José Leonardo Rincón, S.J.
Exactamente. Me refiero al tiempo, de quien decimos también que corre, que se pasa rápido. Y no. Las manecillas del reloj con su acompasado tic tac, tic tac, ahí van segundo tras segundo, minuto tras minuto, marcando la hora, midiendo el tiempo. No van despacio, no van rápido, simplemente van y van igualmente para todos, aquí y en la antípoda, para jóvenes o adultos mayores, ricos o pobres, ansiosos o relajados. Ni más, ni menos.
Sin embargo, la sensación o percepción que tenemos del
tiempo, de ese mismo tiempo, es distinta. Creo no equivocarme si digo que de
niño el tiempo rendía y que ahora de viejo, se agota. De niño uno no se
preocupaba por el reloj, simplemente disfrutaba. En cambio, de adultos no
alcanza para todo lo que hay que hacer y uno se estresa. Lo he dicho en otras
ocasiones: el frenesí del fin de año es de locos, pareciera que se fuera acabar
el mundo.
Cuando uno está aburrido y harto, va lento, es eterno.
Cuando uno está feliz y bien concentrado y ocupado, se va en un abrir y cerrar
de ojos. Recuerdo con gracia a un compañero jesuita que narraba su experiencia
de una clase de teología con un profesor que sabía mucho pero no era buen
pedagogo. Sus clases ciertamente eran muy pesadas y generaban somnolencia. Las
dos horas eran de nunca acabar. Mi compañero decía que ya cansado desde el
comienzo de la clase, que era a las ocho de la mañana, miraba el reloj y apenas
eran las ocho y quince. Entonces, alternaba sentadera, miraba alrededor, se
ponía a jugar triquis, ojeaba algún otro libro, bromeaba con el compañero de al
lado, echaba una pequeña siesta y al buen rato miraba el reloj y oh sorpresa:
eran las ocho y diez. ¡Increíble! El
tiempo no solo no había avanzado o detenido, sino que se había devuelto. ¡Plop!
Creo que eso nos ha pasado a todos. No es, sino que
usted esté ansioso o nervioso y el reloj no le ayuda. El que espera desespera
si es que quiere que pase rápido. Pero va retrasado, con afán temiendo llegar
tarde y el reloj se la juega y usted llega más tarde de lo previsto. Y no. No
ha ido más lento, no ha ido más rápido. Ahí va. Pero esa percepción está ahí. ¿A
qué horas se acabó este 2025? Nunca el tiempo había corrido tanto. Se pasó
volando. No me rindió el tiempo para nada. No hice todo lo que tenía que hacer.
Y así la vida… es efímera, es corta. Uno de joven cree
que va a ser eterno y que ya habrá tiempo para todo y cuando menos piensa, ya
no hay mucho tiempo. Nos decían: “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”
y “el tiempo perdido los santos lo lloran”. Tenían razón. El tiempo pasa y no
vuelve y si vuelve no es el mismo, también nos lo decían. Conclusión: vive tu
día, ¡carpe diem!, hazlo consciente, disfruta cada minuto, es único, sea grato
o sea harto, es tuyo, deja enseñanzas, genera aprendizajes, es valioso. Que al
hacer el balance podamos decir como el apóstol Pablo: “he vivido bien la vida,
he combatido mi combate, he cumplido mi misión, puedo irme en paz” y no con el
arrepentimiento y la amargura de que había podido hacerlo y no lo hice, quise
hacerlo y no lo alcancé a hacer, porque perdí el tiempo, me distraje con lo que
no era importante. ¡Ahí te dejo esta reflexión,
piénsalo!
.jpg)

.jpg)

.jpg)
.jpg)