domingo, 19 de julio de 2020

Del catecismo y la urbanidad al pacto social

Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Andrés de Bedout Jaramillo
Del comportamiento cotidiano dependen los niveles de bienestar en el mundo entero.

No mentir, no robar, no matar, no desear la mujer del prójimo, amar y respetar a nuestros congéneres, a los animales, a las plantas, a la naturaleza en general, son comportamientos establecidos desde los orígenes del hombre en la tierra, que nos los han recordado en el catecismo, con los mandamientos de la ley de Dios, en las normas de urbanidad y comportamiento, y ahora, en forma de pactos sociales, como la única salvación del mundo, independientemente de credos religiosos, políticos y de categorías sociales.

Todo lo que se considera pecado, es violatorio de las normas de las religiones, de las normas de urbanidad y comportamiento, y en muchos casos terminan siendo delitos, castigados también por las leyes de los hombres; repito, independientemente de credos religiosos, políticos y de categorías sociales.

Nada puede permitir los malos comportamientos, ni la religión, ni la política, ni las clases sociales, porque las consecuencias de los malos comportamientos las terminamos pagando todos.

Algunos ejemplos: los que en plena pandemia no respetan las reglas mínimas de cuidado personal, los que se están aprovechando indebidamente de los recursos destinados a atender la emergencia, los que están fomentando las adicciones que dañan al cuerpo, al alma, a la familia, a la sociedad en general, los que están haciendo mal uso de los recursos naturales, los que no están separando en la fuente las basuras, los que teniendo la oportunidad, no están estudiando ni trabajando, los que teniendo los medios, no están ayudando a los demás, no están pensando en nuevos emprendimientos que puedan ayudar en la muy difícil situación en que estamos.

En fin, podríamos listar miles de conductas y comportamientos dañinos, fruto de un relajamiento en el aprendizaje, práctica y ejercicio de principios y valores que, repito, conocemos desde nuestros orígenes y hemos venido trastocando, relajando, porque manejarse bien implica sacrificio, implica orden, aseo físico y mental, implica pensar en los demás, poniendo el interés general, por encima del interés particular y no es cuestión de religión, ni de política ni de estratos sociales, si todos nos comportáramos bien, estoy seguro de que mejoraría sustancialmente la convivencia social, política y religiosa.

El pacto más importante para un buen comportamiento, es el pacto con nosotros mismos.

Si queremos un mundo mejor, si queremos superar esta pandemia, si queremos ser más felices, repasemos en nuestras conciencias las escalas de principios y valores, que rigen nuestros comportamientos, aplicando los mandamientos y normas más importantes y vigentes en todas las religiones, en todos los partidos políticos, en todas las sociedades.

Lo escrito puede sonar a sermón, pero cada día que pasa cuenta, cada acto de corrupción, de derroche, de maltrato, de insolidaridad, de desorden, de egoísmo, de irrespeto, etcétera, afecta nuestra convivencia, nuestra felicidad y lo peor, aleja aún más la posibilidad de lograr los objetivos comunes, anhelados de paz, justicia, igualdad, progreso y felicidad.

Si tratamos a los demás como nos gusta que nos traten, todos ganaremos.

¿Ustedes se imaginan lo ejemplarizante que sería para el país, que mañana se escogiera como presidente del Congreso a alguien que liderara un cambio profundo en la corporación?

¿Ustedes se imaginan lo ejemplarizante que sería que, así como tenemos un salario mínimo legal mensual, tengamos un salario máximo legal mensual, para los sectores público, privado y mixto y lo que nos ahorraríamos?

¿Ustedes se imaginan lo que ayudaríamos al medio ambiente si todos separáramos los residuos orgánicos de los sujetos a ser reprocesados?

¿Ustedes se imaginan si todos cuidáramos la infraestructura pública que con tanto esfuerzo se ha construido para el servicio de todos?

Definitivamente, Colombia sería otra si todos nos comportáramos mejor.