Por José Alvear Sanín*
Desde hace siglos, en la política, es
determinante el signo pesos ($), que se originó como una M a la cual se sobrepuso una S, abreviatura
de Medici, que en la tipografía moderna se desdibuja en la forma habitual que
conocemos. Sin embargo, otros le atribuyen un origen español, que en nada
demerita la eterna importancia del dinero en la política, que tanto se notó en
la era de los Medici, cuando esa familia de médicos se volvió de riquísimos
banqueros que dominaron, directamente o mediante dependientes, el poder en
Florencia.
Traigo esto a cuento porque debo recordar la
influencia de los comanditarios en las empresas políticas, que no han
desaparecido, a pesar de la abundancia y complejidad de las legislaciones sobre
financiación electoral.
La verdad, lamentable desde luego, es que aquí y allá, por encima de las
sumas que el Estado reconoce en función de los votos de las distintas
corrientes, escrutados, los candidatos solicitan considerables “avances”
extracontables porque las campañas se han convertido en empresas de costo
exorbitante.
Podríamos debatir horas enteras acerca de las
reformas estructurales deseables y convenientes para la financiación de
campañas, pero de momento tenemos que alejarnos del deber ser para ubicarnos
dentro de la Realpolitik.
Dejando de lado al candidato Petro, cuyas
abundantes fuentes de financiación obviamente desconozco, considero que para
derrotarlo hay que desarrollar desde ahora una campaña con vocación de triunfo
(no 40 campañas). Esa invitación al electorado exige un esfuerzo programático,
incesante, coherente, inteligente, llamativo y técnico, a través de tv, radio y
redes sociales, especialmente. Ese esfuerzo demanda centenares o miles de
millones de pesos y ninguno de los 40 precandidatos democráticos dispone de
esas sumas, ni puede conseguirlas, a menos que alguno de (o algunos) de los
magnates que en Colombia llamamos “cacaos” les facilite(n) buena parte de sus
requerimientos en calidad de préstamo, mientras llega la reposición después de
las elecciones.
El problema consiste en que 40 señoras y
señores, patrióticos y respetables, aspiran a la presidencia de la república al
mismo tiempo, pero ninguno dispone de fondos para adelantar una campaña que
permita alcanzar el segundo puesto en la primera vuelta.
Quien quede de placé en la primera ronda, seguramente tendrá apoyo considerable, in extremis, para disputar la segunda
vuelta. Por eso, de momento, es urgente pensar en la financiación, antes de
hacer el ridículo y lanzarse apenas para figurar. Ya van, repito, como 40, y
cada día aparecen más aspirantes.
Si las cosas siguen así, en toda solicitud de
empleo se preguntará: “¿Ha sido usted candidato presidencial?”
Hace algunas noches tuve una agradable
ensoñación, de aquellas de las burlas veras. En la antesala de cada cacao
habían tenido que habilitar una sala de espera para candidatos, con tinto,
gaseosas, prensa, tv, música ambiental y amables relacionistas, para hacer
menos tediosa la interminable espera de los solicitantes, porque ningún
potentado puede atender tantos aspirantes. El sueño terminó cuando en la sala
resonó el refrán de “tanto pobre junto pierde la limosna”…