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miércoles, 6 de septiembre de 2023

De cara al porvenir: el multiverso real

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Algunos analistas críticos sostienen que la historia la escriben, la reescriben o la inventan los ganadores que han existido en todo tiempo y lugar, bajo cualquier circunstancia.

Sería esperanzador que la realidad haya coincidido y coincida con el lado bueno de la historia, con lo políticamente correcto y con lo moralmente edificante, obviamente teniendo como signo la verdad.

Pecando de ingenuo, esto sería un adecuado proceso de distinción entre la civilización y la barbarie y el reconocimiento de la existencia de un comportamiento ético en lo individual y en lo colectivo.

La existencia de caudillos, dictadores, fanáticos y revoltosos ha signado el acontecer humano de todas las épocas y de todos los lugares, volviendo subjetiva la aproximación a la realidad, donde lo verdadero y lo falso, lo correcto y lo incorrecto, ha dependido y depende en mucha medida de la actuación y de la voluntad de estos personajes.

La historia en su evolución recorre el camino, generalmente, del mito, de la superstición, del misticismo y del fanatismo.

Muchas veces lo que queremos describir como “realidad mágica” es el resultado del manejo tras bambalinas que personajes siniestros y a ratos malignos le han dado a la realidad.

Como reacción, por ejemplo, en el siglo XV proliferaron los santos, en el siglo XIX aparecieron los héroes y en el siglo XXI la preeminencia la tienen las víctimas.

Para salir adelante, fuera de tener el respaldo de relatos inteligentes, veraces y prácticos, debemos también aprender a enfrentar y a entender la realidad como lo es. Muchas veces nos estrellamos contra la realidad porque queremos que toda actuación sea pura, o porque no nos contentamos con reconocer la realidad si no que queremos es lo que no existe o porque, en un ejercicio explicable pero inaplicable hasta ahora, queremos redimir la injusticia y el dolor aspirando a lo imposible.

Es por ello, por ejemplo, que las víctimas merecen dejar de ser víctimas en este mundo, bajo la premisa de un comportamiento ético de la sociedad.

El manejo usufructuario de la explotación de sentimientos como el miedo, el odio y la esperanza, ha facilitado a través de la historia, la forma como se ha conducido a las masas a su condición de rebaño.

El ideario de la conjunción entre la ética y la estética muchas veces no logra superar su categoría utópica, privando a la sociedad de una posibilidad racional y trascendente de la integración entre los altos valores de la libertad, el orden, la belleza y la tolerancia, guiados por el vector de la verdad.

Mientras tanto en el día a día nos hemos infectado con la epidemia de la corrupción que nos vincula a todos sin excepción por acción o por omisión.

También hacen parte de la corrupción el mal cuidado del planeta, el despilfarro de los recursos, la no introspección y la no aplicación de conceptos como la igualdad, la equidad y la justicia, la creciente concentración de las riquezas y las oportunidades que muestran un panorama desolador y que, aunado al cambio climático, podría llegar a convertirse en un fenómeno verdaderamente devastador.

El asunto de la demografía, el tema de la salud mental como tema de salud pública, la creciente tendencia al escapismo a través de drogas alucinantes de cualquier tipo, la depresión que avanza de manera sostenida, el suicidio que crece galopante o el simple aburrimiento, son muestra del deterioro que hoy enfrentamos a nivel juvenil y que no reconocemos todavía en su verdadera dimensión.

Una infancia desprotegida y una juventud desorientada nos ilustran y dan luces acerca del tipo de futuro que nos espera.

No esperemos llegar a ese futuro incierto y problemático. Hay que comenzar a actuar con resultados concretos ya mismo, si no queremos ser testigos históricos de una debacle como especie.

lunes, 16 de mayo de 2022

Restitución de tierras

En su editorial de El Pensamiento al Aire para esta semana, el doctor Antonio Montoya analiza la razón de por qué el país, desde el momento en que se firmó el acuerdo de paz, se polarizó, conflicto que se mantiene porque aún no se ha logrado que los victimarios digan la verdad y se repare los derechos que se le han violado de las víctimas. Complementa su análisis hablándonos de la destitución del alcalde de Medellín, Daniel Quintero.


viernes, 5 de julio de 2019

El canibalismo existe


José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón Contreras
Quienes pensaban que la antropofagia había sido superada y que era cuestión de algunas tribus indígenas en otras latitudes, o de películas como la de Hannibal Lecter, o de extremo recurso empleado por algunos para poder sobrevivir en Los Andes australes, se equivocan. El canibalismo existe todavía y está más en auge de lo que uno se podría imaginar. Por supuesto, no de modo literal, sino como manera de proceder en el ámbito cotidiano.

De la segunda lectura de la eucaristía dominical pasada, precisamente me llamó la atención esta frase de San Pablo a los Gálatas: “…si se atacan como fieras, terminarán devorándose unos a otros” (Ga 5, 15). Sin duda, es un recurso literario, pero también un retrato de lo que pasaba entonces y sigue pasando ahora: el delicioso, por no decir exquisito, placer de comer prójimo, que algunos llevan al extremo: matan y comen del muerto.

Generalmente esta práctica está extendida por todas partes, quizás más notoria en unas partes que en otras. Otrora echaban el cuento de que, en nuestro país, por ejemplo, había subculturas o regiones donde la gente era frentera y directa, en tanto en otras, era solapada e hipócrita. Puro cuento, puros clichés culturales. En todas partes hay de todo. Personalmente conozco prácticamente todo el país y he vivido por años en muy diversas regiones. En todas, he visto de todo, de manera que el cuentico aquel, he ratificado que era eso, cuento.

El canibalismo criollo se alimenta de lo políticamente correcto. Ya hablamos el otro día de las náuseas que me provocan quienes defienden y justifican tan postizo comportamiento. En el feliz meme que circula por las redes sociales, la niña le pregunta a la mamá qué significa ser políticamente correcto y la aguda y sabia madre le responde: “renunciar a tu propio criterio para conseguir la falsa aceptación de una mayoría de imbéciles”. De manera que hacer lo contrario es un error estratégico para los carreristas y cortesanos obsecuentes que pululan buscando trepar en sus aspiraciones de poder, por ejemplo.

Personalmente no me ha ido bien siendo sincero, claro y directo. Corrijo: o me ha ido muy mal o me ha ido muy bien. Por eso los odios y también los amores. Por eso, la imposibilidad de ser “monedita de oro” o “perrito de toda boda” para todos. Por más que uno camine como pisando huevos o se ponga guantes de seda, se pisan callos, se vuelve incómodo. Ser honesto y transparente resulta costoso y termina pasando factura. Es mejor no decir lo que realmente se piensa, al menos de frente. Se consideraría por algunos ser maduro y prudente, ¡qué aberración!

Podría traer a colación decenas de ejemplos de esos que a diario observa uno en la convivencia humana donde a la persona le dicen una cosa en su cara y apenas voltea la espalda comentan en corrillo otra completamente distinta. Eso es el canibalismo, la absoluta incapacidad de decir las cosas como son, a quien tiene que decírselas, en el momento oportuno, del modo correcto, en el lugar indicado. Recuerdo a un notable conferencista que tuvo un debate público con otro no menos importante. Al final, en el círculo de “amigos”, le criticaban sus posturas, haber abordado asuntos en su concepto erráticos, pero apenas el referenciado hizo su aparición, los cínicos aquellos lo felicitaron: ¡estuviste maravilloso, qué exposición tan brillante, te luciste! ¿A quién creerle: a los caníbales aquellos o a los políticamente correctos?

La cuestión pareciera ser patológica, pero hay quienes la defienden y hasta justifican como natural y obvia en personas que, impotentes para mostrarse auténticos, necesitan desahogarse drenando su veneno de esta manera. No me parece. No comparto, no me gusta, me incomoda, me fastidia rajar de la gente: del vestido que lleva, de su físico, de su manera de ser, de las cosas que tiene, de la forma como habla, de lo que hizo o dejó de hacer… nunca de frente, siempre a sus espaldas, casi siempre acompañado de comportamientos hipócritas. Podrá existir y ser muy socorrida la práctica, pero comer prójimo me hace daño, me cae pesado, me indigesta.

Nada más hermoso y más grato que ser como Natanael, aquel de quien Jesús dijo que era un israelita de verdad, porque en él no había engaño. Nada más satisfactorio que ser uno mismo expresando lo que uno piensa y siente, sin máscaras rituales, sin lenguas viperinas, sin antropofágicos banquetes donde despellejan a los demás y se los comen enteritos. Nada mejor que decir las cosas de frente. Eso tiene su costo político, pero se duerme mejor, no hay gastritis, no hay migrañas y, sobre todo, se siente uno auténtico y muy libre.