Por John Marulanda*
No importa la
pandemia. El gobierno colombiano y el régimen venezolano están en guerra
política, diplomática, económica y de declaraciones. Pero quienes esperan que,
como consecuencia de esto, una mañana nos despierten tanques rusos T-72 con
banderines venezolanos rompiendo la frontera por Paraguachón con eje de avance
hacia Riohacha, mientras Miraflores declara que el “gobierno socialista
recupera el territorio que históricamente ha sido y es nuestro”, podrían
estar fuera de contexto.
¿Tanques a la
frontera?
El Teatro de
Operaciones del Nordeste y el Plan de Guerra Guaicaipuro, son cosa del pasado,
aunque reutilizables, por supuesto.
Los intereses
geoestratégicos de Rusia, China, Irán y Turquía y las ambiciones del crimen
organizado transnacional, (agreguen a Cuba y Libia), reunidos en Venezuela,
serían los decisores de una acción bélica dura, de dudosos y discutibles
réditos. Por el contrario, se perderían las ventajas económicas y geopolíticas
que les ofrece la “boliburguesía” dominante y su subalterna pandilla madurista.
La baja moral de la
tropa chavista, “desproteinizada”, con un liderazgo desgastado por la
corrupción y la tal milicia, que se ha convertido en una carga logística más
que un cuerpo de combate, son factores decisivos en este panorama. Los esfuerzos militares
venezolanos siguen enfocados en la recuperación de su variopinto arsenal -ruso,
chino, norteamericano, iraní, nacional-, lleno de problemas de mantenimiento,
funcionalidad y complementariedad. Como sus refinerías. Colombia, por lo demás,
nunca ha tenido planes militares ofensivos. Ni siquiera tanques registra en su
inventario militar.
Con una migración que
llegará rápidamente a los dos millones de venezolanos buscando comida, techo,
sanidad y seguridad en territorio neogranadino, lo último práctico y
políticamente beneficioso, sería acudir a una acción armada mayor. Y está la frontera, un agujero
negro que se tragaría cualquier eventual ofensiva militar venezolana.
Finalmente, ni Colombia ni Venezuela tienen recursos para sostener tan siquiera por 48
horas, una dinámica de este tipo, mucho menos con una pandemia a punto
de desbordarse.
Guerra cibernética
electoral
Las campañas rusas a
través de las redes sociales influenciaron la opinión pública en las elecciones
de varios países europeos y sembraron incertidumbre y violencia callejera en la
población estadounidense. El reciente hackeo a las cuentas federales
norteamericanos de los ministerios de Comercio y de Tesoro y el caso Solar
Wind, tiene a todas las agencias de seguridad cibernética de US coordinando
esfuerzos para prevenir nuevos y más refinados ataques de terceros alimentados
y guiados por agencias rusas.
En Latinoamérica,
cuentas vinculadas a Rusia y Venezuela distribuyeron millones de mensajes
desinformando y promoviendo la violencia civil en Colombia, Ecuador, Chile,
Perú y Bolivia, en los disturbios civiles de finales del 2019, la “brisita” de
Diosdado, remedo tropical de las primaveras árabes. Lo denunciaron la vicepresidente
colombiana y la ministra del Interior ecuatoriana. Este año habrá elecciones en
Chile, Perú y Ecuador. Pero la madre de todas las batallas electorales de la
región, serán las del 2022 en Colombia, un país que durante más de medio siglo
ha resistido los embates políticos-militares de la izquierda estalinista. A
partir de ahora, la campaña 2022 nos sumirá en un escenario cibernético en el
cual Venezuela jugará un papel de primera línea. Las capacidades cibernéticas
de Moscú están disponibles desde Caracas para ayudar a “imponer
democráticamente” otro gobierno progre que hundiría definitivamente el
subcontinente en la miseria del castrochavismo. Se puede desde ya delinear este
escenario de guerra cibernética preelectoral colombiana durante todo este año.
Será menos costoso y más efectivo que movilizar tanques, aviones o tropas y
generará perturbación social, inestabilidad y violencia, con el apoyo de las
agencias de “información” rusas RT y Sputnik, iraní con Hispan TV o china con Xinhua,
todas compartiendo oficina virtual con la criollísima Telesur en Caracas.
Según una investigación OEA-BID, Colombia
es el segundo país con mayores logros en ciber capacidades en Latinoamérica,
después del Uruguay. Pero estos son logros de naturaleza creativa, defensiva,
protectiva, en tanto las capacidades cibernéticas rusas e iraníes son
claramente intrusivas, ofensivas, que buscarán crear matrices de opinión
favorables a los deslucidos candidatos de la izquierda y desfavorables a los
candidatos del centro o de la derecha colombianos. Polarizar siempre ayuda a
los intereses comunistas. Por otro lado, prohijados por Venezuela, los
narcoterroristas elenos y farianos arreciarán sus asesinatos y masacres en los
campos, y extorsiones y control barrial en las ciudades como rudimentario
método de lucha política. Total, a pesar de esta era de guerras cibernéticas,
US aún ostenta su musculoso portaaviones nuclear Nimitz en el Golfo Pérsico,
Rusia se complace por su nuevo misil crucero hipersónico Zircon e Irán continúa
enriqueciendo uranio y anuncia triunfante su renovada tecnología de drones suicidas.
En medio de la virtualidad y la ciber dimensión, el garrote todavía funciona.