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viernes, 13 de junio de 2025

Lo que pienso

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

Lo que pienso sobre tantos asuntos tan diversos es lo que suelo compartir en estos escritos semanales. Me he percatado de que cuando escribo sobre temas personales o anecdóticos, a ustedes, mis amigos, les gusta más que cuando abordo temas de corte sociopolítico. Ahora bien, no siempre ha sido así. En algún momento me gustó poner a mis escritos un toque de ironía y hasta de humor ácido, pero desistí de seguirlo haciendo pues esta columna no siempre podría hacerlo dado que había temas "serios" que debía abordar. En otro momento el análisis de coyuntura social y política fueron de buen recibo, pero desde que nuestro país se polarizó más fuertemente con ocasión del proceso y acuerdos de paz, así como el plebiscito, percibí en ustedes, mis lectores, una sensación de hartura y hasta de pereza de tocar temas sobre los que declararse a favor o en contra de los protagonistas del momento significaba tomar partido, es decir, optar, lo que significa igualmente dejar de lado o excluir.

Es muy lamentable que hayamos llegado en el país a este grado de deterioro. Es verdad que estamos cansados de tanto desencanto respecto de nuestra clase política. Obvio, no son todos, hay gente buena, pero también hay muchos oportunistas que les gusta hacer ruido, hacerse sentir, robarse el show mediático, aprovechar las desgracias de los otros para lucirse, incluso también para hacer rapiña en el holocausto.

Con sus conductas, a todas luces reprochables y que se dan por igual en ambos bandos, se genera un estrés social que a todos nos agota y aburre. Lo grave es que su efecto es letal porque nos duerme, nos resigna, nos hace evasivos y hasta apáticos frente a lo que de ninguna manera se podría eludir, porque el ejercicio de la política no es propiedad de unos cuantos que se arrogan vocerías populares sino de todos nosotros como ciudadanos que debimos tener, tanto en la familia como en la escuela, formación de la conciencia crítica y no todos la tuvimos, por eso andamos como andamos, por eso nos siguen entusiasmando los caudillos radicales, promeseros de oros y moros, e ingenuamente seguimos llevados de la nariguera, comiendo cuentos baratos, para luego sentirnos engañados y frustrados, en tanto llega el nuevo de turno para repetir el eterno retorno.

Qué tristeza que en vez de avanzar retrocedamos, cuán lamentable que no podamos expresar respetuosamente nuestro pensamiento porque inmediatamente el que no piensa igual te rechaza, te insulta, te bloquea en sus redes, te hace sentir lo peor, si no es que te manda eliminar. Estoy en varios chats de amigos y hay ciertos temas vetados, de los cuales no se puede conversar so riesgo de perder la amistad. El político es uno de ellos. Hablemos de modas, de farándula, de los chismes del costurero, de cualquier otra cosa, menos de política. De esta manera será más feliz la convivencia en medio de la calma chicha, así no veremos lo evidente, no oiremos lo que no nos conviene ni nos gusta oír porque hay crudas verdades que aceptar, así duelan. Ese río revuelto es lo que esperan los pescadores gananciosos para sacar provecho y que esto siga igual o peor.

Pienso que estamos así porque quienes detentaron por décadas el poder fueron insensibles e indiferentes ante las necesidades de las mayorías pobres que un día no aguantaron más y a través del estallido social llevaron al poder a la cabeza de los opositores del statu-quo, más el fiasco ha sido fenomenal porque no solo resultaron siendo iguales de descompuestos que los que criticaban sino peores. ¡Qué horror, qué locura! Como quien dice: “que entre el diablo y escoja”. Así estamos en este momento. No hay de dónde. Me dirán que hay como 40, porque después de lo que hemos visto, cualquiera podría serlo, pero son 40 egos inflados que no querrán ceder su oportunidad y otros, los adalides de la suerte que no queremos para este país se subirán al poder aprovechando el río revuelto. Y eso me parece un déjà vu de lo que hace poco más de 200 años se llamó La Patria Boba. La historia se repite, pero como no dejan que se conozca, por eso estamos condenados a repetirla. Es lo que pienso. 

miércoles, 26 de febrero de 2025

Afortunado incumplimiento

José Alvear Sanín

En el horroroso “consejo de ministros” del 6 de febrero, Petro responsabilizó acremente a sus colaboradores por el “incumplimiento de las promesas contenidas en el programa de gobierno del Pacto Histórico, lo que condujo a las renuncias (protocolarias unas, irrevocables otras) del elenco de nulidades que forman parte de la banda presidencial.

A continuación, se ha puesto de moda en los medios recriminar al Gobierno por el escaso número de promesas cumplidas en esos 31 interminables meses de pesadilla, cuando lo único bueno ha sido precisamente la incapacidad para la ejecución de tantos proyectos inútiles, inconvenientes o lunáticos, consignados en el Plan de (sub)Desarrollo que recoge el programa de Petro. Si ese Plan se hubiese cumplido rigurosamente, el país estaría aún peor.

El programa de Petro tiene dos partes: una, explícita, de centenares de promesas electorales, que luego fue plasmado en la Ley 2294 como Plan de desarrollo, Colombia potencia mundial de la vida, de 373 artículos; y otra, implícita, tácita y clandestina, que obviamente no se consignó en ningún documento, para el cambio del modelo económico, político y social a través del proceso revolucionario marxista-leninista y castrista, siguiendo el derrotero ya probado en Venezuela.

Si la parte explícita va rezagada –porque de 217 promesas hay apenas cumplimiento parcial de 27–, la implícita, en cambio, se va cumpliendo rigurosamente. A los votantes no se les prometió acabar con Ecopetrol ni con los sistemas sanitario y pensional; decapitar, emascular y desmoralizar las Fuerzas Armadas, entregar el control territorial a las guerrillas, multiplicar la corrupción, prostituir el Congreso y la Fiscalía, montar una letal reforma agraria expropiatoria; incendiar el país y preparar el autogolpe de Estado definitivo para perpetuarse en el poder.

Los puntos anotados en el párrafo anterior, que constituyen efectivamente el propósito verdadero de Petro, se han cumplido al 100 %, esterilizando la economía nacional y enrutando el país hacia el abismo.

***

En buena parte, la dinámica del actual desgobierno consiste en cambiar funcionarios incompetentes, o prontuariados, por otros peores.

Curiosa, entonces, la renuncia del ministro de Defensa. Si su gestión no pudo ser más mala desde el punto de vista del orden público, en cambio fue bien exitosa en la generación del caos que requiere la revolución. Por eso sorprende esta maroma de su remoción y reemplazo por un general en la cola del escalafón, a menos que esté comprometido plenamente (o fletado) con el plan narco-comunista, y que su nombramiento ocasione la salida de los 30 generales más antiguos en el servicio activo, para completar la anulación operativa de las Fuerzas Militares, y su sometimiento, a través de ascensos y promociones en función de “lealtad”. ¿Estará Petro preparando un general padrino y un cartel de los Soles para Colombia?

***

El primer tweet de Petro sobre la llegada de 300.000 dosis de Dolutegravir alcanzó proporciones galácticas de estupidez e irresponsabilidad cuando afirmó: “Este medicamento no solo ayuda a controlar la enfermedad, sino que permite que los pacientes (de VIH) dejen de contaminar”.

Por la protesta horrorizada del cuerpo médico, alarmado por la invitación a propagar el flagelo, Petro cambió su primer trino por otro, largo y lunático, de los que él acostumbra.

“¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?”

viernes, 18 de octubre de 2024

El modelo democrático está en crisis

María Cristina Isaza
María Cristina Isaza

Repensando el sistema, democracia tecnócrata,

Creo que, si hubo alguien con una visión aguda y realista sobre el sistema democrático, fue Winston Churchill quien nos dejó reflexiones profundas, como:

“La democracia es el peor sistema de gobierno, excepto por todos los demás que se han inventado”.

“El mejor argumento contra la democracia, es una conversación de 5 minutos con el votante promedio”.

“En una democracia, la gente obtiene el gobierno que se merece”.

Los tiempos cambian y lo necio, sería no movernos al ritmo del cambio. La crisis de las democracias es mundial, no se escapan ni las más estables, como las de los países europeos o la de Los Estados Unidos.

En la democracia más estable de Latinoamérica, Colombia, también vivimos esta crisis: hoy gobierna un presidente que militó en la guerrilla, que además desestabilizó de manera violenta al país para promover su discurso de división y “antisistema”, movió la “línea ética” durante su campaña, y mientras gobierna, socava las instituciones democráticas y llama a sus seguidores a la calle.

Causas de la crisis democrática actual

* Los cambios acelerados que vivimos en los últimos años: al igual que la Revolución Industrial trajo grandes cambios en los sistemas políticos, y durante esta, se expandió el sistema democrático y los derechos políticos de las personas; hoy que vivimos la cuarta revolución industrial, con cambios dramáticamente más acelerados; con mayor razón que se necesita de un sistema político que se adapte a estas nuevas realidades.

* El auge de los populismos (el populismo, es tanto causa, como consecuencia de la crisis).

* La proliferación de fake news.

* La saturación de información y electores cada vez menos informados, más manipulables.

* El mal entendimiento de la participación ciudadana, con la proliferación de movimientos ampliamente financiados por “maestros titiriteros”, que venden narrativas de caos, desesperanza, división y miedo, para desestabilizar democracias y “pescar en río revuelto” o aplicar experimentos de ingeniería social, como lo sucedido en Chile y Colombia con los “estallidos”. Un ejemplo de gran maestro titiritero es George Soros con su Open Society.

* La ideologización y falta de independencia en los medios de comunicación.

* El entendimiento del Estado, como un solucionador de problemas de la vida cotidiana de los ciudadanos.

* La falta de soluciones reales a problemas estructurales.

* La falta de legitimidad de partidos y políticos que responden a intereses particulares.

* Unas sociedades facilistas e infantilizadas, llenas de “emperadorcitos” que creen que merecen todo solo por existir y piensan más en derechos que en deberes.

* El dejar de velar por temas fundamentales como seguridad, libertad, desarrollo económico (que afectan a la mayoría) por atender temas de nichos, por los réditos políticos y la moda (la tiranía de las minorías)

* El actual desprecio a la meritocracia, a la responsabilidad individual y al talento (fenómenos como Bad Bunny).

* El adoctrinamiento político progresista, en todas las esferas, que denota carencia de pensamiento crítico y sentido común. Este, además, promueve en exceso la indignación como medio de presión.

* Decisiones gubernamentales, tomadas desde la ideología: más que evidente hoy en nuestro país. También en gobiernos y corporaciones de otros países, donde se han tomado una serie de malas decisiones por falta de pragmatismo y seguir una agenda progresista.

* La crisis de valores en occidente que socavan algunos de los valores fundamentales de la democracia, como: la seguridad y el orden (tanto físico, como jurídico), la libertad responsable y la igualdad ante la ley (lo recalco, al apelar al pensamiento de Nietzsche de que el ser humano no es naturalmente igual).

* El socavamiento de las instituciones democráticas desde adentro.

* El clientelismo: que favorece a unos pocos sobre el bienestar de la mayoría.

Necesitamos más capitalismo consciente.

Coincidiendo con los planteamientos de Churchill frente a la democracia, pienso que la respuesta hoy es fortalecerla y pasar a un modelo democrático de avanzada, en el que haría una fusión entre el modelo de elección democrático y el modelo tecnocrático, una “democracia tecnócrata”, en la que confluyan: la elección popular, los datos y la evidencia, los técnicos preparados, y el uso herramientas tecnológicas y de innovación (IA, IoT, Block Chain, etcétera.)

Algunas generalidades de la “democracia tecnócrata”

* El uso de tecnología facilita la participación ciudadana en los procesos de gobernanza. Se pueden hacer consultas más frecuentes sobre temas de gran impacto para el país, como reformas estructurales.

* Uso de la innovación y la tecnología para la eficiencia en los procesos.

* Resolver problemas estructurales del país como inseguridad y superación de pobreza.

* Favorece el desarrollo de un sistema económico de libre mercado proclive al arribo de inversión, en el que florezca el desarrollo sostenible, la superación de pobreza, que permita a los individuos prosperar (promueve la iniciativa y creatividad de la gente) y en el que se garanticen los derechos de propiedad, la flexibilidad laboral, el acceso de financiamiento (en el caso particular de Colombia, comenzando por revivir a una moribunda bolsa de valores, para que las empresas se financien directamente de los ciudadanos, la verdadera democratización de la riqueza), etcétera.

* Menos ideología e intereses particulares y políticos. Más evidencia, datos y hechos para la toma de decisiones en pro de la mayoría.

* Promover educación de calidad en las áreas demandadas por el mercado, ajustada en tiempos, facilidad de acceso con herramientas tecnológicas. Habilidades tanto duras como blandas, especial énfasis en razonamiento crítico, análisis racional, habilidades de comunicación, comprensión lectora, idiomas, valores y cívica.

* Este sistema ayuda a disminuir notablemente la burocracia, para tener un Estado más pequeño y austero. A su vez, esto se traduce en menos corrupción.

* Para la implementación de este modelo, es deseable y completamente compatible un sistema descentralizado con autonomía de las regiones, pues la concentración de poder es inmanejable y así se acerca el poder al ciudadano, siendo más acertadas las decisiones locales que se tomen, las inversiones que se hagan y se facilita el control ciudadano con la formación de veedurías independientes que vigilen el uso correcto de recursos (Controlar la corrupción).

* Se necesita fortalecer sistemas de transparencia y rendición de cuentas.

* Crear comités de expertos independientes, como la CREG (Sería de gran ayuda que existiera un comité de estas calidades por ej. para la definición anual de la UPC y tendríamos menos dolores de cabeza con la desfinanciación del sistema de salud).

* Mejores sistemas para la detección de fakes y montajes.

* Modernizar el sistema judicial, para disminuir niveles de impunidad.

* Uso de herramientas tecnológicas para combatir delincuencia.

* La privacidad del ciudadano y cuidar de su libertad, debe ser el propósito #1.

* Con ejercicios juiciosos de prospectiva, promover la construcción de “acuerdos fundamentales” de largo plazo, con una visión conjunta de país y así entrar en un ciclo de “mejora continua”. En el caso de Colombia, tenemos la imperante necesidad de superar más de una década de estancamiento económico, donde el PIB per cápita se mantiene en los 6.500USD aproximadamente.

* Países de inspiración: Estonia, Suiza y Corea del Sur.

Estas son “pinceladas” del modelo que pienso puede ayudar a superar la crisis democrática actual. Es un tema tan complejo y profundo, que no se abarca en unas pocas palabras de un artículo, pero esbocé las principales consideraciones. ¡Espero sus comentarios!

Pd: Ante las últimas declaraciones del presidente Petro, las regiones deben prepararse para un eventual intento de autogolpe, en el que el mismo presidente sea quien siembre el caos en el país.

Se necesita una red de cooperación entre los diferentes gobernadores y alcaldes para actuar conjunta y ordenadamente, y es indispensable tener un marco jurídico de acción. Además, contar con el compromiso y lealtad de la fuerza pública y de las cortes para la defensa de la Constitución y de que prevalezca el orden.

Pienso que estamos en alerta naranja, mejor ser precavidos.

martes, 27 de agosto de 2024

El mamatoco entre la autocracia y la plutocracia

Luis Guillermo Echeverri Vélez

El sedicioso y su telaraña de bandidos no son más que el producto de nuestra propia alcahuetería anárquica y libertina, dejando la conducción del partidismo político y del Estado en manos de quienes viven de la política y sus reiterados tratos con la insurgencia.

De toda la gente tan capaz, profesional y buena que tiene este país, deben surgir otro tipo de fuerzas políticas descontaminadas que no sean partícipes del festín y el desorden que por décadas se ha dado la clase dirigente, la política tradicional y la mamertería, al vivir amancebadas con la anarquía, la burocracia y el libertinaje.

La política importa. Y no podemos caer en una trampa ideológica más profunda, resultado del nuevo concubinato romántico que ya empezamos a presenciar entre la dictadura disfrazada de autocracia y la plutocracia, representada por la clase dirigente política tradicional, la actual y la directiva gremial del país, todas caracterizadas por el inmediatismo y un protagonismo individualista, dentro del marco demagógico de lo políticamente correcto.

El sano ejercicio de la política debe brotar de una actividad orgánica y natural para bien de las comunidades, fundamentada en el cumplimiento de las obligaciones cívicas, de un trabajo social mancomunado entre los diversos actores que compiten por el mandato popular y que, al recibir la responsabilidad de administrarlo, se deben por igual a toda la nación sin que medien excusas ideológicas para no hacer lo correcto.

Un 2026 sin un rumbo predefinido es una profundización de la precaria realidad actual. La injusticia, la ilegalidad y el empobrecimiento en que estamos sumidos no aguantan “la cura de un cáncer con mejorales”. Seamos serios y no pongamos en las encuestas mediáticas a competir más payasitos a ver cuál repunta sin tener ni idea, ni estar realmente preparado para lo que demanda la conducción de una nación en llamas.

El país, después de varios estupros electorales, no se merece más “reality shows” protagonizados por viciosos, por rumberitos, libertinos, gomelos inflados, ni viejos culebreros desgastados con una carreta caduca.

Anoten bien que este país y su democracia, si no es con una mano firme en todos los poderes del Estado bien apuntalada en la legalidad y con un pulso fuerte y constante, no tiene salida del hueco en que todos, con mayor o menor responsabilidad, lo metimos.

El país requiere más ingenieros y menos abogados y reemplazar ideologías por tecnologías, y un respeto por las agendas minoritarias, pero sin que tengan que politizarse y primar sobre las libertades de las mayorías.

Por igual, ricos y pobres tenemos que trabajar y estudiar seis días a la semana, con patriotismo y con el buche lleno para podernos desatrasar en materia de producción, crecimiento y desarrollo. No más paja legislativa, no más amarillismo mediático, no más vagancia subvencionada, nomás cobardía detrás de las cuentas de X, cuando tanto el Estado como el sector privado productivo caen en la obsolescencia absoluta, por no digitalizarse y no tecnificarse.

Colombia no necesita revoluciones ni revolucionarios, ni deforestación, ni drogas ni la ilegalidad y la violencia que todo eso genera. Hay que apuntar a erradicar esa cultura.

Colombia necesita ejecutorias transformacionales, hechos reales y tangibles, y mucha atención a los problemas del día a día de la gente. A ningún puerto seguro arriba una nación sin seguridad, nutrición infantil, salud y altos niveles de productividad que demandan educación e infraestructura física y transformación tecnológica y digital.

No podemos seguir consintiendo delincuentes amparados por los mismos abusivos delfines y filipichines de siempre ni por los sobornables leguleyos que jamás han presentado una ley beneficiosa, ni en manos de las críticas del pasado propias de las mismas sabiondas vedets económicas, que nunca han pagado una nómina ni pasado una angustia financiera.

Menos podemos seguirnos tragando las mentiras de quienes sin mérito propio, han sido graduados en medios como de profesión políticos, ni del mal remedo de los anteriores, representando por el progresismo que nos asfixia con la tóxica y desgastada dialéctica del populismo barato.

Perdón si piso algún callo inflamado, pero lo que está en juego no es sólo el poder, es el futuro de todo un país.

miércoles, 29 de noviembre de 2023

La renuncia de Petro

Andrés de Bedout Jaramillo
Por Andrés de Bedout Jaramillo

Lo mejor que le podría pasar a Colombia sería que Petro renuncie voluntariamente lo más pronto posible.

Cada día qué pasa, los daños ocasionados a nuestra sociedad, a nuestra economía, a nuestro territorio, crecen en forma acelerada, a tal punto que el desespero del 80% de los colombianos nos podrá llevar a un paro indefinido, que obligue a un retiro de Petro del poder presidencial.

Enfrentar la recesión severa que se avizora para el 2024, con Petro a la cabeza, sería acelerar la hecatombe y en el 2025, estaremos a niveles de postración superiores a las de Venezuela, Cuba, Argentina y Nicaragua.

Entrar a listar las condiciones personales, profesionales, laborales e ideológicas que impiden un desempeño correcto en la Presidencia de la República, sería la repetición de la cantidad de inconvenientes que todos los colombianos conocemos y que tiene nuestro mal intencionado presidente en la dirección de nuestro hermoso país.

Si a Petro le quedará un mínimo de decencia, cordura y algo de responsabilidad renunciaría inmediatamente, al no ser capaz de entender lo que está pasando en Colombia, por su culpa.

Si la figura de la revocatoria estuviese bien reglamentada y cubriera la Presidencia de la República, la participación ciudadana en la recolección de las firmas sería fácil y rápida, los recolectores de firmas se podrían instalar en los estadios, donde el “fuera Petro” se convirtió en una estrofa del himno nacional.

Nos espera un 2024 muy difícil: inflación, tasas de interés, impuestos, combustibles, alimentos, etcétera, muy altos, mientras los crecimientos de la industria, el comercio y los servicios, serán negativos, incidiendo desfavorablemente en los indicadores de empleo y más con la muy baja ejecución presupuestal del Gobierno nacional. Al parecer siguen concentrados en lanzar ideas escandalosas y no son capaces de ejecutar obra pública, postraron la terminación de las 4G iniciadas en gobiernos anteriores, dejaron la vía a Urabá con el túnel construido, pero sin acceso y ni hablar del mantenimiento de las carreteras, para muestra el gran deterioro de la vía a la Costa Atlántica, entre otras, hasta la construcción de vivienda de interés social, la llevaron a la parálisis total.

Qué tristeza, definitivamente el juez natural del presidente, el Congreso de la República, se niega al juicio que debe adelantarle, dándole curso a las demandas que contra él cursan en la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, juicio político que por lo menos mostraría al país, el cumplimiento de la obligación constitucional.

Definitivamente al Congreso de la República hay que reformarlo, exigiendo condiciones especiales para ser congresista, disminuir su tamaño y reducir sus prebendas a términos racionales, entre otras, y de esto debemos empezar a hablar.

Las próximas elecciones en el 2026 del Congreso son a las que desde ahora hay que pararles muchas bolas, estamos hablando ni más ni menos del poder legislativo, de los que hacen las leyes, de los que tienen hoy en sus manos la reformas a la salud, las pensiones y la laboral, que, de salir aprobadas, quedaríamos peor que Venezuela, Cuba, Argentina y Nicaragua. A propósito, el único plan B para defendernos de tan nefastas reformas, está contenido en la consulta popular a la que se someterían, si nos alcanzan las firmas que recogimos, inspirados por la campaña que adelantó el partido Centro Democrático.

Es que la consulta popular es el único mecanismo ciudadano, que, al parecer, sin la participación del Congreso, puede llevarnos a los resultados queridos por la mayoría de los colombianos; supongo que ya deben estar recogiendo los formularios firmados para su contabilización, organización y presentación, listos a utilizarlos.

En el Congreso puede pasar cualquier cosa y el objetivo del Gobierno es acabar con el sistema de salud. Ya están prendidas todas las alarmas porque el daño está siendo irreparable. Si el Congreso termina aprobando la reforma a la salud, solo, sometiéndola a una consulta popular, podríamos parar el desastre que en esta materia nos espera.

La consulta popular es el mecanismo propuesto por el gobernador Andrés Julián Rendón, para buscar que los recursos de los impuestos que se recauden en los departamentos se queden en los departamentos; estamos listos para ayudar a sacar adelante esta iniciativa.

El deterioro de la seguridad en el país nos tiene atemorizados, lo que ha hecho con la fuerza pública es desconcertante, pareciera que quieren disminuir su capacidad a su mínima expresión. En lo que sí está siendo muy efectivo, es en su objetivo de apoderarse de todas las instituciones y esto es tal vez lo que hace más peligrosa su gestión; si logra apoderarse del poder judicial y de los organismos de control, estaremos perdidos.

Estamos en serias dificultades, Petro no quiere entender que debe dar un viraje de 180 grados, no tenemos Comisión de Acusaciones, no tenemos revocatoria, la recesión se está acelerando, la inseguridad creciendo, Petro no renuncia, ¿será que el paro nacional indefinido que anuncian en las redes sea la fórmula salvadora?

Pidámosle a nuestro Señor Jesucristo, nos dé mucha fuerza para enfrentar esta situación tan difícil y complicada.

miércoles, 1 de febrero de 2023

Irracionalidad, prepotencia, odio...

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Nos acercamos al primer semestre de los incontables que vienen. No son los ocho del periodo, porque ya por segunda vez, un lapsus linguae indica que su propósito es la reelección. Partiendo de ese velado anuncio, no faltan los que la vislumbran en el cuerpo ajeno de la Alcocer, o con el tiquete peronista de Gustavo y Verónica…

No comparto esos escenarios, porque avizoro que después de la “paz total” con el ELN, con el fin de acelerar y radicalizar la revolución, vendrá la inevitable Constituyente para establecer la reelección presidencial indefinida. Petro no aceptará nada menor que la magistratura vitalicia, como las de Díaz Canel, Ortega, y la inevitable de Maduro.

Aunque la futurología está plagada de incertidumbre y de futuribles, es probable, si proyectamos lo que conocemos de la megalomanía del personaje y de su ideología, que quiera igualar y superar a sus ídolos, Lenin y Castro…

Después de los pronunciamientos de la última semana, no parece descabellado colegir que Petro no ha podido dejar atrás su período delirante. Cada día su logorrea es mas inverosímil, pero en vez de causar efectos previsibles en su credibilidad y su capacidad de gobernar, su chambonada acelera la demolición del modelo económico, social y jurídico, que realmente es su propósito inexorable.

La notificación, por parte de la lamentable ministra de Minas, de que el país va a suicidarse económicamente con la destrucción del sector minero-energético, se refuerza con la sacada del doctor Bayón de Ecopetrol, a pesar de los inútiles esfuerzos del Minhacienda para hacer creer que en ese crucial asunto todavía falta la última palabra.

Si bien es verdad que todo lo que dice este gárrulo es revanchista, tendencioso, incoherente, improvisado, acalorado e impensado, lo que cuenta no es lo sorprendente y ridículo de su discurso, sino el fondo atroz que se traduce, tendiente a la aniquilación de todo lo que él no ha hecho. En ese sentido, siempre es predecible como un incorregible Eróstrato, porque lo suyo es dañar y destruir, y solo por eso será recordado.

La primera iniciativa de su gobierno fue una reforma tributaria antitécnica y contraproducente, esperpento dirigido por un economista de avanzada edad, larga experiencia y numerosos postgrados, que prefirió apartarse de la ciencia, para lograr figuración en su crepúsculo vital. Por la inopia que ha exhibido, Ocampo no será capaz de atajar el colapso económico que él mismo propició. Hacen, pues, muy mal, los que confían en sus poderes mágicos para detener los disparates de su jefe.

Ahora bien, traigo a cuento la reforma tributaria, porque aun en el caso de que rinda los billones esperados, Petro ya parece habérsela gastado, pues para él no hay diferencia entre su deseo, la realidad y la posibilidad. Su creciente prepotencia no solo se proyecta al futuro. También es retroactiva, como puede verse en el asunto del Metro de Bogotá.

Aceptemos, en gracia de discusión, que el minúsculo pero costosísimo Metro de Bogotá sea conveniente. Hace algunos años Petro dijo que debería ser subterráneo, pero en vista de las condiciones del subsuelo se contrató un ferrocarril elevado. Ahora se empecina en enterrarlo, así su costo suba, de unos 15 billones hasta el doble (que hay que pagar en dólares), según se atiendan en mayor o menor número sus caprichos. ¡Su respuesta olímpica es que la Nación atenderá todo el extracosto que sea necesario!

Ahí no paran las cosas. En campaña propuso un ferrocarril elevado entre Buenaventura y Barranquilla. Era tal el despropósito de tamaño tren traído de los cabellos que no volvió a mencionarlo. Pero no lo olvidó. Por eso nombró a un señor Dusán en Colpensiones, para que, como su primer acto, resucitara semejante locura. Igual que con el Metro, apuesto a que ese tren se iniciará, consumiendo todo el ahorro pensional, ambientado ahora como el primer tramo del seductor ferrocarril desde Chile hasta nuestro Caribe, que se ha sacado también de la manga en su más reciente viaje a ese país.

Esto me hace pensar en todas las desquiciadas improvisaciones del candidato Petro que fueron luego omitidas en su programa. Todos las hemos olvidado, salvo él, que una por una las hará realidad a medida que se consolide su omnipotente y rencorosa voluntad.

Con un individuo que compromete sin la menor reflexión varios billones de pesos cada vez que abre la boca, no es posible predecir cosa distinta del caos. Ante su obcecación y su espectacular desorden mental, muchos siguen escribiendo en vano buenos artículos para recomendar prudencia, raciocinio y sindéresis, porque la esperanza es lo último que se pierde, desconociendo que ese sujeto es incorregible y que su agenda no es la de mejorar y corregir, sino otra bien diferente.

viernes, 7 de mayo de 2021

Al meollo del asunto

José Leonardo Rincón Contreras
José Leonardo Rincón, S. J.*

No recuerdo haber vivido un paro nacional tan prolongado, tan firme, con tantas manifestaciones por todas partes, con tantos comunicados, marchas, expresiones de todo orden en redes sociales y comunicaciones. Ni la amenaza de contagios masivos en plena pandemia, ni los fuertes aguaceros que cayeron adrede como para disuadir y espantar, han podido detener esta fuerza popular incontenible. La copa se ha rebosado y no sé si quienes están al frente del país sean conscientes de ello. Si nadie aguantaba un día más de confinamientos con sus obligados cierres que han dejado a miles desempleados, pasando hambre y en la calle, menos se iba a aguantar la afrenta de una reforma tributaria inmisericorde, descabellada y absurda. Se equivocaron de coyuntura y de destinatarios de la misma. Fueron tercos y no quisieron ni ver ni escuchar. Ahora estamos con un país caótico y en la peor crisis estructural de su historia. Y no es una frase de cajón, ni haber caído en las garras demoníacas de la izquierda comunista regional denominada castro-chavismo-madurismo con la que siempre nos asustaron, pues finalmente caímos en las garras del otro régimen, tan nefasto como aquel, porque régimen es régimen sea de izquierda o de derecha y siempre usan el poder para su provecho y en cualquier caso el pueblo siempre es el que pierde.

Este enorme reto que estamos afrontando todos, le resulta más incisivo a quienes tienen la responsabilidad de dirigirnos. Lamentablemente no veo líderes de talla, grandes en dignidad, creíbles y con autoridad moral como para convocar con fuerza y jalonar un diálogo nacional de fondo y con todos los actores. Toda la clase política está desprestigiada. Yo por lo menos estoy harto de discursos oportunistas unos, mediocres otros, polarizantes muchos, sinvergüenzas todos. Creo que todos queremos algo nuevo, algo distinto. Basta ya de los mismos con las mismas, mentirosos compulsos, farsantes engañosos que prometen descaradamente lo que saben que nunca cumplirán.

Durante décadas enteras hemos sembrado vientos, ahora estamos cosechando tempestades. Destruimos la familia, célula madre de la sociedad, cuna de la auténtica formación en valores, lo que generó que el tejido social resultara enfermo. ¿De qué nos extrañamos sobre lo que está pasando? La calidad de la escuela no ha podido caer más bajo. Se desecharon las humanidades por subversivas (la religión que nos hablaba de trascendencia, la ética que nos enseñaba valores, la cívica y la urbanidad que nos decían cómo comportarnos como ciudadanos para cuidar lo público y para saber cómo actuar con los otros; la oratoria, redacción y la ortografía para saber cómo hablarle a los otros, escribir bien y hacerlo correctamente; la geografía que nos ubicaba y contextualizaba; la historia que nos enseñaba las lecciones del pasado; la filosofía que nos ponía a pensar críticamente y a no tragar entero) y se hizo apología de lo científico-tecnico y tecnológico como si fuera la panacea. Las instituciones perdieron su norte al corromperse. La justicia se arrodilló ante el delito organizado dando vía libre al crimen y la impunidad rampantes. El dinero fácil permeó por doquier como la mejor opción para ahorrarse trabajo, esfuerzo y sacrificio. El listado de desgracias sería interminable, pero lo sabemos y lo conocemos.

Esta coyuntura puede resultar una feliz bendición si se aprovecha para ir al meollo del asunto. Vivimos en uno de los países más inequitativos del mundo donde la miseria crece ante la mirada indiferente de una élite minoritaria. Y criticar al capitalismo neoliberal no es defender el comunismo, ni el fascismo. Hay que desaparecer la pobreza absoluta y catapultar la clase media, para vivir sin ostentaciones y donde nadie pase hambre. La justicia tiene que reformarse de fondo y recuperar la impolutez que tuvo. Al Congreso, legítimo espacio de la representación del pueblo, hay que reducirlo en número y mañas, y expulsar de su recinto a los que se lucran sin hacer nada. Hay que reducir el despilfarro y el gasto público saturado de burocracia. Urge generar empleo. El campo y la agricultura deben ser estimulados. La investigación y la ciencia requieren ser apoyados. El deporte y la recreación que propicien salud corporal y mental. Hay que hacer una reforma educativa con un currículo que forme personas íntegras e integrales para la vida y la convivencia humana. La salud debe ser digna y para todos. Los comunicadores deben ser imparciales y veraces. Las instituciones necesitan volver a ser creíbles. La vida humana es sagrada y los derechos humanos no son ideología amenazante si se acompañan de los deberes humanos, elemental fundamento de una sociedad justa. La diversidad y la pluralidad son nuestra mayor riqueza.

Así las cosas, tenemos que ir al meollo de lo esencial y no distraernos en banalidades superfluas. Todo esto, tan terrible y duro, que hemos vivido y estamos viviendo, no es para buscar candidatos para las elecciones de 2022 sino para trabajar por la alborada de un nuevo amanecer para nuestra patria. Y para que no queden dudas y vacíos, categóricamente desde esta tribuna de libre pensamiento y expresión, rechazo todo acto vandálico y violento, todo daño a los bienes públicos precisamente por ser nuestros, todo atentado a la vida humana tanto de quien marcha pacíficamente como de quien cuida y defiende al pueblo. Todo desadaptado debe ser sancionado y reeducado, obligado a resarcir los daños ocasionados y trabajar en su reconstrucción. Los delincuentes del estrato social que sean deben pagar sus fechorías y sus crímenes. No más impunidad, no más indiferencia. El problema es que no veo liderazgo, otra ausencia lamentable.