Por Antonio Montoya H.*
No es cualquiera. Recurriendo a la definición de la Real
Academia Española, debemos entender que ciudadano es “una persona
considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y
sometido a su vez a sus leyes”. Esto conlleva a que la sociedad comprenda
que vivir en un país, tener cédula de ciudadanía, tener derechos y obligaciones
no es cualquier cosa, y si no miremos alrededor del mundo y encontramos que por
causa de las guerras civiles, las dictaduras y los abusos de los gobernantes se
ven miles y miles de personas desplazadas, inmigrantes sin pasaportes, sin
identidad, deambulando por territorios vecinos como ánimas en pena, sufriendo,
subsistiendo y sin arraigo, sin empleo y dependiendo de la caridad. Esos eran
ciudadanos de un país, con derechos y obligaciones, y cayeron en la desgracia
social por causa de unos ilusionistas mentirosos y populistas que prometieron
el oro y el moro y solo salieron ganando ellos y su banda de criminales
aliados.
En Colombia, desde el nefasto día en que se retiraron del
pensum académico de los colegios las clases de ética, urbanidad, historia y
geografía, iniciamos el camino de la decadencia social. Ninguno o casi ninguno
de nuestros jóvenes sabe dónde está parado, no se ubica en el mundo, no conoce
nuestra historia y menos la de otras regiones; caímos en la inmediatez de las
redes sociales, que no educan, ni forman en valores, ni enriquecen con orden a
quienes están pegados de ellas.
Preguntémosle a cualquier persona qué entiende por
ciudadano y casi les puedo garantizar que no tienen precisión de su
significado, ni cercano están.
Aunque escribo esto con tristeza y desazón, quiero pensar
que aún es tiempo de corregir estos problemas, que volvamos al arraigo, al
conocimiento y al sentido de pertenencia que representa un verdadero ciudadano.
Propongo varios temas específicos que nos podrán ayudar a que
el término ciudadano, resurja de las cenizas y se convierta en un verdadero
sentido de la nacionalidad, a saber:
a. La
familia, como el núcleo principal de nuestro diario vivir. Entender
el papel del padre y la madre, las responsabilidades en el hogar y fuera de
ella como familia, es decir como parte de un grupo activo por el que hay que
responder, apoyar y superar las adversidades, es pues un sentimiento de
solidaridad hermandad y liderazgo.
b. Los valores, aquellos
que nos permitirán soportar el dolor, nos darán la fuerza para actuar
respetando al otro, y tendremos presente que la lealtad, el respeto, el amor y
el trabajo nos darán la posibilidad de ser mejores y superar las dificultades.
c. El
trabajo, si respetamos el trabajo que tenemos, aprovechando las
oportunidades laborales que se dan por la formación y la educación las empresas
sobrevivirán, mantendrán el ingreso de muchos ciudadanos y las nuevas
generaciones tendrán opciones de vida.
d. El
orden y la disciplina, sin estos dos, no existirá la posibilidad de
que un país, una ciudad o un grupo humano prospere. Si diariamente no actuamos
ordenadamente, hacemos que las leyes se cumplan, que los contratos se respeten,
que la palabra se honre, que se dignifique al semejante y se le dé valor a la
vida, el camino estará perdido, serán más las dificultades y tropiezos que el
éxito.
Todo esto para buscar que entendamos que equivocamos el
camino, que en el hogar no hay orden, ni disciplina; cada uno de los miembros
de la familia tira por su lado, no existe una comunión de intereses y eso lleva
a que los jóvenes caigan fácilmente en las garras de los astutos y hábiles
promeseros, que no creen en la familia, el orden, la tradición y el respeto por
los demás; ellos acabarán con el país y se reirán de los que los apoyaron; no
cumplirán ni darán nada a cambio, es el resultado de la falta de identidad, por
no saber que tienen, perderán todo.
Los ciudadanos, los que acatan la ley y creen en el orden,
están llevados, son violentados, no los dejan trabajar, ni disfrutar en un
restaurante, ni caminar con tranquilidad, ni asistir a tiempo al trabajo, en
fin, ellos que soportan la economía, la salud y la prosperidad de un pueblo,
son hoy los marginados porque las autoridades no existen, son alcahuetas,
irresponsables y corrompidas.
Tenemos que dar el brinco, responder con solidaridad,
liderar nuevas estrategias encaminadas a recuperar la tranquilidad ciudadana,
invocando primero a las administraciones municipales y a la justicia. Solo lo
lograremos actuando con severidad, unidos en defensa de la institucionalidad y
la democracia.
Démosle fuerza y sentido a la palabra ciudadano.