Mostrando las entradas con la etiqueta Poder. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Poder. Mostrar todas las entradas

viernes, 30 de mayo de 2025

De paros, huelgas y protestas

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

Aunque este fenómeno social ha existido siempre y se le ha denominado de múltiples formas, otras como levantamiento, sublevación, estallido social y hasta revolución, lo que encierra de fondo siempre, en todos los casos, es descontento, insatisfacción, hartazgo respecto de un régimen, de un Gobierno en cualquiera de sus formas, de una autoridad que no ha hecho las cosas bien, en fin... de una gota que rebosó la copa y que ya no aguanta más.

Es un legítimo derecho que todos sentimos y decimos tener, al que podemos acudir en un momento dado si así lo queremos, pero que es mirado con suspicacia y recelo por quien está de turno en el poder. La Revolución de Octubre que derrocó al zar de Rusia, ya instalada en el poder, reprimió y persiguió a quienes quisieron cuestionarla. La revolución cubana sacó a Batista, pero luego el régimen castrista hasta hoy no permite alternativas. La revolución sandinista que expulsó a Somoza, en Nicaragua, hoy no tolera que alguien piense distinto. La revolución bolivariana de Chávez, con su flamante sucesor, desconoce y denigra de la oposición. Pero esa misma actitud opresora la han tenido emperadores, reyes, presidentes y dictadores, en todas las latitudes del mundo, llámese Nerón o Calígula, Sha de Irán o Hussein de Irak, Hitler, Mussolini o Franco. Sea de derecha o izquierda, capitalista salvaje y fascista o comunista trasnochado, el común denominador es que, una vez tomado el poder e instalado en el mismo, no hay que soltarlo. El asunto es ese: hambre de poder, envidia de no tenerlo.

Y por supuesto, en cualquiera de los casos anteriores, más exactamente, en todos los casos anteriores, el que siempre paga el pato, el que siempre lleva del bulto, el que por pura coincidencia siempre pierde, es el pueblo, esa masa informe, esa plebe, esas mayorías sin rostros definidos, esas multitudes que todo régimen vela porque se mantengan ignorantes, carentes de formación política y de conciencia crítica, para poder seguir siendo sujetos de opresión, explotación, avasallamiento y humillación. Son los perdedores de la historia, títeres de caudillos que los manipulan a su antojo según conveniencias, según coyunturas, según intereses, es claro, los de ellos por supuesto, no los del pueblo.

Entonces hay que protestar. Esa vez contra uno, esta vez contra otro, hoy contra este, mañana contra aquel. Igual, las cosas no cambian. Las promesas defraudan. El statu quo se mantiene. El establecimiento permanece. La obra de teatro es perfecta: los actores protagonistas son unos pocos frente a un numeroso público espectador pasivo que poco o nada habla. Hay que protestar a ver si algún día nos toca el turno del poder para que una vez lo tengamos ya no queramos bajarnos del mismo y no aceptar, de ninguna manera que nos protesten pues eso lo hemos alcanzado con mucho esfuerzo y esos inconformes no se imaginen lo deliciosas que son sus mieles. Eso es lo malo del poder: no estar en él. Un tal Jesús, por allá, hace siglos, dijo que el poder era para servir, no para tiranizar... pero lo mataron por estorboso y subversivo. ¿Cuándo podemos pensar y actuar distinto? 

lunes, 1 de abril de 2024

En pleno Viernes Santo

Por: José Leonardo Rincón, S.J.

José Leonardo Rincón Contreras

Celebrando como estamos la Semana Santa, no deja de impactarnos lo que le tocó vivir a Jesús de Nazaret. Después de un periodo exitoso que por poco culmina en asumir un liderazgo político que era lo que esperaban los judios del mesías, la decepción se exacerbó de modo que resultó ser incómodo para todos. Roma podría verlo como un zelote, pero Jerusalén lo veía también como un subversivo de sus preceptos y un blasfemo que se arrogaba palabras y obras que los desestabilizaba de su zona de confort en su apoltronado status-quo dogmático en el que estaban. Conocemos el trágico final producto de confabulaciones y complots, traiciones rastreras movidas por el dinero, negaciones y huidas, odios viscerales de quienes fueron sujeto de sus duras críticas y cuestionamientos directos.

Lo grave de hacer esta memoria es quedarse allí, en compunciones y lamentos, en lágrimas solidarias con la pobre víctima que ofrendó su vida por nosotros. Y resulta grave porque no se necesita esperar a esta semana mayor para decir que estamos en pleno viernes santo desde hace rato. Y si no que hablen los familiares de las víctimas de la violencia que ha azotado por más de 70 años nuestros campos y poblaciones. Que se pronuncien los que han tenido que huir como desplazados dejando atrás sus tierras y propiedades

El listado puede resultar interminable, cual tortura lacerante que agobia permanentemente. Amenazados de muerte que viven huyendo, adultos y mayores viviendo en la más desconsoladora soledad cuando no literalmente abandonados. Niños obligados a trabajar desde tierna edad, abusados y vulnerados; jóvenes carentes de afecto que buscan vías de escape en el alcoholismo y las drogas, sin sentido de la vida y con propensión al suicidio.

Viernes santo viven también los que padecen el desempleo, los que deambulan por las calles, duermen a la intemperie y escarban en la basura para comer de las sobras de los otros; los agobiados por las deudas y los que con un salario mínimo deben hacer milagros para sobrevivir. Mas esto acontece en medio nuestro y en todas las latitudes: Por los lados de Siria y Líbano padecen su viernes santo desde hace tiempos; Ucrania desde que Rusia la quiere suya; la franja de Gaza desde que, por culpa de terroristas de Hamas, Israel encontró el pretexto para eliminar a cuanto palestino existe, así sean mujeres y niños que poco o nada tienen por qué pagar por esta guerra de milenios. Dígase lo mismo de Sudán y de varios países en el África o de cualquier otra parte del mundo.

En tanto el egoísmo no nos permita salir de nosotros mismos, con la codicia y la voracidad de querer tenerlo todo, de ser dueños y señores absolutos navegando en dinero así alrededor mueran todos de hambre. En tanto el afán de poder exista se repetirá una y otra vez la historia trágica de la humanidad de querer avasallar y atropellar por doquier así sea a costa de pisotear la libertad y oprimir naciones enteras olvidando la sentencia evangélica: “de qué le sirve a uno ganar el mundo si se pierde a sí mismo?”

En este viernes santo no sé qué es más vergonzoso: si todo eso que sucede en este instante por esos afanes insaciables cargados de irracionalidad o si la estupidez humana reiteradamente certificada que demuestra que no se ha aprendido, ni se quiere aprender la lección.  Dicen que “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Lo que no se ha caído en cuenta es que los males han durado toda la vida, en tanto los cuerpos solo resisten máximo 100 años. Por eso la memoria es frágil y la amnesia es un mal colectivo. Seguiremos así en Viernes Santo.

viernes, 21 de abril de 2023

Ser personaje cuesta

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Humanos y mortales somos todos, comunes y corrientes, hijos de Dios y ciudadanos con iguales derechos y deberes. Sin embargo, por esas cosas de la vida, por la formación recibida, por el mérito de haber hecho bien las cosas, porque se les dio la oportunidad en un momento dado, por amistades y palancas, porque les gustó buscar un lugar protagónico y lucharon por alcanzarlo, en fin, por tantas diversas y múltiples razones, algunos dejan de ser del montón, salen del anonimato y tienen su “cuarto de hora” convirtiéndose en personajes de la vida pública.

Como se dice, pasa en la política, pasa en la empresa privada, pasa en el deporte, en el mundo del arte, en los ámbitos eclesiásticos, pasa en todas partes. Algunos tienen que pasar a la cabeza y ocupar un rol protagónico. Los puede tomar por sorpresa o ya estaban preparados, eso también varía en un abanico inmenso de posibilidades. El asunto es que, a algunos, el poder y la fama, que muchas veces vienen también acompañados de dinero, los desborda, los enceguece, por no decir embrutece, y el ser personaje les queda grande.

Ser personaje cuesta, porque se pierde buena dosis de privacidad. La gente, desde los niños que muchas veces los tienen como sus referentes e ídolos, hasta los seres humanos maduros que los siguen y les creen, consciente o inconscientemente suben al pedestal a esos congéneres, los idealizan y esperan siempre lo mejor: buen ejemplo en su comportamiento, alto desempeño y los mejores resultados en la gestión de eso en lo que son buenos.

Por eso, cuando la estatua se cae (o ¡antes de que la tumben!) la decepción es enorme y frustrante. El boxeador que derrochó su capital en el alcoholismo; el congresista que dice que acudió a prostitutas para desahogar sus penas frente a una masacre; el futbolista que se siente la estrella más importante del mundo y quiere hacer lo que se le da la gana; el mejor arquero que cuando gana el trofeo insulta todo un estadio con gestos obscenos; el líder mundial que invade otro país sin importarle cuántos muertos cuesta su ambición de poder o el que lo fue y ahora lo persigue la justicia por corromper con su dinero; el dictador de izquierda que fuese revolucionario y que ahora maneja su país a su antojo peor que el que tumbó en su momento; el jefe de Estado que tiene por costumbre dejar esperando la gente y nunca llega; el alto magistrado de corte que vende sentencias; el negociante voraz e insaciable que quiere dar zarpazos financieros; el corrupto fiscal anticorrupción; el burgomaestre que acaba con una ciudad entera como si nada; el eclesiástico de niveles vaticanos que comete actos ilícitos… pasa en las películas, pasa en la vida real.

Se les olvida a los tales personajes que no son eternos, que su poder es efímero, que el éxito es flor de un día, que pueden tener belleza, fuerza, dinero, fama, lo que sea… todo pasa, todo se acaba. Vanidad de vanidades, todo vanidad. “Vanidad, mi pecado favorito”, concluía el protagonista del filme “El abogado del diablo”. Se les olvidan dos cosas: que ser personaje cuesta porque exige dar ejemplo y buenos resultados y que serlo es totalmente pasajero. Que a nosotros no se nos olvide cómo ha habido tantos, auténticos gigantes y simultáneamente modestos, sencillos, humildes…

viernes, 16 de julio de 2021

Vivir con lo esencial

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Llegan muchos mensajes todos los días, algunos chistosos, otros que ponen a pensar y otros que son realmente basura. Una amiga nariñense me envió uno esta semana que, como se dice, me hizo el día: “nacemos sin traer nada, morimos sin llevarnos nada. Pero, en ese intervalo peleamos por lo que no trajimos y por lo que no nos llevaremos”. Cortas frases, gran sabiduría.

Es verdad cuando se dice en la declaración universal de los derechos humanos que todos nacemos libres e iguales; no se está hablando de una utopía sino de la mera y pura realidad. Vinimos al mundo empeloticos, esto es, desnudos, sin nada… sin embargo, el problema ya ha comenzado, porque si la cigüeña te dejó en la quinta avenida de New York, de seguro que te va a ir mucho mejor que si te dejó en un suburbio latinoamericano. Uno y otro van a estar preocupados en su vida, el uno para no perder todo lo que tiene y el otro para alcanzar lo que no tiene. Creerán que la felicidad consiste en llenarse de cosas y si acaso, muy tarde, descubrirán que el sentido auténtico de la vida era otra cosa y que por andar MFT, la desgastaron tontamente.

Debería entonces redactarse un acapite en la tal declaración que diga: y todos morimos por igual, sin distingos ni clases y peor aún, sin llevarnos nada… De pronto eso nos ayudaría a ser más cuerdos y sensatos, y nos animaría a llevar una vida más simple y austera, sin tanto boato baladí, sin tanta alharaca, sin tanta apariencia. Caeríamos en cuenta que los títulos académicos te dan conocimiento, pero no necesariamente sabiduría; que los aplausos y vanos honores son flor de un día; que el poder obtenido ciertamente fue por un cuarto de hora; que el dinero habido te satura de cosas, pero no garantiza que seas feliz; que muchos bienes materiales hubiese sido mejor no tenerlos. ¿Qué nos llevamos de todo esto? ¡Nada!

¿Qué es entonces lo esencial? Saint-Exupéry pondría en boca del zorro tan simple secreto: “Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. ¡Háganme el favor!  Entonces, lo fundamental, lo que vale la pena, a lo que hay que apostarle la vida, ¿no es una cosa, no es una persona? Con razón no somos felices, porque nada nos llena, nada nos satisface, insaciables de lo accesorio y carentes de lo realmente importante. ¡Cuán pifiados estamos en la vida!

Si en nuestra jerarquía de valores, nos ponemos en la tarea de ordenar nuestra existencia, creo que la suerte del mundo sería otra. Definidas sincera y honestamente nuestras principales apuestas, descubriríamos el tesoro maravilloso que se encierra detrás de lo simple y lo sencillo, y dejaríamos a un lado el estresante frenesí que cotidianamente nos desgasta, efímeramente nos ilusiona y, finalmente, nos deja vacíos. Entonces y solo entonces andaríamos con firmeza por la senda de la auténtica felicidad y no sufriríamos tanto por lo que no vale la pena. Sí, amigos, así de simple, así de fácil, así de asequible. Creo que todavía estamos a tiempo de tomar la mejor decisión. Recuerden: somos libres de hacer con nuestra vida lo que queramos, pero a la hora de nacer y morir somos igualitos, de modo que no perdamos tiempo en el intervalo por lo que no vale la pena. Vayamos a lo esencial y vivamos con ello, así seremos felices y Dios nos bendice.

viernes, 8 de enero de 2021

Consideraciones breves sobre el poder

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

El Todopoderoso, el Omnipotente, mejor dicho, el dueño de todo este cuento, nunca hizo alarde de su condición divina, sino que se anonadó en permanente actitud kenótica (de kénosis=vaciamiento, entrega) hasta la muerte injusta e ignominiosa y todo por amor hacia ese mundo que había creado. En sus discursos y modo de proceder había advertido que los grandes de las naciones los tiranizan y oprimen, pero que no debia ser así entre nosotros, sino que el primero debía ser el último y servidor de todos. Y este tatequieto lo dijo en un contexto donde sus más cercanos amigos querían obtener prebendas sacando provecho de su reconocimiento. En su último encuentro con ellos, los desconcertó con el gesto del lavatorio de sus pies y los invitó a hacer lo propio. Y cuando estaba siendo sometido a inicuo juicio, el engreído juez le dijo que tenía el poder para soltarlo o condenarlo, a lo que le respondió que no lo tendría si no se lo hubiese dado de lo alto.

El anterior “abstract” deberíamos tenerlo todos: los que lo han tenido, para que no se los olvide que el poder es absolutamente efímero; los que lo tienen, para que con los pies en la tierra dejen de creerse importantes y sepan para que lo tienen; y los que lo van a tener, para que dejen de hacerse tontas ilusiones creyendo que van a tener la sartén por el mango y más bien miren cómo van a prestar el mejor servicio.

Dicen que “el poder es para poder” y los más ingenuos y babosos creen que es para hacer lo que se les da la gana, tener ínfulas, pavonearse en medio de cortes de áulicos y aduladores.  Los cuerdos y sensatos, en tanto, la tienen clara: es para poder servir, para poder ayudar, para poder mejorar las condiciones de las personas, para poder entregarse a los demás. Erróneamente se habla de “dignidades” y “dignatarios” y más de uno se come el cuento y se pone “digno” porque lo nombraron para un cargo importante, entonces camina culifruncido el reyezuelo,  mira con desdén a los subalternos, reclama admiración y respeto, otea su alrededor cual can marcando territorio, carraspea como diciendo yo estoy aquí, se vuelve imprescindible e irreemplazable, saca provecho de su cuarto de hora para viajar y pasarla rico y, para colmos, cree que va durar toda la vida, pero cuando lo relevan o quitan, entra en la etapa de la viudez del poder y entonces se siente como la reina madre que manda sin mandar, quiere seguir manejando los hilos y el control y no logra superar el trauma de verse relegado a los segundos puestos.

Somos, no sé si amnésicos o tercos o ingenuos o torpes, o todas las anteriores. La historia nos ha mostrado reiterativamente la verdad respecto del poder y su uso, pero siempre vuelve y se repite, como reclamando la necesidad de que todos vivamos cruda y cruelmente sus apodícticas enseñanzas.

El show que ha dado el rubio del norte, raya entre lo vergonzoso y lo tragicómico. De modo que lo dicho aquí, no hace sino corroborar la sabiduría de las enormes verdades sobre el poder, a punto de bostezar y preguntarse como Darío Echandía: ¿y el poder, para qué?

viernes, 18 de septiembre de 2020

Se buscan líderes

José Leonardo Rincón Contreras

José Leonardo Rincón, S. J.*

Echando un vistazo global observo que, si por aquí llueve, por otras latitudes no escampa. El vacío efectivo de liderazgo auténtico es enorme. No basta tener el poder, hay que contar con autoridad. No basta gobernar, hay que saber mandar. No basta tener un andamiaje perfecto para controlar, hay que tener respaldo y credibilidad. No basta ocupar los primeros puestos para ser importante, hay que saber servir.

Claro, también es cierto que es muy fácil criticar la corrida de toros desde la barrera, o a los jugadores de fútbol y al árbitro desde la gradería o una cabina de transmisión, o al ciclista que no pudo ascender la cumbre de un premio de montaña desde la sala de televisión, o al jefe porque hizo o no hizo esto o aquello desde el corrillo de lenguas viperinas. De seguro que nunca se han parado solos frente a frente con un miura, no han sido capaces de hacer un solo gol en su vida, no han pedaleado seis horas seguidas subiendo una cuesta, mejor dicho, nunca han tenido ni coraje ni cojones para enfrentarse solos ante grandes retos y toma de decisiones. Pero todos se sienten con derecho a juzgar, descalificar y condenar.

Decía mi mamá que “el que se mete de redentor muere crucificado” porque el pueblo indolente y manipulable es también camaleónico y rastrero. Los mismos que te alabaron el Domingo de Ramos cuando estabas en tu cuarto de hora exitoso, son los mismos que piden crucificarte el Viernes Santo, cuando atraviesas horas difíciles y al caído hay que caerle. Hay que estar preparados y dispuestos para ello. También decía, “uno no es monedita de oro para todos”, “ni se es más porque te alaben ni menos porque te vituperen”. Y también concluía: “el que quiere azul celeste, que le cueste”. Sabiduría de siglos con actual pertinencia.

El líder no nace, se hace. Debe ser auténtico, tener carisma, pasión, ganas, alta capacidad de trabajo, principios y valores bien claros y definidos, capacidad de sacrificio, cuero duro y resistencia, coraje, tesón, capacidad de convocatoria, ascendiente, credibilidad, comportamiento ético, autoridad moral, testimonio de vida, bondad y simpatía, carácter y firmeza, honestidad y transparencia, decisión, eficiencia en la gestión (efectividad + eficacia). Se dirá, un supermán. No, un ser humano de carne y hueso, pero sí un líder de verdad.

No necesitamos mesías. El mesías verdadero, el auténtico, ya vino hace dos mil años y esta es la hora que no le hemos hecho caso. Los otros son seudos, son falsos. Engañan, mienten, generan pánico, dividen y polarizan, levantan muros, incitan al odio, la destrucción, la violencia, la muerte y la guerra. Se mueven por mezquinos intereses, son vengativos, adulan y son obsecuentes hasta que traicionan, hoy sonríen mañana apuñalan, amigos del dinero fácil quieren lucrarse y enriquecerse pronto, ladrones y corruptos. Alimentan su ego de manera insaciable, voraces del poder se sienten morir cuando lo pierden. Se creen imprescindibles y eternos. Se les olvida que son efímeros, que hoy les hacen estatuas y mañana se las derriban. ¡Se buscan líderes!

viernes, 20 de diciembre de 2019

Lo que el dinero no puede comprar


José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón Conteras
Nos han metido en la cabeza que, si no tenemos dinero, no podemos ser felices, porque con dinero se hace lo que se quiere, se compra lo que sea, y como si fuera poco, se vuelve irresistiblemente seductor. El dinero es el “ábrete sésamo” que todo lo consigue. Sin dinero no somos nada. Sin embargo, y para decirlo de una vez, no hay nada más contrario al espíritu de este tiempo de Navidad que el dinero. Por supuesto que suena contradictorio, porque es precisamente en estos días cuanto más dinero se mueve y donde la sociedad de consumo muestra su máximo esplendor.

Eso lo sabemos todos, pero todos hacemos caso omiso de tan preciada sabiduría: el Creador, dueño y señor de todas las cosas, el todopoderoso, para hacerse uno como nosotros, renunció a todo ese poder y magnificencia y desde la miseria extrema de su nacimiento hasta su escandalosa muerte en cruz, nos decepcionó optando por ser pobre y humilde. Como quien dice, su absurda propuesta va en franca contravía a los más respetados paradigmas que nos hemos inventado, al más precioso becerro de oro que hemos construido.

Perdónenme desciendo de tan trascendentales reflexiones a los banales casos donde el dinero se muestra como un dios cada vez más popular e imprescindible. Imagínense mis queridos amigos que, si tenemos dinero, nos han dicho que ya no tendremos pico y placa. Con dinero pagamos el derecho a movilizarnos en nuestro auto todos los días por las congestionadas vías capitalinas. Lo que no podemos comprar es que se arregle la movilidad. Se pondrá peor, pero gozaremos de la vana ilusión de haber pagado el podernos mover en nuestra “limusina” privada sin tener que untarnos de pueblo en Transmilenio. Toda esa turba ahora aumentará el tiempo para llegar al trabajo o la casa, gracias a tan colosal, por no decir estúpida, iniciativa del gobierno local. En lugar de mejorar el transporte masivo, exacerba el caos vehicular. ¡Son unos genios!

No sufra, me dirán, coja taxi. Y va a ver uno y de las varias aplicaciones que había, hubo una que con plata logró comprar las otras y nos dejó sin opciones. Esa es la típica estrategia del mercado capitalista, el monopolio. Entonces, si quiero un servicio, pido el taxi, pero si lo pido normal es probable que me gaste mucho tiempo sin lograr que un chofer compadecido con esta humanidad agobiada y doliente venga a recogerme, pero si tengo dinero y ofrezco propina, qué curioso, resulta que en la zona abundan los taxis y todos están disponibles. Como quien dice, usted con la plata hace bailar el perro. Si tiene plata de más, tiene su taxi.

Y si quiere ir en avión, se han inventado las aerolíneas dizque a precios muy módicos con los que puede viajar en el último puesto, junto al baño trasero. Pero no se preocupe, si quiere ir en el penúltimo puesto puede pagar tan deseado beneficio por una suma adicional. Y si quiere agua, añada otro poquito, y si lleva otra maleta, pague de más. Al final, quedamos con las tarifas de antes, pero nos queda la hedónica satisfacción de haber hecho valer nuestro dinero.

Y bueno, no quería meterle política al asunto, pero no olvidemos que si usted tiene platica, usted podrá evitarse la merecida mazmorra y obtener a cambio su casa como cárcel. Pague platica y le dan libertad condicional. Pague platica y podrá tener un bufete de abogados especializados en asesorar delincuentes. Si tiene platica usted puede mover cielo y tierra y lograr que las leyes cambien para su beneficio. Con dinero usted lava fachadas y deja de ser un despreciable y vulgar delincuente para convertirse en todo un señor ladrón de cuello blanco. Por el dinero que todo lo corrompe, usted deja caer edificios y puentes, puede robarse vías u otras obras de infraestructura, comprar congresistas para que voten a su favor; ganar licitaciones, comprar árbitros y jueces y hubo un tiempo en que hasta el cielo mismo podría ganarse pagando indulgencias… ¡qué tal!

Sin embargo, y como dice la canción, “ni se compra, ni se vende… no hay en el mundo dinero para comprar los quereres…” usted podrá comprar muchas cosas, pero, finalmente, no lo esencial y más importante: el amor, la salud, la verdad, la honestidad, la amistad verdadera, la paz, la tranquilidad de conciencia… la felicidad.  Es entonces y sólo entonces, después de habernos desencantado de que el dinero no todo lo puede comprar, cuando recordamos que “lo esencial es invisible a los ojos” y caemos en la cuenta de que, si el mismísimo Dios despreció el estiércol del diablo, ése que se entra por el bolsillo, al decir de Francisco, razones tendría y por algo sería. Entonces y sólo entonces, podremos comprender el genuino espíritu de la Navidad, ese espíritu que nos ofrece la sincera alegría y la auténtica felicidad. Sólo entonces.

lunes, 19 de agosto de 2019

Acuso


Por Antonio Montoya H.*

Antonio Montoya H.
Desde el inicio del blog del pensamiento he venido hablando, escribiendo e insistiendo en que la disciplina, el orden y el respeto por la norma son vitales para lograr una convivencia organizada en la sociedad. Por ello, los columnistas y yo, expresamos las ideas, de forma respetuosa y cuando tenemos quejas concretas que formular lo hacemos con el único objetivo de que los funcionarios públicos corrijan sus errores y que quienes ejercen en un momento determinado funciones de control, de administración y de vigilancia ciudadana, realmente controlen.

Como antes de formular una acusación es conveniente tener pruebas de lo ocurrido, de manera que una sola parte no tergiverse los hechos y lo haga incurrir a uno en falsedades o en historias contrarias a la verdad, solicité la prueba de lo que me estaba contando una señora y así es que me envió la copia de la denuncia penal presentada en la Fiscalía General de la nación en la que narra los hechos que a continuación describo de una manera sucinta:

Una noche del mes de mayo, viernes a las 12.30 p.m., va la señora en mención con su hija menor de edad, de 17 años, para la clínica por cuanto tenía un dolor abdominal que parecía ser apendicitis. En el camino fueron detenidas por un retén de tránsito y procedieron a efectuarle la prueba de alcoholemia, la cual inicialmente dio positiva. Le indicaron que tenían que hacerle otra prueba más técnica y la encerraron en un bus, alejada de su hija, quien afuera lloraba del desespero y del dolor. Qué tragedia, un policía de tránsito insensible, investido de autoridad, se negaba a oír el llanto, los ruegos de la madre y su hija, nadie más intervenía y había más funcionarios, todos ajenos a ese dolor humano. Para ellos era más importante la prueba que el acompañar a la señora con su hija a la clínica, porque también le dijeron que fueran, pero ella se tenía que devolver a la prueba lejos de la clínica y dejando sin protección a la menor.

Al fin de cuentas la prueba no dio positiva, dejaron el carro detenido, y para acaba de ajustar, cuando días después fueron a recogerlo a los patios del tránsito estaba chocado y su arreglo tuvo un valor cuantioso, de lo cual existe prueba.

¿Qué tenemos entonces? un abuso de autoridad, un funcionario plenamente identificado y denunciado con nombre y número de placa, un procedimiento arbitrario e ilegal, y más que todo inhumano. Una niña menor de edad, una madre desvalida por causa del abuso, un carro chocado y un funcionario infame, creyendo que el poder es una placa y que puede hacer lo que quiera.

Este y muchos otros casos se presentan a diario en la ciudad de Medellín y en otros muchos lugares de nuestro país. Es necesario que los funcionarios públicos que tienen a cargo a estos personajes les hagan entender que una cosa es el orden, la disciplina y el respeto por la ley, y otra es la forma y manera en que ellos deben aplicar las normas. Es necesario sensibilizarlos y hacerles entender que hacen más bien a la sociedad respetando al ciudadano y no abusando del poder y la autoridad; un buen ejercicio de autoridad hace bien.

Tengo en mi poder la denuncia, el nombre del oficial de tránsito, su número de identificación, para que no vengan a decir después que es una denuncia temeraria. La verdad es una y a ella me someto, no acepto que una sociedad permita funcionarios abusivos, llenos de prepotencia y poder. Requerimos hombres con humanismo, que ayuden y que eviten el dolor, y que sean cumplidores de la norma, pero respetando la dignidad.

martes, 16 de abril de 2019

De cara al porvenir: metamorfosis


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Resulta por lo menos curioso, confrontar las actitudes y posiciones de ciertas personas cuando ocupan un cargo, y luego cuando lo dejan.

Les insisto a mis alumnos que es la persona, el ciudadano, el profesional, quien debe darle brillo al cargo y no al contrario.

Cualquier cargo o posición es temporal y por lo tanto su nivel de poder e influencia, efímeros.

Comportamientos soberbios mientras se ocupa el cargo y opaca, inocua e intrascendente existencia, medrando los círculos de poder, para poder aspirar a nuevos aires, cuando no los ocupan, es propio de los mediocres.

Varios expresidentes hablan duro, con fuerza y razones para legalizar la droga y critican abiertamente la ineficaz política antidrogas impulsada por los Estados Unidos desde hace algunos decenios, mientras que cuando ocupaban el alto cargo, mantenían posturas sumisas y genuflexas alrededor del tema, eso sí, con rodilleras nuevas para cuando se tenían que reunir con su homólogo del norte.

Pareciera que todos los exministros se vuelven inteligentes cuando abandonan el cargo, mientras la mayoría desarrollaban ejecutorias mediocres mientras lo ocupaban.

Ni qué decir de los políticos que en su ocaso quieren fungir y aparecer como patriarcas, olvidando o haciendo olvidar que en su lejana juventud se abrían paso oficiando como “tirapiedras”.

Simpáticos los exempresarios o exaltos ejecutivos que predican lo poco necesario que es tener algunas comodidades como oficina y baño privado, secretaria y conductor, cosa que no reconocían cuando disfrutaban de las mieles de sus altos puestos.

Extraño el divorciado (a) que le reconoce puntos favorables a su expareja.

Dichosas las novias que todas se ven bonitas y los fallecidos que en la mayoría de los casos eran unos prohombres, haciendo caso al dicho de que “No hay novia fea ni muerto malo”.

Humildad y sencillez no son sinónimos, pero si son posturas y comportamientos necesarios dentro de una relación respetuosa entre los distintos grupos de humanos. Equidad, justicia, respeto, son atributos necesarios para realizar una convivencia civilizada. La promoción de estos valores es responsabilidad de la casa como primera escuela, y de la escuela como segunda casa.

No es necesario ser débil ni complaciente para poder ejercer la autoridad. Las decisiones deben ser tomadas dentro de la lógica y la racionalidad propias de los seres inteligentes. Cualquier toma de decisión toca intereses de algún tipo y para algunos grupos específicos. Sin embargo, la decisión debe ser tomada. Nadie tendría por qué recordar a los subalternos que él es quien manda. Postura mediocre que demuestra inseguridad y falta de altura con respecto a las relaciones entre humanos.

Insistimos en la conveniencia de dotar a Medellín de un adecuado centro de espectáculos, de un autódromo que cumpla con las especificaciones de la Fórmula 1 y de un velódromo cubierto. De igual manera, darle continuidad al esfuerzo de intervención de las aceras y los separadores de toda la ciudad.