Por Andrés de Bedout Jaramillo*
Del comportamiento cotidiano dependen los niveles de bienestar en el mundo entero.
No mentir, no robar, no
matar, no desear la mujer del prójimo, amar y respetar a nuestros congéneres, a
los animales, a las plantas, a la naturaleza en general, son comportamientos
establecidos desde los orígenes del hombre en la tierra, que nos los han recordado
en el catecismo, con los mandamientos de la ley de Dios, en las normas de
urbanidad y comportamiento, y ahora, en forma de pactos sociales, como la única
salvación del mundo, independientemente de credos religiosos, políticos y de
categorías sociales.
Todo lo que se
considera pecado, es violatorio de las normas de las religiones, de las normas
de urbanidad y comportamiento, y en muchos casos terminan siendo delitos,
castigados también por las leyes de los hombres; repito, independientemente de
credos religiosos, políticos y de categorías sociales.
Nada puede permitir los
malos comportamientos, ni la religión, ni la política, ni las clases sociales,
porque las consecuencias de los malos comportamientos las terminamos pagando
todos.
Algunos ejemplos: los
que en plena pandemia no respetan las reglas mínimas de cuidado personal, los
que se están aprovechando indebidamente de los recursos destinados a atender la
emergencia, los que están fomentando las adicciones que dañan al cuerpo, al
alma, a la familia, a la sociedad en general, los que están haciendo mal uso de
los recursos naturales, los que no están separando en la fuente las basuras,
los que teniendo la oportunidad, no están estudiando ni trabajando, los que
teniendo los medios, no están ayudando a los demás, no están pensando en nuevos
emprendimientos que puedan ayudar en la muy difícil situación en que estamos.
En fin, podríamos
listar miles de conductas y comportamientos dañinos, fruto de un relajamiento
en el aprendizaje, práctica y ejercicio de principios y valores que, repito,
conocemos desde nuestros orígenes y hemos venido trastocando, relajando, porque
manejarse bien implica sacrificio, implica orden, aseo físico y mental, implica
pensar en los demás, poniendo el interés general, por encima del interés
particular y no es cuestión de religión, ni de política ni de estratos
sociales, si todos nos comportáramos bien, estoy seguro de que mejoraría
sustancialmente la convivencia social, política y religiosa.
El pacto más importante
para un buen comportamiento, es el pacto con nosotros mismos.
Si queremos un mundo
mejor, si queremos superar esta pandemia, si queremos ser más felices,
repasemos en nuestras conciencias las escalas de principios y valores, que
rigen nuestros comportamientos, aplicando los mandamientos y normas más
importantes y vigentes en todas las religiones, en todos los partidos políticos,
en todas las sociedades.
Lo escrito puede sonar
a sermón, pero cada día que pasa cuenta, cada acto de corrupción, de derroche,
de maltrato, de insolidaridad, de desorden, de egoísmo, de irrespeto, etcétera,
afecta nuestra convivencia, nuestra felicidad y lo peor, aleja aún más la
posibilidad de lograr los objetivos comunes, anhelados de paz, justicia,
igualdad, progreso y felicidad.
Si tratamos a los demás
como nos gusta que nos traten, todos ganaremos.
¿Ustedes se imaginan lo
ejemplarizante que sería para el país, que mañana se escogiera como presidente
del Congreso a alguien que liderara un cambio profundo en la corporación?
¿Ustedes se imaginan lo
ejemplarizante que sería que, así como tenemos un salario mínimo legal mensual,
tengamos un salario máximo legal mensual, para los sectores público, privado y
mixto y lo que nos ahorraríamos?
¿Ustedes se imaginan lo
que ayudaríamos al medio ambiente si todos separáramos los residuos orgánicos
de los sujetos a ser reprocesados?
¿Ustedes se imaginan si
todos cuidáramos la infraestructura pública que con tanto esfuerzo se ha construido
para el servicio de todos?
Definitivamente, Colombia sería otra si todos nos comportáramos mejor.