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jueves, 19 de mayo de 2022

Vigía. La historia: ¿los absolverá, los condenará o los olvidará?

Coronel John Marulanda (R)
Por: John Marulanda

“La historia me absolverá” es el título de la autodefensa de Fidel Castro Ruz en el juicio en su contra del 16 de octubre de 1953. Sindicado de los asaltos a los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, el 26 de julio de ese mismo año, fue condenado a 15 años en el penal de la entonces Isla de Pinos.

De Castro a Chávez

El entonces licenciado en Derecho Civil, dijo que su alegato ante el tribunal había terminado con “la historia me absolverá”, frase que hizo carrera entre los marxistas leninistas latinoamericanos. Desde 1953, sus fanáticos seguidores publicaron el libro que lleva el mismo título de su “profética” defensa la cual, rápidamente, en medio de la turbulencia continental provocada por el sovietismo, se transformó en el Manifiesto del Movimiento 26 de Julio… y el castrismo ha permanecido desde entonces por más de 60 años en el poder.

En 1955, Castro fue amnistiado por Fulgencio Batista, se trasladó a México y regresó a Cuba en el yate Granma, en diciembre de 1956. 28 años después de la intentona castrista, el entonces presidente venezolano Rafael Caldera le concedió el indulto al teniente coronel retirado Hugo Chávez Frías, en ese momento –marzo de 1996– detenido en la cárcel de San Francisco de Yare, condenado por la sublevación que intentó derrocar al “gocho” Carlos Andrés Pérez en 1992.

El presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), monseñor Ovidio Pérez Morales, firmó una carta dirigida a Caldera, como “una fórmula para buscar la reconciliación, tranquilidad y paz social, y así poder frenar la grave crisis política que hoy atraviesa el país, con el deseo de encaminar hacia la confianza colectiva y la normalidad…”. Entre las ocho firmas que acompañan el escrito está la de Hugo Chávez como comandante del MVR 200. Cualquier coincidencia con la situación colombiana NO es accidental. El modelo fue copiado con base en el odio de clases, tal cual sucede hoy en esta campaña preelectoral a escasos 11 días de sufragar.

De Chávez a Petro

El dirigente del M-19, que nunca fue amnistiado, recordó algo que tiene que ver con los anteriores dos dramáticos casos de seudo profetas embebidos en sus discursos históricos. Dijo Petro cuando recibió la visita del teniente coronel que el “espíritu del chavismo persistirá por años”. A la muerte de El Comandante, en marzo del 2013, el entonces alcalde de Bogotá viajó a Caracas y aseguró que “Han vivido en tiempos de Chávez y tal vez piensen que era un payaso. Están equivocados. Han vivido en los tiempos de un gran líder latinoamericano”.

No pareciera que el espíritu revolucionario de la mamertada criolla se haya desvanecido. Por el contrario, como resultado del tercer fiasco de moción de censura al mindefensa actual, el pasado de 26 de abril y votada el 4 de mayo, el senador Iván Cepeda tuiteó: “La mermelada salvó al ministro Molano. Pero la historia lo condenará”. (Negrillas mías). La otra cara de la misma moneda castrista. No he consultado los datos de otros autócratas latinoamericanos, pero imagino que Ortega y su esposa sentirán lo mismo, y que Boric en Chile y Castillo en Perú, van por idéntico camino: la historia los absolverá, aunque tal premisa nunca fue pronunciada, y la frase final ante la corte fue: “la historia, definitivamente, lo dirá todo”, según constaba en las desaparecidas actas del tribunal y en testimonios posteriores de los jueces.

Me resisto a creer que el pueblo colombiano, estadísticamente simpatizante de sus soldados, curas y empresarios, dé un viraje tan dramático y quiera someterse pasivamente al yugo estaliniano, resignado patológicamente en un estado de desmonte emocional, sobreviviendo, adocenado y enajenado, como en la Venezuela actual. Me resisto, definitivamente, a creer que eso pueda pasar, a pesar de la turbulencia, los gritos y el caos que genera el recientemente defenestrado alcalde de Medellín, un muchachito mal educado y lleno de odio visceral, convencido de que “El futuro se parece a nosotros”, como lo tuiteó en los últimos días. Solo nos queda esperar que la historia, la veleidosa y caprichosa Clío, mande a estos vanidosos izquierdistas a la sentina del olvido, como sucedió con aquel parlamentario…

viernes, 12 de noviembre de 2021

La izquierda no es mejor que la derecha

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Lo que acaba de vivir Nicaragua es realmente bochornoso, vergonzoso. Unas circenses elecciones que de antemano se sabían fraudulentas, porque el dictador encarceló a los siete candidatos que se le oponían. Ridículo.

A finales de los 70 y comienzos de los 80 la revolución sandinista era motivo de esperanzadora inspiración para los oprimidos países gobernados por déspotas y tiranos en Latinoamérica. La familia Somoza se había instalado en el poder por décadas empobreciendo al ya empobrecido pueblo nica. Los Chamorro, desde La Prensa hicieron oposición, pero fueron perseguidos, violentados, asesinados. Muchos clérigos, entre ellos el jesuita Fernando Cardenal, abierta y directamente se unieron a la causa revolucionaria, de modo que cuando cayó la dictadura la fiesta fue enorme y la alegría desbordante. Un nuevo amanecer había acontecido. El nuevo gobierno presagiaba cosas buenas: sacerdotes eran el canciller y algunos ministros. El pueblo se había sacudido del yugo y este triunfo icónico eran un hito histórico.

Tanta belleza no duró mucho y una vez más se confirmó que el poder corrompe, téngalo quien lo tenga. Porque, no nos digamos mentiras, querer el poder cuestionando a quien lo ostenta, no es para servir, sino para tener el turno de poder mandar y dirigir, para hacer lo que no se ha hecho, para tener el control de las cosas, para perpetuarse en él, para… repetir la historia. Daniel Ortega, otrora revolucionario de izquierda ha resultado peor que Anastasio Somoza. Uno a uno, los líderes del idilio fueron hechos a un lado y en los asomos de la democracia esos ideales se fueron trastocando.

El capitalismo salvaje, neoliberal indiferente, ha enriquecido unos pocos a costa de las grandes mayorías, abriendo brechas nada fáciles de superar. Los discursos populistas de corte socialista tienen allí, en bandeja, el pretexto para ofrecer un mejor mañana para todos. No es verdad. No lo ha sido ciertamente.  Qué pena, pero la revolución cubana instaló a los Castro en el poder por 60 años y si bien mostró resultados interesantes en salud educación, el precio de la libertad se pagó muy caro. La revolución bolivariana instaló a Chávez y a Maduro por más de 20 años y no parece verse al pueblo muy contento con sus resultados. En otras latitudes, cuando la oposición ha conquistado el poder, no ha sabido aprovechar su cuarto de hora para hacer un buen gobierno, mostrar gestión eficiente y evidenciar resultados. Han sido igualmente decepcionantes.

El comunismo no fue mejor que el capitalismo que tanto criticó. Tenemos que aprender en carne ajena. Las dictaduras militares y fascistas, las dictaduras socialistas y comunistas, los capitalistas rampantes, todos ellos, no velan sino por sus propios intereses. El pueblo siempre pierde y lo hace por ingenuo, seducido por floridos discursos engañosos, desesperado por el hambre y la necesidad. Nosotros, ad-portas de un nuevo proceso electoral, deberíamos parar un momento y pensar críticamente, no tragar entero, no comer cuentos. ¿Hasta cuándo la historia tendrá que repetirse?, ¿Cuándo seremos capaces de construir algo propio, novedoso, diferente, pero, sobre todo, justo y equitativo?

jueves, 10 de septiembre de 2020

¿Es viable la opción electoral en Venezuela?

Coronel John Marulanda (RA)

Por John Marulanda*

Ingenuos los que crean que una dictadura de izquierda va a entregar el poder en unas votaciones organizadas por su aparato electoral y bajo su control policial y judicial. Elecciones hizo el tan criticado dictador de derecha Pinochet, y entregó el poder. Varias elecciones hizo el tan alabado dictador de izquierda Fidel y hace 60 años que no suelta el poder, ni aun desde el otro mundo.

El ahogamiento económico de Estados Unidos tiene al gobierno boqueando, pero Rusia, China, Irán, Siria se las apañan para darle pequeños soplos de aire que le permitirán sobrevivir, hasta que recupere “legitimidad” con las elecciones arregladas para el 6 de diciembre. Para ese entonces ya Trump habrá sido reelecto, espero, y es probable que acciones más directas se empeñen contra un país que se ha convertido en una verdadera amenaza de seguridad para Colombia, en primer lugar, toda la región y Estados Unidos. Brasil está tomando medidas.

Para cualquier cambio político serio que se prevea en Venezuela, el militar será un factor principal y decisivo, y su rol sería la menos mala opción, no exenta de violencia y sangre, pues los radicales marxistas-leninistas chavistas no están dispuestos a entregar su revolución dialogando. Habría que tomar medidas drásticas, como las que su maestro Fidel adoptó cuando logró el poder.

Pero un mando militar que puede ver la miseria de sus conciudadanos en un país rico por naturaleza y que sabe que tendrá pocas probabilidades de tener un retiro tranquilo y libre, es muy vulnerable moral y psicológicamente. No en vano la ridícula operación Gedeón buscaba echar a rodar, según sus voceros, la bola de nieve de la insurrección castrense.

A pesar de los llamamientos del comandante del Comando Sur y de otros personajes de diverso origen y con diferentes intereses, el paso al frente de los militares para la restauración de la democracia y la libertad no se da, debido a su involucramiento en redes de crimen organizado, de corrupción y por el temor de que la Dirección de Inteligencia y Contrainteligencia Militar (DGCIM), manejada por especialistas cubanos, detecte titubeos, dudas, reuniones inoportunas o expresiones inadecuadas, que lleven a su arresto acusados de traición y a su condena en las mazmorras del helicoide.

Algunos argumentan que las FFAA venezolanas, durante 20 años sometidas a la propaganda y la retórica castro-chavistas, ya están con su cerebro lo suficientemente lavado para morir con la camarilla de Miraflores. No lo creo. Su estructura de mando y control está fracturada y debilitada y Venezuela no es una isla como Cuba. Colombia sigue recibiendo disidentes uniformados, que no desertores, que ven al otro lado de la frontera inmediata, un mundo de libertad y oportunidades, no exento de dificultades, claro, mientras en su propio suelo no tienen sino hambre y miseria.

En Colombia, precisamente, cuando se conoció la vinculación del presidente Samper con el cartel de Cali, el señor mayor general Ricardo Emilio Cifuentes Ordoñez, comandante de la Segunda División del Ejército, haciendo gala de dignidad y honor institucional, renunció a su brillante carrera y cargo, y manifestó públicamente que lo que me dicta mi conciencia, mis principios, convicciones, simplemente consiste en que el presidente de la República no merece mi respaldo”.

Bolivia es otro caso emblemático en estos tiempos de pandemia viral y mamerta en la región. A pesar de crear la Escuela antimperialista, obligar a sus militares a rendirle honores al asesino Che y entrenarlos bajo la supervisión cubana y venezolana, Evo no logró que los soldados avalaran su apetito dictatorial. En una posición ejemplar, como guardianes de la Constitución y escuchando el clamor del pueblo, pusieron en fuga al filo inca pederasta. Sin aparato propagandístico y con la gran prensa en su contra, mantuvieron su dignidad patriótica y su honor republicano. Buenos ejemplos para los Generales venezolanos, que ostentan alamares, laureles y doradas medallitas, en medio de la pocilga en que han convertido a su otrora brillante patria.  

En Venezuela, no habrá transición a la democracia con motivo de las próximas elecciones. Y los militares tienen la palabra.