viernes, 19 de mayo de 2023

Nuevos oráculos

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.

Hace ocho días, para celebrar el Día del Maestro, estuve en Facatativá con 500 educadores de 12 colegios. Muy honrosa invitación en la que estuvieron presentes el señor Obispo y la secretaria de Educación. Conversé con ellos sobre el educador que queremos y necesitamos. Grata experiencia que me revivió mi vocación de maestro y me hizo sentir, como se dice, “en mi salsa”.

Para ser sugestivos, les conté que había ido a consultar el oráculo. Por supuesto que ya no me refería al de Delfos, ni más recientemente al doctor Google, sino al que impetuosamente ha llegado para quedarse, al menos por un tiempo: el Chat GPT. Les conté que le había preguntado sobre el ser maestro y que las dos paginas que me ofreció a los 30 segundos me resultaron relativamente satisfactorias en cuanto a que en algo se aproximaban a lo que había esbozado como conferencia. Así que di mi charla y al final les conté que tuve que volver al oráculo porque había quedado con una duda que realmente me preocupaba: ¿podrá la inteligencia artificial, ahora mandando la parada, desplazar a los educadores? Esta vez la respuesta fue tan breve como contundente y muy alentadora: “No. No podrá hacerlo, porque siempre en el acto educativo hay altas dosis de interacción emocional que varían según los sujetos, siempre nuevas, siempre diferentes, animadas por habilidades blandas siempre genuinas. La inteligencia artificial será siempre una imprescindible herramienta de ayuda, eso sí”.

La respuesta dada sí que me dejó muy satisfecho, porque desde hace casi ya tres décadas vengo hablando de que las nuevas tecnologías son un desafío para los educadores del nuevo milenio, advirtiendo de su inusitada relevancia, de la merecida importancia que hay que darles, del error al querer desterrarlas de la escuela en vez de incorporarlas, de lo sorprendentemente novedosas que resultan, pero también de la convicción profunda de que jamás desplazarán al educador maestro.

Creo que la reciente pandemia que hemos vivido nos lo confirma: lo acontecido en esos meses de aislamiento sí que ha tenido efectos de todo orden en el ámbito educativo. Las cosas no son lo mismo. Hay evidencias claras de una revolución cultural, sutil pero estremecedora que ha afectado la psique, el sistema operativo de nuestro ser humano. Ciertamente siendo los mismos, no somos los mismos. Hay un antes y un después. Claro, la tecnología se ha desarrollado exponencialmente y lo seguirá haciendo, pero el humanismo altivo no doblega su cabeza. No podemos ser dominados por las máquinas. Finalmente, ha sido la inteligencia humana la que ha concebido la inteligencia artificial y hay que poner las cosas en orden.

La tecnología es y seguirá siendo medio, no fin en sí mismo. Y, en ese sentido, será siempre una herramienta poderosa, maravillosa por su evolución y alcance, pues lo que ahora vemos y que nos deslumbra no es ni pisca de lo que nos falta ver. En principio es noble y buena. Claro, como toda herramienta, podrá ser mal empleada, manipulada y usada equívocamente. Entonces seguirá debatiéndose en el centro del corazón humano la eterna lucha entre el bien y el mal y será la libertad humana la que decida hacia dónde inclinar la balanza, capacidad de discernimiento que no creo tampoco se le endose a estas criaturas. Espero.