más cuestionados miembros, el campeón del ausentismo y de las excusas médicas no creíbles. En tiempos difíciles, cuando se requiere renovarse, reinventarse, recrearse, ellos siguen lo mismo, por la senda de sus inveteradas mañas y vicios. Sinvergüenzas irredentos, descarados. Su indolencia clama al cielo, ese cielo que ignoran deliberadamente porque disfrutan vivir en su propio infierno.

jueves, 16 de julio de 2020

Vigía: ejército y policía para la pospandemia

Por John Marulanda*

Coronel John Marulanda (RA)

Cada día son más frecuentes en las redes sociales los videos de policías agredidos, vilipendiados o huyendo de catervas que blanden garrotes y machetes, cuando no tiroteando sin control. El apedreamiento de uniformados se ha convertido en la adrenalina favorita de jóvenes. Claro que a los soldados no les va mejor. A pesar de su letal Galil de dotación, les ponen machetes en el cuello, los sacan arriados de sus bases y los amenazan con que “A partir de las 72 horas, si los volvemos a ver, vamos a actuar de otra manera”, como les dijeron públicamente hace pocos días en Argelia, Cauca. Si regresan, a lo mejor los apalearán, les quitarán su armamento y los secuestrarán (retenciones sociales, le dicen ahora) o los volverán a sacar a empellones, en andas, como sucedió hace varios años en Toribio, Cauca. Recordamos el llanto del Sargento en camuflado, con casco de guerra y aferrado a su fusil, mientras sus subalternos retrocedían cabizbajos, humillados.

El Cauca, precisamente, es un escenario favorito de esas defenestraciones, que demuestran el debilitamiento progresivo de la fuerza legal y legítima del Estado. Este departamento, es cercano a la frontera con el Ecuador, que le da base étnica transnacional; se abre al Pacifico, ruta preferencial del narcotráfico, base de su economía; ejerce su propia legislación con cepo, latigazos y fuetazos incluidos y mantiene aceitado su autónomo aparato de seguridad, a cargo de la Guardia Campesina, una estructura paramilitar legalizada en La Habana y que, bajo la tutela de las FARC, recluta niños desde los 7 años. En el Cauca se aísla y se secesiona el sur del país cuando lo ordenan las narcofarc y se impedirá a toda costa la fumigación de sus casi 20 mil hectáreas de cultivos ilícitos. Desde allí, muy probablemente empezará la previsible turbulencia social de la pospandemia.

Regresemos a las primeras líneas. Los ejércitos son para la guerra. Inclusive los comunistas. Y hay que entrenarlos y equiparlos para eso, aunque el cáncer bélico no exista por el momento: Si vis pacem para bellum, dice el sabio consejo de Vegecio. Pero entrenar soldados para la guerra, quitarles el armamento y ponerlos a cuidar frailejones, es un grave error. Sacarlos a lidiar turbamultas, pero prohibirles hacer uso de sus armas es un riesgo que puede terminar con la turba armada, disparando indiscriminadamente a uniformados, funcionarios, vecinos incómodos y enemigos políticos.

Los desatinos de un expresidente ligado al narcotráfico, los desvaríos ideológicos de un Obispo, la imprudencia de un juez impidiendo el apoyo del ejército de US y una dudosa doctrina importada de todas partes, o sea de ninguna, que mira más a la OTAN que al Cauca, están llevando a que el espíritu de combate se deteriore. Y la pérdida de la legitimidad del ejército con su correspondiente desmoralización, no le conviene a nadie, ni a las FARC.

Con el fin de las restricciones de la pandemia, se reanudará la protesta social alimentada por desempleo, pobreza e inseguridad muy altas. Será una perturbación a la que desde ya convocan los comunistas fecodianos y otras organizaciones, en el convencimiento de que llegando al caos podrán hacerse con el poder fácilmente, su técnica de probada efectividad. Nada más alejado de la realidad. A toda acción corresponde una reacción, tanto en física como en política. Y los izquierdistas han estirado tanto la cuerda con narcofarianos posando de honorables senadores mientras sus adláteres arrecian el secuestro y el asesinato, con los engendros de la vergonzosa JEP y con el embeleco de la tal Comisión de la Verdad, que esta se puede reventar en cualquier momento y si no hay ejército con ánimo, ni policía empoderada, el caos afectará a todos, pero con especial fuerza a los voceros del desorden.

Y los que semana a semana se cebaron con los pecados de los soldados y policías, serán los primeros en solicitar su custodia y protección, a menos que le quieran entregar esa tarea a la guardia indígena, los reinsertados o a las células urbanas del ELN y las FARC. Como en Venezuela.