Por John Marulanda*
Un Bolívar con falencias tácticas pero decidido, solitario
en su grandeza, pero bien respaldado por unos coroneles imbuidos en su misión,
navegó más que Colón y Vasco de Gama, anduvo 10 veces más que Aníbal, tres más
que Napoleón, el doble de Alejandro Magno y fue derrotado en seis de las 472
batallas que peleó.
Historia para un depósito
Con el apoyo de sus amigos ingleses, el caraqueño expulsó a
los españoles de estas tierras y gestó la creación de seis naciones en una
campaña militar asombrosa: luego de la batalla del Pantano de Vargas, (julio 1819),
en donde murieron 300 patriotas, según el comandante español Barreiro,
siguieron las de Boyacá (agosto del mismo año) con cerca de 100 bajas; Carabobo
en Venezuela (junio 1821) con unas 300 bajas patriotas; Bomboná en el sur de
Colombia (abril 1822),con más de 600 bajas; Pichincha en Ecuador (mayo 1822)
con 350 bajas patriotas; Junín en Perú (agosto 1824) con unas 150 bajas, y
Ayacucho, Perú, (diciembre 1824), con cerca de 1.000 bajas patriotas en combate
contra Canterac y De la Serna, dos de los últimos generales españoles
expulsados de suelo sudamericano.
Todos estos sacrificios se empezaron a reconocer
públicamente desde principios del siglo anterior y en 1963 se inauguró el
Monumento a los héroes, que recordaba el costo en vidas y sangre de esa proeza
que nos parió como naciones soberanas y libres, en lo posible, claro. Y aunque
en 2006 el Ministerio de la Cultura lo declaró bien de interés cultural del
ámbito nacional, la Alcaldía de Bogotá, argumentando el paso del proyectado
Metro, demolió la torre a martillazo limpio con la promesa de un nuevo centro
cultural en otra parte de la ciudad, desatendiendo la ley, pues los bienes
culturales deben ser protegidos, preservados y restaurados por mandato
constitucional.
Como los vándalos de la tal Primera Línea vilipendiaron y
pintarrajearon el monumento con grafitis de odio, de rabia, de una nueva
historia de caos, pues la mesa estaba servida.
Bolívar, el idolatrado fetiche de la robolución
bolivariana, fue evacuado del monumento en andas, a medianoche con todo y
montura, y guardado en un depósito ante el riesgo de que algún muchacho
ignorante y alucinado lo decapitara. Es un “canalla cobarde, brutal y miserable” dirían esos
mozalbetes aprendices de nazis, citando a Marx (1858). No importa que estemos
hablando del “el americano más prominente del siglo XIX”, como lo
calificó recientemente la BBC de Londres.
Reescribiendo una
historia feliz
Este desafuero es una
demostración palmaria de la estrategia de la izquierda cuando llega al poder:
borrar la memoria histórica vigente y recomponerla según su versión, por
aquello de que quien gana es quien escribe la “verdad”.
El reemplazo de la historia oficial empezó de pleno a
partir de los acuerdos habaneros. La Comisión de la Verdad oficia,
espuriamente, como tribunal inquisitorial velado que en su Santo Oficio
proclamará la nueva verdad: esos soldados patriotas que hace 200 años se
sacrificaron y sus sucesores de hoy, todos, son culpables. Su memoria será
maldita. Los generales y coroneles del Ejército bicentenario de hoy son
estigmatizados, los soldados y policías colombianos asesinados por la espalda.
La demolición de sus símbolos y monumentos es necesaria.
Y sus sustitutos ya están en camino. El buenazo líder
campesino de alias "Monito Jojoy" es un buen alterno; alias
"Timochenco" es un paradigma viviente del verdadero espíritu narco
revolucionario que creará una nueva patria; alias "Sandra", maternal
ella, que jura que los secuestrados tenían una “buena camita” y “buena
comidita” en los campos de concentración de su amigo Jojoy, no puede ser mejor
opción para la nueva historia.
De la JEP y la Comisión de la Verdad a la condena y de allí
al derribamiento de monumentos, que ya se inició ante la indolencia
generalizada, mientras se reescriben las cartillas escolares que recitarán las
nuevas felices generaciones. En eso vamos.