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jueves, 1 de febrero de 2024

Si no son capaces con la verdad renuncien pero no mientan

Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez

Colombia entera está cansada de que le mientan. Está mamada del desgaste que le representa al país una crisis provocada por el falaz discurso populista y la demagogia que esconden la incompetencia y la ignorancia de quienes nos gobiernan, y de que cada que dañan algo le salen a echar la culpa a los demás.

La legitimidad de un Gobierno y de un gobernante no es un tema menor. Es tan grave como compleja es toda aquella circunstancia que deriva de un estupro incestuoso; en el caso de cada escándalo de este Gobierno, cometido contra la voluntad y la ingenuidad de toda la ciudadanía que compone la nación.

Tuve el honor de servirle a la democracia al gerenciar y responder por la total integridad del manejo de las campañas que legítimamente llevaron al doctor Iván Duque a la Presidencia de la República, consulta interpartidista, primera y segunda vuelta.

En primera vuelta nos autoimpusimos un tope de 80 millones y solo se le podía recibir según la ley y nuestros controles internos a personas naturales que cumplieran todos los requisitos. En segunda vuelta no le recibimos a nadie ni la envoltura de un confite, todo se financió con préstamos contra reposición de votos. Por tanto, nadie puede decir que le donó nada a la campaña de Iván Duque en segunda vuelta.

Yo como gerente fui la única persona autorizada para recibir donaciones y nunca le recibí nada en primera vuelta a ningún ente con personería jurídica, fuera empresa, fundación, asociación, federación, organización sin ánimo de lucro, etc. Cero. Ni a persona alguna que manejara recursos públicos o de entidades relacionadas con ellos. Nada.

No obstante que se observaron todas las normas de la ley electoral y que voluntariamente nos sometimos a estrictas normas internas auditadas en tiempo real por representantes de los entes de control, por presión política/mediática fuimos requeridos por las autoridades competentes y comparecimos ante las diversas instancias investigativas y judiciales durante nueve oportunidades entre 2018 y 2022, sin que se pudiera encontrar tacha alguna a la forma en que se manejaron los recursos públicos y privados que se me confiaron.

Hoy nuevamente, como ha sido su costumbre, Gustavo Petro le miente al país mediante falsas acusaciones a las campañas presidenciales de Iván Duque, tal vez con el fin de tapar las presuntas violaciones a la ley electoral cometidas durante sus campañas. Un asunto que deben dilucidar en derecho, la justicia y las autoridades competentes.

¿No es acaso el resentimiento la propia insatisfacción con uno mismo? y ¿no es la falacia la forma de encubrir las frustraciones derivadas de tan miserable condición humana?

Petro supera ya por mucho a su maestro Santos, en todo aquello de la mentira, el engaño, el descaro embustero en medios y en la propia cara de los demás, y hasta lo supera en todo lo que implica la lisonja acompañada de traición.

Las mentiras y el encubrimiento son actos amorales que se pueden ocultar, pero nunca excusan su existencia. La gente en Colombia no es tan boba como el presidente la supone en sus circenses, anacrónicas y ya desesperadas intervenciones públicas e irracionales comentarios.

Entiéndase de una vez por todas que las campañas y los partidos políticos que otorgan los avales son entes jurídicos, administrativos y contables autónomos y que cada uno responde por la legalidad de sus actos independientemente.

En noviembre de 2021 presentó Caracol una versión de que una empresa de Carlos Matos, reconocido delincuente que entonces trataba de eludir la justicia y presionar al Gobierno Duque para evitar ser extraditado de España a Colombia, le había aportado dineros a la campaña de Duque. Falso. Nunca le recibí a sus empresas, no podía, ni le hubiera recibido a Matos porque bien sabía de su dudosa reputación, al igual que nunca le quiso recibir mi padre durante su manejo de las campañas de Uribe. Todo eso se desvirtuó. Así que no se engañe a la gente con refritos y falacias por X señor presidente.

El proverbio dice: “El buey es lento pero la tierra es paciente”, y así mismo la justicia tarda pero siempre llega, pues engañar a los humanos no es cosa diferente que mentirse a sí mismo, cuando se sabe que al final la vida no se queda con nada.

Tal vez el nombre adecuado para quien quiere a toda costa terminar con la riqueza de la calidad humana y con la riqueza física de nuestra nación, sea Fausto y no Gustavo, “Aureliano”, “Andrés” o muchos otros alias o motes por los cuales se le conoce a lo largo de su oscura y estéril trayectoria pública.

Fausto es el protagonista de la leyenda clásica alemana que a pesar del éxito y de su “cuestionable” inteligencia, le vende el alma al propio diablo representado en esta obra por el famoso Mefistófeles, al ser incapaz de ser feliz por ser víctima de la insatisfacción con su vida y su oscura, mala y perversa condición humana. Se dice de una situación “fáustica”, cuando una persona ambiciosa renuncia a la integridad moral para alcanzar el poder y el éxito por un plazo limitado”. Y claro, esa persona envilecida por el poder en toda la extensión de la palabra, no se da cuenta de que al primero que le está mintiendo es a sí mismo, y que al final de cuentas contra la realidad no puede nada, no hay engaño que no se descubra, como nada está oculto entre cielo y tierra.

Pues bien, el resentimiento, las frustraciones y muchas otras cosas, tristemente llevan las personas a entrar en problemas mentales dilusivos de la verdad, cuando esta se reemplaza descaradamente por la mentira, y es así como la única forma de encubrir el descaro que envuelve cada conducta dolosa y delictiva es acusar a los demás de la miseria propia, y llegar a la osadía de calumniar a las ovejas por haberse devorado al lobo.

viernes, 4 de agosto de 2023

Instituciones a recuperar confianza

Andrés de Bedout Jaramillo
Por Andrés de Bedout Jaramillo

Todo parece indicar que Colombia podrá superar la dañina y nefasta presidencia de Gustavo Petro, quien engañó, engaña y seguirá engañando a los colombianos, que en su mayoría le copiaron a sus mentiras y lo subieron al poder que nos está llevando al fracaso como país, como sociedad. Esto sucederá siempre y cuando la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes y El Consejo Electoral, asuman con prontitud y seriedad, el cumplimiento de sus funciones constitucionales y legales.

El país necesita recuperar la confianza en sus instituciones, estamos en la mejor de las oportunidades para hacerlo y de una vez, enmendar el error de haber llevado a Petro a la presidencia de Colombia.

Estamos en manos de los poderes legislativo y judicial y yo confío en que aplicaran la constitución y la ley. De no ser así estarían acelerando la destrucción de nuestro país, iniciada hace un año por el presidente Petro, quien tiene ya muy maltrecha la confianza de los colombianos en el poder ejecutivo del Estado y muy especialmente en la institución de la Presidencia de la República.

Sería muy importante, sendos informes detallados de los presidentes de la Comisión de Acusaciones y del Consejo Electoral, sobre el estado actual de los procesos contra el presidente Petro y el cronograma de su continuidad, con los nuevos hechos conocidos por la Fiscalía, informes que deben ser de cara al país. No puede seguir siendo disculpa el hecho de que en situaciones aparentemente parecidas, no pasó nada y por ende igual resultado obtendremos acá, impunidad absoluta, con el agravante, de que estamos en manos de un Gobierno que no hace nada diferente a echar discursos por todo el país, sin ejecutar el presupuesto, sin hacer obras de infraestructura, sin darle mantenimiento a las vías nacionales, sin construir vías terciarias, sin entregar los subsidios para las viviendas de interés social, sin atender las necesidades de los niños y ancianos, que no cumple con nada de lo que propone, desconociendo a los sectores productivos, industriales, agrícolas, comerciales, turísticos, energéticos, sociales, etc., incentivando el odio de clases, fomentando la desunión entre los colombianos, desconociendo todo lo construido, mejor dicho, es como si nos hubiese caído la peste, de la que más de un 70% de los colombianos nos queremos deshacer; hoy tenemos la oportunidad, con la aplicación rápida de la constitución y la ley, por parte de la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes y del Consejo Electoral. Estas instituciones son la única arma de defensa que tenemos como sociedad, en franca desventaja frente al poder de la Presidencia que hoy desacertadamente nos Gobierna.

El interés general pide juicio político al presidente y castigo para los responsables de los diferentes delitos cometidos, por todos los actores, que en una u otra forma participaron en la gran cantidad de hechos relatados por la Fiscalía y la Procuraduría.

Hoy más que nunca Colombia necesita del accionar de sus instituciones, representadas por colombianos: senadores, representantes, magistrados, jueces, fiscales, procuradores, contralores, únicas autoridades que pueden frenar este rápido viaje al infierno al que nos están llevando la ideología Petro y el séquito de corruptos que lo rodean.

Opino que, gracias a Day, se destapó esta olla podrida, gracias a Laura y su bebé en camino, Nicolás está teniendo el valor de contar toda la verdad, para que las autoridades judiciales y de control, puedan tomar las decisiones que protejan el interés general y permitan a Colombia recuperar la confianza en sus instituciones, en sus congresistas, en sus magistrados, jueces, fiscales, personeros y procuradores. Estoy de acuerdo con las solicitudes de la Fiscalía al juez de garantías, frente a la situación jurídica de Day y de Nicolás.

Que Dios salve a Colombia, iluminando y dando toda la fuerza necesaria a los funcionarios públicos, que tienen en sus manos, este y todos los procesos que pongan fin a esta horrible noche a la que nos tiene sometidos este ilegítimo e irresponsable gobierno de Petro.

jueves, 12 de mayo de 2022

Publicidad política vs. publicidad privada

Santiago Cossio
Por Santiago Cossio*

Sostener una empresa requiere capital, tiempo, conocimiento y riesgo. Solo pensar en los trámites iniciales ya es bastante agobiador. Cómo muchos no tienen el capital toca recurrir al costoso crédito privado para ponerlo a trabajar. Emprender implica sacrificio, empeño y muchas horas de dedicación. Poner los bienes y servicios al pueblo es un gran logro y poder competir en el mercado es un gran reto.

Para vender se necesitan campañas publicitarias: vallas, volantes, cuñas radiales, comerciales de tv, etc. Hoy veo con preocupación más publicidad de los políticos que de las empresas. ¿Cuándo se volvió mejor negocio el sector público, que el sector privado?

Para formular esta hipótesis parto de creer que ninguna empresa en Colombia tiene hoy la capacidad de inversión publicitaria de lo que gasta un político.

Las vallas, cuñas radiales, llamadas telefónicas, pastelitos, afiches, volantes, marketing digital, pasacalles, comerciales de tv, camisetas, gorras, sancochos y conciertos son el pan diario de los políticos.

¿De dónde sacan más plata los políticos que el sector privado para una campaña comercial?

El ser político debería ser por amor a la humanidad y no por amor al poder o al dinero.

El sector público se vanagloria de autodenominarse honorable. Honorable senador, honorable magistrado etcétera, pero mucha gente, que hace parte de una construcción social, también debería llamarse honorable. Los que trabajan recogiendo las basuras de todos, los maestros, los de la Cruz Roja, defensa civil, scouts, concejos de cultura, etcétera, también son honorables.

Volviendo al tema, qué nos dice una valla política con una foto y un nombre: nada. Con eso no sabemos si es buena o mala persona, ni con eso sabemos sus propuestas. Hoy las vallas de políticos están regadas por todo el territorio nacional. Un empresario va a poner una sola valla y es mucho lo que se tiene que apretar y eso precisamente es lo que me preocupa.

Hagamos una sumatoria de lo que vale una campaña política contra lo que se recibe después en forma de salarios. Las inversiones publicitarias son mayores a lo que ganan y eso levanta ya sospechas. Y pasa en todo el sistema político.

También veo que con los altos salarios no se ha evitado la corrupción. Senadores en la cárcel, zar anticorrupción en la cárcel por corrupción, magistrados de la corte vendiendo fallos. Todos tienen buenos salarios y esto no ha detenido la corrupción. El cambio cultural comienza con un cambio de mentalidad colectiva dónde guiados por la moral y la ética se recompone incluso el sistema político.

PD. Ojalá algún día se pensara en la política sin rostro. Que evaluemos los candidatos por sus propuestas y no por su cara o apellido.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Aspirantes a la Presidencia

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.*

En Colombia nos movemos al vaivén de los acontecimientos diarios, no trabajamos la planeación, ni menos lo hacemos por objetivos; la opinión cambia de un lado a otro de acuerdo con el comportamiento, opinión, o manifestaciones de los políticos, quienes no tienen planes de trabajo, no quieren pertenecer a los partidos tradicionales, y quieren ser ellos, sin exclusión alguna, los salvadores de la nación, creyendo que, con sus propias ideas, permitirán el avance y desarrollo de Colombia.

Están equivocados de principio a fin. Ninguno, ni el más inteligente, avezado e intelectual o el más ignorante de todos, que son varios, lograran dar unidad a Colombia si no existe un propósito común. Si no, díganme ustedes si alguien que llegue a la Presidencia de la República podrá gobernar con independencia si una mayoría no lo acompaña en el Congreso y así lograr sacar avante los proyectos y promesas que efectúa en la contienda electoral.

Hoy casi sesenta (60) candidatos están en el ruedo buscando ya sea por firmas, avales o partidos acceder a la contienda electoral. Cuánto dinero no se está moviendo entorno de ellos, porque conseguir las firmas requeridas vale dinero, y mucho, seiscientas mil firmas requieren una movilidad de personas en cada región del país para conseguirlas, una tarea no inferior a los mil doscientos millones de pesos ($1.200.000.oo), sino es más; entonces multipliquen por los que están recurriendo a ellas y son miles de millones de pesos los que se están invirtiendo en una aventura electoral, que al final tendrá, en la segunda vuelta, dos candidatos, y por ello la pregunta es ¿quién los financia, por qué y para qué?

Esa es la pregunta que nos hacemos la gente del común, los ciudadanos de a pie… qué sentido tendrá ser presidente de Colombia, por cuanto esa posición a la que se llega ya está vendida y pone en riesgo ese triunfo a la economía, la seguridad jurídica y al desarrollo del país, al tener comprometida la gestión por deber favores y dinero.

Por ende, la primera propuesta que les efectúo en el día de hoy es que las campañas presidenciales sean financiadas por el Estado, que no se admita ni un solo dinero privado, ni de empresas y menos de personas naturales; que trabajen al momento de cierre de inscripciones con dineros estatales, que no sean excesivos, que tengan el mismo acceso en tiempo a la radio, televisión y prensa, que no se vote el dinero, que no se comprometa el futuro del país con financiadores privados, sean personas naturales o jurídicas, que son las que impiden el desarrollo armónico del país.

Sabemos todos que de estos candidatos que están en la mira pública, llegarán a la primera vuelta electoral un máximo de diez (10), unos serán los que se acuerden por la Alianza Verde; otros, los de la experiencia, los de la esperanza, Centro Democrático, liberales, conservadores, los de Petro (el solo) y alguna otra facción que se me olvida en este escrito. De todos ellos llegarán a la segunda vuelta únicamente dos… entonces vuelvo y pregunto, los otros ¿qué harán para pagar las obligaciones económicas que les quedan luego de ser aspirantes, o será que ese solo hecho les genera rendimientos económicos? Vaya pregunta y la respuesta no sé quién nos la puede dar. Lo que sí les puedo decir es que el fenómeno de la corrupción es lo que más afecta la credibilidad ciudadana, nadie cae preso, nadie reintegra dineros o poco es lo que se logra, y por ello no podemos permitir que sean ellos los que financien las campañas.

Me decían en una tertulia el día de ayer que Colombia es modelo de democracia comparada con Nicaragua, Venezuela y otros países suramericanos, países en los que meten a la cárcel a los aspirantes despejando el camino para la reelección a quien gobierna. La respuesta que yo les di y reitero hoy es que eso de allá no es democracia, es una dictadura absurda, un remedo, un abuso de poder y que por ende no es posible ni viable comparar esos países con ninguno otro. Que debemos es derrocarlos y convocar a elecciones libres, que permitan prosperar esas economías y dar mejores condiciones de vida a los ciudadanos de esos países.

Digo y me reafirmo, que cuando un país tiene 60 o más candidatos presidenciales no conlleva eso a afirmar que es una democracia legitima, diría yo que es una democracia endeudada, sujeta a los que están detrás del poder, al acecho, esperando la retribución de los servicios ofrecidos a través de dadivas y auxilios; ellos son los verdaderos corruptos que acaban con las arcas públicas enriqueciendo a unos y empobreciendo a la mayoría.

En conclusión, puedo afirmar que la proliferación de candidatos no es una muestra de democracia, que lo que es cierto es que la ausencia de partidos serios, con ideología y principios conlleva al caos de nuestro país. Por consiguiente, invito a los ciudadanos a que nos pellizquemos, pensemos en una verdadera democracia con responsabilidad y que obtengamos gobiernos que sí crean en la democracia, no la utilicen y no obtengan beneficios para ellos; será la única forma de que las libertades y opiniones prosperen en Colombia.

Nunca es tarde para obtener un mejor país.

miércoles, 21 de julio de 2021

La sala de los precandidatos

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Desde hace siglos, en la política, es determinante el signo pesos ($), que se originó como una M a la cual se sobrepuso una S, abreviatura de Medici, que en la tipografía moderna se desdibuja en la forma habitual que conocemos. Sin embargo, otros le atribuyen un origen español, que en nada demerita la eterna importancia del dinero en la política, que tanto se notó en la era de los Medici, cuando esa familia de médicos se volvió de riquísimos banqueros que dominaron, directamente o mediante dependientes, el poder en Florencia.

Traigo esto a cuento porque debo recordar la influencia de los comanditarios en las empresas políticas, que no han desaparecido, a pesar de la abundancia y complejidad de las legislaciones sobre financiación electoral.

La verdad, lamentable desde luego, es que aquí y allá, por encima de las sumas que el Estado reconoce en función de los votos de las distintas corrientes, escrutados, los candidatos solicitan considerables “avances” extracontables porque las campañas se han convertido en empresas de costo exorbitante.

Podríamos debatir horas enteras acerca de las reformas estructurales deseables y convenientes para la financiación de campañas, pero de momento tenemos que alejarnos del deber ser para ubicarnos dentro de la Realpolitik.

Dejando de lado al candidato Petro, cuyas abundantes fuentes de financiación obviamente desconozco, considero que para derrotarlo hay que desarrollar desde ahora una campaña con vocación de triunfo (no 40 campañas). Esa invitación al electorado exige un esfuerzo programático, incesante, coherente, inteligente, llamativo y técnico, a través de tv, radio y redes sociales, especialmente. Ese esfuerzo demanda centenares o miles de millones de pesos y ninguno de los 40 precandidatos democráticos dispone de esas sumas, ni puede conseguirlas, a menos que alguno de (o algunos) de los magnates que en Colombia llamamos “cacaos” les facilite(n) buena parte de sus requerimientos en calidad de préstamo, mientras llega la reposición después de las elecciones.

El problema consiste en que 40 señoras y señores, patrióticos y respetables, aspiran a la presidencia de la república al mismo tiempo, pero ninguno dispone de fondos para adelantar una campaña que permita alcanzar el segundo puesto en la primera vuelta.

Quien quede de placé en la primera ronda, seguramente tendrá apoyo considerable, in extremis, para disputar la segunda vuelta. Por eso, de momento, es urgente pensar en la financiación, antes de hacer el ridículo y lanzarse apenas para figurar. Ya van, repito, como 40, y cada día aparecen más aspirantes.

Si las cosas siguen así, en toda solicitud de empleo se preguntará: “¿Ha sido usted candidato presidencial?”

Hace algunas noches tuve una agradable ensoñación, de aquellas de las burlas veras. En la antesala de cada cacao habían tenido que habilitar una sala de espera para candidatos, con tinto, gaseosas, prensa, tv, música ambiental y amables relacionistas, para hacer menos tediosa la interminable espera de los solicitantes, porque ningún potentado puede atender tantos aspirantes. El sueño terminó cuando en la sala resonó el refrán de “tanto pobre junto pierde la limosna”…

miércoles, 17 de julio de 2019

Costos electorales y corrupción


Por José Alvear Sanín*

José Alvear Sanín
En vez de costosas e inútiles pantomimas, como una consulta popular para prohibir lo que ya estaba prohibido, el país requiere medidas enérgicas y de fondo contra la corrupción.

Rememoro la pobreza, austeridad y honestidad de la política colombiana desde los orígenes de la República hasta bien entrado el siglo XX, y siento angustia cuando comparo ese pasado con los niveles de corrupción que deforman actualmente su ejercicio.

Algo verdaderamente escandaloso es el costo que ha alcanzado a hacerse elegir. Las cifras que se barajan son aterradoras. Posiblemente hay exageración cuando hablan de mil o dos mil millones para alcanzar una curul en el Congreso, o de centenares de millones para un diputado o un concejal en las grandes ciudades. Todos nos preguntamos cómo es posible gastar en la campaña más de lo que se percibe por dietas y adehalas en la totalidad del periodo.

Por desgracia, esas cifras, aun reducidas al 50%, al 75% o aun al 1%, son inaceptables, porque a las corporaciones públicas debe llegarse por preparación, capacidad y méritos.

Recuerdo que cuando algo tuve que ver con las finanzas del Directorio Conservador de Antioquia, este se sostenía con pequeñas contribuciones de los empleados públicos y de los elegidos en nuestras listas, y que cada cuatro años, para las elecciones generales, rifábamos un automóvil. Los aspirantes recorrían el departamento en sus propios vehículos o en bus, y pagaban de su bolsillo los modestos hoteles de pueblo. Los concejales servían ad honorem, y las dietas parlamentarias eran exiguas. Nadie pensaba en enriquecerse con la política, y esta, por el contrario, empobrecía.

A pesar del clima austero y patriótico de este ejercicio, a veces se presentaban aprovechamientos indebidos, pero eran tan escasos como ahora los políticos probos.

En algún momento, tal vez coincidiendo con el auge mafioso del último cuarto del siglo XX, la política empezó a degradarse y a ella comenzaron a asomarse contribuciones de capos y de grandes intereses económicos. Se pensó entonces en la financiación oficial de los partidos y movimientos. No sé de dónde copiaron aquello de la reposición de gastos en función del número de votos contabilizados por cada grupo o candidato, pero el remedio resultó peor que la enfermedad.

En efecto, las sumas que se fijan como topes son tan abultadas como desproporcionadas, pero no colman los presupuestos de los aspirantes, de tal manera que al lado de una reposición de gastos más o menos bien sustentada, existe una “financiación” paralela, a cargo de constructores, concesionarios, multinacionales del soborno, urbanizadores, magnates, mafiosos, contrabandistas, usureros y de toda clase de interesados en maniobras, leyes, contratos y chanchullos, que se reclaman como contraprestación por esas “inversiones electorales”. Esto también ocurre, de manera especialmente preocupante, con los aspirantes a alcaldías y gobernaciones, cuyas campañas también son estrambóticas.

No vale la pena citar las cifras autorizadas, ni ponderar las “extralegales”, porque de lo que se trata es de reclamar el regreso a una política austera y moralmente satisfactoria, para lo cual los partidos y movimientos deben elegir a las personas preparadas y honestas que ahora no pueden asomarse a la ella.

Desde luego, es necesario que los electores conozcan lo que los candidatos piensan, representan y ofrecen, pero eso no se consigue con las caritas sonrientes en los infinitos afiches y en las estúpidas vallas, ni con los lemas tontos, la propaganda política pagada y chillona en radio y tv, los volantes que van a la basura, los costosos vuelos en aviones fletados, los grandes hoteles, bailes y banquetes de los aspirantes. En vez de discutir con ideas los problemas nacionales, se presenta un hostigante exceso propagandístico, poco o nada motivador, y por eso muchos proceden luego a la compra de votos, práctica cada día más extendida, que tiene mucho que ver con el costo astronómico de las campañas.

Para que el elector escoja bien, en conciencia, hay que eliminar todo ese ruido y presentarle a los candidatos, cara a cara, sin la costosa deformación de la vergonzosa propaganda política actual.

Nada más fácil ni menos costoso, si reducimos las campañas políticas a apariciones en tv y al esfuerzo individual de sus aspirantes, puerta a puerta y plaza por plaza.

No existe ya nadie que carezca de ese medio, y por eso el gobierno debe otorgar a todos los partidos tiempo razonable para la exposición de sus programas, teniendo en cuenta tanto el peso electoral de estos como la conveniencia de ventilar nuevas opciones de manera equilibrada, porque no es admisible que se privilegie al partido gobernante o a advenedizos procedentes de la subversión y el crimen. Este es un ejercicio difícil, pero tan posible como conveniente, porque lo inadmisible consiste en seguir dilapidando recursos, tolerando contribuciones off the record y convirtiendo la política en un coto cerrado al que solo se pueden presentar quienes tengan billete y más billete.

En cambio, los partidos deben financiarse con donaciones razonables, deducibles de la renta bruta, procedentes de una amplia base de afiliados, en vez de depender de las enormes sumas que ahora les otorgan el presupuesto y oscuros y multimillonarios donantes.

De paso hay que rechazar que el grupúsculo FARC (con 50.000 electores) reciba del Tesoro Nacional más dinero que los verdaderos partidos políticos. Inadmisible también que le regalen 42 emisoras, en vísperas electorales, por parte de un gobierno, obligado —no lo olvidemos—, a respetar el principio de la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Y además, ningún partido, asociación, iglesia o grupo, debe tener emisoras regaladas por el Estado.

***

Al doctor Santos también se le entró el elefante a sus espaldas, como al otro que tampoco se dio cuenta. Ambos se enteraron por la prensa… y por eso no se les puede exigir responsabilidad penal alguna. La diferencia entre estos dos ingenuos reside en que Samper limitó el mecanismo de la mermelada a los congresistas, y por esa razón los medios no lo encubrieron, en tanto que Santos les untó la tostada a unos y otros, y así pudo avanzar viento en popa hacia fines aun más perversos que los de su precursor.