viernes, 1 de octubre de 2021

Mi candidato

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Aumenta el número de aspirantes presidenciales. Los hay de todas las corrientes, edades, posturas, ideologías, proyectos, partidos, formaciones, experiencias. No es fácil comprender por qué quieren llegar a la primera magistratura del Estado, cuando en realidad lo que se van a ganar es un soberano dolor de cabeza, con tantos problemas de fondo por afrontar, en un país catalogado en los últimos rankings como de los más inequitativos, más violentos, más corruptos, más antiecológicos, más feminicidas…

Se necesita, no sé, si mucho amor patrio y honesto o ingenuo deseo de servir, o masoquismo consciente porque, a no dudarlo, su cabello sin necesidad de tinturarlo se volverá blanco en cuatro años, se convertirá en el objetivo de toda clase de críticas porque sí y porque no, recibirá palo porque bogas y palo porque no bogas, querrá estar bien rodeado, pero no faltará quien le falle y lo haga quedar mal. En fin… es un honor de muy alto costo pues, aunque pueda tener la mejor voluntad, a su alrededor rondarán toda clase de intereses, desde los más nobles hasta los más perversos y tendrá que estar muy cercano, no de una corte de áulicos u obsecuentes turiferarios, sino de verdaderos amigos que lo asesoren bien, no lo dejen meter la pata, le ayuden a comunicar oportuna y verazmente lo que hace, con apertura para recibir críticas y sugerencias de modo que no haya riesgo de dormirse en los laureles y quedarse saboreando las mieles del poder.

La verdad, no me interesa mucho si es de tal o cual partido, o si no lo tiene, el hecho es que necesita contar con apoyo consistente en el Congreso para que pueda efectivamente gobernar sacando adelante su plan de gobierno y no le pase lo que a muchos que, por ser fruto de múltiples alianzas y coaliciones, a la postre se quedan sin apoyo de muchos de ellos, desencantados de que no haga lo que ellos quieren.

No tengo preferencia sobre si es hombre o si es mujer, lo importante es que tenga carácter, eso que llamamos personalidad auténtica y bien definida para sortear con reicidumbre los más duros y complejos problemas. No me estresa saber su religión, pero sí me afana que tenga principios y valores claros, respete la libertad de cultos, sea un demócrata y tenga claro que debe servir sin distingos ni preferencias a todos los colombianos, que quiera erradicar la polarización y tenga como propósito la reconciliación y la paz.

Mi candidato habrá de estar bien preparado para asumir tamaño encargo. Entre más experiencia tenga y mayor conocimiento de la realidad del país, mejor. No basta haber paseado por todas las regiones haciendo populistas campañas, tomándose fotos con todo el mundo para aparecer empático y simpático con gente que en realidad no le interesa y que cuando esté en el poder no volverá a saludar, ni querrá recibir para dialogar sobre los problemas que les aqueja.

Sinceramente no creo en promesas electoreras de esas que endulzan oídos incautos en tanto obtienen votos y después nos dejan viendo un chispero: “gobernaré con los más capaces y honestos”, “puedo esculpir sobre piedra que no subiré impuestos”, “mejores salarios y menos impuestos”, entre otras muchas mentiras. Un conocedor realista del Estado respeta la nación entera.

Por eso es importante que sea honesto, respete la separación e independencia de los poderes y concite a todo el país para sacarlo adelante frente a la peor crisis y el mayor caos y anarquía en la que se ha sumido. Sigo en búsqueda.

Sé que no puede ser Supermán o La Mujer Maravilla, pero están descartados los que han alimentado el odio y la venganza, quienes en el ejercicio de sus cargos ya han tenido la oportunidad de mostrar lo mejor de sí mismos, pero pelaron el cobre, los camaleones oportunistas y los revanchistas compulsos que se van a pasar todo el tiempo con retrovisor en mano en vez de construir futuro. Todavía estamos a tiempo de evitar la debacle. Dejemos de lado las pasiones viscerales y pensemos en grande, sin mezquindades y seudo valores rastreros y de la peor estopa.