viernes, 26 de abril de 2024

Errores imperdonables

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Como el galeno que busca la causa del mal en lugar de detenerse solamente en los síntomas, debemos escudriñar en qué nos hemos equivocado para evitar recaídas en similares situaciones de peligro para nuestra sociedad.

Alianza FARC - Santos

Derrotada militarmente la guerrilla de las FARC y encauzado el país por el sendero de la atracción a los inversionistas y el mejoramiento social de la población más vulnerable, la desafortunada elección de Juan Manuel Santos acarreó un retroceso al país del cual no hemos podido recuperarnos.

Se desconoció la voluntad del pueblo soberano que se negó a aprobar el proyecto de acuerdo de paz tramitado por Santos con las FARC. La implementación del espurio acuerdo no garantizó paz alguna, pues las FARC, disfrazadas de disidencias, en compañía del ELN y de los carteles de la droga, continúan alterando el orden y la tranquilidad ciudadana. El costo de los beneficios y reformas derivados del humillante acuerdo han afectado seriamente las finanzas estatales, hasta el punto de obligar al Gobierno anterior a recurrir a una reforma tributaria para cumplir lo pactado.

Se suspendió la fumigación de los ilícitos cultivos de cocaína permitiendo el crecimiento exponencial de las áreas cultivadas y la expansión del ilícito negocio.

La alianza FARC-Santos garantizó la impunidad de los criminales más crueles de nuestra historia, los premió con curules en el Congreso, impidió la efectividad de la sanción de despido impuesta por la Procuraduría al entonces alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, e implementó la JEP, tribunal conformado a la medida de las FARC, con candidatos designados por representantes del comunismo internacional. Igualmente, intervino en la Corte Constitucional a través de magistrados que designó para que legalizaran las decisiones de su gobierno. Su mandato catapultó a la izquierda para iniciar su carrera al poder.

Duque: Gobierno de transición

La pésima gestión santista generó un descontento general en la población que se manifestó en la elección de Iván Duque, candidato que supuestamente representaba al Centro Democrático y otras fuerzas de “centro - derecha” no afectas al santismo. Desde un comienzo, esas expectativas carecieron de respaldo en la gestión duquista. Desde su discurso de posesión se notó la ausencia de toda crítica a la gestión de su antecesor, la cual fue refrendada con la conservación de la burocracia leal con Santos, las designaciones de sus colaboradores con escasa representación de los partidos de Gobierno y el alejamiento de aquellos que fueron determinantes en su elección.

Su acercamiento con la izquierda y sus aliados fue notorio. Pasos iniciales después de su elección fueron sendas reuniones con la JEP, tribunal de bolsillo de las FARC, y con el CEO del grupo Soros. Acudió como invitado a las posesiones de presidentes de orientación izquierdista y se abstuvo de hacerlo con quienes no fueran afectos a tal doctrina. Invitó a Palacio a los facinerosos de las FARC pero repetidamente se negó a recibir la visita de las víctimas de esa organización criminal. Prorrogó voluntariamente los contratos suscritos con la ONU para supervisar el cumplimiento del pacto fraudulento con las FARC y presentó al Congreso el proyecto para la aplicación del tratado de Icuasú en Colombia, perniciosa injerencia en nuestra soberanía judicial.

Capítulo aparte merece su inaudita tolerancia con la “toma guerrillera de las ciudades”, protagonizada por Gustavo Petro, con la colaboración del ELN, las FARC, la Primera Línea, Fecode y otros colectivos irregulares, que causaron pérdida de vidas humanas, agresiones a la fuerza pública, daños al Transmilenio y a la infraestructura de las ciudades, bloqueos a las vías y puertos, y graves traumatismos a la economía nacional y al empleo de los colombianos. Fueron dos meses y medio de terror donde el país estuvo en las garras de sicarios y vándalos amigos del actual presidente, preludio del paraíso que ahora nos propone la constituyente de Petro. Con un grupo de compatriotas solicitamos sin resultado alguno al presidente Duque la aplicación de la conmoción interior y la investigación de los responsables de los múltiples delitos cometidos. Ignorábamos hasta entonces que el régimen de transición sólo estaba interesado en preparar la llegada del guerrillero a la presidencia.

Dirigencia política, cómplice por activa y por pasiva

Decepcionante, por decir lo menos, ha sido el papel de la dirigencia política y de los administradores de justicia en este penoso iter criminis que aquí nos hemos permitido resumir.

Sin una organización comparable a la maquinaria oficial ni con los recursos que el fisco y la empresa privada destinaron a promover el “SÍ” al inicuo acuerdo FARC - Santos, el pueblo colombiano superó a sus dirigentes y se manifestó mayoritariamente por el “NO”.

Lamentablemente, nuestra dirigencia política fue inferior a su rol en este trascendental momento. Cuando Santos fue derrotado se debió exigir su inmediata salida del poder como él mismo lo había prometido en caso de que no fuera aprobado el plebiscito. El pueblo entero hubiera secundado esa exigencia. Pero no. Nuestros jefes políticos prefirieron negociar con el tramposo presidente, quien implementó un acuerdo con el mismo contenido, corregido y aumentado a su antojo.

Acudió el tramposo Santos a sus amigos de la Corte Constitucional, quienes, incurriendo en el más protuberante prevaricato en los anales de nuestra jurisprudencia, declararon que el proceso del plebiscito no había concluido con la votación y que podía continuar en el Congreso. Seguidamente avalaron una proposición aprobada por la coalición santista del Congreso, según la cual, ellos, en representación del pueblo soberano, daban su aprobación al acuerdo de La Habana. Esa es la historia de como desapareció el Estado de derecho y la democracia en nuestro país.

 

Toma del poder sin obstáculos

Como en la novela de nuestro premio Nobel, este proceso constituye un buen material para otra crónica de una muerte anunciada: La muerte de la democracia.

Desde el Foro de Sao Paulo, esa oscura colectividad dedicada a fomentar la subversión y el caos en Iberoamérica, se ha trazado y difundido el plan para la toma del poder en Colombia y Chile. Parece que ese tema a nadie interesaba. Nuestros jefes políticos seguían pensando solo en ellos, en sus intereses, en situar a sus familiares y amigos en sitios con poder de contratación, vale decir, de enriquecimiento ilícito. Con Santos, con Duque o con Petro, el objetivo sigue siendo el mismo: llenar la barriga y las faltriqueras.

Qué tan fácil hubiera sido, conociendo la estrategia enemiga, diseñar un plan para contrarrestarla. Pues, se hizo todo lo contrario: pavimentarles la vía de acceso a los camaradas para que se tomaran el poder sin el menor riesgo. Se designaron los alfiles de confianza en la Registraduría y en el Consejo Nacional Electoral, y se contrataron las firmas expertas en la manipulación de votos por la vía de la informática, sin posibilidad de verificar los resultados.

Todavía siguen apareciendo cuantiosas donaciones en dinero y en especie a la campaña, no registradas en su contabilidad, que invalidan la elección por sobrepasar considerablemente las cifras aprobadas por la Ley. El fraude en la compra de votos, así como las irregularidades encontradas en los formularios electorales y en el conteo de votos es de un tamaño inaudito.

No pudo ser más sospechosa la actitud de todas las autoridades, el ejecutivo, las cortes, los entes de control y la propia Registraduría, que se negaron sistemáticamente a investigar las denuncias, practicar reconteos o repetir elecciones para arrojar resultados desprovistos de la menor duda sobre su transparencia. Estaba cantado que había que posesionar a Petro como fuera y todo estaba preparado para ello. No nos extrañemos ahora de que el juicio político también sea inútil, no obstante, el nutrido acervo probatorio que día a día se incrementa en contra de los encartados.

Epílogo

De esta somera narración vale la pena extraer, por el momento, algunas forzosas deducciones:

a. Es absolutamente imperativo corregir esta situación, comenzando por el derrocamiento del régimen fraudulentamente elegido;

b. Los colombianos comprometidos con la implantación del bien común para toda la población, debemos acceder al poder para iniciar la reconstrucción del país;

c. Tanto nuestro sistema electoral como la administración de justicia han tocado fondo. La reconstrucción debe comenzar por corregir las graves falencias que impiden su normal funcionamiento, y,

d. Se acabó el tiempo para la retórica insulsa de los politiqueros de oficio y para los diálogos que solo buscan el aplazamiento de las reales soluciones. Es la hora de actuar y ello solo se consigue convirtiendo esa arrolladora masa de descontentos con el régimen en un nuevo movimiento preparado para el derrocamiento del sátrapa y la restauración de los valores culturales que hacen parte de nuestra nacionalidad.

Vale la pena recordar, en tan crucial coyuntura, algunas sabias palabras:

“La retórica es el cementerio de las realidades humanas, cuando más, su hospital de inválidos.”

“La salud de las democracias, cualesquiera que sean su tipo y su grado, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. todo lo demás es secundario. Si el régimen de comicios es acertado, si se ajusta a la realidad, todo va bien; si no, aunque el resto marche óptimamente, todo va mal.”

“Sin el apoyo de auténtico sufragio las instituciones democráticas están en el aire.”

(José Ortega y Gassett. La rebelión de las masas)

Este niño, esta niña

José Leonardo Rincón Contreras
José Leonardo Rincón, S. J.

Les conté la semana pasada de mi viaje a Honduras, pero olvidé decirles que una de las cosas que más me impresionó del lugar donde estábamos reunidos fue la aridez de sus terrenos. Pensé que todo el tiempo era así, pero un amigo que había estado allí me dijo que él lo había conocido verde y frondoso y que lo que yo presencié no fue otra cosa que los efectos del fenómeno del niño, como hemos dado en denominar la alteración o cambio climático que prolonga el tiempo seco o verano de una zona de nuestro planeta, contrario al de la niña que se caracteriza por el exceso de lluvias e inundaciones.

Hace pocas décadas esto no existía. Por el contrario, y aunque no tenemos estaciones, nosotros sabíamos que enero era primaveral, “abril, aguas mil” y que agosto era el mes de fuertes vientos, propio para elevar cometas. Conocíamos con bastante exactitud qué meses eran de lluvia y cuáles más secos y qué cosechas de nuestras tierras se daban con regularidad. Hoy no. El clima está enloquecido, decimos. Recuerdo que unos revoltosos ambientalistas que se autodenominaban de Greenpeace protestaban porque estábamos acabando con el planeta. Los mirábamos con indiferencia.

Ahora hemos tomado más conciencia y sabemos que este planeta es nuestra casa común y que debemos cuidarlo. Con todo, hay líderes políticos que lo niegan y consideran que es un asunto ideológico, no una realidad evidente. Hasta el Papa ha escrito una encíclica, Laudato si, hablando del tema. Preocupante, por decir lo menos, pues es verdad que podemos estar ad-portas de la debacle. Campanazos de alerta estamos padeciendo con el racionamiento de agua y podría suceder que lo haya también de energía eléctrica como lo hubo durante meses al inicio de los años 90.

Preocupa que este niño seco, esta niña mojada, no nos ayuden a ser más responsables y previsivos. Hemos sido botaratas y derrochadores porque somos un país que lo tiene todo y aunque esa riqueza económica esté mal distribuida, en el fondo todos actuamos como ricos frente a los recursos naturales haciendo fiesta con lo que poco o nada nos cuesta. Sabiendo, además, cómo están las cosas tampoco nos preparamos para ello. Cuando llueve nos quejamos del invierno y añoramos los días de sol y cuando calienta el sol más de la cuenta anhelamos la lluvia. Nunca estamos contentos, pero tampoco tomamos medidas para poder afrontar mejor estas oleadas de calor o lluvias abundantes que sabemos se repiten.

En tiempos secos deberíamos aprovechar para arreglar las goteras de los tejados, adelantar obras de construcción e infraestructura, pavimentar carreteras, levantar jarillones que contrarresten las inundaciones… y en tiempos de lluvia, fortalecer los embalses que alimentan acueductos e hidroeléctricas, tener colectores y tanques para almacenar aguas lluvias, por decir algo, a modo de algunas medidas que se pueden tomar, pero temo que volvamos al eterno retorno, al disco rayado, a la película que ya vimos, a la cantaleta de siempre. ¿Hasta cuándo?, ¿cuándo será que aprendemos la lección, nos quejamos menos y somos más cuidadosos y también más responsables?

miércoles, 24 de abril de 2024

Entrevista con Joel Moreno Sánchez

 


Antonio Montoya H.
El invitado de la semana, para la entrevista de El Pensamiento al Aire, es el ingeniero civil Joel Moreno Sánchez, quien nos ha acompañado en varias oportunidades en este espacio. Con él discutimos sobre la importancia de las 4G, la vía desde Antioquia a la Costa Atlántica y otros proyectos de infraestructura vitales para el desarrollo del país. No dejes de vernos.
Se ha desempeñado como docente en universidades como Eafit, la de Medellín, el Sena y el Instituto Pascual Bravo, del cual se graduó como bachiller técnico. Fue presidente y perteneció a la junta directiva de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos, SAI. Además ha sido empleado público, ha gerenciado diversas organizaciones. Es empresario y columnista de El Colombiano.

Después de las gigantescas marchas, ¿hay esperanza?

José Alvear Sanín
José Alvear Sanín

Nada más alejado de la verdad que la lectura que se quiere hacer de las marchas del 21 de abril como protesta frente a las “reformas” de Petro.

¡No y no! Más de dos millones de colombianos gritamos ¡fuera Petro!, ¡fuera Petro! Jamás dijimos que quisiéramos ser oídos para que se enderezase o corrigiese el rumbo: Nuestros gritos no pudieron ser más claros: Los colombianos queremos la salida del inicuo individuo que está destruyendo nuestro país.

La inmediata reacción de dicho sujeto fue demeritar el alcance del rechazo ciudadano con burletera grosería sobre ciertas “clases dominantes”, como si su gobierno hubiese llenado a Colombia de desagradecidos millonarios. La respuesta de Petro, entonces, está formada por chascarrillos y vulgaridades muy propias de su fondo rastrero, vengativo y procaz.

Sin embargo, es bien posible que pasadas algunas horas se decida por alguna farsa (“escucha”, “diálogo” y “acercamiento”) con los partidos alcahuetas y los congresistas logreros, embadurnados de mermelada, que vienen disfrutando del simulacro democrático en que se ha convertido la política, donde el escándalo diario se tolera y el prevaricato permanente impide actuar a las “sólidas instituciones” que dizque van a impedir el autogolpe y la repetición, en nuestro país, de la tragedia de Venezuela.

Al igual que en las pasadas elecciones para gobiernos locales, el pueblo fue superior a sus dirigentes, y con estas inmensas marchas espontáneas rechazó al déspota, manifestando, sin lugar a duda, que nada quiere diferente de sacar a Petro del poder, porque si él continúa en la casa de Nariño el país se pierde. El asunto es muy sencillo: Petro o nosotros, sin términos medios, componendas o convenios, como quieren los políticos.

Tenemos que darnos cuenta de que a medida que aumenta su desprestigio, crece su poder. Nunca ha estado más fuerte que en los últimos días. Tan pronto la corte-sana le entregó la fiscalía, pudo destruir en cuestión de horas el sistema de salud; y dos días después de las marchas, el Senado le entrega el sistema pensional, como si el pueblo no hubiera manifestado su rechazo a esta y las demás locuras que propone para seguir demoliendo el modelo económico y social del cual depende el régimen de libertades ciudadanas.

A lo anterior se suma el tema de la correlación de fuerzas, porque en pocos meses entrarán a operar los 100.000 jóvenes de paz de los colectivos petristas. Y nadie sabe en cuántos efectivos se han incrementado las guerrillas, las guardias campesinas y cimarronas, en las últimas 24 horas.

El gobierno sabe lo que piensa el pueblo, pero si la voluntad de este es desconocida nuevamente por los estamentos políticos y judiciales, vendrá la toma totalitaria del Estado.

Lo de menos es que Petro esté loco o enfermo, porque lo que lo hace terrible y temible es su capacidad como habilísimo operador revolucionario, motivado por un fanatismo comunista inflexible, dogmático e incorregible. Sabe cómo ganar tiempo, mientras nuestros políticos, en general, lo único que saben es cómo ganar millones.

Por esa razón, lo único que en Colombia no se consigue ahora con descuentos es el soborno. El precio de la mermelada sube diariamente porque hay quién lo pague sin regatear.

Mientras una tesorería de más de un billón diario siga en poder de quien sabe cómo usarla, no es momento para el esperanzado optimismo, en vez de pasar a la acción inmediata y eficaz.

***

Después de las marchas, Petro reitera que no se hará reelegir en el 2026. Probablemente esa declaración tenga la misma solidez y veracidad de aquella que hizo ante notario en el sentido de que nunca convocaría una constituyente.

Ojalá, el 1ro de mayo, frente a una plaza colmada de mingas y clientelas fletadas, no se repita la convocatoria a una constituyente como la que prometió en su momento, en acto tumultuario, Maduro, enterrador de la libertad venezolana.

martes, 23 de abril de 2024

Categóricas lecciones de una épica marcha

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Todavía frescas en la retina las impresionantes imágenes de la asombrosa marcha protagonizada por millones de colombianos el pasado domingo 21 de abril para exigir la salida del guerrillero de la Presidencia de la República, nos aventuramos a reseñar brevemente algunas lecciones que esta histórica manifestación de protesta nos ha dejado.

Primera.- Es a todas luces evidente que jamás en la historia política del país se había reunido número igual de manifestantes contra un gobierno para exigir su caída. Y no es un hecho aislado, puesto que responde a las constantes protestas que con el grito “¡Fuera, Petro”! se repiten en los conciertos, espectáculos deportivos y reuniones a lo largo y ancho del territorio nacional. Para constancia quedan las impactantes imágenes que circulan por las redes sociales y que no dejan lugar a duda alguna.

Aunque una marcha, por multitudinaria que sea, no tiene el poder para derrocar al presidente, sí constituye para cualquiera que tenga uso de razón la expresión de lo que la mayoría de los colombianos quiere, y debe guiar la acción y las palabras de gobernantes, dirigentes empresariales, congresistas y comunicadores.

Segunda.- Fue muy claro y contundente el mensaje de los marchantes: No más Petro en el poder. Su elección fue espuria por la indebida entrada de dineros por encima de los topes fijados por la ley a la campaña. Y su proyecto de convertir a Colombia en otro esclavo del comunismo, totalitario y ateo, no es compartido por el pueblo colombiano.

Por eso no se entiende la acomodaticia posición de los politiqueros de siempre, que pretenden hacerse pasar por opositores a Petro ahora que esa posesión puede dejar réditos, torpedeando el objetivo prioritario de la protesta: el derrocamiento de la tiranía. Y, ¿cómo lo hacen? Proponiendo llamar al presidente para que “enmiende el curso”; pidiendo sentarse a negociar puntos clave de sus reformas como si hubiera la más remota posibilidad de que Petro cumpla alguna de sus promesas; evitando la frase tabú de “¡Fuera, Petro!” para esconder su oculta estrategia de asegurar que Petro termine su mandato, y callando cualquier alusión que ofenda la “inmaculada imagen presidencial”, pues así se lo han exigido los “jefes naturales” de sus colectividades.

Tercera.- Mientras los colombianos comprometidos con la salvación del país sigamos marchando, seguiremos siendo los dueños de la calle, espacio público que en el pasado los camaradas de Petro utilizaron para incendiar el país y crear el caos en la economía con el pretexto de que era un “estallido social”. Preocupa tanto al camarada presidente, que sólo atinó a publicar una grotesca burla, mentir como es su costumbre afirmando que solamente salieron 250.000 manifestantes en todo el país (menos de los que marcharon en una sola ciudad), y a tratar a todos los que marcharon como unos retrógrados representantes de la clase dominante, todo lo contrario de lo que vimos en la calles.

Cuarta.- Mientras recordamos las millonarias pérdidas humanas y materiales que dejaron las protestas de Petro con sus amigos del ELN, FARC, Fecode, Primera Línea y demás vándalos y sicarios, debemos poner como ejemplo que esta millonaria movilización transcurrió en completa calma y diciplina ciudadana sin causar lesiones a nadie ni daños a la infraestructura urbana. Un ejemplo de cómo se debe participar en política y un presagio de lo que puede ser un Gobierno con el bien común como propósito nacional, independiente de la sucia politiquería y de la amenaza comunista.

Quinta.- La historia nos trae múltiples ejemplos de movilizaciones pacíficas que han logrado cumplir sus metas, cuando han estado acompañadas de perseverancia, compromiso con el objetivo general, ausencia de protagonismos, y trabajo eficiente para atraer a más activistas cada día. El movimiento antirracista en los Estados Unidos fue una muestra de un pueblo desarmado que conquistó el reconocimiento de sus derechos mediante la denuncia masiva de las injusticias sufridas por largos años. Al final, recibió el apoyo de toda una nación que entendió su lucha.

Pero ello empezó cuando cada uno de los afectados por la persecución comprendió que la solución no vendría de los políticos o de otras fuerzas sino de lo que cada uno podría hacer por sí mismo. En Colombia ocurre similar coyuntura. Algunos todavía esperan que llegue alguien a salvarlos, que los políticos se unan y nos salven; que los militares den un golpe de Estado; que aparezca un líder carismático; que otros salgan a marchar por nosotros; que la financiación caiga del cielo; que broten de la nada miles de activistas para mantener las marchas e incrementar sus participantes.

Sexta.- Principal lección que nos regala esta marcha. En nuestras manos está el futuro del país y el bienestar de nuestros hijos y nietos. No seamos inferiores al trascendental momento que nos ha correspondido vivir. Este movimiento de “¡Fuera, Petro!” no es de nadie, es nuestro. No dejemos que otros se lo roben para defender sus egoístas intereses. Pregúntate ¿cómo puedo ayudar para que crezca este movimiento y se convierta en una fuerza capaz de derrotar a la desueta clase política y a la venenosa doctrina de la izquierda marxista-leninista?

De cara al porvenir: conversaciones triviales

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

Amigo soy, debo reconocerlo, del refranero popular, de los dichos y de los refranes, llenos de apuntes pintorescos y de reflexiones profundas, siempre en un lenguaje absolutamente llano.

Ante la mediocridad de lo existente, ¿quién no ha recurrido o se ha puesto a pensar ante una situación que invita a festejar o celebrar algo que impacta positivamente a algún conocido –sabiendo que no es del todo cierto–, al recurso de aquél dicho que sentencia que “No hay novia fea”, o que “No hay muerto malo”, o que “No hay quinceañera poco atractiva”, sabiendo que lo que estamos queriendo es criticar sin hacerlo explícito, a aquellos o a quienes estamos tratando de mantener en buena relación?

¿Si será que todos los bebés son hermosos y que todos los ancianos son tiernos?

¿Quién, en medio de tediosas reuniones familiares o sociales, no ha oído hablar maravillas alrededor de los hijos, de los sobrinos, de los nietos o de las mascotas, a los padres, a los tíos, a los abuelos o a los dueños de los miembros familiares? ¿Y cómo no?

Sobra la valoración sesgada y se desborda la subjetividad impregnada de amor.

Si los niños de hoy son casi todos genios como promulgan a los cuatro vientos sus papás, ¿de dónde salen los cafres de 15 años en adelante que pululan en la sociedad? “No hay niño que no sea inteligente”.

Bajo otra perspectiva, y como me decía un dilecto profesor y amigo hace ya varios años, “Lo único que uno necesita para ser ministro es que lo nombren”. Lo cual es absolutamente cierto. Con las tradicionales excepciones propias de cualquier actividad humana, son pocos los ministros brillantes cuando están ejerciendo sus funciones, pero contamos con una verdadera pléyade de sabios que una vez terminan su período y salen del Ministerio respectivo, hablan, proponen y critican como verdaderos doctos en la materia. ¿Por qué no eran así de inteligentes y de propositivos cuando estaban en el cargo? “No hay exministro bruto”.

“Todo estrén es bonito y nos queda bien”. Uno siente como un fresquito cuando estrena alguna prenda, cuando adquiere algún objeto que hace las veces de satisfactor sicológico o cuando ha obtenido algún triunfo grande o pequeño a nivel personal o profesional. Pequeñas vanidades que nos transportan por algunos segundos o minutos a un nivel superior.

“Escoba nueva barre bien”, es otro pensamiento de uso común que encierra las expectativas, y por qué no, las esperanzas de que las situaciones cambien favorablemente al cambiar de personaje.

“La democracia es la menos mala de las formas de gobierno conocidas”, frase que sirve de consuelo para tratar de sostener el cañazo de que fuera de la democracia todo es malo, violando aquella reflexión evangélica que critica a aquellos que ven la viga en el ojo ajeno, pero no en el propio.

Por último y siguiendo con las banalidades, todos los funcionarios públicos comenzando por el presidente de la República y algunos dirigentes gremiales del sector, hace casi seis meses venían pontificando que el racionamiento de energía no era un tema que nos debiera preocupar, pues a pesar del fenómeno del niño el nivel de los embalses era muy bueno y no tendríamos que recurrir a racionamientos. ¡Carreta y más carreta!

Hoy los mismos pontífices, con las nalgas apretadas, reconocen tímidamente que estamos al borde de un racionamiento no solo energético, si no que ya mismo tendremos que comenzar a racionar el agua. ¡Bendito sea el Señor!

Y el auditorio nacional nada que aprende. Somos testigos que cada cuatro años cambiamos de imbéciles para que todo siga igual o peor.

Para ponerle un poco de seriedad al asunto, les comparto algunas reflexiones de unos importantes personajes y una mía.

“Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia”. Bertolt Brecht.

“Hay demasiada gente y demasiado pocos seres humanos”. Robert Zend.

“Lo peor de la humanidad son los hombres y las mujeres”. Enrique Jardiel Poncela.

“¿Qué tal que la inmortalidad fuera la posibilidad de escanear las conciencias individuales -en caso de que se tengan- “? Pedro Juan González.

ENHORABUENA: Merecido reconocimiento internacional al doctor Francisco Lopera al recibir el Premio Potamkin otorgado por la Academia Americana de Neurología y la fundación Americana del Cerebro por sus investigaciones sobre el Alzhéimer, a través del Grupo de Neurociencias de Antioquia (GNA) adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.

lunes, 22 de abril de 2024

Marchando con alegría para derrocar al tirano

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Créanme, queridos compatriotas y amigos, que comprendo que a alguno le falte la debida motivación para salir a marchar nuevamente a protestar contra el ignominioso régimen que nos gobierna.

No olvidemos que nos ha correspondido librar una dura y larga lucha para enfrentar esta hecatombe jamás vivida en nuestra historia como nación independiente.

Por supuesto, esta epopeya hay que pelearla día a día, sin pausa y sin desmayo, pues el enemigo tiene todas las armas a su alcance y carece de frenos morales o éticos que lo inhiban para emplear hasta los instrumentos ilícitos si estos le permiten atornillarse en el poder.

Comparto con algunos el razonamiento de que Petro no se caerá por una marcha, aunque los que protestaran fueran la totalidad de sus gobernados. Pero debo advertir que cualquier otro mecanismo que la democracia otorga a los pueblos para librarse de los tiranos, debe estar acompañado de la voz mayoritaria del pueblo manifestada públicamente, con coraje y contundencia, como lo sintetiza nuestro grito de batalla: ¡fuera Petro!

El juicio político ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, las denuncias ante las cortes internacionales, la apelación a las Fuerzas Armadas para que restablezcan el orden constitucional y salvaguarden la soberanía del pueblo, la conformación de una gran fuerza independiente de los anquilosados partidos políticos que busque el poder en las urnas, son otras tantas formas de alcanzar el anhelado propósito nacional de derrocar a Petro y emprender la reconstrucción del país mediante un Gobierno inspirado en el bien común y no en el amparo de la criminalidad.

Cualquiera de estas estrategias es viable siempre y cuando cuente con un masivo apoyo popular registrado en las calles y plazas. Allí está tu papel como colombiano comprometido con la salvación de la patria y el futuro de tus hijos. Cumplamos esta cita con la historia. Ya recuperamos el dominio del espacio público, hasta hace poco en poder de los vándalos y sicarios de la extrema izquierda. No podemos perder esa supremacía por pereza, negligencia o desmotivación. Los buenos somos más y lo estamos demostrando en cada marcha.

Tu participación en la salvación del país no solamente representa un invaluable aporte para cambiar el destino de nuestra Patria y beneficiar a millones de colombianos. También dejará en ti una imborrable huella de alegría, felicidad y satisfacción por el deber cumplido.

Y conseguirás ese propósito “…si ejecutas cada acción como si se tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión, de toda aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda hipocresía, egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino” (Marco Aurelio, Meditaciones).

Es lo que te proponemos: marchar con la convicción de que estamos llevando a cabo la mejor acción por nuestra nación; marchar desprovistos del odio y la sed de venganza de los camaradas que asaltaron fraudulentamente el poder para destruir a Colombia; marchar sin el hipócrita cálculo de quienes buscan el poder para beneficiar sus propios intereses o los de su grupo; marchar sin egoísmo y a sabiendas de que todos, aún nuestros adversarios, nos agradecerán cuando les devolvamos un país en orden, que respete el Estado de Derecho, las normas democráticas, la justicia, la verdad y la transparencia en el ejercicio del poder.

El secreto de la felicidad está en hacer las cosas bien, con decisión basada en la convicción de que somos depositarios de la razón, con benevolencia pues no buscamos ninguna retaliación sino el Bien Común de todos los colombianos, y con heroísmo ya que no está en nuestra naturaleza callar o escondernos ante la demolición de las instituciones emprendida por el tiránico régimen que pretende convertir a Colombia en un satélite más de la esclavitud comunista.

“Si ejecutas la tarea presente siguiendo la recta razón, diligentemente, con firmeza, con benevolencia (….) y te conformas con la actividad presente conforme a la naturaleza y con la verdad heroica en todo lo que digas y comentes, vivirás feliz.” (Marco Aurelio, Meditaciones).

Marcha, pues, por Colombia, el próximo 21 de abril, con alegría, con decisión, con la satisfacción de estar haciendo lo correcto, con la contagiosa alegría que se convierta en un imparable alud que envuelva a este sufrido terruño y a ti mismo en un torbellino de felicidad.