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viernes, 21 de marzo de 2025

Hasta el último minuto

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

Terminado el partido de fútbol de nuestra selección confirmé, una vez más, que un juego de 90 minutos se juega completo y a fondo desde el primero hasta el último minuto. Pareciera una perogrullada, una obviedad, pero no. Nos sorprendieron arrancando en el minuto 3 y lo volvieron a hacer faltando dos minutos para finalizar el compromiso.

Brasil jugó mediocre y relajadamente la mayor parte del tiempo haciéndonos creer que incluso podríamos ganarles con esa tónica perezosa, por no decir mañosa. Y Colombia se comió el cuento ingenuamente y en vez de aprovechar la ocasión servida también se relajó y, como siempre, tontos errores de marca nos llevaron a una nueva derrota. ¿Cuándo aprenderemos de estas lecciones?

Dice el adagio popular que "en la mesa y en el juego se conoce el caballero" y tienen razón. Si vale la comparación también la vida es un campo de juego donde la gente se expone y, como también se dice, "se muestra el cobre". Por eso se encuentra un espectro muy variado de actitudes que encierran cualidades y defectos. Está el que suda la camiseta todo el tiempo porque se mueve de aquí para allá, corre, la lucha y no se desanima cuando se va perdiendo. El que lidera y anima, organiza, pasa el balón, responde a una estrategia y arma el equipo. Y está también la figurita, el que se siente importante e imprescindible, el centro del juego, al que todos deben reconocer y exaltar, el que se quiere lucir y robar el show; el acelerado y malgeniado que se descontrola, comete faltas seguidas y se hace echar sin medir las repercusiones en el equipo. No falta el lento, el impreciso y erróneo en los pases, el relajado que descuida su posición y se distrae; también el indeciso, el que no concreta, elude responsabilidades y bota los goles estando solo frente al arco. Y los que se duermen en los laureles y viven de la renta con el triunfo pasajero y no aprenden que un marcador puede revertirse en pocos minutos, convertirse en derrota y dar al traste con el triunfo ya cantado. Cuántos partidos perdidos en el último minuto, competencias perdidas llegando a la meta. Como se ve, hay de todo y, lo más grave, que no se aprenda y la historia se repita muchas veces.

La vida es única, irrepetible, irreversible. Hay que vivirla intensamente, a cada instante. El famoso "carpe diem". Desde la cuna, desde la temprana edad en el hogar y en el colegio, primeros años claves y definitivos, principios y valores acendrados, introyectados, inveterados, asumidos y vividos. Hay que jugar bien el partido de la vida, todos los días de la vida, desde donde uno se encuentre, en la gloria o en el fracaso, protagonistas o en el anonimato. Todo el tiempo, sin apoltronarse cuando se triunfa, sin amilanarse en las derrotas. Cuidando de no fallar en el último minuto. Perseverantes hasta el último minuto o, más aún, como decía un hombre ejemplar, "hasta dos minutos después de la muerte".

Cada uno decide qué hacer con el partido de su vida. Es una decisión libre, autónoma, responsable. Claro, el contexto influye, pesa, no siempre determina. El asunto está en nuestras manos. El tiempo corre. No siempre hay tiempo extra, no siempre hay alargue, no siempre hay revancha. Y tú: ¿cómo estás jugando tu partido? 

viernes, 22 de septiembre de 2023

Latires varios

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Me invitaron hace poco a grabar un capítulo del “Latir de la Memoria”, un seriado de programas que busca recoger la historia de la Compañía en Colombia en estos últimos 100 años, para que hablara de nuestros colegios. Ciertamente, al evocar con la memoria tantas gestas tan interesantes, el latir del corazón aumentaba su ritmo por los recuerdos, anécdotas, personas, situaciones…

Ayer, en el silencio de la madrugada, contra mi almohada pude escuchar perfectamente el latir de mi corazón sin necesidad de fonendoscopio, lo escuché cerca de un minuto y confieso que me impresionó bastante. Se sentía perfecto el músculo bombeando y a la par de que me gustó oírlo, me asusté: ese motor tiene más de seis décadas de uso y ahí está, trabajando sin parar. ¿Hasta cuándo? Pensé que la muerte no era otra cosa, sino que dijera ya no más, ya basta de trabajar.

Recordé, entonces, que va a ser dos años, el motor fue llevado a reparación eléctrica pues tenía un corto circuito y estaba sobre revolucionado con eso que llaman taquicardia, es decir, una arritmia. Aprendí entonces que otros han tenido problemas hidráulicos y les ha tocado destapar conductos, hacer baipases. Otros, problemas mecánicos porque una de las válvulas no se mueve. Lo mío fue eléctrico y el electrofisiólogo hizo un trabajo perfecto que ha funcionado hasta hoy. Agradecí a Dios seguir con vida.

Y es que cuando uno está en situaciones límite, aprende a valorar más la vida y también a relativizar muchas cosas. ¡Somos tan efímeros! Entonces se pone uno sensible frente a asuntos que para otros serían cuestiones demasiado banales, por ejemplo, el solo hecho de despertarnos cada día y continuar vivos como oportunidad para seguir creciendo… abrir los ojos y poder ver este mundo con su variopinto de colores… o poder oír el canto de los pájaros, una canción bella o lo que nos dicen los otros… o poderse mover de un lado a otro con autonomía, o disfrutar de las comidas que más nos gustan…. Respirar cada instante, imperceptiblemente, sin pagar uso de combustible natural…

Pero bueno, también admirarse del regalo de haber contado con una madre maravillosa, el tener muchos amigos tan especiales, amar a alguien y sentirse amado por ese alguien… poder trabajar y dejar huella con lo que hacemos… todo es un milagro… como el avión que pesando toneladas se eleva por los aires y nos lleva de un lado a otro en corto tiempo, como la barca que surca las aguas profundas manteniéndonos a flote…

Estos son algunos de los latires de la vida… son muchos, más de los que hemos hecho conciencia por supuesto, son fantásticos, son increíbles… y a veces no los valoramos porque no los consideramos como realmente son: ¡extraordinarios!

Ojalá que mientras nuestros corazones latan, sus latires sean al unísono con el corazón de ese Dios fuera de serie que nos hizo con amor y hace que nuestro corazón no descanse hasta que esté plenamente con Él.

domingo, 15 de enero de 2023

La muerte y otros mensajes

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.*

Obviamente a cada instante fallecen personajes que nos antecedieron y otros que se nos adelantaron ya que no se les permitió cumplir con su propósito como lo hacen los que sí pueden concluir el ciclo normal de la vida terrenal.

En unas culturas la muerte es solo un paso; creen que el espíritu se renovará y tendrá nueva vida. Para otras la muerte es el fin y no hay nada más, solo, en los que siguen vivos, quedará el recuerdo.

Independientemente de las propias creencias, en todas partes del mundo las ceremonias de despedida terrenal se van desarrollando, y es en ellas que se demuestra el dolor, el reconocimiento o estupor, y finalmente la comprensión de que para todos los seres vivos ese es un paso común que no tiene posibilidades de evitarse.

En los últimos meses se han ido amigos de vida, del alma, y también personajes que nos han acompañado diariamente sin compartir con ellos, que hacen parte de nuestra cotidianidad como la reina Isabel, el papa Benedicto, Pelé, artistas de renombre, actores de cine, en fin, miles y miles de personas que desaparecen por toda la eternidad, lo cual nos muestra que en todo instante está presente la muerte.

Esa presencia constante de la muerte en nuestras vidas, lo cual no es un contrasentido, nos debería permitir reflexionar sobre la forma en que actuamos con la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los ciudadanos y con nosotros mismos, haciendo ese análisis interior que nos lleve a tener una mejor convivencia y obviamente coadyuve a un mejor bienestar.

No nos debe dar miedo morir, porque es natural que ello suceda. Nos debe dar miedo no dar respuesta a las necesidades de nuestra gente que sufre, se deprime, no tiene empleo ni recursos para sostener una familia y no ve alternativas de superar las dificultades. Esas problemáticas se están incrementando en nuestro país por causa del nuevo sistema de gobierno que se está implantando, sin orden, sin planeación, con efectos devastadores y cumpliendo, eso sí, con un objetivo claro y preciso, el de igualar a toda la población por lo bajo, por el único indicador que no tiene discusión que es el de la pobreza económica y mental. Polariza a los cincuenta millones de ciudadanos, deja la esperanza, ilusiones y anhelos aun lado y lleva a que todos sobrevivamos sumidos en la tristeza y la angustia.

Señores empresarios, ciudadanos del común, padres de familia, educadores, los invito a que salvemos nuestra democracia, los valores en los que se sustenta y respondamos a los nuevos retos; unámonos en un solo propósito, lograr elegir personas capaces, debidamente estructuradas moral e intelectualmente, que entiendan que la relación exitosa es la que involucra al ciudadano, al Estado, a los empresarios y a los educadores y, además, que elimine la corrupción y se obtengan beneficios reales para las regiones. Con esto se percibirá un mejor ambiente de vida, más alegría, más trabajo, más solidaridad, ecuación perfecta para avanzar en el crecimiento personal, familiar y en la región donde vivamos.

Recurro a la frase que en diversas ocasiones he escuchado que dice “la vida me ha dado mucho, y aunque no tenga totalmente las cosas resueltas, es el momento de aportar”. Así debemos actuar todos, con un poco de compromiso y un poco de solidaridad, viviremos mejor el tiempo que nos queda.

viernes, 2 de abril de 2021

Lecciones de Viernes Santo

Por José Leonardo Rincón,  S. J.*

Pascua significa paso, una irreversible acción que se tiene que dar. No puede haber domingo de resurrección sin viernes santo. No puede haber vida sin muerte, gracia sin pecado, mañana sin noche, luz sin oscuridad. Es una realidad ineludible. El asunto es aprender de las lecciones que tan existencial coyuntura nos deja para la vida. 

Y la vida no es fácil, ¿quién dijo que todo era color de rosa, que todo iba sobre ruedas, dulce, tierno y romántico?  No. La vida  es lucha, es reto, es desafío, es crisis, son problemas. Quisiéramos quizás que las cosas fueran más fáciles y menos duras, pero paradójicamente la realidad de la vida es esa y eso precisamente es lo que le da color y sabor a la existencia y lo que le ayuda a dar sentido. Si esto ya fuera el paraíso, perdón por la franqueza, creo que la cosa sería monótona, tediosa y aburridora. 

 

Si eso hacen con el leño verde, qué no harán con el seco, advirtió Jesús en alguna ocasión. Conocedor como fue de la psicología humana, su sensatez y crudo realismo nos dejan ya esa gran lección. Pero hay más: ¡cuidado con las masas!  De un momento a otro pueden transformarse: el domingo de ramos vitorean, aplauden, echan flores y quieren proclamarte su rey, pero a los pocos días, esos mismos te insultan, te escupen y reclaman tu crucifixión. Sí, así de volubles, así de veletas, así de manipulables. 

 

Muchos de tu equipo, que jurabas te eran fieles y leales, es más, que te lo juraban para hacerte sentir seguro y tranquilo, pueden fallarte, pueden negarte, venderte y traicionarte. Amigos de palabra, muchos, pero pocos que en realidad te acompañan en las buenas y en las malas y están contigo hasta el final. Jesús experimentó la tragedia de la soledad y el abandono, incluso de su mismo Padre. 

 

Cuando menos pienses y de quien menos esperes, surgirán cirineos que te ayuden con tu cruz, mujeres solidarias que salgan a tu encuentro, centuriones que crean en ti, desconocidos que en plena crucifixión te reconozcan, nicodemos que te unjan y arimateas que pongan la cara por ti. 

 

Los poderes, de cualquier clase: civiles, políticos, religiosos, resultan siempre decepcionantes. Para conservar su rating de popularidad proceden erróneamente y eluden sus responsabilidades, se tiran unos a otros las tareas que le corresponden, cuidan su imagen para no perder el pedestal alcanzado, juzgan mal a sabiendas que condenan inocentes, baten cola ante poderes superiores para no perder puntajes, se lavan las manos para no aceptar sus equivocaciones, temen al pueblo y saben cómo manipularlo. 

 

Y finalmente, junto a la cruz, solo unos pocos. Tu madre quien como cualquier mujer que haga honor a este nombre, nunca falla, siempre está ahí, váyate bien, váyate mal, fracases o triunfes. Y tus amigos, dos o tres, no muchos, movidos por el auténtico valor de la amistad, desinteresados y sin esperar nada a cambio. No lo olvides: la verdad triunfará. ¡Resucitarás y tendrás vida para siempre!

viernes, 21 de febrero de 2020

Un sí radical por la vida

José Leonardo Rincón,S.J.

José Leonardo RincónEstos escritos semanales que comparto con mis amigos son pensamientos libres expresados en voz alta. Nunca han tenido la pretensión de ser artículos académicos. Son reflexiones informales, si se quiere coloquiales. No hablo oficialmente como sacerdote, ni soy vocero oficial de la compañía. De manera que lo que aquí digo es de mi única y total responsabilidad.  Algunos de ustedes, muy queridos, comparten con otros mis escritos en sus muros y algunos de los “extraños” que los leen pueden echar de menos un mayor rigor. Trato de hacerlo pero, repito, la pretensión es otra, simplemente abrir díalogos, generar preguntas, poner a pensar. Muchas gracias por entender de que se trata.


Esta semana he estado pensando que como seres humanos somos muchas veces incomprensibles. Excesivamente susceptibles y sensibles frente a algunos asuntos y totalmente indolentes e indiferentes frente a otros. Cada vez más, por ejemplo, nos hemos convertido en defensores y cuidadores de los animales. Les hemos dado tanta importancia que no toleramos su maltrato: ni en una corrida de toros, ni para que carguen cosas pesadas, ni que los hagan sufrir de múltiples modos. Son tan importantes que de mascotas han pasado a reemplazar a los hijos en los hogares. Son tan importantes que ya son sujetos de derechos. 

Lo que me llama la atención es que protestamos airadamente si algo malo les ocurre a estos seres, pero no nos conmueven los desechables callejeros, ni los niños que mueren por desnutrición, ni los líderes sociales que a diario asesinan en el país, ni los abortos por miles que truncan nacientes vidas. A los animales les dedicamos tiempo, ternura y un reconocimiento que muchas veces no tenemos con la muchacha del servicio, o con el celador del edificio o con alguno de los seres humanos con los que nos cruzamos todos los días. 

Me admira sobremanera que simultáneamente estemos pidiendo, por un lado, acabar con las ferias taurinas por ser un espectáculo grotesco de tortura de un pobre animalito y, por otro, presionando a la Corte Constitucional para que de vía libre al aborto sin las actuales tres restricciones. En el pasado reciente, del mismo modo defendemos enardecidos nuestro entorno ecológico, pero somos complacientes con asesinatos y masacres. Algunas autoridades guardan silencio impune con gente inocente asesinada pero salen a dar el pésame por la muerte natural de un narcotraficante que reconocía haber asesinado él mismo, por sí y por otros, más de tres mil personas.

Que dañen la naturaleza o abandonen un perrito, genera automática solidaridad en las redes, pero que destrocen un bebé de siete meses porque a la mujer se le dio la gana hacerlo, eso se llama libertad y autonomía. Estamos trastocados. Algo está mal. 

A pesar de que la mayoría de sus consejeros le pedía a Pablo VI ser más flexible frente a los métodos anticonceptivos, el santo padre se sostuvo en Humanae Vitae promoviendo los métodos naturales. Muy bonito como deber ser para un cristiano maduro y bien formado, pero no para la mayoría de la gente en el mundo. El no tener una buena educación sexual y el no ser responsables con el manejo de la sexogenitalidad han disparado los embarazos no deseados, que en la mayoría de los casos desembocan en abortos. 

Con todo respeto, pero no comparto esa ideológica posición de que la mujer hace con su cuerpo lo que quiere. Como quien dice, lo destruye con sexo, alcohol y drogas, lo maltrata, sega la vida que por descuido comenzó a gestarse dentro suyo y… eso está bien, es lo deseable, es lo correcto, mejor dicho, ¿no pasa nada? Claro, el problema también es masculino, de modo que debería castigarse severamente a los abusadores y los violadores que irrespetan el cuerpo de una mujer, o de una niña. 

La vida es sagrada y se respeta. Desde aquí me manifiesto con un SÍ radical por la vida. La del entorno natural qué hay que cuidar porque es nuestra casa, la de los animales cuya vida hay que preservar, pero sobre todo y primero que todo, la del ser humano, desde su gestación en el vientre materno hasta su envejecido estado terminal. Pobre o rico. Hombre o mujer. De derecha o izquierda. No hay vidas de primera y otras de segunda. Todas son importantes. 

viernes, 15 de febrero de 2019

Celebrar la vida


José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón
Los años pasan inexorablemente y cuando menos es que uno se encuentra en la madurez, por no decir en los albores de la tercera edad. No es exageración, no es derrotismo. La verdad, el tiempo corre. Qué hace que éramos niños, no hace mucho estábamos en la flor de la juventud, parece que fue ayer que nos hicimos profesionales. Y veámonos ahora, ya cincuentones, con menos cabello y más canas, con compañeros de colegio ya con hijos profesionales y a poco, abuelos. Basta con hacer un breve repaso a lo que hemos vivido y es ahí cuando nos damos cuenta de todo lo que hemos vivido, la cantidad de amigos que hemos conseguido, el montón de lugares conocidos y… también, la cantidad de tiempo que hemos perdido, sí, ¡así como suena!

La vida es única, irrepetible, irreversible. No creo en la reencarnación, ni en karmas, ni en cosas raras o esotéricas. Creo que solo se vive una vez y que hay que vivir para contarlo, como dicen. Si de niños y jóvenes supiéramos que la vida, a la hora de la verdad, es corta, efímera, fugaz, entonces la aprovecharíamos mejor. Cuando se es joven se tiene fuerza, empuje, vigor, pero no se tiene experiencia… y cuando se es ya adulto y se tiene experiencia, no siempre hay fuerzas ni la energía de la juventud. Es lo que pasa en el mundo laboral: a muchos no los contratan porque están muy jóvenes y no tienen experiencia y a los otros porque aunque tienen experiencia ya están muy viejos.

Y en cuanto a perder el tiempo, hasta para eso hay que saberlo hacer. Por ejemplo, perder el tiempo con un buen amigo que hace años no veíamos, eso bien vale la pena. Perder el tiempo tomando un buen descanso en aquello que realmente nos gusta y relaja, es un saludable y elemental ejercicio de autoestima. Pero, perder el tiempo, navegando horas y horas en internet sin realmente obtener un fruto significativo, es realmente lamentable. Mi madre me lo repetía de niño: “el tiempo perdido, los santos lo lloran”. De modo que tiene actualidad plena la antigua y siempre nueva invitación a vivir el “carpe diem”, esto es, gozarse y vivir intensamente cada instante porque es único, nunca volverá a darse, podrá parecerse a otro, aparentemente repetirse, pero no es el mismo.

Cumplir años es un buen pretexto para volver sobre estas necesarias reflexiones. Ese día, por ejemplo, plena, consciente y libremente, desde hace varios años, decidí no hacer nada de lo que hago ordinariamente. Ese día, me dedico exclusivamente a dejarme consentir por quienes me visitan, llaman o me escriben por distintos medios. ¡Qué recarga de energía!, ¡qué reencauche anímico y espiritual!, ¡qué antidepresivo tan eficaz!, mejor dicho, ¡qué buena ocasión para celebrar y dar gracias a Dios por habernos dado la vida, para agradecer a nuestra madre por haber dicho sí a esa vida que se gestaba y haber asumido con valentía la tremenda responsabilidad de criarnos y formarnos! La verdad, la pasé de maravillas, ¡qué bueno contar con tantos y tan queridos amigos alrededor!, tantas historias, tantas anécdotas, tanta vida acumulada… ¡eso no tiene precio!

Como la vida se acaba y no sabemos cuánto nos queda (fíjense en la dolorosa tragedia con el joven Legarda), la invitación es a celebrar cada instante de nuestra vida. La razón es, porque es único, porque puede ser el último. Anoche cené aquí en Medellín con un joven exalumno, ya profesional y exitoso, quien me dijo: “José: si me muriera ahora me moriría pleno y feliz porque he vivido bien la vida”. Y para mis adentros, compartiendo plenamente su pensamiento, me decía: ¡Qué buen balance!, así debe ser el nuestro, no anual, no mensual, ¡diario!. Si hoy fuese mi último día, ¿podríamos decir lo mismo de mi joven amigo? Tiene cada uno la palabra…