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jueves, 19 de mayo de 2022

Vigía. La historia: ¿los absolverá, los condenará o los olvidará?

Coronel John Marulanda (R)
Por: John Marulanda

“La historia me absolverá” es el título de la autodefensa de Fidel Castro Ruz en el juicio en su contra del 16 de octubre de 1953. Sindicado de los asaltos a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, el 26 de julio de ese mismo año, fue condenado a 15 años en el penal de la entonces Isla de Pinos.

De Castro a Chávez

El entonces licenciado en Derecho Civil, dijo que su alegato ante el tribunal había terminado con “la historia me absolverá”, frase que hizo carrera entre los marxistas leninistas latinoamericanos. Desde 1953, sus fanáticos seguidores publicaron el libro que lleva el mismo título de su “profética” defensa la cual, rápidamente, en medio de la turbulencia continental provocada por el sovietismo, se transformó en el Manifiesto del Movimiento 26 de Julio… y el castrismo ha permanecido desde entonces por más de 60 años en el poder.

En 1955, Castro fue amnistiado por Fulgencio Batista, se trasladó a México y regresó a Cuba en el yate Granma, en diciembre de 1956. 28 años después de la intentona castrista, el entonces presidente venezolano Rafael Caldera le concedió el indulto al teniente coronel retirado Hugo Chávez Frías, en ese momento –marzo de 1996– detenido en la cárcel de San Francisco de Yare, condenado por la sublevación que intentó derrocar al “gocho” Carlos Andrés Pérez en 1992.

El presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), monseñor Ovidio Pérez Morales, firmó una carta dirigida a Caldera, como “una fórmula para buscar la reconciliación, tranquilidad y paz social, y así poder frenar la grave crisis política que hoy atraviesa el país, con el deseo de encaminar hacia la confianza colectiva y la normalidad…”. Entre las ocho firmas que acompañan el escrito está la de Hugo Chávez como comandante del MVR 200. Cualquier coincidencia con la situación colombiana NO es accidental. El modelo fue copiado con base en el odio de clases, tal cual sucede hoy en esta campaña preelectoral a escasos 11 días de sufragar.

De Chávez a Petro

El dirigente del M-19, que nunca fue amnistiado, recordó algo que tiene que ver con los anteriores dos dramáticos casos de seudo profetas embebidos en sus discursos históricos. Dijo Petro cuando recibió la visita del teniente coronel que el “espíritu del chavismo persistirá por años”. A la muerte de El Comandante, en marzo del 2013, el entonces alcalde de Bogotá viajó a Caracas y aseguró que “Han vivido en tiempos de Chávez y tal vez piensen que era un payaso. Están equivocados. Han vivido en los tiempos de un gran líder latinoamericano”.

No pareciera que el espíritu revolucionario de la mamertada criolla se haya desvanecido. Por el contrario, como resultado del tercer fiasco de moción de censura al mindefensa actual, el pasado de 26 de abril y votada el 4 de mayo, el senador Iván Cepeda tuiteó: “La mermelada salvó al ministro Molano. Pero la historia lo condenará”. (Negrillas mías). La otra cara de la misma moneda castrista. No he consultado los datos de otros autócratas latinoamericanos, pero imagino que Ortega y su esposa sentirán lo mismo, y que Boric en Chile y Castillo en Perú, van por idéntico camino: la historia los absolverá, aunque tal premisa nunca fue pronunciada, y la frase final ante la corte fue: “la historia, definitivamente, lo dirá todo”, según constaba en las desaparecidas actas del tribunal y en testimonios posteriores de los jueces.

Me resisto a creer que el pueblo colombiano, estadísticamente simpatizante de sus soldados, curas y empresarios, dé un viraje tan dramático y quiera someterse pasivamente al yugo estaliniano, resignado patológicamente en un estado de desmonte emocional, sobreviviendo, adocenado y enajenado, como en la Venezuela actual. Me resisto, definitivamente, a creer que eso pueda pasar, a pesar de la turbulencia, los gritos y el caos que genera el recientemente defenestrado alcalde de Medellín, un muchachito mal educado y lleno de odio visceral, convencido de que “El futuro se parece a nosotros”, como lo tuiteó en los últimos días. Solo nos queda esperar que la historia, la veleidosa y caprichosa Clío, mande a estos vanidosos izquierdistas a la sentina del olvido, como sucedió con aquel parlamentario…

miércoles, 4 de mayo de 2022

¿Invisible mano judicial?

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Desde la Colonia, en Colombia ha habido un poder judicial caracterizado por una lentitud pasmosa. Aquello de que “la demora en la justicia es la mayor injusticia”, no ha rezado nunca con nuestros falladores.

Bien que mal, entre 1821 y el Acuerdo Final de 2016 la justicia era una de las tres ramas del poder público. Se concebía como independiente frente al ejecutivo e imparcial frente a los que a ella acudían. Sus decisiones se presumían ajustadas a derecho y, por tanto, eran predecibles. Además, por aquello de la tridivisión del poder, no invadía las esferas de competencia de los otros dos, el legislativo y el ejecutivo.

Después del llamado “Acuerdo Final”, la justicia se transformó. Por un lado apareció una jurisdicción espuria, a cargo de magistrados escogidos por agentes extranjeros, encargada de fallar a favor de un grupo subversivo y en contra de los que habían defendido al Estado. Esa fue la reforma explícita, pero paralelamente se presentó, de hecho, una reforma implícita, que consistió en llevar a las llamadas “altas cortes” magistrados comprometidos con un proyecto político de extrema izquierda: poco a poco, estos señores hicieron mayoría y luego colocaron individuos de igual calaña en tribunales y juzgados.

En realidad, quien haya observado el sesgo político que impera en el poder judicial, puede concluir que actualmente este se parece a una obediente pirámide jerárquica, cuando antes los diferentes despachos carecían de coordinación funcional.

El mismo observador puede también concluir que la justicia colombiana es bifronte, como Jano. En efecto, los mismos despachos que dejan envejecer por años los negocios, actúan con pasmosa celeridad para producir resultados políticos favorables a la izquierda. Sea ante el más humilde juez de tutela o ante la más encumbrada corte, si lo que se demanda sirve a la revolución, el correspondiente fallo no tarda.

Sin embargo, la huella de cinco siglos de independencia judicial es difícil de olvidar, y entonces todavía algunos acuden a la justicia esperando un fallo legítimo, pero una y otra vez se llevan un palmo de narices, porque se resuelve, con pruebas, sin ellas, o contra ellas, siempre en favor de la izquierda. Esta ha avanzado más en los juzgados que en los sufridos campos de Colombia.

La aprobación judicial del Acuerdo Final, contra la voluntad del pueblo soberano, llevó a las FARC al centro del poder que no habían conseguido por las armas en el medio siglo anterior.

También el observador puede recordar cómo ya no se puede fumigar narco cultivos, ni explorar yacimientos no convencionales de hidrocarburos. Asimismo, se condena al Estado a indemnizar los daños causados por las bandas subversivas. La extradición de comandantes narcoguerrilleros se traba hasta que logren fugarse, y así sucesivamente. Con docenas de fallos impredecibles y sorprendentes, se acerca el colapso jurídico en un país donde es prácticamente imposible gobernar, por la interferencia abusiva de las cortes, que cada día invaden más áreas.

Si alguien es rotulado como “de derecha”, tiene asegurada la condena, pero si es “progresista”, tiene expedita la absolución, la preclusión o la ceguera judicial.

El caso de Andrés Felipe Arias es especialmente preocupante. Fue condenado a 17 años de cárcel por una posible equivocación de tipo administrativo. Luego, solicitado en extradición invocando un tratado no vigente. Más tarde le fue negada la segunda instancia a la que todos tienen derecho. Y a pesar de esta haberle sido reconocida por una autoridad internacional indiscutible, tendrá que seguir esperando largos años antes de que se le fije fecha para audiencia.

No quiero referirme a la negativa de decretar la preclusión en el caso del expresidente Uribe Vélez (solicitada por Fiscalía y Procuraduría), porque la extraña resolución, ladina, acomodaticia y sin precedentes, causa estupor. ¡Pobre juececita! ¡Si llega a fallar en derecho, puede despedirse de su futuro en la rama!

Ahora bien, he empezado con aquello de la invisible mano judicial, porque revisando tanta actuación política eficaz observo que hay un hilo conductor, un derrotero inexorable, un propósito implícito y una coordinación inocultable para que la justicia actúe monolíticamente dentro de la senda revolucionaria. ¿Actuará también en la densa sombra un grupo de hábiles abogados que suministran a los jueces esos sorprendentes y calculados fallos?

Con sobrada razón Lenin eliminó la independencia judicial para transformar a los jueces en agentes políticos, sometidos a las consignas del partido.

***

A 27 días de la primera vuelta el problema ya ni siquiera es Vega. Nadie ha “auditado” el misterioso algoritmo, no habrá tiempo para hacerlo ni lo revisarán expertos intachables. El fraude no se elimina con los cambios cosméticos anunciados para el formulario E-14, ni con afirmaciones de que hay que confiar en las buenas gentes de la Registraduría y del Consejo Nacional Electoral, como finalmente le respondieron al Dr. Pastrana Arango. Estamos, pues, indefensos frente al posible fraude electrónico. ¡Quien pierde en las urnas puede ganar en la Registraduría!

***

El artículo “Catástrofe en cámara lenta”, de Luis Guillermo Vélez Cabrera, en La República, es de obligatoria lectura para comprender lo que pasará si Petro es presidente.  http://www.lalinternaazul.info/2022/04/30/catastrofe-en-camara-lenta/

jueves, 17 de marzo de 2022

Las alforjas

Gabriel Jaime Hurtado Restrepo
Por Gabriel Jaime Hurtado Restrepo*

Ya está jugado el primer tiempo del partido de la democracia en Colombia.

El pasado domingo 13 de marzo tuvimos las cruciales elecciones de Senado y Cámara de Representantes, en virtud de las cuales contamos con un nuevo Congreso, cuya conformación tuvo variaciones importantes y quedó integrado por diferentes corrientes sociales y políticas. También quedaron definidos los candidatos a la Presidencia de las tres coaliciones que participaron en esa consulta.

Es de destacar la positiva actitud de los colombianos que ejercieron su derecho de elegir y cumplieron con esta obligación ciudadana.

El próximo 29 de mayo será el segundo tiempo del partido, tendremos la primera vuelta de las elecciones presidenciales, con posibilidad de alargue: segunda vuelta, el 19 de junio. Ya se van decantando los diferentes candidatos y han arrancado en firme las campañas de quienes aspiran a la altísima dignidad de ser el próximo presidente de la República.

Con ocasión de la importancia de esa elección y de las consecuencias que traerá para el país y su futuro, vienen a mi memoria las palabras de Mariano Ospina Rodríguez en carta que le envió a sus hijos en 1877 cuando se encontraban formándose.

Antes de compartirlas con ustedes y para mejor comprensión, debo indicar que la alforja es la tira de tela fuerte o de otro material que forma dos grandes bolsas en sus extremos, se echa al hombro o a lomos de caballería y sirve para transportar cosas. También se define como la provisión de los comestibles necesarios para el camino.

Les escribió Ospina a sus hijos:

“Ustedes están ahora en una edad en que uno vive fascinado en medio de una nube de confusas ilusiones, que prometen algo grande y extraordinario que lo espera a uno un poco más adelante y le inspira una peligrosa confianza, la cual le hace perder el tiempo más precioso. Se asemeja esto a una alucinación de un viajero que, sin saber por qué, se imagina que en la posada le aguarda un gran banquete; pero no hay tal banquete y al llegar a la posada se encuentra únicamente con lo que él lleva en sus alforjas. Ahora están ustedes llenando sus alforjas; según lo que ustedes echen en ellas, así será la abundancia o la penuria en la posada. Lo más grave del caso es que no se puede volver atrás a recuperar la falta”.

Esta recomendación parece escrita para la actual coyuntura de Colombia, y aplica muy especialmente para los jóvenes y también para todos los ciudadanos que tenemos el derecho, el deber y la responsabilidad de elegir el próximo presidente.

Se nos impone una muy profunda reflexión sobre la compleja realidad del país. Ningún colombiano puede evadirla.

Es cierto que tenemos grandes desigualdades e inequidades, que las oportunidades no son para todos y que buena parte de nuestros compatriotas viven en condiciones deplorables, que en algunos casos llegan a ser infrahumanas. Eso no es aceptable, debemos dar pasos acelerados para corregir cuanto antes esta muy crítica situación.  Empero, ello no puede llevarnos a enceguecernos y lanzarnos por un precipicio. Preveamos las consecuencias de nuestros actos.

Algunos de nuestros dirigentes han olvidado que la política solo se justifica por la búsqueda del bien común, han ignorado las necesidades de la mayor parte de nuestra población y se han dedicado a enriquecerse, pasando incluso por episodios no esporádicos de corrupción, distrayendo o apropiándose de los recursos públicos destinados a lo social. Esto ha fastidiado y alejado a la mayoría de los colombianos de la política.

En la conquista los españoles nos cambiaron el oro de El Dorado por espejitos. Todo indica que hoy no falta quien nos quiera cambiar lo valioso por lo ilusorio.

Escuchamos a mañana, tarde y noche un arsenal de promesas falsas e irrealizables, carentes de realidad, sustento y fundamento. Algunos ilusionan vanamente al pueblo para que les dé el voto. Quieren destruir todo lo edificado, se proponen quitarles a los ricos para supuestamente darle a los pobres. Desconocen, u olvidan deliberadamente, que la riqueza no se da por generación espontánea ni por redistribución. Ella requiere de un ejercicio dinámico constante, acompañado de esfuerzo y dedicación incesantes, en el que la motivación de sus partícipes es su verdadero y único motor. No nos dejemos alucinar como el viajero del texto transcrito.

Informémonos bien de los candidatos y de sus pregones y anuncios. Conozcamos sus antecedentes, con quienes andan y sus verdaderos intereses e intenciones. Difundamos la información cierta y hagamos proselitismo.

No nos dejemos fascinar por esa nube de confusas ilusiones. Llenemos bien nuestras alforjas. Echemos en ellas las ideas, las propuestas y los candidatos que conduzcan a los colombianos hacia la abundancia. Evitar la penuria futura depende de todos y cada uno de nosotros.

No perdamos este tiempo tan precioso, ni un mes, ni una semana, ni un día, ni un minuto.

Recordemos que “Lo más grave del caso es que no se puede volver atrás a recuperar la falta”.

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domingo, 13 de febrero de 2022

Sucesos de la semana

En su editorial para esta semana, el doctor Antonio Montoya H., revisa y se pronuncia sobre cinco temas que hoy son noticia: (1) la guerrilla que siempre hace presencia con sus actos terroristas cuando estamos en época de elecciones debe ser enfrentada con toda contundencia, (2) el Movimiento de Salvación Nacional que sigue los pasos del líder Álvaro Gómez Hurtado se está convirtiendo en una importante alternativa, (3) a pesar de lo que diga el alcalde Daniel Quintero, su proceso de revocatoria continúa, (4) se espera que el diario El Colombiano siga trabajando por la ciudad y el departamento a pesar del cambio de accionistas, y, (5) El mal camino que le da Fecode a la educación pública y la amenaza de un nuevo paro nacional. No dejes de escucharlo.


domingo, 30 de enero de 2022

Lecciones del pasado

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.

Siempre mi padre me dijo: Anto, como me llamaba, nunca podés pensar en el futuro con claridad y objetividad, si no reconoces y entiendes las enseñanzas del pasado, a lo cual, obviamente, uno a edad temprana no le para bolas y cree que es un cuento del papá para echar cantaleta o para vanagloriarse de lo que hacía. Afortunadamente siempre fui muy apegado a él y él a mí, y logró ir mostrándome a través de las conversaciones, la historia, las cosas importantes y baladíes de la vida, los sucesos que se iban dando unos a otros, la explicación del porqué y lo que iba a suceder sino se daba un movimiento específico y esto, hoy para mí, años después de su fallecimiento, sigue siendo como una brújula que me va orientando en el caminar de la vida.

Traigo este cuento a colación para mostrarle a la gente, a los ciudadanos colombianos, que no podemos repetir la historia. Nuestros grandes personajes de la humanidad previeron lo que se venía en sus discursos, escritos o exposiciones en diversos eventos y nadie paraba bolas, por el contrario, otros ministros y hasta personas de la monarquía negociaban con el enemigo pretendiendo con ello firmar acuerdos y quedarse aislados de los conflictos que se venían. Así Rusia negoció un acuerdo de no agresión y de nada le valió, lo invadieron. Otro de ellos fue el inglés Arthur Neville Chamberlain, que firmó el llamado acuerdo de Múnich, que fue un desastre. Así, todos esos acuerdos al final del cuento no sirvieron para nada a causa del deseo Hitler de construir un gran imperio, los maquinó perversamente para tranquilizar el contrincante y luego darles la estocada final e invadirlos. Esa es la trágica historia de los pusilánimes, de aquellos que se doblegan fácilmente, que viendo lo que viene resignan por mantener la tranquilidad un tiempo. Así se fue generando lo que fue la Segunda Guerra Mundial de seis largos años, con millones de muertos de lado y lado, destrucción, dolor y lágrimas, y que requirió una acción conjunta para derrotar a quienes querían a toda costa obtener territorios y dominio.

Todo esto se hubiera evitado si los gobernantes y los ciudadanos, desde el inicio cogen las riendas de su presente, no se dejan doblegar y hacen que impere el orden, la tradición y el respeto por la ley.

Observo con preocupación que todo esto que narré, pueda darse en Colombia; políticos aliados con personajes populistas, que no saben administrar y se camuflan con ellos solo por acomodarse en un futuro gobierno de izquierda, traicionando sus ideales, a las personas que los apoyan, alejándose de la realidad. Se les olvida que ellos, los comunistas, los de la primera línea, toman todo lo que se les ofrece y no dan nada a cambio, luego los desechan, después de haberlos utilizado para obtener sus objetivos.

Esta oportunidad de salvar la democracia no se puede perder. Es ahora o nunca y lo logramos eligiendo al Congreso los mejores, luego votar en las presidenciales por ideas, personas serias y trabajadoras; tenemos gente buena Federico Gutiérrez, Álex Char, Óscar Iván Zuluaga, y otros más, pero nunca Petro.

Salvemos la democracia

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Ante vistosas candidaturas oportunistas

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

No parece posible hacer política sin proyección de futuro, en un país que desde hace años vive dentro de una bien coordinada ofensiva revolucionaria. A partir de la imposición, contra la voluntad popular, de una supraconstitución cuyo objetivo es la transición del orden demoliberal al socialismo totalitario, no es posible ignorar lo que se nos viene encima.

Por tanto, es inexcusable pensar que en Colombia nada pasará y que la política puede hacerse como toda la vida, ignorando que, si dentro de 21 meses asciende al poder la izquierda revolucionaria, todo terminará para nuestro civilizado régimen, el de las libertades individuales, el desarrollo económico dentro del marco de la libre empresa, el de la tridivisión del orden público y el de la alternancia en el gobierno.

Así sean todo lo discutible que se quiera, las encuestas indican que hay dos candidatos, que muy posiblemente ocuparán los dos primeros lugares en la primera vuelta de la elección presidencial. Quedar de 3°, 4° o 6°, de nada sirve, aparte de la vanidosa satisfacción personal.

En consecuencia, la acción política tendiente a preservar el orden democrático constituye un imperativo moral, mientras que las actuaciones que debiliten las instituciones, o fragmenten las fuerzas políticas, son gravemente inmorales, porque abren la puerta a la revolución.

El establecimiento político pretende ignorar la dimensión ética y sigue actuando con la mayor insensatez. Todos a una se aferran al cumplimiento de un acuerdo final que los dejará sin oficio a partir de 2022, si alcanza la presidencia el candidato peor, o en 2026, si llega el menos malo, que también es pésimo, porque está comprometido con los fines, aunque difiere sobre los medios. Con el uno la cosa es de golpe. El otro lo aplaza cuatro años…

Ahora bien, en las condiciones que vive el país, hay que sacudir la indiferencia y rechazar la idea de que hay que aceptar lo que se viene, porque siempre habrá manera de acomodarse con el nuevo régimen o de pactar un modus vivendi, de moderar la revolución, para que finalmente nada pase… hay muchos que así piensan, unos ya adhirieron al candidato peor, el que disfruta de licencia judicial para seguir impune; mientras otros se preparan para negociar con el triunfador.

Por eso, en vez de aparecer un aspirante con vocación de poder, empiezan a lanzarse (¿desde cuál piso?) candidatos a granel, sabedores del inevitable fracaso de sus campañas, salvo para el vanidoso disfrute de vitrina en los próximos meses, o para calcular la posibilidad de negociar alguna cuota de poder, antes de la 2ª vuelta, o después, si se tiene alguna fuerza parlamentaria.

¡Vanos cálculos!, como los que hicieron los partidos alemanes, cuyas divisiones permitieron el ascenso de Hitler al poder; o como los torpes dirigentes chilenos que pactaron con Allende el respeto a la Constitución. Unos y otros, a los pocos meses, habrían de arrepentirse amargamente. Y no solo ha sido así en ambos ejemplos, porque la revolución hace tabla rasa de todo lo preexistente, empezando por los execrados políticos “burgueses”.

Sé que esta columna, marginal y políticamente incorrecta, no tiene muchas posibilidades de conmover a nuestros políticos burgueses, pero no puedo dejar de expresar angustia frente a un establecimiento que, si en esta hora de nona no se une en defensa de la democracia, condenará a 50 millones de colombianos a un horror de tipo venezolano.

Por tanto, debemos insistir en aquello de reconstrucción o catástrofe, porque, si se sigue ignorando la incompatibilidad de la democracia con el socialismo castro-chavista y no se deroga el tal “acuerdo final”, la pesadilla será muy amarga y durará muchísimos años de hambre, opresión, miseria y muerte.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Elegirán en 2022 los escrutadores

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Muchas veces en la historia de Colombia fue verdad aquella solapada sentencia de “Quien escruta elige”. Para no ir más lejos, Rafael Reyes llegó a la Presidencia por el célebre fraude del registro de Padilla; y luego, ya en los tiempos del sufragio universal y directo, el pucherazo era bien frecuente, de tal manera que esa condición esencial para la democracia, la de la pureza del sufragio, apenas comienza a hacerse realidad a partir de la introducción de la cédula laminada, debida a la administración Ospina Pérez.

Con el uso de este instrumento el país, desde el Frente Nacional, tuvo en general comicios transparentes y resultados confiables.

Desgraciadamente, en años recientes irrumpe la amenaza del fraude electrónico, masivo e indetectable. Por esa razón, el voto electrónico ha sido rechazado en los países democráticos, mientras se adopta para perpetuar dictaduras infames, como la de Maduro.

En Colombia se avanza hacia un régimen electoral que puede eliminar la democracia. Ya tenemos el cómputo electrónico y nos amenaza el segundo paso, el voto a través de terminales de computador.

Frente al segundo hay justificada preocupación, expresada por autoridades en la materia, como los expertos en ese asunto del Foro Atenas, el doctor Guillermo Mejía, Alberto López Núñez y Jorge Escobar Restrepo, pero el Consejo Nacional Electoral sigue empeñado en la adopción del voto electrónico, el gobierno no se inmuta, y en el Congreso, incluyendo legisladores del Centro Democrático, cuenta con opinión favorable.

En fin, el voto electrónico completa un sistema propicio al fraude definitivo e inapelable, pero además se presta para contrataciones impresionantes, porque la adquisición de 100.000 y más terminales de computador es muy apetitosa, y repetible, porque a medida que esos aparatos, mal almacenados durante cuatro años en multitud de lugares, se deterioren, será necesario comprarlos de nuevo.

El voto a través de terminales completa el sistema, porque ya en Colombia el cómputo se hace, mediante pago astronómico, en cosa de hora y media (¡récord mundial!), con una firma de mínima confiabilidad, estrechamente vinculada al representante en este país del señor Soros, Juan Manuel Santos, principal interesado en la consolidación de su acuerdo con Timochenko, es decir, la implantación en Colombia de otra “República Bolivariana”.

No solo la entrega del cómputo a la tal firma de Thomas Gregg es alarmante, sino que también es muy preocupante que la inmensa mayoría de los jurados de votación procede de las bien disciplinadas filas de Fecode, organización de obediencia revolucionaria, enemiga, desde luego, de la democracia “liberal y burguesa”.

Después del robo del plebiscito es posible esperar cualquier maniobra para eliminar los vestigios del orden constitucional y la democracia representativa.

¿Hasta dónde el NO triunfó apenas por 50.000 votos? ¿De dónde salieron ocho millones de votos por Petro, más que duplicando los mejores resultados anteriores de las izquierdas? ¿Hasta dónde son creíbles los millones de votos de la tal consulta anticorrupción, cuando los locales estaban vacíos hasta después del mediodía?

Estos interrogantes plantean muy serias dudas sobre la confiabilidad de un CNE formado y dirigido por politicastros irrestrictos y partidarios del “acuerdo final”

El tiempo que nos separa de las elecciones de 2022 es muy corto, y ellas serán regidas por un órgano más que cuestionable, contabilizadas por una firma comprometida con la subversión, y es posible que se efectúen con voto electrónico. ¿Qué se está haciendo para conjurar esta letal y definitiva amenaza?

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La magistral biografía de José Eusebio Caro, de Fernando Galvis Salazar, fue laureada en 1953 con el primer premio en el concurso convocado con ocasión del centenario de la muerte del cofundador del Partido Conservador. Uniediciones la acaba de reeditar este año en Bogotá.

La figura de Caro, poeta, pensador y luchador político, está muy desdibujada en los tiempos que corren. Apenas se lo recuerda por haber suscrito con Mariano Ospina Rodríguez el imperecedero Manifiesto de 1849, de perenne vigencia para un partido que durante siglo y medio proclamó los principios cristianos y democráticos de sus fundadores, influyendo positivamente en la República.

Galvis Salazar escribió también las mejores biografías de Marco Fidel Suárez y de Rafael Uribe Uribe. La segunda ha sido reeditada en 2016 por Temis, mientras la de Suárez sigue esperando una nueva edición.

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“Cabeza y manos” ¡Consejo desoído de José Eusebio Caro en un país que ha preferido manzanillos, poetastros y rábulas, a empresarios y científicos!