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lunes, 24 de febrero de 2025

¿Por qué el terrorismo y el narcotráfico se tomaron a Colombia?

Luis Alfonso García Carmona

Mientras escribo estas líneas, algunos compatriotas se someten al diario “lavado de cerebros” a través de los medios convencionales y virtuales; otros se muestran perplejos ante el avance de la violencia en 12 zonas del territorio nacional que se encuentran bajo la influencia de gravísimas situaciones de inseguridad; y otros, en el colmo del desconcierto y la confusión, continúan a la espera de que aparezca alguien que nos salve de esta hecatombe, como en la famosa serie de “El Chapulín Colorado”.

Por supuesto, en coyunturas de tanta incertidumbre los ganadores siempre son los mismos: el régimen que crea, a través de sus millonarias erogaciones en los sistemas digitales, múltiples formas para distraer a la opinión de los asuntos cruciales, y sus aliados, los corruptos dirigentes que contribuyeron a la caída del poder en las garras de la izquierda radical y violenta que ahora padecemos.

Cabe entonces despertar a la realidad y formular sin tapujos los siguientes interrogantes:

¿Vamos a seguir hablando de “paz total” con 55.000 desplazados y 19.000 afectados con la violencia en Catatumbo y Chocó?

¿No es esta una consecuencia directa del desbarajuste al que está sometiendo Petro a las Fuerzas Militares?

¿No es traición a la Patria permitir la invasión por parte de un ejército binacional como el ELN que funge en Venezuela como el apoyo del régimen de Maduro?

¿Por qué no se le permite a las Fuerzas Militares y de Policía cumplir con su finalidad primordial cual es restablecer el orden constitucional, como lo establecen los artículos 217 y 218 de la Constitución?

¿Por qué se atenta desde el Gobierno contra la jerarquía, la antigüedad y la precedencia de los generales con la designación de un ministro de Defensa de menor antigüedad?

¿Por qué permanecen inmóviles los empresarios ante la destrucción del sistema económico en lugar de financiar un eficaz equipo de comunicación digital para defender al país de los daños que le causa la dictadura?

¿Cuál es la razón para que la administración Duque haya permitido la toma guerrillera de las ciudades, la paralización del transporte, el bloqueo de la economía y la destrucción de la infraestructura urbana sin aplicar la conmoción interna y ejercer la autoridad del Estado?

¿Por qué omitieron los gobiernos de Santos y Duque adoptar las medidas para evitar la toma del poder por la extrema izquierda, anunciada con anticipación por el Foro de Sao Paulo, mediante el fraude, la compra de votos y la coacción armada?

¿Por qué el gobierno de Duque, las autoridades electorales y judiciales y los organismos de control se pusieron de acuerdo para legalizar unas elecciones espurias, sin permitir el reconteo de votos ni la repetición de elecciones en sitios donde se denunciaron gravísimas anomalías?

¿Por qué la totalidad de los dirigentes políticos que cuentan con bancadas en el Congreso apoyan la continuidad de Petro y se han abstenido de apoyar el juicio político para separarlo del cargo por fraude en las elecciones?

¿Cómo vamos a ganar la lucha contra el narcotráfico y la violencia guerrillera si están apoyados por el Gobierno y cuentan con la temerosa actitud de los políticos, los empresarios, los militares y los jueces para defender la seguridad de los colombianos y la libertad de la Nación?

¿Por qué, en lugar de defenderse cada uno a su manera de las retaliaciones del régimen, no nos unimos todos en un solo plan de lucha por nuestros principios cristianos y democráticos y por la reconstrucción de un país que está siendo destruido en todos sus aspectos?

Si sabemos lo que hay que hacer ¿por qué no lo hacemos ya? ¿Qué más tenemos que esperar?

jueves, 13 de febrero de 2025

De cara al porvenir: qué vergüenza

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

Un Estado de manera tradicional se reconoce cuando tiene un territorio sobre el cual se alberga una población y sobre la cual se tiene y se ejerce poder.

La más elemental de las obligaciones de un Estado –en caso de existir–, es mantener presencia y control sobre la totalidad del territorio a su cargo, ya sea terrestre, marítimo, aéreo o atmosférico.

Desde hace varios decenios la zona del Catatumbo al Norte del Departamento del Norte de Santander está dominado y controlado por grupos insurgentes que cada que a bien tienen, atacan, secuestran, extorsionan, masacran y dejan la reputación de las Fuerzas Armadas y de Policía por el suelo, así como de los gobiernos enclenques de cada época, afectando de manera inmisericorde la vida de los habitantes y pobladores vecinos, y sacrificando vanamente a nuestros policías y soldados.

Cualquier argumentación que hoy se dé por parte del Gobierno o de los altos mandos militares es inocua e insuficiente ante los resultados inexistentes que se tienen y la realidad que lamentablemente se vive.

La falta de interés, de estrategia, de capacidad, de recursos o de voluntad hace que nuestros soldados y policías se conviertan en carne de cañón, y la población, en una ciudadanía dominada por el miedo y la incertidumbre.

Cada que pasa un evento trágico, la primera medida tradicional –más para dejar constancia que cualquier otra cosa– es citar o convocar a un consejo de seguridad al más alto nivel en el cual nunca ha pasado nada ni ha salido una solución… Además, se piensa, se anuncia y se decreta tardíamente el “Estado de conmoción interior” al que no hay que darle muchas vueltas para justificarlo ante las evidencias palmarias, pero de agilidad y premura, para expedir los decretos respectivos, poco.

Catatumbo, Tibú y Aguachica, entre otros varios municipios, tristemente se han convertido en “pedazos de Colombia” que no pertenecen a Colombia.

La Segunda División del Ejército Nacional tiene su sede principal en Bogotá y una sede alterna en Bucaramanga. La Trigésima Brigada, orgánica de la Segunda División del Ejército Nacional está ubicada en la ciudad de Cúcuta. Con toda la fortaleza del espíritu sugiero que ambas comandancias sean trasladadas inmediatamente para el epicentro del conflicto, Catatumbo, y que sea lo que Dios quiera, pues si seguimos administrando los operativos desde las capitales de los departamentos, jamás se van a conseguir resultados positivos y seamos claros: los datos y la realidad matan a los relatos, a las justificaciones y a las buenas intenciones.

Las guerras irregulares tienen sus propios códigos y requieren sus propias estrategias.

Otra medida es establecer la Ley Marcial en la zona y nombrar un gobernador militar.

¿O vamos a seguir haciendo más de lo mismo esperando resultados distintos?

Con espejismos como los de “Colombia potencia mundial de la vida” y expresiones como “Expandir el virus de la vida por las estrellas del universo”, no vamos a poder engañar ni a propios ni extraños, y mucho menos cuando se les ocurra anunciar con bombos y platillos que “Catatumbo es la capital nacional de la paz”.

No nos crean tan pendejos. Lo de la “Paz Total” que todos nos soñamos y nos merecemos, se ha convertido en un embeleco irrealizable si no se atacan de manera continua en el tiempo, como verdadero Proyecto Nacional, las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la injusticia y la iniquidad histórica que como lastre nos viene pesando desde el mismo día de la mal llamada independencia.

Otra situación, por ahora no tan caótica en términos de guerra, pero que cada vez está más cerca de explotar, es la que se observa en territorios olvidados como Chocó y La Guajira, sin mencionar aquellos departamentos tradicionalmente relegados como los que configuran nuestra Amazonía y nuestra Orinoquía.

¡Nos quedó grande la grandeza!

O nos ponemos serios y refundamos este engendro de Estado que hoy tenemos, o preparémonos y no nos asustemos ni nos sorprendamos cuando esto se salga de madre y quedemos reducidos a territorios convertidos abiertamente en zonas de combate.

¿Es este futuro el que queremos para nuestros sucesores? ¿Esta es la herencia, la mal llamada Patria, que les dejaremos como legado?

Si es así, pues entonces declaremos abiertamente que las últimas generaciones hemos sido generaciones perdidas, a las cuales ha de juzgar la historia por acción, por inacción, por complicidad o por omisión.

miércoles, 31 de julio de 2019

Prudencia o impotencia


Por John Marulanda*

Coronel John Marulanda
Si los soldados y policías son humillados durante el cumplimiento de su misión, vilipendiados por agentes extranjeros y juzgados y condenados por el enemigo que derrotaron, cuando llegue el momento de salvaguardar a sus conciudadanos, vacilarán y cada quien tendrá que defenderse como pueda. Y ahí reiniciará el caos.

Lo sucedido en La Lizama, es un adelanto de lo que puede suceder en grande si no se adoptan medidas serias, aunque incómodas, destinadas a evitar que el país caiga en una nueva oleada de barbarie. Lo que viene sucediendo cada vez con mayor frecuencia y de manera sistemática en Cauca, Nariño, Putumayo, Catatumbo, Arauca y en el propio Bogotá, es una muestra de las vulnerabilidades y debilidades de las fuerzas legales y legítimas del Estado. Ni en Noruega, ni en Francia, ni en Estados Unidos, puede una persona amenazar a un soldado con un machete en el cuello mientras intenta quitarle su fusil de dotación, ni apedrear a un militar por la espalda, sin que haya una reacción fuerte. Aquí, burócratas, periodistas y jueces mamertoides descalifican la letalidad de las fuerzas militares como algo perverso, cuando en realidad es el mejor disuasivo para males peores, como el del camino que estamos transitando a la vista de todos. La prudencia es una cosa, el amilanamiento otra. Para no hablar de la cobardía.

Narcomilicianos farianos y elenos, al comprobar que los soldados no van a disparar, avanzarán intentando meterse a bases o cuarteles para asesinar uniformados, obtener armamento o realizar actos simbólicos como izar su bandera y pintar grafitis, éxitos asegurados de táctica propagandística.

Mientras tanto, algunos comandantes militares y policiales, amedrentados por jueces amañados y por gacetilleros, parecen esperar la orden del señor Vivanco desde Washington, para hacer uso de sus armas de dotación, a pesar de estar cumpliendo a cabalidad con todos los protocolos establecidos, como lo aclaró la Comisión de Excelencia Militar.

Indígenas cocaleros, campesinos entrenados por cubanos y jóvenes milicianos manipulados por hábiles comunistas, impiden que nuestros policías cumplan órdenes de captura, dinamitan a quienes erradican cultivos ilícitos, montan acusaciones falsas, mientras sus cabecillas, desde Caracas, vociferan libertad, justicia, antimperialismo y cacarean el tozudo proyecto castro chavista: construir a punta de babas, ladronismo y plomo una sola patria narco bolivariana, ahora con dos corredores estratégicos binacionales en pleno desarrollo, al norte y al sur de ambos países. Cortesía santoshabanera de la “combinación de todas las formas de lucha”.

sábado, 4 de mayo de 2019

Vigía - militares: ¿enredados entre fábulas?


Por John Marulanda*

Coronel John Marulanda
Mientras circula un tedioso video de un mozalbete que, con un muy precario conocimiento teórico de la institución, dice sandeces mamertas sobre las Fuerzas Militares, dos hechos urgen a una reflexión sobre nuestro Ejército.

En Saravena, Arauca, el ELN bombardeó y destrozó varias residencias familiares del Grupo de Caballería Rebeiz, el cual honrosamente comandé durante 1997 y 1998. Inexcusable que se repita una y otra vez la misma historia de los mismos atentados, en los mismos lugares y por los mismos narcoterroristas. Hace un par de semanas, un carro bomba estalló en cercanías a la misma instalación militar y sin embargo ¿no se tomaron medidas preventivas? Poca alerta táctica, consecuencia de la inmersión de los cuadros durante ocho años en una terapia artificiosa, millonaria e internacional, para imbuirlos en la ficción del postconflicto. Actualmente, unidades armadas se dedican a cultivar frailejones y una frondosa burocracia campea en los cuarteles, erosionando la función constitucional, generando desgano y provocando descuido, a lo que se agrega el temor operacional por la total carencia de protección legal.

En Convención, Catatumbo, un suboficial asesinó, según la Fiscalía, a un exterrorista fariano. Además de las investigaciones penales necesarias, mandos de las unidades táctica y operativa, deberían dar muestra de su dignidad militar, rescatando el honor y el heroísmo que son hoy en día monedas manoseadas y sin valor real. Ese acto criminal, revitalizará la propaganda izquierdista para insistir en el desmonte de 200 años de historia, tradiciones y heroicidad de la institución con mayor confiabilidad de los colombianos.

Ambos hechos son consecuencia de un rumbo equivocado que obligó a nuestros militares a poner la mirada en Europa, la OTAN, el Congo, y a diseñar una doctrina congraciada con el negociado de La Habana, mientras se menospreciaba la realidad operacional de nuestro país. Si estos son los soldados que garantizan nuestra soberanía territorial y los que están enfrentado a las organizaciones narcoterroristas del crimen organizado transnacional, el panorama no pinta tan bien como quisiéramos.

Ahora más que nunca, se necesita una dirección política sin titubeos y un comando profesional, que no me cabe duda reposa bien en el liderazgo de los generales Navarro y Martínez. Ojalá, antes de que haya otra tragedia como la de la General Santander, se prevengan con tecnología nuevos atentados y con sanciones ejemplares se restablezcan las normas de guerra en nuestras unidades acosadas por francotiradores, campos minados y seudo académicos rentados por oscuros intereses.