miércoles, 21 de julio de 2021

La sala de los precandidatos

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Desde hace siglos, en la política, es determinante el signo pesos ($), que se originó como una M a la cual se sobrepuso una S, abreviatura de Medici, que en la tipografía moderna se desdibuja en la forma habitual que conocemos. Sin embargo, otros le atribuyen un origen español, que en nada demerita la eterna importancia del dinero en la política, que tanto se notó en la era de los Medici, cuando esa familia de médicos se volvió de riquísimos banqueros que dominaron, directamente o mediante dependientes, el poder en Florencia.

Traigo esto a cuento porque debo recordar la influencia de los comanditarios en las empresas políticas, que no han desaparecido, a pesar de la abundancia y complejidad de las legislaciones sobre financiación electoral.

La verdad, lamentable desde luego, es que aquí y allá, por encima de las sumas que el Estado reconoce en función de los votos de las distintas corrientes, escrutados, los candidatos solicitan considerables “avances” extracontables porque las campañas se han convertido en empresas de costo exorbitante.

Podríamos debatir horas enteras acerca de las reformas estructurales deseables y convenientes para la financiación de campañas, pero de momento tenemos que alejarnos del deber ser para ubicarnos dentro de la Realpolitik.

Dejando de lado al candidato Petro, cuyas abundantes fuentes de financiación obviamente desconozco, considero que para derrotarlo hay que desarrollar desde ahora una campaña con vocación de triunfo (no 40 campañas). Esa invitación al electorado exige un esfuerzo programático, incesante, coherente, inteligente, llamativo y técnico, a través de tv, radio y redes sociales, especialmente. Ese esfuerzo demanda centenares o miles de millones de pesos y ninguno de los 40 precandidatos democráticos dispone de esas sumas, ni puede conseguirlas, a menos que alguno de (o algunos) de los magnates que en Colombia llamamos “cacaos” les facilite(n) buena parte de sus requerimientos en calidad de préstamo, mientras llega la reposición después de las elecciones.

El problema consiste en que 40 señoras y señores, patrióticos y respetables, aspiran a la presidencia de la república al mismo tiempo, pero ninguno dispone de fondos para adelantar una campaña que permita alcanzar el segundo puesto en la primera vuelta.

Quien quede de placé en la primera ronda, seguramente tendrá apoyo considerable, in extremis, para disputar la segunda vuelta. Por eso, de momento, es urgente pensar en la financiación, antes de hacer el ridículo y lanzarse apenas para figurar. Ya van, repito, como 40, y cada día aparecen más aspirantes.

Si las cosas siguen así, en toda solicitud de empleo se preguntará: “¿Ha sido usted candidato presidencial?”

Hace algunas noches tuve una agradable ensoñación, de aquellas de las burlas veras. En la antesala de cada cacao habían tenido que habilitar una sala de espera para candidatos, con tinto, gaseosas, prensa, tv, música ambiental y amables relacionistas, para hacer menos tediosa la interminable espera de los solicitantes, porque ningún potentado puede atender tantos aspirantes. El sueño terminó cuando en la sala resonó el refrán de “tanto pobre junto pierde la limosna”…