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martes, 24 de septiembre de 2024

El trabajo, proyecto vital

Hernán Saldarriaga Agudelo
Hernán Saldarriaga Agudelo

¿Único medio para solucionar los problemas de subsistencia?

En el año de 1990, con motivo de la celebración de los 30 años de la Facultad de Ingeniería Administrativa, donde dictábamos cátedra relacionada con Administración Centrada en Valores, se publicó una edición especial de la revista Dyna de la Facultad Nacional de Minas de Medellín.

Allí, en un artículo nuestro titulado “El recurso humano, ¿Lo más importante?”, esbozábamos cinco tendencias sobre una nueva dimensión humana del trabajo. En la tendencia 1 decíamos que “El hombre mirará su trabajo como una parte importante de su proyecto vital, pero no la única importante. Para el hombre lo más importante será vivir, disfrutar de su vida, para ello buscará reducir los largos períodos de trabajo, incrementar su ingreso u obtener formas asociadas que satisfagan sus necesidades básicas. No se observa a cercano plazo que la humanidad descubra un sistema diferente al actual para poder solucionar sus problemas de subsistencia”.

Esta mirada retrospectiva que estamos haciendo nos permite confirmar que, por un lado, el hombre continúa viendo su trabajo como una parte importante de su proyecto de vida y, por otro, que la humanidad no ha encontrado aún otro sistema para solucionar los problemas de subsistencia humana de manera digna que la del ejercicio del trabajo.

Han cambiado aspectos circunstanciales a la vida en el trabajo, como el concepto de redarquía en vez del de jerarquía; el mayor respeto por la dignidad de la persona que trabaja, quizás no por convicción, sino, también, por conveniencia para la productividad, observables, tales cambios, en los ambientes de trabajo mejorados; en el sistema de impartir las órdenes; en la apertura a las sugerencias de los orientados en las decisiones de sus orientadores, y, fundamentalmente, en el reconocimiento que el administrador o el empresario, viene haciendo de sí mismo, como persona humana digna.

También se ha incrementado una circunstancia yuxtapuesta a solucionar los problemas de subsistencia humana con dignidad, con el aumento del número de los Estados que buscan mayor dependencia de sus ciudadanos a través de los subsidios insuficientes, indignantes, denigrantes y creadores de infame sometimiento, bajo la pretendida y publicitada disminución de la pobreza, y vemos, entonces que gran número de los ciudadanos así tratados ya no se sienten estimulados a buscar un empleo digno, porque prefieren el mendrugo recibido, al reto de conseguir el pan con el propio esfuerzo. El único esfuerzo que tienen que hacer es tender la mano para recibir o tender la mano para votar.

Si queremos, entonces, que estos vicios de Estado desaparezcan y que cumplan con su deber de proteger a los ciudadanos verdaderamente necesitados con sus programas asistenciales, pero respetuosos de su dignidad; si queremos que nuestras empresas sigan siendo creadoras de riqueza para todos, para los dueños, para los trabajadores, para el país; si queremos unos ciudadanos con conciencia de su propia dignidad de persona trabajadora, entonces tenemos que redoblar esfuerzos por hacer que sean propicias las circunstancias para un trabajo decoroso, de importancia vital, y capaz de solventar la subsistencia humana.

viernes, 16 de febrero de 2024

Colombia: una, justa, grande y democrática

Luis Alfonso García Carmona
Por: Luis Alfonso García Carmona

No obstante, la azarosa e inédita coyuntura que nuestra sociedad atraviesa desde hace aproximadamente un año y medio, abrigamos los colombianos la esperanza de tener una patria grande, justa y democrática.

Es el destino al que estamos llamados si nos atenemos a la laboriosidad y reciedumbre de nuestras gentes y a los sólidos valores espirituales y democráticos que han enmarcado el perfil de nuestra nacionalidad.

El adoctrinamiento marxista y la perversión materialista impartida desde las escuelas y los medios de comunicación no ha logrado aún sustituir el legado que recibimos con las primeras letras en el hogar.

Una sola Colombia

Hoy más que nunca este bagaje civilizador debe acompañarnos para devolver la unidad a Colombia como nación ajena a la influencia de foráneas y peligrosas doctrinas. Aprendamos de nuestros errores para buscar, con el concurso de nuestras gentes honestas y trabajadoras, el bien común integral de la población.

Abandonemos el fraccionamiento de nuestra patria con estériles pretextos que solo consiguen crear inútiles divisiones entre los colombianos (indigenismo, abortistas, LGTBI, feministas, regionalismo, grupos étnicos en un país con un generalizado mestizaje que ha impedido cualquier tipo de racismo). Todos los colombianos somos iguales ante la ley y gozamos, por lo tanto, de iguales derechos y obligaciones; no somos acreedores a beneficios especiales por razón del grupo de nuestras preferencias.

Colombia, grande

Fuimos premiados por la Divina Providencia con una excepcional ubicación geográfica, variedad y riqueza en nuestro suelo, subsuelo, mares y fuentes hídricas. Estamos en condiciones de abastecer a otros países con nuestros alimentos, productos agropecuarios, industriales, minerales, hidrocarburos y con variados servicios, lo cual incrementaría notablemente nuestros ingresos por exportaciones.

Nos queda la tarea de administrar con transparencia, idoneidad y visión futurista nuestros recursos para beneficio de toda la sociedad y no para el de unos pocos enchufados en el poder. Implica ello que mayoritariamente se adopten reformas al sistema político, que se establezcan controles efectivos a la corrupción política, que se garantice la llegada de los más capaces al poder público, que las inversiones y gastos se sometan a una priorización, según su contribución al bienestar de la población y al desarrollo del país.

Modificaciones importantes deben apuntar hacia la reducción del tamaño del Estado y del déficit fiscal, estímulos económicos a las inversiones en la creación de empleos y mejoras en las condiciones laborales, financiación de grandes obras de infraestructura para dar el salto hacia el desarrollo económico, sistemas de riego, almacenamiento y transporte de productos agropecuarios, programas de desarrollo tecnológico en los campos de las comunicaciones, las finanzas, la publicidad, el entretenimiento y la informática para la generación de empleos no industriales, etc.

Colombia, justa

Debe ir acompañado el crecimiento económico con una mejora sustancial en la calidad de vida de las personas. La solidaridad con los coterráneos de menores recursos debe ser reconocida en la ley y en el presupuesto. Los salarios deben ser justos, y acompañados del pago de todas las prestaciones sociales y de la posibilidad para alcanzar la pensión de vejez. Para ello, los fondos de pensiones públicos y privados deben estar totalmente financiados y sus ahorros no podrán ser destinados a pagar gastos públicos. Hay que impedir el proyecto en curso para desmoronar el sistema de salud en forma absurda.

La seguridad y la tranquila convivencia dependen en grado sumo de una oportuna idónea e imparcial administración de justicia. Se impone una reforma a fondo para garantizar esos requisitos, eliminando el origen político de las altas Cortes, el juzgamiento de los magistrados por organismos no políticos y la limitación de los poderes judiciales en el ámbito legislativo.

Se ha constatado que la seguridad es un presupuesto para el desarrollo económico. Para alcanzarla es necesario adelantar una eficiente labor contra el crimen, una adecuada rehabilitación de los delincuentes y la eliminación de la impunidad por negligencia o tolerancia de los jueces y fiscales.

En Colombia no podemos desconocer que gran parte de la criminalidad está generada por el narcotráfico, los grupos guerrilleros y los colectivos de vándalos y sicarios financiados por el propio Gobierno.

No es una aspiración de poca monta contar con una administración de justicia que mejore la seguridad y la tranquilidad en la población colombiana.

Colombia, democrática

Aunque nos regimos por el sistema democrático, es lo cierto que nuestras instituciones políticas adolecen de imperfecciones que es indispensable corregir , a saber: a) Es un mal endémico la compra de votos, lo cual distorsiona la voluntad popular al momento de elegir a sus gobernantes y representantes en los cuerpos colegiados; b) El origen y composición de las autoridades electorales permite de manera expedita la comisión de fraudes; c) Se requiere una revisión normativa del régimen sobre los partidos políticos, ya que estos se han convertido en “empresas electorales”, no en organizaciones programáticas o ideológicas; d) No existen correctivos que eviten que un mandatario actúe en contra de los principios o programas para los cuales fue elegido; d) El 2 de octubre de 2016 se enterró el Estado de Derecho pues el pueblo soberano votó mayoritariamente NO al proyecto de acuerdo de paz entre el gobierno Santos y las FARC. No obstante, a través del Congreso, mediante una simple proposición, se “aprobó” el acuerdo, con el acto prevaricador de la Corte Constitucional que avaló semejante usurpación de funciones. Con esta monumental irregularidad se incorporaron a la Constitución numerosas normas, mediante un procedimiento no aprobado por la Constitución al que se denominó “fast track”. En resumen, no habrá democracia en Colombia mientras tales reformas hagan parte de nuestra Carta Magna.

Tomemos conciencia de una vez por todas que la solución a la crisis del país no se contrae sólo al derrocamiento del actual régimen. Acarrea también un aspecto positivo que a todos los colombianos de bien nos concierne: Restaurar el país como una Colombia grande, justa y democrática, para todos.

miércoles, 3 de mayo de 2023

Indignación e indignidad

Luis Alfonso García Carmona
Por: Luis Alfonso García Carmona

No existe vocablo que retrate de manera más precisa el sentimiento que embarga al pueblo colombiano con respecto a sus actuales gobernantes que el de indignación, es decir, “enojo, ira o enfado vehemente contra una persona o contra sus actos”, según la definición de la RAE.

Estamos indignados contra la indignidad de quienes nos gobiernan en el ejercicio de sus cargos, principalmente por el incumplimiento de aquellos deberes constitucionales que juraron cumplir y defender cuando se posesionaron de tan altas responsabilidades.

Soberanía del pueblo

Se lee en el art. 3º. de la Constitución Política: “La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público. El pueblo la ejerce en forma directa o por medio de sus representantes, en los términos que la Constitución establece”. Pero ocurre que la voluntad del pueblo fue desconocida abiertamente a través del monumental fraude cometido en las elecciones presidenciales, tanto en la propia votación como en el conteo de votos realizado a espaldas del pueblo por contratistas cuestionados internacionalmente y utilizando programas que no fueron probados previamente. Se violaron numerosas normas electorales, entre ellas las que fijan los topes para los recursos que ingresaron a la campaña.

Unidad y convivencia

En el preámbulo de la Constitución Política se establece como uno de sus fines el de “fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la convivencia. Son fines esenciales del Estado “asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo”, tal como lo dispone el art. 2º. ibídem. Ocho meses después de la posesión la unidad nacional ha estallado gracias a la política de estigmatización a la oposición, del odio de clases y de la venganza que ha desatado la camarilla gubernamental. No se puede hablar de convivencia donde sólo hay hostigamiento a quienes se atrevan a oponerse al gobierno.

Derecho a la vida

Como es obvio, asegurar la vida y la paz de los integrantes de la Nación es uno de los objetivos consagrados en el preámbulo de la C.P. Reza el art 2º. ibídem, inciso 2: “Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares”. Según el art 11 ibídem, “el derecho a la vida es inviolable”. De conformidad con el art. 22 A, “se prohíbe la creación, promoción, instigación, organización, instrucción, apoyo, tolerancia, encubrimiento o favorecimiento, financiación o empleo oficial y/o privado de grupos civiles armados organizados con fines ilegales de cualquier tipo”. En lugar de dar cumplimiento a esta obligación prioritaria, quien ahora ejerce la Presidencia se ha dedicado a impedir la acción de las Fuerzas Militares y de Policía, encargadas de proteger la vida y los bienes de los ciudadanos, mientras alienta la formación de “gestores de paz”, “guardias campesinas” y otros grupos de vándalos como los de la “Primera línea” que destruyeron parte de los cascos urbanos en el pasado reciente. Fue uno de estos colectivos el que secuestró a policías y civiles, y degolló a un agente del orden, mientras el presidente prohibía que los agentes fueran auxiliados y uno de sus ministros calificaba el secuestro y el asesinato como un “cerco humanitario”. ¿Se necesitan más evidencias de esta flagrante violación a la Constitución?

Derecho al trabajo

Señala el citado preámbulo como otro de los objetivos fundamentales asegurar a los nacionales el trabajo dentro de un marco que garantice un orden político, económico y social justo. Como fundamento del Estado consagra el artículo 1º. de la Carta, el trabajo y la solidaridad de las personas que integran la República. Establece el art 25 ibídem: El trabajo es un derecho y una obligación social y goza, en todas sus modalidades, de la especial protección del Estado. Toda persona tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y justas”.

La acción gubernamental se ha orientado precisamente en contravía de este mandato constitucional. Mediante la teoría del decrecimiento y la ideología marxista de persecución al capital, se han dedicado a la destrucción del sistema económico, obstaculizar la inversión privada y conducir a la ruina al empresariado, fomentando así el desempleo. Tras la reforma tributaria se empeñan ahora en una regresiva reforma laboral que, como dijo una de las ministras, no tiene por objeto crear empleo. Por supuesto que no. Ya un alto porcentaje de empresarios han anunciado que tendrán que reducir sus nóminas de trabajadores para poder sobrevivir.

Seguridad social

Se consigna en el artículo 46 ibídem: “El Estado, la sociedad y la familia concurrirán para la protección y la asistencia de las personas de la tercera edad y promoverán su integración a la vida activa y comunitaria”.

“El Estado les garantizará los servicios de la seguridad social integral y el subsidio alimentario en caso de indigencia”.

Con base en el artículo 48 de la Carta, la seguridad social debe organizarse “en sujeción a los principios de eficiencia, universalidad y solidaridad”. Agrega esta norma: “El Estado, con la participación de los particulares, ampliará progresivamente la cobertura de la seguridad social”. Tajantemente establece: “No se podrán destinar ni utilizar los recursos de las instituciones de la seguridad social para fines diferentes a ella”. En inciso aprobado por el Acto Legislativo 1 de 2005 ordenó: “El Estado garantizará los derechos, la sostenibilidad financiera del Sistema Pensional, respetará los derechos adquiridos con arreglo a la ley y asumirá el pago de la deuda pensional que de acuerdo con la ley esté a su cargo. Las leyes en materia pensional que se expidan con posterioridad a la entrada en vigencia de este acto legislativo, deberán asegurar la sostenibilidad financiera de lo establecido en ellas”.

Todas estas previsiones constitucionales son las que el actual gobierno se quiere pasar por la faja mediante la reforma pensional, para apoderarse de los ahorros de los trabajadores para sus futuras pensiones, y gastarlas para cubrir el déficit fiscal originado en el descomunal despilfarro de los dineros públicos.

Derecho a la justicia

Asimismo, se refiere el preámbulo a la garantía de la justicia, la igualdad y la libertad para los nacionales. Entre los fines del Estado señala el art. 2º. “garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes garantizados en la Constitución”. De conformidad con el art. 6º ibídem, los servidores públicos son responsables por infringir la Constitución y las leyes y por omisión o extralimitación en el ejercicio de sus funciones.

Dice el artículo 197 de la Carta: “No podrá ser elegido presidente de la República o vicepresidente quien hubiere incurrido en alguna de las causales de inhabilidad consagradas en los numerales 1, 4 y 7 del artículo 179”. Y en el artículo 179 se lee: “No podrán ser congresistas:

1. Quienes hayan sido condenados en cualquier época por sentencia judicial, a pena privativa de la libertad, excepto por delitos políticos o culposos”.

Pesa sobre el jefe de Estado la responsabilidad por esta larga cadena de violaciones a la Carta Magna. No es aceptable que descargue tal responsabilidad en sus ministros, los cuales en su gestión son flor de un día. En cada asunto, el Gobierno lo conforman el presidente con el respectivo ministro.

Pero, además, no es de poca monta, la inhabilidad que arrastra el señor Petro para ostentar el cargo de jefe del Estado. Es un hecho incontrovertible que cometió un delito diferente a los de carácter político y a los culposos. ¿Por qué no hicieron efectiva esa tremenda inhabilidad? ¿Es que Petro está por encima de la Constitución que el resto de los colombianos estamos obligados a cumplir? ¿Vale más la trampa y el engaño, el soborno y la indignidad que el correcto cumplimiento de las leyes?

Dignidad de la persona humana y familia

Entre los principios fundamentales registra el artículo 1º. de la C. P. “el respeto a la dignidad humana. En el art 5º. ibídem se lee: “El Estado reconoce, sin discriminación alguna, la primacía de los derechos inalienables de la persona y ampara a la familia como institución básica de la sociedad”. Dispone la Carta en su artículo 42: “La familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla”. En el art 67 se dispone: “La educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia.” Y más adelante agrega: “Corresponde al Estado regular y ejercer la suprema inspección y vigilancia de la educación con el fin de velar por su calidad, por el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación moral, intelectual y física de los educandos”.

Como personas humanas nos sentimos indignados por la falta de respeto a nuestros derechos por parte de un Estado al que sólo interesa cambiar a la fuerza tanto nuestro modelo económico como nuestro patrimonio cultural, nuestros principios, valores y creencias, con el objeto de construir sobre las ruinas de nuestra sociedad otra república comunista, contraria a nuestro legado histórico. Este indigno Gobierno pretende destruir la familia, violando el mandato de la Constitución, fomentando la enseñanza de la ideología de género, el aborto indiscriminado, la eutanasia, el matrimonio entre personas del mismo sexo y todo lo que destruya la esencia de la familia que la Constitución ordena proteger. ¿Vamos a permitir la destrucción de nuestra sociedad sin ejercer nuestros derechos?

Tema de gran preocupación para los padres y las madres es el de la educación de nuestros hijos. ¿Qué les están inculcando estos profesores comunistas de Fecode? ¿Por qué los estudiantes de Colombia tienen tan malos resultados en las pruebas internacionales? ¿Por qué se permite que corrompan sus mentes con la idea anticientífica e inmoral de que no nacemos hombres o mujeres, sino que podemos escoger el sexo, como cuando uno escoge unos zapatos o elige seguir a un equipo de fútbol? Ni siquiera las normas constitucionales sirven para que este indigno gobierno cambie la orientación de la educación.

Protección a los niños

El Estado y la sociedad garantizan la protección integral de la familia. En el art 44 se consagra: “Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por Colombia”.

Es tal el desprecio de este indigno gobierno que ni siquiera le preocupa que cientos de niños sean secuestrados por las guerrillas, o por los narcotraficantes aliados del Gobierno o por los colectivos irregulares que ahora son protegidos por el Estado. ¿Tampoco esta norma les interesa cumplir porque su objetivo es perpetuarse en el poder a cualquier costo?

El bien común

Otro principio reconocido en el art 1º. ibídem es “la prevalencia del interés general”, vale decir del bien común. Entre los fines esenciales, al tenor del artículo 2º. de la C. P., están los de “servir a la comunidad” y “promover la prosperidad general”. Según el art 58 de la Carta, “Se garantizan la propiedad privada y los demás derechos adquiridos con arreglo a las leyes civiles, los cuales no pueden ser desconocidos ni vulnerados por leyes posteriores”.

Nada más lejos de los intereses que trabajar por el bien común, servir a la comunidad o promover la prosperidad general. Está de por medio su objetivo principal: convertir a Colombia en un estado comunista, pauperizar a la población para poder manipularla mediante la entrega de miserables subsidios, desmoronar las fuerzas militares y de policía para que no haya nadie a quien pedir ayuda, perpetuarse en el poder mediante la repetición del fraude y la compra de votos, destruir a la familia y corromper las mentes de los niños.

Sólo nos puede salvar, en esta tenebrosa coyuntura lo que aconsejaba Maritain: “… una gran asamblea de hombres de buena voluntad, conscientes de la unidad moral que subsiste, a pesar de todo…”

viernes, 10 de marzo de 2023

Orgullo de país

José Leonardo Rincón, S. J.
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Por razón de mi oficio debo desplazarme con alguna frecuencia por el territorio nacional, pero a raíz de una visita de mis jefes en Roma, esa tarea se intensificó en estos últimos quince días. Obviamente no pudimos verlo todo, pero sí conocer algunas de nuestras comunidades y obras ubicadas en seis departamentos: Cundinamarca, Atlántico, Bolívar, Tolima, Caldas y Antioquia.

Estuvimos en plan de trabajo, no propiamente de turismo, y al desplazarnos por tierra y aire pudimos contemplar nuestra geografía y conocer sus gentes. Nada estaba dispuesto para atender extranjeros en visita, simplemente vivimos la cotidianidad con su genuina normalidad y espontánea rutina y, tengo que decirlo, me sentí muy orgulloso de lo nuestro.

Todas esas problemáticas que nos agobian sorprendentemente parecieron quedar eclipsadas con la belleza de nuestros paisajes, la variedad de climas, la abundancia de comida en presentaciones diversas, la creciente mejora de nuestra infraestructura que se observa en construcciones bien hechas, con acabados de buen gusto; carreteras bien trazadas y señalizadas. La verdad, sorprendido de lo que tenemos y orgulloso de mi país y de sus gentes.

Y es que tenemos gente maravillosa, acogedora con los foráneos haciéndolos sentir bien y en casa; emprendedores creativos que se rebuscan la manera de sobrevivir; trabajadores incansables de sol a sol que cumplen con sus tareas y las realizan con gusto y pasión. Increíble. Algunos dirán que tuve un sueño o que me imaginé como Alicia en el país de las maravillas. Y no. Todo esto fue aquí, en estas dos semanas, fue real. De pronto necesita uno mirar con otros ojos, desde otra perspectiva, para ver lo de siempre, diferente.

Con este panorama complejo que vivimos le va agarrando a uno cierto pesimismo, desencanto de tantos mentirosos y de otros tantos ciegos que no quieren ver lo evidente; escepticismo sobre nuestro futuro; incertidumbre en muchos frentes; gente que se va del país porque prevén debacles… pero no, este país de resiliencias, esta gente tenaz y que no se doblega, sigue ahí, firme, corajuda. Es tan admirable como estimulante.

La vida sigue y hay que continuar adelante. Cuando tengamos ganas de claudicar o tirar la toalla, recordemos que este país nuestro es un paraíso bello con gente extraordinaria. No todo es color de rosa, es verdad, pero no todo es maluco y desastroso. Lo que viví estos días fue una saludable experiencia de reconciliación con lo nuestro. Un necesario baño de colombianidad. Me sentí orgulloso de nuestro país.

viernes, 30 de diciembre de 2022

Nada de agüeros

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Nunca he creído en agüeros. Que si el gato negro, que si se le regó la sal, que si pasó debajo de la escalera, que si la escoba detrás de la puerta; que si el martes 13, que si San Antonio puesto de cabeza… Hay gente estresada con esos cuentos y vive atenta para evitarlos a toda costa o para prepararlos si es del caso. La sugestión es tal que le ponen todo el drama al asunto, se empeliculan con el cuento y hasta resultan siendo víctimas de sus propios rollos, atrayendo males y desgracias o convencidos ingenuamente de que sí funcionan.

Para la noche del 31 de diciembre hay agüeros propios de la temporada. Que los interiores amarillos y ojalá al revés para que económicamente nos vaya bien; que las 12 uvas con cada una de las campanadas, a las 12 de la noche; que echar unas papas a medio pelar debajo de la cama para que no falte la comida; que darle la vuelta a la manzana con las maletas para poder viajar, etcétera. De pronto a algunos les sale, pero la mayoría sigue ilusionada, año tras año, a ver qué pasa. Muchos no dejarán de vivirlo como algo lúdico y gracioso, afortunadamente.

Que nos vaya bien en el nuevo año, que obtengamos buenos logros, que progresemos en la vida y vayamos por la senda correcta no es cuestión de suerte, ni de agüeros, sino fruto de una juiciosa planeación y del trabajo cotidiano esforzado. Es verdad que no todo depende de uno, ni las cosas salen siempre como uno quisiera. Es verdad que hay situaciones imprevistas que nos desbordan y superan: ¿quién previó con suficiente antelación que tendríamos dos años devastadores con ocasión de la pandemia?, ¿alguno vaticinó los efectos del conflicto entre Rusia y Ucrania? Eso es cierto, pero también es cierto y mucho más razonable que es mejor discernir y organizarse que dejar las cosas a la deriva del azar y la suerte.

Que nos vaya mal no es porque se nos regó la sal o un gato negro se nos atravesó en el camino o pasamos por debajo de una escalera. Que nos saquen del llavero o perdamos el trabajo no fue porque pusieron una escoba detrás de la puerta. Que nos vaya bien en el amor no es porque pusimos patas arriba al pobre San Antonio. La prosperidad económica no está en los chillones calzoncillos amarillos. Ni que tengamos viajes porque hicimos el oso de sacar una maleta para correr como dementes por la calle.

Dado que ahora nos gobierna la objetividad basada en hechos y datos, quisiera ver las contundentes cifras, estudios estadísticos y rigurosas investigaciones que nos digan que los agüeros funcionan. Si los publican y me desmienten, aún así, seguiré afirmando que las buenas cosas en el nuevo año y siempre, no se darán por golpes de suerte o porque funcionaron los agüeros sino porque asumimos responsablemente nuestras obligaciones y labores. Eso sí está demostrado: que la constancia vence lo que la dicha no alcanza. Y las grandes realizaciones humanas han sido fruto de la tenacidad y la lucha por alcanzarlas, no por el cumplimiento de agüeros. ¡Feliz y bendecido año 2023!

viernes, 28 de enero de 2022

Trabajo sí hay pero...

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.* 

Finalmente, uno como ser humano es el resultado de la educación recibida, la del hogar y la de la escuela. Hace años había un afiche que decía: los niños aprenden lo que viven. No voy a repetir el contenido de su mensaje, pero en el fondo se exhortaba a dar ejemplo, definitivamente el mejor maestro en valores. 

A mi mamá la conocí trabajando. Se levantaba de madrugada para dejar todo listo. Nunca tuvimos empleada para los oficios domésticos, así que sábados y domingos eran para atender todos los asuntos pendientes. Que recuerde, excepcionalmente tuvo vacaciones. Una mujer incansable que laboraba de sol a sol. Aprendí, entonces, que hay que trabajar honestamente para sobrevivir modestamente, ganarse el pan y salir adelante en la vida. Desde muy temprana edad y en los tiempos de vacaciones, hasta que me hice jesuita, comencé a laborar con el apoyo de algunos familiares y amigos, atendiendo en el almacén de ropa infantil, colaborando en un taller de escultura, apoyando labores de metalmecánica, fungiendo en tareas de oficina, vendiendo en una papelería, fabricando emparedados, como sacristán responsable de un templo… aprendí ahí el valor del trabajo, me sentí millonario con mi primer salario y pronto me decepcioné al ver que el dinero no alcanzaba para todo lo que quería comprar, aprendí a ahorrar y ser responsable.

Todo este cuento hasta aquí para decirle a los padres de familia y también a los jóvenes, que hay que aprender a trabajar, que el dinero no cae de los árboles, que las cosas cuestan… Cuando no existen estas experiencias y a uno todo se lo dan, lo miman con cuanto capricho expresa, se lleva una vida mullida y facilitona, no se aprecia el valor de las cosas.

Observo a jóvenes generaciones que sin concluir sus estudios universitarios quieren ser ya gerentes y presidentes. Acumulando teoría y títulos se sienten con derecho a ser líderes de multinacionales. No que no sueñen y tengan derecho a aspirar, sino que nunca aprendieron a hacer fila y progresivamente ascender. No aceptan labores secundarias. No saben de la vida con sus retos, problemas y frustraciones, pero quieren tomar decisiones trascendentales. Y no es que no crea en sus capacidades, porque también fui joven y muy pronto me confiaron responsabilidades. Me refiero a que hay que aprender y hacer escuela, a que primero hay que saber obedecer si se quiere luego saber mandar.

Trabajo si hay, pero muchos rechazan las ofertas, porque quieren ganar mucho y hacer poco, porque si no es en altos cargos se sienten humillados. Y en el ámbito de las entidades pasa igual: se quejan de que la cosa está dura, pero cuando se les pide una cotización no la mandan y si se les confía un trabajo lo hacen a medias y de baja calidad. ¿Cuándo aprenderemos a hacer las cosas bien?, ¿cuándo a trabajar responsable y juiciosamente? Sin duda, es un asunto de cultura y de contexto que ayudará a construir un país de gente que lucha y trabaja o un país de mediocres presumidos y atenidos. Trabajo sí hay, pero…