Por Antonio Montoya H.*
En Colombia nos movemos al vaivén de los acontecimientos
diarios, no trabajamos la planeación, ni menos lo hacemos por objetivos; la
opinión cambia de un lado a otro de acuerdo con el comportamiento, opinión, o
manifestaciones de los políticos, quienes no tienen planes de trabajo, no
quieren pertenecer a los partidos tradicionales, y quieren ser ellos, sin
exclusión alguna, los salvadores de la nación, creyendo que, con sus propias
ideas, permitirán el avance y desarrollo de Colombia.
Están equivocados de principio a fin. Ninguno, ni el más
inteligente, avezado e intelectual o el más ignorante de todos, que son varios,
lograran dar unidad a Colombia si no existe un propósito común. Si no, díganme
ustedes si alguien que llegue a la Presidencia de la República podrá gobernar
con independencia si una mayoría no lo acompaña en el Congreso y así lograr
sacar avante los proyectos y promesas que efectúa en la contienda electoral.
Hoy casi sesenta (60) candidatos están en el ruedo buscando
ya sea por firmas, avales o partidos acceder a la contienda electoral. Cuánto
dinero no se está moviendo entorno de ellos, porque conseguir las firmas
requeridas vale dinero, y mucho, seiscientas mil firmas requieren una movilidad
de personas en cada región del país para conseguirlas, una tarea no inferior a
los mil doscientos millones de pesos ($1.200.000.oo), sino es más; entonces
multipliquen por los que están recurriendo a ellas y son miles de millones de
pesos los que se están invirtiendo en una aventura electoral, que al final
tendrá, en la segunda vuelta, dos candidatos, y por ello la pregunta es ¿quién
los financia, por qué y para qué?
Esa es la pregunta que nos hacemos la gente del común, los
ciudadanos de a pie… qué sentido tendrá ser presidente de Colombia, por cuanto
esa posición a la que se llega ya está vendida y pone en riesgo ese triunfo a
la economía, la seguridad jurídica y al desarrollo del país, al tener
comprometida la gestión por deber favores y dinero.
Por ende, la primera propuesta que les efectúo en el día de
hoy es que las campañas presidenciales sean financiadas por el Estado, que no
se admita ni un solo dinero privado, ni de empresas y menos de personas
naturales; que trabajen al momento de cierre de inscripciones con dineros
estatales, que no sean excesivos, que tengan el mismo acceso en tiempo a la
radio, televisión y prensa, que no se vote el dinero, que no se comprometa el
futuro del país con financiadores privados, sean personas naturales o
jurídicas, que son las que impiden el desarrollo armónico del país.
Sabemos todos que de estos candidatos que están en la mira
pública, llegarán a la primera vuelta electoral un máximo de diez (10), unos
serán los que se acuerden por la Alianza Verde; otros, los de la experiencia,
los de la esperanza, Centro Democrático, liberales, conservadores, los de Petro
(el solo) y alguna otra facción que se me olvida en este escrito. De todos
ellos llegarán a la segunda vuelta únicamente dos… entonces vuelvo y pregunto,
los otros ¿qué harán para pagar las obligaciones económicas que les quedan luego
de ser aspirantes, o será que ese solo hecho les genera rendimientos
económicos? Vaya pregunta y la respuesta no sé quién nos la puede dar. Lo que sí
les puedo decir es que el fenómeno de la corrupción es lo que más afecta la
credibilidad ciudadana, nadie cae preso, nadie reintegra dineros o poco es lo
que se logra, y por ello no podemos permitir que sean ellos los que financien
las campañas.
Me decían en una tertulia el día de ayer que Colombia es modelo
de democracia comparada con Nicaragua, Venezuela y otros países suramericanos,
países en los que meten a la cárcel a los aspirantes despejando el camino para
la reelección a quien gobierna. La respuesta que yo les di y reitero hoy es que
eso de allá no es democracia, es una dictadura absurda, un remedo, un abuso de
poder y que por ende no es posible ni viable comparar esos países con ninguno
otro. Que debemos es derrocarlos y convocar a elecciones libres, que permitan
prosperar esas economías y dar mejores condiciones de vida a los ciudadanos de
esos países.
Digo y me reafirmo, que cuando un país tiene 60 o más
candidatos presidenciales no conlleva eso a afirmar que es una democracia
legitima, diría yo que es una democracia endeudada, sujeta a los que están
detrás del poder, al acecho, esperando la retribución de los servicios
ofrecidos a través de dadivas y auxilios; ellos son los verdaderos corruptos
que acaban con las arcas públicas enriqueciendo a unos y empobreciendo a la
mayoría.
En conclusión, puedo afirmar que la proliferación de
candidatos no es una muestra de democracia, que lo que es cierto es que la
ausencia de partidos serios, con ideología y principios conlleva al caos de
nuestro país. Por consiguiente, invito a los ciudadanos a que nos pellizquemos,
pensemos en una verdadera democracia con responsabilidad y que obtengamos gobiernos
que sí crean en la democracia, no la utilicen y no obtengan beneficios para
ellos; será la única forma de que las libertades y opiniones prosperen en Colombia.
Nunca es tarde para obtener un mejor país.