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lunes, 13 de septiembre de 2021

No lo puedo creer

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.*

Nuevamente se produce un fallo que divide al país, al tumbar una reforma que pretendía imponer penas de cadena perpetua a violadores y asesinos de niños, niñas y adolescentes. Acto legislativo 01 de 2020, que fue firmado por el presidente en julio del mismo año.

Pero como siempre ocurre en este y en otros múltiples casos, hay quienes consideraron que dicha norma es violatoria de la Constitución, se demandó la ley y después de los análisis y debates respectivos el fallo proferido por la sala plena de la Corte Constitucional, con una votación de seis a favor de tumbarla y tres a favor de la constitucionalidad de la misma, se dio nuevamente al traste con evitar que, por medio de una condena a cadena perpetua, salga el depredador y repita la conducta, asesinando y violando al primer niño que aparezca en su camino.

Dice en algunos que “la cadena perpetua puede constituir una pena cruel, que no protege a los menores” argumento que no tiene relevancia por cuanto es un hecho evidente que, con las leyes penales no se protege a la víctima, se castiga es al autor del acto criminal. El delito fue cometido y la consecuencia es la violación o la muerte. Estos sujetos no se mejoran, su conducta será reprimida en la cárcel, pero salen y casi que inmediatamente se repite la conducta depredadora; solo piensan en satisfacer su necesidad y por ello, vemos permanentemente como los crímenes suceden nuevamente cuando los jueces, después de pagar unos años de condena, les otorgan casa por cárcel y luego no queda sino lamentaciones y golpes de pecho.

También dicen otros juristas que la cadena perpetua atenta contra los derechos fundamentales y se viola el principio de la dignidad humana. Así se sustituyó la Constitución.

Se dan argumentos de lado y lado, todos ellos basados en la Constitución Nacional; hablan los que se oponen a la cadena perpetua, en que esta no permite la resocialización del delincuente. Es deber del Estado garantizar los medios para lograr que los reclusos se reintegren a la sociedad, afirmación que en teoría debe ser así, pero es que todos los delitos no son iguales, hay unos tipos de delito que son de mayor intensidad, lesionan la dignidad humana, la autoestima de la víctima cuando no es asesinada, su valía y se afecta el desarrollo de su vida por lo cruento del acto criminal. Por ello, no se puede comparar con delitos menores robos, hurtos, en fin, aquellos en que la víctima pierde objetos de valor, pero no hay afrenta contra su vida.

Otros dicen que no es una medida idónea para asegurar la protección de los menores, lo cual es lógico porque el delito se consumó; cuando se violó y asesinó, ya el menor y su familia, o por quien lo tenia a su cargo, no fue protegido por el Estado, por lo cual es un argumento sin fundamento, y ¿si no se castiga al delincuente, entonces quién lo hará?

En la actualidad hay unas mil seiscientas cincuenta y cinco personas detenidas por delitos sexuales. Qué pasará cuando todos estén en la calle, quién podrá hacer seguimiento a sus acciones. Afortunadamente no salen al mismo tiempo porque sería el caos de ser así.

Alguien me podrá decir si el conocido Garabito, será una persona de confianza para dejarlo al lado de los niños el día que salga de su detención, pues la respuesta es no, seria un riesgo inminente para que nuevamente acceda carnalmente a quien se le atraviese, dicen que esta convertido, no lo creo.

Todo este asunto de la cadena perpetua no fue promovido solamente por el presidente Duque. De mucho tiempo atrás senadoras y representantes, movidas por el clamor social venían pretendiendo que se lograra una reforma y se permitiera en estos casos la cadena perpetua, pero, no fue posible. Nuevamente la Corte falla a espaldas de la realidad, de ese clamor de mayor justicia para los delincuentes, otra frustración y un dolor más para los padres y familiares de las víctimas de estos depredadores.

Todo esto tiene que cambiar, hay que tener más lógica en los fallos, menos teoría y más efectividad para proteger a la sociedad, no ya a las víctimas, sino a miles de niños y niñas ingenuos que caen en las garras de estos verdaderos criminales.

lunes, 10 de mayo de 2021

Cambios urgentes y necesarios

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.*

Estudiando nuestra historia reciente, desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, cuya muerte probablemente impidió el aceleramiento y consolidación de la trasformación social que propuso en el primer mandato presidencial Alfonso López Pumarejo y que, a pesar de que el tiempo ha pasado aún se perciben sus avances sociales. No hemos logrado dar el salto económico y social que se requiere para que este país, lleno de posibilidades logre solucionar muchos de los problemas que nos agobian y que hoy nos tienen avocados a un persistente paro nacional.

Calló la reforma tributaria, la cual no queríamos que se presentara ni siquiera a discusión, por improcedente e inoportuna, en una situación económica difícil para todos, con crecimiento de la inequidad social, del aumento de la pobreza, en fin, del deterioro económico. A pesar del retiro, continuó el paro y el caos en las grandes ciudades, porque los de la izquierda, como ya lo he expresado, se valen de cualquier oportunidad para mantener el país ensangrentado, dividido, convulsionado y sin una salida decorosa a corto plazo.

Creo yo que ningún colombiano duda de la necesidad de implementar cambios que tengan impacto social, que la calidad de vida sea mejor para todos, que las oportunidades de trabajo se multipliquen, que el emprenderismo por fin logre consolidarse como una forma ideal de generar empresa, con acceso al crédito a largo plazo e intereses bajos, lo cual es necesario para no agobiar económicamente a quien inicia un proyecto con mucho interés e idealismo, pero sin capital.

Por lo tanto, es necesario que, en vez de destruir, dañar los bienes públicos y privados, matar, agraviar, y generar dolor por todos lados, se sienten los líderes (si realmente los hay y diferentes a Petro) y, en una negociación razonable, se acuerden pautas de trabajo que permitan obtener resultados inmediatos y a largo plazo, no con medidas de corto plazo que son las que vuelven y facilitan las nuevas causas de los problemas.

No se requiere ser un gran estadista, simplemente hay tener dos dedos de frente para que aportemos desde nuestro propio hábitat a la solución del conflicto. Siempre he considerado que la solución se inicia desde abajo, desde el hogar; los amigos, el colegio, la universidad, el trabajo. Cada paso que damos debe tener un norte y no podemos dejar que las cosas vayan al vaivén de los acontecimientos; empoderémonos de nuestra vida y futuro, desde donde estemos respetemos al vecino, al colega, a la esposa e hijos, a los amigos, a los contradictores y así vamos construyendo la telaraña que permite tener una verdadera red fuerte y solidaria, eso sí, con orden y disciplina social.

Observamos día a día, en los dos últimos años, al presidente Duque, con paciencia, sin desespero, constante en su accionar, trabajando por el bien de todos; en la pandemia ha sobresalido sin pretender tener la solución al problema, recibe palo por todos lados, de su propio partido y obviamente más de sus opositores. Se equivocó con la reforma tributaria, pero retrocedió y sigue analizando alternativas, sin embargo, no he visto que los otros líderes del país estén actuando con sensatez, por el contrario, son emotivos, groseros, altaneros y se niegan a sentarse a la mesa para buscar soluciones. A ellos, con energía, les solicito respeto hacia los 50 millones de ciudadanos, actúen como los representantes de la comunidad porque no es el momento de obtener réditos políticos, es el momento de sacar adelante este país, su democracia y su futuro.

La democracia está en jaque, no por las ideas de Petro y sus muchachos, sino por la división continua de los verdaderos demócratas; por consiguiente, pellízquense y actúen como ciudadanos inteligentes, con seriedad y grandeza, hay mucho para trabajar y construir en este lindo país. En este sentido, me permito, como ciudadano, dar algunas ideas que faciliten encaminar el país por la senda del desarrollo, a saber:

En el Congreso de la República, los señores congresistas, deben dedicarse a:

1. La tarea de reinventarse, reduciendo el número de congresistas a la mitad, disminuyendo porcentualmente los representantes y senadores por departamento.

2. Legislar con responsabilidad reglamentando el tema de la cadena perpetua para violadores.

3. Legislar con dureza contra el feminicidio, victimarios que con seguridad merecen cadena perpetua, y el homicidio en general.

4. Legislar claramente para que las cárceles, sean verdaderos centros de reclusión con condenas en reclusiones normales, sin excepción. No utilización de celulares en las cárceles. No a privilegios a los condenados, con disciplina.

5. Los funcionarios públicos corruptos no deben tener beneficios de casa por cárcel, ni lugares especiales de reclusión.

6. Pagar a los congresistas como eran anteriormente, únicamente en el periodo de sesiones ordinarias o extraordinarias.

7. Abolir carros y disminuir número de trabajadores de las UTL.

En el ejecutivo, se debe estudiar una reducción de la burocracia, fusionando empresas, entidades y facilitando la vida ciudadana, con menos trabas para estar en la legalidad.

En el sector empresarial debemos ser cuidadosos. Tenemos culpas, debemos ser vigilantes y evitar dar dádivas al funcionario público para obtener un contrato, y que este no las solicite, porque esa es la fuente de erosión del patrimonio público. Con control y vigilancia previa evitaríamos muchas reformas tributarias.

No olvidar que la despensa de Colombia está en el campo. Si dedicamos un poco de la acción estatal a fortalecer educación, salud, vivienda y siembras, con seguridad habrá trabajo, y si contamos con aplicación pronta de justicia y alcaldes preparados, la vida en los municipios será agradable y llena de bienestar.

Pero es prioritario que la gente crea en los jueces, en la justicia, que sea pronta y eficaz. Posiblemente en los municipios pequeños se puede lograr ese objetivo, con jueces proactivos y ciudadanos disciplinados.

Me podría extender, pero sigo pensando que es más difícil construir que destruir; esta última se logra en minutos la otra se obtiene con perseverancia, disciplina y ganas.

Sí estoy seguro de que, respetándonos, con nuestro glorioso ejército del lado de la democracia, con policías vigilantes y con ciudadanos trabajadores, alegres y respetuosos de la ley, somo capaces de tener una mejor vida para todos y derrotar a quienes persisten en dañar y acabar con la democracia.

domingo, 25 de agosto de 2019

Me pregunto



Por Antonio Montoya H.*

Antonio Montoya H.
El por qué nuestra sociedad, la colombiana, debe y tiene que estar sufriendo, por causa de la falta de acción del Congreso colombiano, que impávido ve pasar el tiempo y no reacciona frente al clamor ciudadano, al dolor y a la angustia de miles de familias víctimas de varios flagelos abominables que atentan contra la convivencia ciudadana, la moralidad, las buenas costumbres y al sufrimiento de la víctima. Ellos guardan su dolor, la infamia, ocultan su humillación toda una vida hasta que agobiados no aguantan y sacan a la luz pública su tragedia como una forma de liberación.

Varias mujeres en el Congreso de la República han propuesto desde la pena de muerte hasta la cadena perpetua para algunos delitos atroces.

Hoy quisiera manifestar que un alto porcentaje del pueblo colombiano quiere la pena de muerte para delitos como el secuestro, el homicidio, la violación a menores de edad, la violencia contra la mujer y la violencia familiar que son delitos que afectan de manera grave y directa a las víctimas.

Qué importante sería mirar a la luz del derecho, de la disciplina y el orden social, si esos delitos que violentan la dignidad del ser humano deberían ser objeto de condena y pena de muerte para que entiendan que el delito tiene consecuencias, que la sociedad no está abstraída simplemente viendo el delito, sino que clama por la justicia verdadera, la que genera consecuencias, que castiga, condena y saca de la sociedad a aquellos que en forma permanente atentan contra la dignidad, el honor y el respeto por las normas legales.

Quisiéramos que entendiéramos que hoy estamos aportas de que estén en la calle más de diez y siete mil violadores (17.000), y unos dos mil quinientos (2.500) que están próximos a salir de la cárcel, no propiamente para contribuir al desarrollo y a la convivencia. Saldrán como aves de rapiña, serán como depredadores listos a cometer actos delictivos contra el primero que se les atraviese y entonces volverán a la cárcel, pero después de reincidir, de iniciar nuevamente el camino de la ofensa y del delito.

Debemos recordar que los Garavitos, este conocido asesino y violador, y otros muchos, sin vergüenza, ni verdadero arrepentimiento, con innumerables delitos a cuestas, tarde que temprano saldrán a recorrer los pueblos y veredas para violar y matar niños.

Desde el año pasado 2018, el presidente ha solicitado acción para aprobar la cadena perpetua para estos delitos de violación, pero el Congreso ha sido impávido a esta petición, dilatan hasta que se hunden por término de legislación y ahora no asisten a la plenaria. Son unos absolutos y totales irresponsables, dan grima y no podemos esperar nada de ellos.

La historia de la humanidad ha tenido que ir controlando la delincuencia y la violencia de muchas formas. Legislar fuertemente, aun con pena de muerte, sobre estos temas no es volver al pasado, es simplemente analizar la realidad y tomar decisiones, de lo contrario los niños y niñas de Colombia, las mujeres, los ciudadanos de bien, no tendremos seguridad, ni tranquilidad, las violaciones aumentarán, el feminicidio se multiplicará, los secuestros continuarán y la ausencia de ley, de justicia será más evidente.

Evitemos a toda costa que volvamos a épocas pasadas de aplicar sentencia por la propia mano porque entonces vendrá el caos.

Exijamos a través de redes sociales, artículos, prensa, radio, tv y todas las formas de difusión que la justicia debe prevalecer y que los delincuentes, actores de los delitos mencionados, deben o ser condenados a la pena de muerte o condenados a cadena perpetua.