Por José Alvear Sanín*
Para entender temas fundamentales del derecho nada mejor
que ciertos aforismos. Uno de ellos dice que la ley no tiene corazón y que el
magistrado que le presta el suyo prevarica. En consecuencia, cuando se falla
por simpatía, amistad, militancia política, obediencia, coima, etc., el juez
prevarica porque tuerce, tergiversa o contradice o abusa de la ley.
En Colombia, desde hace algunos años venimos
acostumbrándonos al prevaricato, porque se suceden los más escandalosos e
inconcebibles fallos para favorecer a ciertos personajes y grupos políticos en
su camino hacia el poder, mientras a otros se niega sistemáticamente el
reconocimiento de sus derechos.
El activismo judicial ha convertido esa rama del poder
público en un eficaz mecanismo al servicio de la extrema izquierda
revolucionaria, porque las “altas” cortes, y muchas de las que de ellas
dependen, han sido copadas por individuos comprometidos en la subversión
ideológica.
La más reciente sentencia de orden político es la del
pasado 17 de septiembre, de la Corte Constitucional, que falla a favor de una
tutela presentada por Gustavo Petro para que su grupo, “Colombia Humana”, sea
reconocido como un movimiento representativo de ciudadanos, en contra de
repetidos pronunciamientos del Consejo Nacional Electoral, la entidad
legalmente llamada a otorgar, o negar, dentro del ordenamiento, la personería
jurídica a las formaciones políticas.
La absurda tutela presentada por Petro ya había sido negada
el 29 de enero de 2019, por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, y en la
apelación por el Consejo de Estado, el 14 de marzo siguiente, precisamente por
dos tribunales que poco se han distinguido por su imparcialidad política.
Finalmente —¡vaya sorpresa!—, la Corte Constitucional
seleccionó esa solicitud de Petro, y por ocho votos contra 1 se lleva de calle
la legislación electoral, para favorecerlo con una inesperada personería
jurídica, que le abre las puertas de copiosa financiación del erario y le
permite repartir avales y formar listas para Congreso, sin tener en
consideración otras opiniones.
En esos vitales asuntos, Petro ya no tendrá que someterse a
los engorrosos, costosos y lentos procedimientos de otros grupos, esos sí
“significativos”, de ciudadanos que tratan infructuosamente de superar los
numerosos escollos legales que hacen bien difícil su expresión.
El voto disidente fue del magistrado Lizarazo, hasta ahora
el peor de la Corte Constitucional, quien no objeta el fondo de la personería
para Petro, sino la forma como le fue entregada…
El impulso que recibe Petro con esa personería es
incalculable, tanto en cuanto le favorece como en lo que representa en
detrimento de quienes se le enfrenten tardíamente y en condiciones de
inferioridad… ¡Así, Petro arranca con todos los fierros, seis meses antes que
los demás!
***
Carlos
Ochoa Martínez. El 22 de septiembre falleció —después de penosa
enfermedad— el historiador que hacía poco, con La grandeza trágica de Bolívar, había interpretado las horas más
amargas del Libertador en un texto sobrio, elegante y profundo, publicado
justamente por la Sociedad Bolivariana, de la cual era miembro, así como de la
Academia de Historia del Valle.
Carlos, a pesar de una larga vida fuera de su natal Tuluá
—en Medellín, en el exterior y sobre todo en Bogotá—, nunca descuidó su
terruño, para el que motivó iniciativas culturales, escribió biografías de
coterráneos ilustres y deliciosos recuerdos de juventud. Fue siempre el mejor,
más generoso y sincero amigo. Durante los larguísimos años de nuestra amistad
nunca tuve queja alguna, ni supe de alguien que no lo apreciase.
Descanse en paz el buen cristiano, amoroso esposo, padre y
abuelo, excelente ciudadano y trabajador incansable que acaba de dejarnos.
***
Los alcaldes de Cali, Bogotá y Medellín son peores que la
comida de la cárcel, pero pueden seguir tranquilos, acabando con todo lo que
tocan, mientras tengamos el poder judicial que padecemos y la tolerancia del ejecutivo.