Por Pedro Juan González Carvajal*
Dice la sentencia que lo
importante no es llegar, si no mantenerse.
Hubo un momento del
tiempo, hace pocos decenios, que Medellín deslumbraba por su orden, su planeación,
su limpieza, su desarrollo estético y su belleza como ciudad.
Cada época trae su afán, y
en el hoy, los miembros de mi generación, al comparar los distintos momentos de
tiempo, tenemos que llegar a la triste conclusión que el deterioro de la ciudad
ha sido constante, sin dejar de reconocer los avances en otros campos. Coincido
plenamente con mi siempre querido y respetado doctor Juan Gómez Martínez en su columna
del jueves 26 de agosto en El Colombiano, donde advierte que “Perdimos los
títulos” y con mi muy admirado Memo Ángel en su columna del sábado 28 de agosto
“Sobre la violación al espacio público”, donde evidencia los permanentes
atropellos al espacio público, lo cual afecta la calidad de vida de todos.
Menciona el doctor Juan a
nuestra añorada Tacita de Plata, a la Ciudad de la Eterna Primavera, a la
Ciudad de las Flores, a la Ciudad Industrial de Colombia… ¿Lo recuerdan?
Se pregunta con tristeza e
indignación dónde quedó esa ciudad a la cual llegaba un turista “… y se
encontraba una ciudad organizada, sin huecos en las calles, sin basuras tiradas
sobre la grama de las vías, con un tráfico organizado, con guardas de tránsito
trabajando para el orden de los vehículos, con los mejores servicios
domiciliarios, gracias a las Empresas Públicas de Medellín. Todo eso se acabó.
Ya no existe el carro tapahuecos que se encargaba de mantener una ciudad sin
huecos en el asfalto de las vías, ya se encuentran las basuras tiradas en las zonas
verdes de las esquinas……”. A eso hay que agregarle la mala y deficiente
señalización, muros llenos de letreros, jardines sin mantenimiento en algunas
glorietas, luminarias que no se encienden en las noches (y que no son casos
aislados), y el caso de las fuentes abandonadas, que tradicionalmente han sido
nuestro lado flaco, etcétera.
Resalta Memo Ángel la
necesidad de recuperar un espacio público en su verdadera dimensión para todos
los ciudadanos y no solo para el beneficio de unos pocos, ya por necesidad, ya
por actividades económicas y comerciales. Indigentes, vendedores ambulantes,
basuras, deterioro de la infraestructura, negocios que sacan sus productos a
las aceras, parqueaderos temporales desorganizados, vendedores que gritan a
todo pulmón, malos olores, basuras por doquier, calificando todo esto como lo
que es “¡El pandemónium!”.
El manejo de las basuras
parecía más efectivo cuando Empresas Varias de Medellín era una empresa
independiente. No es sino circular por la Carrera 65 entre el Aeropuerto Olaya
Herrera y la Calle 30 para evidenciar un verdadero muladar. Ya ni los horarios
de recolección se cumplen.
En temas de servicio de
telecomunicaciones y atención post venta, debemos reconocer que hemos venido
perdiendo calidad en la oportunidad y calidad del servicio de prevención y de mantenimiento.
Nuestro simbólico Metro ha
sido incapaz de colocar techos en las escaleras de acceso a las diferentes
estaciones, dicen ellos por razones de seguridad, lo cual raya en el irrespeto
y la ineptitud, prestándole un flaco servicio a sus miles de clientes.
Para colmo de males, en
los últimos años se agudizan y coinciden tres aspectos que van a desvalorizar
del todo las propiedades particulares y a la ciudad como conjunto: la
movilidad, la mala calidad del aire y la inseguridad.
En cuanto a movilidad,
pues simplemente los carros no caben por número y las vías no dan abasto por
sus especificaciones básicas. Es imposible colocar ciclovías en calles de dos
carriles sin afectar el flujo vehicular, ni forzar a las vías tradicionales
para emplear uno de los carriles para el Metroplús, pero parece que las modas
pesan sobre la razón. Para colmo de males, las autoridades se hacen los de la
vista gorda cuando ante problemas ocasionados por malos diseños de proyectos de
manera integral, como por ejemplo, un bello Puente como el de la 4 Sur en el
extremo hacia el Poblado, es de nascencia, un solo trancón y hacia Guayabal al
llegar a la 2 Sur, los tacos tradicionales se agudizan pues se acepta
irresponsablemente que los carros parqueen a lado y lado de la estrecha calle,
limitando el poco espacio que queda para el paso de los carros que lo tienen
que hacer en paciente y desesperante fila india. ¿Y dónde están las
autoridades? ¿Dónde está la señalización de “Prohibido parquear”?
Y lo que faltaba: denuncia
El Colombiano en su edición del viernes 27 de agosto que, por distintas
razones, “Semáforos: 1 de cada 3 se ha dañado”. Ahí sí, ¡apague y
vámonos!
Ahora bien, se anuncian
medidas simbólicas e inocuas como volver a implementar el pico y placa. El
remedio está, parcialmente, en soluciones de altura o subterráneas.
Con respecto a la mala
calidad del aire, ahí sí tenemos un verdadero problema, pues nos estamos dando
cuenta de que, geográficamente hablando, nuestro Valle de Aburrá se asemeja más
a un cañón que a un valle, lo cual encierra el aire sucio, y no existen
corrientes de aire lo suficientemente fuertes para sacarlos de este espacio.
Muchos humanos, muchos carros, lenta decisión para erradicar el uso de
combustibles fósiles e implementar soluciones con energías limpias, decisión
que hoy depende del gobierno central.
Y al llegar al tema de la
inseguridad, pues debemos reconocer que, ante la inexistencia de un modelo
económico claro, pues el rebusque, la informalidad, la inmigración no
planificada, el crecimiento demográfico y la ilegalidad, son un caldo de
cultivo apropiado para el deterioro generalizado y la apremiante necesidad de
sobrevivir. Hablar de educación sin verdaderas opciones de futuro es un
contrasentido. Y pretender resolver el tema de la inseguridad solo con medidas
represivas es ingenuo.
NOTA: Para acabar de rematar, la Oficina de Pasaportes, que
antes era ejemplo de orden, eficiencia, puntualidad y oportunidad, hoy está
colapsada. (El Colombiano, agosto 31 de 2021).