lunes, 27 de septiembre de 2021

Ciudadano

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.*

No es cualquiera. Recurriendo a la definición de la Real Academia Española, debemos entender que ciudadano es “una persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a su vez a sus leyes”. Esto conlleva a que la sociedad comprenda que vivir en un país, tener cédula de ciudadanía, tener derechos y obligaciones no es cualquier cosa, y si no miremos alrededor del mundo y encontramos que por causa de las guerras civiles, las dictaduras y los abusos de los gobernantes se ven miles y miles de personas desplazadas, inmigrantes sin pasaportes, sin identidad, deambulando por territorios vecinos como ánimas en pena, sufriendo, subsistiendo y sin arraigo, sin empleo y dependiendo de la caridad. Esos eran ciudadanos de un país, con derechos y obligaciones, y cayeron en la desgracia social por causa de unos ilusionistas mentirosos y populistas que prometieron el oro y el moro y solo salieron ganando ellos y su banda de criminales aliados.

En Colombia, desde el nefasto día en que se retiraron del pensum académico de los colegios las clases de ética, urbanidad, historia y geografía, iniciamos el camino de la decadencia social. Ninguno o casi ninguno de nuestros jóvenes sabe dónde está parado, no se ubica en el mundo, no conoce nuestra historia y menos la de otras regiones; caímos en la inmediatez de las redes sociales, que no educan, ni forman en valores, ni enriquecen con orden a quienes están pegados de ellas.

Preguntémosle a cualquier persona qué entiende por ciudadano y casi les puedo garantizar que no tienen precisión de su significado, ni cercano están.

Aunque escribo esto con tristeza y desazón, quiero pensar que aún es tiempo de corregir estos problemas, que volvamos al arraigo, al conocimiento y al sentido de pertenencia que representa un verdadero ciudadano.

Propongo varios temas específicos que nos podrán ayudar a que el término ciudadano, resurja de las cenizas y se convierta en un verdadero sentido de la nacionalidad, a saber:

a.    La familia, como el núcleo principal de nuestro diario vivir. Entender el papel del padre y la madre, las responsabilidades en el hogar y fuera de ella como familia, es decir como parte de un grupo activo por el que hay que responder, apoyar y superar las adversidades, es pues un sentimiento de solidaridad hermandad y liderazgo.

b.    Los valores, aquellos que nos permitirán soportar el dolor, nos darán la fuerza para actuar respetando al otro, y tendremos presente que la lealtad, el respeto, el amor y el trabajo nos darán la posibilidad de ser mejores y superar las dificultades.

c.    El trabajo, si respetamos el trabajo que tenemos, aprovechando las oportunidades laborales que se dan por la formación y la educación las empresas sobrevivirán, mantendrán el ingreso de muchos ciudadanos y las nuevas generaciones tendrán opciones de vida.

d.    El orden y la disciplina, sin estos dos, no existirá la posibilidad de que un país, una ciudad o un grupo humano prospere. Si diariamente no actuamos ordenadamente, hacemos que las leyes se cumplan, que los contratos se respeten, que la palabra se honre, que se dignifique al semejante y se le dé valor a la vida, el camino estará perdido, serán más las dificultades y tropiezos que el éxito.

Todo esto para buscar que entendamos que equivocamos el camino, que en el hogar no hay orden, ni disciplina; cada uno de los miembros de la familia tira por su lado, no existe una comunión de intereses y eso lleva a que los jóvenes caigan fácilmente en las garras de los astutos y hábiles promeseros, que no creen en la familia, el orden, la tradición y el respeto por los demás; ellos acabarán con el país y se reirán de los que los apoyaron; no cumplirán ni darán nada a cambio, es el resultado de la falta de identidad, por no saber que tienen, perderán todo.

Los ciudadanos, los que acatan la ley y creen en el orden, están llevados, son violentados, no los dejan trabajar, ni disfrutar en un restaurante, ni caminar con tranquilidad, ni asistir a tiempo al trabajo, en fin, ellos que soportan la economía, la salud y la prosperidad de un pueblo, son hoy los marginados porque las autoridades no existen, son alcahuetas, irresponsables y corrompidas.

Tenemos que dar el brinco, responder con solidaridad, liderar nuevas estrategias encaminadas a recuperar la tranquilidad ciudadana, invocando primero a las administraciones municipales y a la justicia. Solo lo lograremos actuando con severidad, unidos en defensa de la institucionalidad y la democracia.

Démosle fuerza y sentido a la palabra ciudadano.