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jueves, 16 de febrero de 2023

Vigía: Kolumbien, ¿nazi-staat?

Coronel John Marulanda (R)
Por John Marulanda*

La balconeada, al mejor estilo gaitanista y la gastada vehemencia de sus palabras de campaña, hacen de Petro un real e inminente riesgo para sus vecinos, especialmente Venezuela, con la que malcoquetea comercialmente. El tránsito fronterizo encuentra cada día nuevos tropiezos legales, mientras los gerentes locales recelan de la verdadera capacidad de pago de sus contrapartes, que en su momento expropiaron sus pertenencias.

Pero todo esto es el resultado desastroso del comunismo y del nacionalsocialismo, hoy conocido como socialismo del siglo 21 o progresismo disfrazado de indigenismo, unigenerismo, untado de narcotráfico y proclive a la impunidad. Referencias: El Holomodor de Ucrania (Stalin, 1932-1933) 3.5 millones de muertos; la Revolución Cultural en China (Mao, 1966-1976), 400 mil muertos; el genocidio del Khmer Rouge en Camboya (Pol Pot, 1975-1979) con 2 millones de muertos y la Revolución Cubana (Castro, 1964-actualidad) con 5.000 fusilamientos y asesinatos extra judiciales.

Colombia es el tercer país en conflictividad, después de Afganistán y de la República Democrática del Congo, además es el primer productor de cocaína y la reciente sentencia de la CIDH sobre el genocidio de la UP (1985-1993), no solo ha servido para que los narcos terroristas farianos se autoproclamen como víctimas, sino que ha sido la excusa para que Petro salga a comparar el Estado colombiano con el régimen nazi: “(…) no hay diferencia entre el Estado Colombiano y el Estado Nazi, y que el nuestro no solo es asesino, sino es genocida (…), ayudó a matar a miles de colombianos simplemente porque eran de izquierda”.

Aclaremos. Fueron casi 300 los afiliados al Partido Nazi en Colombia, entre ellos once pilotos, operadores de radio y mecánicos de Scadta con sede en Barranquilla. Algunos fueron considerados “héroes nacionales” y hasta recibieron la Cruz de Boyacá, como el comandante Herbert Boy luego de su hazañoso desempeño en la guerra contra el Perú de 1932. Pero durante la Segunda Guerra Mundial al menos 100 alemanes fueron confinados en el hotel Sabaneta, en Fusagasugá, de acuerdo con una lista negra enviada por US. Y que Hitler anduvo por Tunja y Paipa, según el escritor argentino Abel Basti, es algo que queda para la especulación histórica.

A pesar de que Colombia ha sido catalogada como la nación con la mayor desigualdad de la región, las “Jaulas de la infamia” como las llamaron algunos o campos de concentración estilo nazi, fue lo que testimoniaron todos los colombianos al ver a sus soldados y policías rodeados por alambres de púas en el Caguán, luego de ser secuestrados y encerrados por sus captores, en cabeza del “Mono Jojoy”. Esos sí eran campos de concentración (*).

A pesar de que en la Escuela de Policía “Simón Bolívar” de Tuluá, se haya representado un “evento pedagógico” con uniformes y banderas nazis, en noviembre del 2021, que terminó con la baja de su director, declarar públicamente que Colombia es un Estado Nazi, es un despropósito mayor. Después de las fracasadas marchas pro-petro del pasado martes, Colombia sigue siendo un Estado digno y democrático, pero no nazi, hasta ahora. Solo queda a los colombianos recuperar la sensatez, la cordura y bajarle el volumen a la irracionalidad que los mantiene tan polarizados, psicóticos y a punto de explotar.

miércoles, 15 de febrero de 2023

¿Nazi-obseso?

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

No ha faltado, en los 180 días que lleva hablando, volando y contaminando, uno solo en el que Petro no nos sorprenda con uno o varios ex abruptos irracionales, irresponsables, inesperados, insólitos, inconvenientes, imprudentes, indignos… Pero aún más sorprendente, a pesar de su carácter demoledor, es el silencio de los jefes políticos, los medios masivos, los gremios y las academias, frente a esos pronunciamientos, que se van convirtiendo en las políticas de un gobierno cuyo propósito inocultable es el de destruir el modelo económico-social que hace posible el Estado de Derecho.

Casi que desde la primera semana el país se acostumbró a escucharlo como quien oye llover; y ante esa ausencia de reacción el personaje se enardece, y cada veinticuatro horas se supera, hasta el punto de que ya es imposible escoger cuál de sus desatinos es el peor.

Lo de la ONU fue horroroso. La identificación de un enemigo interno con la Constitución y la Ley, atroz; la solidaridad con Castillo y los arrumacos con Maduro, increíbles; la exaltación de la primera línea, en Cali, alucinante, para no hablar de su leit motiv, que la cocaína es menos perjudicial que el carbón y el petróleo… etc., etc., etc.…

Cuando alcanzó a decir que “por definición” la criminalidad disminuye si se derogan muchos tipos penales, todos pensamos —con indudable alivio— que había llegado al clímax y que a partir de ese momento sería imposible que de sus labios saliera algo más extravagante y escandaloso.

Pero nos equivocamos. Pocas horas después nos informó:

(…) no hay diferencia entre el Estado colombiano y el Estado nazi, y que el nuestro no solo es asesino, sino es genocida (…), ayudó a matar a miles de colombianos simplemente porque eran de izquierda (…), aun hoy, uno va a cualquier esquina de cualquier ciudad de Colombia y dice: “Soy de izquierda”, y empieza a sentir peligro (…)

En la anterior declaración sorprende el uso del tiempo presente. Petro parece olvidar que es él quien actualmente manda. Si como jefe de Estado conoce en qué ciudades y esquinas sienten miedo los izquierdistas, ¿cómo es posible que ese fenómeno sea tolerado por su gobierno?

Surgen algunas preguntas inevitables como:

* ¿Qué clase de Estado nazi es este, que jamás ha perseguido a los ciudadanos judíos, muchos de los cuales poseen importantes empresas que engrandecen a Colombia?, para no hablar de empresarios de esa apreciable colonia que han sido sus amigos y sus principales apoyos económico-electorales.

* ¿Qué clase de Estado nazi es el que ha contado con las luces de Petro durante unos veinte años en el Congreso y ha aceptado su elección?

* ¿Cuál nazismo existe en un país donde las minorías étnicas no sufren persecución racial alguna? Aquí los indígenas son dueños de la tercera parte del territorio y la vicepresidente pronuncia encendidas diatribas contra las mayorías mestizas.

Por su ancestro italiano, Petro debe recordar a un gobernante hablantinoso que impuso la consigna: “Il Duce ha sempre ragione”, para acallar cualquier disenso o crítica y excusar sus excesos verbales, sus delirios y la locura que condujo a su país a la mayor desgracia.

viernes, 2 de diciembre de 2022

Cuando manipulan el deporte

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

De entrada, se da por descontado que el deporte, en todas sus disciplinas, es una actividad humana que además de cultivar el cuidado del cuerpo a nivel personal, el trabajo en equipo y la sana emulación, es un espacio saludable para el esparcimiento y la unión de los pueblos. No en vano los aros olímpicos entrelazados simbólicamente expresan ese propósito.

Sin embargo, cuando a Teodosio le dio por suspender los Juegos Olímpicos en el siglo IV, lo hizo por motivos religiosos: no había que promover el culto a los dioses del Olimpo. Y tuvimos que esperar muchos siglos para recuperar este espacio y…, también, los afanes de muchos por meterle política y otros intereses para manipularlos.

No olvidemos que Hitler en 1936 usó las Olimpíadas con fines propagandísticos nazis y que su mayor disgusto acaeció cuando el atleta norteamericano de origen afro Jesse Owens ganó la medalla de oro mostrando su superioridad deportiva, todo un insulto para la raza aria que quería demostrar exactamente lo contrario.

Y todavía recuerdo la masacre en la Villa Olímpica de Múnich en 1972 contra un grupo de atletas israelíes. El escenario equivocado para trasladar conflictos políticos fue aquella vergüenza. No han cambiado mucho las cosas ahora que estamos en pleno campeonato mundial de fútbol. Que la justa se haya hecho en Qatar pareciera ser una decisión normal pues cualquier país legítimamente puede aspirar a ser sede de estas justas deportivas, el problema fue el escándalo suscitado por la manipulación que se tuvo en su escogencia y que desató una crisis en la FIFA.

El debate sobre Qatar ha girado en torno al respeto a los derechos humanos, las cientos de víctimas que murieron en la construcción de unos escenarios que serán desbaratados una vez concluya el evento, las prohibiciones a manifestaciones públicas de afecto o a usar la bandera LGBTI, etc. Pero hemos visto más: desproporciones como ofrecer a cada jugador árabe saudí un Rolls Royce si le ganaban a Argentina; o la amenaza de violencia y torturas del régimen iraní a sus jugadores y sus familias si expresaban su descontento como lo hicieron en el primer juego al no entonar su himno nacional.

Y los pobres deportistas rusos, vetados de todas las competencias internacionales, no por su culpa, sino por culpa de un régimen expansionista que ya nos tiene en crisis económica global y a todos en vilo con la amenaza de una guerra nuclear.

Creo que deporte y política son dos asuntos distintos que no deben mezclarse. Es un abuso que se le meta política al deporte. Si esto acontece de manera normal significará que un día un campo de juego termine convirtiéndose en un campo de batalla y que dos hinchadas diferentes resulten matándose en las tribunas como lamentablemente ya ocurre entre fanaticadas obtusas, simplemente porque somos de colores distintos en nuestras camisetas.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Ante el Gulag colombiano

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

En la literatura del siglo xx ocupa un importantísimo lugar la novela, si así puede llamarse “El Archipiélago Gulag”, de Alexandr Solzhenitsyn, un inmenso documental sobre las infinitas facetas criminales y carcelarias que sirvieron de fundamento al Imperio Soviético.

No han faltado en la historia la crueldad y el terror, la guerra y la dominación, pero esas situaciones siempre fueron consideradas como abusos criminales, mientras en el sistema marxista-leninista devinieron el propio fundamento del Estado, porque la revolución divinizada, fuente del derecho, solo puede realizarse a través de la creciente y deliberada violencia que requiere sustentarla.

Una cosa es aceptar y practicar la violencia, y otra es reconocerla frente a la humanidad. Mientras más violento, represivo, cruel y sanguinario, más intenso el esfuerzo publicitario para presentar un régimen de terror como el abanderado único de la paz, la justicia social y la benevolencia. Hay que recordar las imágenes que se difundieron para pregonar la bondad de Lenin —el ideólogo del terror—, y de sus más aventajados seguidores, el “padrecito Stalin” y “el Gran Timonel” Mao Tse-tung, para no detenernos en los Kim, los jemeres rojos y Fidel.

Ahora bien, a partir de la Revolución Rusa, una propaganda tan falaz como exitosa afectó, a partir de la educación y los medios, a centenares de millones en Occidente, que llegaron a creer en el paraíso que el comunismo ofrecía, después de la derrota del nazismo, dictadura igualmente atroz. A partir de 1945, la propaganda decidió que la historia se divide entre lo negro y aterrador, el fascismo, y lo blanco y refulgente, el socialismo.

Afortunadamente los abismos del horror comunista no pudieron ocultarse definitivamente, a medida que investigaciones históricas, económicas y políticas demostraron que el comunismo solo produce barbarie, opresión y hambre. Las juventudes europeas, a partir de los años 70-80, fueron abriendo los ojos. Buena parte de este descubrimiento se debe a obras tan descriptivas como las de George Orwell, “La granja de los animales”, y “1984”; “El cero y el infinito”, de Arthur Koestler; “La noche quedó atrás”, de Jan Valtin, “La hora 25”, de Virgil Georghiu y “El doctor Zhivago”, de Boris Pasternak, entre muchas que revelaron los aspectos más aterradores del comunismo en los desventurados países que lo padecían. Pero ninguna fue tan contundente como “El Archipiélago Gulag”, narración sobre ese inhumano sistema, tan extensa como detallada.

Después de la aparición en Occidente de la obra de este gran escritor ruso, ignorar esa denuncia constituye mala fe.

El lector excusará este proemio, porque en Colombia el avance de la propaganda comunista entre la juventud indoctrinada en las universidades ha creado un clima cultural predominantemente marxista, muy parecido al que sufrió la juventud europea, como hemos visto atrás, porque  en nuestro país se viene montando una narración maniquea, donde las luces las exhibe la izquierda, mientras los demás son “fascistas”, corruptos, asesinos y “de extrema derecha”, que tienen a su servicio, para reprimir y asesinar al pueblo, a las fuerzas armadas.

Contra la anterior situación de derrota cultural y política, los gobiernos no han reaccionado hasta ahora. Al contrario, la tolerancia ha sido la costumbre, hasta llegar a la entrega de la justicia, a la Asonal Judicial; de la educción, a la Fecode; de los medios, a los mamertos; y en el Legislativo se han escriturado unas dos docenas de curules a los perores criminales de lesa humanidad. Y como si esto fuera poco, el futuro de las fuerzas militares depende de la JEP, uno de los tentáculos de la hidra de las “altas cortes”, que usurpan todos los poderes públicos.

En medio del desolador panorama anterior, debemos celebrar la tardía pero ejemplar respuesta de las fuerzas militares, que acaban de entregar a la JEP una denuncia de más de 9000 páginas, con el inventario detallado de las atrocidades de la guerrilla contra los niños, los campesinos, los secuestrados, los militares, los policías, y acerca de los campos anegados en petróleo, los mutilados por minas, el auge de los narcocultivos y miles más de crímenes.

Sin embargo, no basta con entregar ese estudio a la JEP, organismo al servicio de la subversión donde ni siquiera lo van a abrir. Hay que resumirlo en un tomo accesible al lector común, divulgarlo a través de los medios masivos con igual intensidad a la que recibió la lucha contra el covid (porque perder la libertad es peor que la muerte), hay que llevarlo a la academia, y así sucesivamente, para que el pueblo conozca el futuro que nos espera, si las elecciones las gana el candidato de las FARC, del narcotráfico, del castrochavismo y del Foro de Sao Paulo.

Hoy, no basta con una breve reseña de esa denuncia, para olvidarla luego, como tantas otras. Ese esfuerzo no puede convertirse en otro documento histórico inocuo.

***

El candidato de marras dice que es cosa de Uribe lo que la congresista norteamericana María Elvira Salazar dice de él (“ladrón, marxista y terrorista”). En vez de amenazar y vociferar, ojalá ese individuo fuera capaz de refutarla. En Colombia, en cambio, ¡es el “doctor” y el “honorable senador” por aquí y por allá, una y otra vez!