Por Pedro Juan González Carvajal
La gran mayoría de los economistas
serios coinciden en que para poder reactivar o activar la economía en un mundo
capitalista, la fórmula a emplear es sencilla: mejorar las condiciones para que
se incremente la demanda, lo cual servirá como detonante para generar el momentum
del círculo virtuoso donde si hay ingresos hay demanda, si hay demanda hay
producción, si hay producción hay utilidades y empleo, si hay utilidades mejora
la reinversión o la inversión, si hay empleo mejoran los ingresos por salarios
o la capacidad de crédito para seguir consumiendo, y así sucesivamente.
Hasta este punto, casi todos vemos la
descripción anterior como más o menos lógica y sobre todo coherente.
Sin embargo, cuando llega el momento
de fijar el salario mínimo, parece que a los empresarios se les olvida este
esquema y aparece de nuevo el “coco” de que si se suben los salarios, se merma
la real capacidad de mantener y generar empleo, lo cual se ha convertido en “un
verdadero mito político-académico”, por no decir que en un “mito urbano”.
Con este cuentecito nos traen desde el
Frente Nacional, y la capacidad de generar el empleo que se requiere no se ve
por ninguna parte, a pesar de tener también a su favor un sistema tributario
lleno de excepciones y gobiernos timoratos generosos en subsidios.
Luego discutiremos argumentaciones con
respecto a la productividad y la eficiencia.
Si seguimos haciendo más de lo mismo,
pues jamás vamos a encontrar resultados distintos.
Ojalá los altos intereses nacionales
sean alguna vez considerados como prioritarios y de verdad lleguemos a tener
gobernantes con el conocimiento, la voluntad, la capacidad y el carácter para
tomar las decisiones que se deben tomar y no aquellas que benefician el
sostenimiento de una falsa gobernabilidad.
Pasando a otro tema no menos
importante, surge de nuevo la discusión si para la competencia futbolera con
resultados positivos se requiere el desarrollo o no de procesos con
continuidad.
Para los hinchas del Atlético Nacional
es fácil hablar de la bondad de procesos que han sido exitosos como los vividos
inicialmente de la mano de Zubeldía y posteriormente de la mano de Maturana y
mi muy querido Bolillo Gómez, proceso último que se llevó a la Selección de Mayores
también con resultados muy positivos.
Incluso, la obtención de la Copa
Libertadores de 2016 fue el resultado de un proceso iniciado en 2011 por el
Sachi Escobar, continuado con convicción por los directivos y el profesor
Osorio, quienes no sucumbieron a la tentación de hacernos caso a los hinchas y
barrer con la nómina que fracasó en la Libertadores de 2012. Y, así, llegaron
los seis títulos y la final de la Sudamericana. Finalmente, cuando llegó
Reinado Rueda, muy inteligente y pragmáticamente se apoya en la base existente
y consolidada, la refuerza con algunos jugadores y elemento de su idea de juego
y el resultado fue una Libertadores, una Supercopa Sudamericana y una final de Copa
Sudamericana malograda por el triste suceso del Chapecoense.
Sin embargo, la exigencia de la
competencia actual no da espera. Llega Guimaraes al América y en un semestre lo
saca campeón y renuncia. Llega Juan Cruz Real, también al América y en un
semestre lo saca otra vez campeón y anuncia su renuncia. Llega un técnico
idóneo, querido por la hinchada, aportante de varios títulos locales, parte del
patrimonio nacionalista como el profesor Juan Carlos Osorio y por falta de
resultados debe hacerse a un costado.
¿Cuál proceso desarrollaron Guimaraes
y Cruz? ¡Pues ninguno! Y así y todo salieron campeones.
Hoy mi muy querido Bolillo llega a
dirigir al otro equipo de plaza y en su primera rueda de prensa dice palabra,
más palabra menos: “quiero iniciar un proceso a 5 años. Espero que no me
echen dentro de un año para poder darle continuidad al proceso”. Lo
anterior suena lógico bajo la perspectiva de los procesos, pero irreal e iluso a
la luz de la lógica de los resultados.
Los grandes equipos del mundo tienen
altibajos y muchas veces son debidos a la salida de técnicos y cuerpos técnicos
que trabajan mucho pero no entregan títulos ni campeonatos. Ejemplos como el de
Sir Alex Ferguson sirven para confirmar que la excepción hace la regla.
En el caso colombiano, parecería haber
una constante: para ser campeón de Colombia no es necesario ningún proceso,
basta con una nómina decente y una buena racha en la instancia final, pero los
fracasos rotundos de nuestros clubes en los torneos internacionales de los
últimos años, sugiere que para ser competitivo en tales torneos hace falta algo
más y, posiblemente ese algo sea un proyecto serio y coherente.