jueves, 3 de julio de 2025

Nuevos continentes

Fredy Angarita
Fredy Angarita

Seguro todos recuerdan esas clases de sociales en el colegio, cuando nos hablaban de la Pangea, ese supercontinente del que nacieron lo que hoy conocemos como América, Asia, África, Europa, Oceanía y la Antártida. Nos explicaban cómo se separaron y cómo flotan sobre la corteza terrestre, pero lo que nunca nos dijeron, porque ni en sus libros cabía, es que la humanidad terminaría creando nuevos continentes.

¿Nuevos continentes? Sí. No por el movimiento de placas tectónicas, sino por algo mucho más humano: la basura.

En redes, revistas y noticieros ya no es raro ver imágenes de islas que crecen día a día, pero no por sedimentos o actividad volcánica, sino por millones de fragmentos de plástico que flotan, se acumulan y se pegan.

Son Islas invisibles que no se registran en los mapas escolares, pero son más reales que nunca. En este Día Internacional Libre de Bolsas Plásticas, quiero hablarte de un lugar que parece salido de una novela distópica, pero existe:

Henderson Island[1]: una isla remota en el Pacífico Sur. Según la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, en Henderson hay entre 37 y 38 millones de fragmentos de plástico, con un peso estimado de 17 a 20 toneladas. Cada día, solo en tramos de 10 metros de costa, llegan hasta 268 nuevos fragmentos. Más del 40 % de estos desechos son de uso único. Es decir, objetos que usamos una vez… y que no se deteriora en siglos.

¿Recuerdan a Matt Groening, el creador de Los Simpson y Futurama? Es un Nostradamus moderno que, entre bromas animadas, parece leer el futuro. En un capítulo de Futurama, titulado “A Big Piece of Garbage[2] (1999), Nueva York resuelve su crisis de residuos lanzando una bola gigante de basura al espacio. Años después, esa bola vuelve amenazando caer sobre la Tierra. ¿La solución? Hacer otra bola de basura para desviar la primera. Repetir el error. Con más basura.

No es la fecha (2052) lo que me preocupa. Es la metáfora: no sabemos qué hacer con tanto desperdicio, y si no cambiamos, no es que mandemos basura al espacio, es que vamos a vivir sobre ella. Las predicciones no se cumplen solas, se cumplen porque alguien decide no hacer nada. Ojalá nunca tengamos que fabricar esa esfera, ojalá no tengamos que cartografiar nuevos continentes plásticos, ojalá comencemos a despertar la conciencia sobre la dificultad del plástico antes de hundirnos en él. Porque cada bolsa, cada tapa, cada fragmento suma, pero también puede sumar cada gesto que evite que llegue al mar.

Que el futuro no flote sobre basura, depende de nosotros.