martes, 21 de julio de 2020

De cara al porvenir: oikos

Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal

Oikos “(griego:οἶκος, plural: οἶκοι), el equivalente al término "casa" en la Grecia Antigua, es el conjunto de bienes y personas que constituía la unidad básica de la sociedad en la mayoría de las ciudades-estado (polis), e incluía a la cabeza del oikos (el telestai, generalmente el varón de mayor edad ‒el equivalente‒”.

El prefijo oikos griego y su equivalente eco latino moderno, está asociado al lugar de habitación. ecología, economía, ecosistema, hacen parte de palabras y conceptos asociados.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ‒PNUD‒ no se queda atrás y define como ecodesarrollo “el nivel de desarrollo socialmente justo, económicamente viable y ecológicamente compatible”, definición inspiradora que lamentablemente no ha podido ser implementada.

Asociado al ecodesarrollo se determinan la factibilidad, la sostenibilidad, la viabilidad y la sustentabilidad de las organizaciones y todo esto debiera redundar en la capacidad de estar bien y de generar bien estar ‒bienestar‒ para toda la población, de una manera equitativa y digna.

Finalmente, independientemente de la arista a partir de la cual queramos iniciar alguna reflexión o discusión, el común denominador y el foco central deberá ser la vida. Y no solo la vida humana, sino la vida en su completa extensión y dimensión, para que el concepto de ecosistema adquiera verdadero sentido. Y es que el ecosistema contiene los diferentes hábitats sobre los cuales se despliegan los diferentes tipos de seres, alrededor de sus particulares y asombrosos ciclos de vida.

Con razón los llamados filósofos Pre Socráticos estaban interesados en entender cómo funcionaba la naturaleza, ya que en ella están la mayoría de las respuestas a nuestras inquietudes y es donde a la luz de algunos pensadores, está Dios escondido debajo de cualquier piedra.

Y es que lamentablemente, cuando hablamos de desarrollo, de manera coincidencial, se atenta contra la vida, se genera destrucción y contaminación en cualquiera de sus formas, y afectamos de manera inapropiada y egoísta las formas de vida de otras especies, apareciendo el hombre como el máximo depredador y el mayor ensuciador entre todos los seres vivos que hemos pasado por este maravilloso planeta. Mientras el concepto de desarrollo no esté asociado con el concepto de vida, no habrá nada que hacer.

Vinculado al concepto de desarrollo está el concepto de progreso, el cual es generalmente construido de modo artificial e impuesto por métodos usualmente violentos, casi siempre, desde el ejercicio de poderes externos. Se hace necesario también, que el concepto de progreso esté asociado a la promoción, cuidado y respeto por la vida en todas sus formas y expresiones.

Debemos dar muestras entonces, que hoy, en plena edad del conocimiento, alrededor de lo que llamamos sociedad del conocimiento, sí exista conocimiento.

Es a partir de este conocimiento y reconocimiento de nuestra realidad, que podremos comportarnos como seres inteligentes y más aún, como seres éticos.

La valoración y defensa de la vida, nos facilitará la construcción de una Cultura de la Vida, cultura que debería estar insertada en nuestro ADN y reivindicada permanentemente desde nuestros sistemas y procesos educativos como única alternativa para que el respeto, la tolerancia, la armonía y la convivencia pacífica pasen de ser posturas deseables, a ser realidades contrastables.

Ahora bien, como esta cultura es vívida y no letra inerte, debemos garantizar que, desde los procedimientos básicos y elementales de la crianza, los padres de familia y los docentes, profesores y maestros, todos al unísono, compartamos el mismo guion alrededor del respeto por la diversidad, por el otro, por la naturaleza, por la comunidad.

De nosotros depende, a todos nosotros nos compete, la defensa de la vida por la vida misma.

Sin embargo, muy a mi pesar, parece que los humanos no entendemos o no queremos entender. Un ser humano respira unas 20 veces por minuto durante toda su existencia, y a pesar de esta realidad, no hacemos nada por dejar de ensuciar el aire que obligatoriamente tendremos que respirar. ¿Homo Sapiens?

REFLEXIÓN: El jueves 9 de julio sale llorando por TV el Director General de la Organización Mundial de la Salud. El 11 de julio sale Trump con tapabocas. Cada día hay más primeros mandatarios de diferentes países con pruebas positivas de COVID-19. Medellín hace una excelente gestión de contención para el virus, pero al menor descuido, o decisiones bien intencionadas, pero mal planificadas como el día sin IVA, que traen asociados sus terribles costos, hacen que los casos de contagio se hayan disparado. Ningún centro científico de investigación ve probable una vacuna aplicable masivamente en Colombia antes de 18 meses. El aliento económico del sector privado llegó a su fin para mantener un aislamiento, así sea sectorizado. Los recursos del Estado colombiano no son suficientes para atender la pandemia y subsidiar las necesidades básicas de la población improductiva por efecto de la emergencia. Queda demostrado hasta la saciedad, el mal manejo y la falta de planificación e inversión en temas de salud pública, por parte de la clase dirigente de este país en los últimos decenios. Y por último, se desnuda la pésima formación ciudadana que desde las familias en la primera crianza y desde las distintas instituciones educativas de todos los niveles, se está entregando a la sociedad. Algo hay que hacer, pero ya, pues no es un asunto de buenas intenciones o de buenos propósitos, si no de resultados tangibles con respecto a un comportamiento ciudadano serio, responsable, solidario, cívico y disciplinado, que hoy brilla por su ausencia en el más alto porcentaje de los casos.

Por ahora y ante este sombrío panorama, la única recomendación razonable es mantenernos confesados.

NOTA: Mi completa solidaridad con el señor gobernador Aníbal Gaviria Correa y su distinguida Familia.