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martes, 11 de mayo de 2021

De cara al porvenir: estulticia o soberbia

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

El pasado domingo 2 de mayo, en las horas de la noche, el presidente anunció la decisión ‒extemporánea, por cierto‒, de retirar el proyecto de la mal denominada Reforma Tributaria que había radicado en el Congreso y que había abortado antes de dicha diligencia.

Convoca a un gran diálogo nacional y en su primera intervención anuncia que va a hablar con todos, pero llama inicialmente a los partidos políticos más cercanos, a los gremios económicos, a quienes de alguna manera pueden darle la mano, dejando a un lado, de manera preliminar, a los miembros del Comité Nacional del Paro, que son los contradictores con quienes hay que dialogar.

Pero la equivocación o la omisión no es solo del Gobierno, sino, además, de los medios de comunicación que entrevistan en primera instancia solo a los integrantes de un sector del posible diálogo. No es sino mirar los noticieros más importantes de la televisión y escuchar quienes fueron los primeros entrevistados. Recordemos que para dialogar se necesitan dos.

En mi concepto, ahí hay un error garrafal de procedimiento en términos de la teoría de la negociación, o una actitud de soberbia y exclusión rampante, como ha sido característica de nuestra clase dirigente.

Como el tema de la Reforma Tributaria era el florero de Llorente para retomar lo que había quedado en suspenso antes de la pandemia, el lunes se convocó a una movilización de los transportadores y obviamente, el país quedó bloqueado con las consecuencias nefastas que todos conocemos. Y lamentablemente, las protestas van a continuar, a no ser que el covid-19 finalmente resulte ganador.

La imagen de miles de pollitos tirados en las calles por falta de comida y miles de litros de leche arrojados por las alcantarillas es más que lamentable, triste y desesperanzador.

En la noche del lunes, entrevistan a varios dirigentes gremiales y todos al unísono le piden ayuda al gobierno, como ha sido históricamente, con las excepciones apenas normales de cualquier actividad humana. En vez de actuar como plañideras de oficio, por ejemplo, el gremio de los avicultores debería presentar un plan para llevar cuidos y concentrados a través de helicópteros privados, oficiales o militares a los galpones donde se requiera, en vez de presentarse como víctimas. ¿Será ilógico e improcedente? No lo creo.

Ahora bien, si el diálogo propuesto es para salir de la coyuntura actual y no para alcanzar un gran consenso para enfrentar las grandes reformas que el país está en mora de emprender, pues solo tendremos, como siempre, un circo mediático que apagará las llamas unos días hasta que vuelva a encenderse ante cualquier chispa que aparezca. Como mínimo hay que tratar, por fin, de sacar adelante una reforma al sistema tributario de manera estructural y no llamar al diálogo para recoger 10 o 20 billones de pesos que se requieren, pero solo sirven para aliviar un problema de caja temporal.

Reitero mi desacuerdo con la idea de vender activos productivos como Ecopetrol e ISA. Eso no lo hace un gobierno serio, sino un gobierno facilista, poco creativo y mal defensor de los altos intereses nacionales. Ante las emergencias, uno no debe enloquecerse y vender el fogón y la nevera.

Ahí está el tema de la corrupción: enfrentémoslo de manera contundente entre todos y ahí están los recursos que necesitamos.

Hagamos que RITA (La Red Interinstitucional de Transparencia y Anticorrupción), acompañada de la SAE (Sociedad de Activos Especiales), que se encarga de la administración de los bienes incautados, sean consideradas como las entidades más importantes del Estado ante la coyuntura que enfrentamos, y cuyas cabezas deberían ser las personas de más altas calidades humanas y profesionales a las cuales todos les pudiéramos reconocer agradecimiento y admiración por su eficiencia, compromiso y pulcritud, si es que las tenemos. Paralelamente hay que refundar nuestros mal llamados órganos de control, a quienes la corrupción los desbordó y se les salió de las manos hace rato, así como emprender la tan cacareada, anunciada y esperada reforma a la justicia.

NOTA: No hay que devanarse los sesos, ni inventar la rueda para pensar en las estrategias que se deben emprender para alcanzar la pretendida reactivación económica. Hay que leer y entender a Keynes y a Adenauer, quienes fueron los encargados, los artífices de sacar al mundo de la Gran Depresión de los años 30 y la reconstrucción alemana post Segunda Guerra Mundial. Sí hay mejores ejemplos con resultados concretos y contundentes, por favor me los comparten.

jueves, 6 de mayo de 2021

Vigía: al borde del abismo

Coronel John Marulanda (RA)
Lo que ha ocurrido en Colombia, en los últimos ocho días, es la continuación de lo empezado a nivel regional a finales del 19. Esa “brisita” que anunció triunfalmente el bocón de Diosdado. La chispa fue la misma: tarifa de transporte en Chile, precios en combustible en Ecuador y ahora aumento de impuestos en Colombia. Es el asunto económico, el mismo que terminó con Luis XVI en la guillotina, pero que en Venezuela ¿no aplica?

Desestabilizar, desestabilizar

El objetivo es el mismo: destrucción de la ciudad, generación de temor, descrédito de la fuerza pública y desconfianza en su capacidad de protección y seguridad ciudadanas. En fin, generación de caos y desestabilización, siempre con lo de “marcha pacífica” e “infiltrados” como explicación, justificación y lavada de manos.

Las cosas iban de acuerdo con lo planeado, pero se atravesó la pandemia, el covid-19 engulló el momentum de la revuelta en curso y se refundió la herramienta clave del levantamiento: la calle. “No suelten la calle” recomendó una cabecilla comunista de la revuelta en Santiago de Chile. “Hay que retomar la calle” dijo otro mercachifle de revoluciones en Bogotá. Más tarde, Samper, en la vocería del Grupo de Puebla, lo proclamó claro: a pesar del virus, habían recuperado Bolivia con Evo y ahora iban por Ecuador con el correísta Arauz. Pero Ecuador se salió de la fila con Lasso, Chile ahora no la tiene clara y Perú tambalea con un sonámbulo ideológico mezcla de Lenin, Gramsci y San Agustín.

En Colombia, la joya de la corona, un hueso duro de roer, la urgencia apremia a los ejecutores del plan ante la realidad ecuatoriana y la incertidumbre peruana. Con una actitud francamente criminal, la federación comunista de educadores (Fecode), la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y otros gremios, pasaron por encima de toques de queda, desautorizaciones a las marchas, sentencias judiciales en contra de la protesta y lanzaron a la calle a miles de ciudadanos mortificados por las consecuencias económicas del covid-19 y el imprudente proyecto de ley presupuestal del gobierno Duque. Desde el confort y seguridad de sus residencias, el incendiario Petro y los jefes gremiales, facilitaron el escenario y los actores para el libreto de vandalismo, incendio, violencia, muertos, demérito de la autoridad, confrontación social, bloqueos que amenazan hambre en ciudades; tuiteres y videos, muchos de ellos editados, inundan las redes con mensajes de alarma y pánico. Se habla de cientos de desaparecidos. Organismos internacionales señalan a la Policía y el guión continua: en medio del desbarajuste, Samper, Santos y otros se ofrecen para salvar la situación, siempre con la mirada en las elecciones del próximo año, mientras los narcodineros del fariano Gentil Duarte, fluyen a las células de “capuchos” animados por los alaridos de jóvenes exacerbados.

¿Otro país en tribulación?

El sábado por la noche, Duque anunció la posibilidad de la “asistencia militar”, que significa sacar las tropas a la calle, con los graves riesgos institucional y ciudadano que esto implica sin que las tropas estén amparadas por el DIH de una conmoción interna, según el artículo 213 de la Constitución Nacional. Acore, La Asociación de militares retirados, advierte de un sombrío panorama que está llevando rápidamente a una reacción genuina pero ilegal de autodefensa, que puede terminar en un desbarajuste generalizado e incontrolable. ¨Si no se enfrenta con decisión el caos que avanza y no se restablece la calma, días aciagos están a la vuelta de la esquina¨, advierte un vocero de esta antigua y respetable asociación.

Lo que sigue puede tomar dos caminos. Los instigadores de la desestabilización perderán oxígeno por un rebrote pandémico serio y por fatiga de los jóvenes que no verán cambios rápidos de acuerdo con sus anhelos facilistas. Con o sin oxígeno, los planes de provocación seguirán buscando excusas para cumplir con su cometido a medida que se acercan las elecciones.

El otro camino es más azaroso: la ciudadanía colombiana, curtida en violencia y ahíta de desmanes y destrucción sin sentido, ante el desgaste policial y la inoperancia judicial, tomará el asunto en sus manos, con la proclama de una defensa legítima de sus vidas y bienes. La violencia crecerá y los culpables del incendio cacarearán como gallinas, pues soportarán el efecto bumerán de su sociopatía y odio de clases, aplicados a la búsqueda del poder. Rusia apoya; China acecha; Venezuela ayuda; el Grupo de Puebla se frota las manos; las FARC y el ELN están listos para entrar en acción: Colombia no se puede escapar de esta, piensan. Apure puede desbordarse en cualquier momento.

La nación colombiana está en riesgo y su democracia en peligro. No es, pues, halagüeño el horizonte. Parecería que Colombia estuviera entrando en gran tribulación. Algo por lo que Venezuela atraviesa, hace muchos años.