Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Aumenta
el número de aspirantes presidenciales. Los hay de todas las corrientes,
edades, posturas, ideologías, proyectos, partidos, formaciones, experiencias. No
es fácil comprender por qué quieren llegar a la primera magistratura del Estado,
cuando en realidad lo que se van a ganar es un soberano dolor de cabeza, con
tantos problemas de fondo por afrontar, en un país catalogado en los últimos
rankings como de los más inequitativos, más violentos, más corruptos, más antiecológicos,
más feminicidas…
Se
necesita, no sé, si mucho amor patrio y honesto o ingenuo deseo de servir, o
masoquismo consciente porque, a no dudarlo, su cabello sin necesidad de
tinturarlo se volverá blanco en cuatro años, se convertirá en el objetivo de
toda clase de críticas porque sí y porque no, recibirá palo porque bogas y palo
porque no bogas, querrá estar bien rodeado, pero no faltará quien le falle y lo
haga quedar mal. En fin… es un honor de muy alto costo pues, aunque pueda tener
la mejor voluntad, a su alrededor rondarán toda clase de intereses, desde los
más nobles hasta los más perversos y tendrá que estar muy cercano, no de una
corte de áulicos u obsecuentes turiferarios, sino de verdaderos amigos que lo
asesoren bien, no lo dejen meter la pata, le ayuden a comunicar oportuna y
verazmente lo que hace, con apertura para recibir críticas y sugerencias de
modo que no haya riesgo de dormirse en los laureles y quedarse saboreando las
mieles del poder.
La
verdad, no me interesa mucho si es de tal o cual partido, o si no lo tiene, el
hecho es que necesita contar con apoyo consistente en el Congreso para que
pueda efectivamente gobernar sacando adelante su plan de gobierno y no le pase
lo que a muchos que, por ser fruto de múltiples alianzas y coaliciones, a la
postre se quedan sin apoyo de muchos de ellos, desencantados de que no haga lo
que ellos quieren.
No
tengo preferencia sobre si es hombre o si es mujer, lo importante es que tenga
carácter, eso que llamamos personalidad auténtica y bien definida para sortear
con reicidumbre los más duros y complejos problemas. No me estresa saber su
religión, pero sí me afana que tenga principios y valores claros, respete la
libertad de cultos, sea un demócrata y tenga claro que debe servir sin
distingos ni preferencias a todos los colombianos, que quiera erradicar la
polarización y tenga como propósito la reconciliación y la paz.
Mi
candidato habrá de estar bien preparado para asumir tamaño encargo. Entre más
experiencia tenga y mayor conocimiento de la realidad del país, mejor. No basta
haber paseado por todas las regiones haciendo populistas campañas, tomándose
fotos con todo el mundo para aparecer empático y simpático con gente que en
realidad no le interesa y que cuando esté en el poder no volverá a saludar, ni
querrá recibir para dialogar sobre los problemas que les aqueja.
Sinceramente
no creo en promesas electoreras de esas que endulzan oídos incautos en tanto obtienen
votos y después nos dejan viendo un chispero: “gobernaré con los más capaces
y honestos”, “puedo esculpir sobre piedra que no subiré impuestos”, “mejores
salarios y menos impuestos”, entre otras muchas mentiras. Un conocedor
realista del Estado respeta la nación entera.
Por
eso es importante que sea honesto, respete la separación e independencia de los
poderes y concite a todo el país para sacarlo adelante frente a la peor crisis
y el mayor caos y anarquía en la que se ha sumido. Sigo en búsqueda.
Sé
que no puede ser Supermán o La Mujer Maravilla, pero están descartados los que han
alimentado el odio y la venganza, quienes en el ejercicio de sus cargos ya han
tenido la oportunidad de mostrar lo mejor de sí mismos, pero pelaron el cobre, los
camaleones oportunistas y los revanchistas compulsos que se van a pasar todo el
tiempo con retrovisor en mano en vez de construir futuro. Todavía estamos a
tiempo de evitar la debacle. Dejemos de lado las pasiones viscerales y pensemos
en grande, sin mezquindades y seudo valores rastreros y de la peor estopa.