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martes, 16 de agosto de 2022

De cara al porvenir: lo rural

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

En un país tan extenso como Colombia, cuya población en el más alto porcentaje se encuentra ubicada entre las cordilleras Oriental y Occidental, hablar del territorio rural es hablar de las 2/3 partes de los departamentos actuales, de casi el 80% del total del territorio nacional y de 1/4 de la población, o sea aproximadamente 12.5 millones de habitantes.

Lamentablemente la exclusión, la pobreza, la iniquidad y la falta de una verdadera presencia Estatal hace de estos vastos territorios, lugares considerados como periféricos por los poderes centrales y localidades donde quien manda es quien ocupa el territorio, dándose una gran variedad de ejemplos reales.

El no haber realizado una oportuna organización del territorio no solo en términos de densificación, de la propiedad y la tenencia de la tierra, así como de un adecuado aprovechamiento de las riquezas tanto minerales como agropecuarias, teniendo en cuenta un adecuado y pertinente uso y destino del suelo, aunado a la informalidad de la realidad catastral, donde se habla de solamente un 15% de los predios registrados de manera oficial y adecuada, hacen de este escenario un caldo de cultivo apropiado para las reclamaciones de los campesinos y las poblaciones indígenas, las injusticias, el desaprovechamiento de la riqueza y una sensación de no futuro para las nuevas generaciones, que solo ven en el desarrollo de los cultivos ilícitos, la principal alternativa realmente viable para redimir su trabajo y poder garantizar algún ingreso digno.

Hasta hace pocos años el salario mínimo legal vigente, tenía un valor superior para el trabajador urbano que, para el trabajador rural, lo cual es una muestra vulgar de iniquidad y de irrespeto por el principio constitucional de la igualdad.

Intentos tibios de mal llamadas reformas agrarias, institucionalidad focalizada y especializada inexistente, aparición, desaparición y de nuevo reaparición de instituciones como el Idema, La Caja Agraria y Caminos Vecinales entre otros, Legislaciones temporales para atender coyunturas, insuficiente acompañamiento técnico y financiero, sin hablar de la precariedad o inexistencia de las vías de comunicación y de las estrategias de comercialización, no permiten dar continuidad a las políticas públicas en caso de existir y hace que lo rural se maneje desde las poltronas de los ejecutivos de las organizaciones públicas y privadas ubicadas en las ciudades capitales, con una lógica exclusivamente urbana, lo cual es una oda al despropósito.

Hablar en Colombia sobre soberanía y seguridad alimentaria es una quimera. Estamos importando un poco más del 53% de los alimentos, teniendo además en cuenta la falta de capacidad logística de almacenamiento y distribución, lo cual lleva a un gran desperdicio de cosechas enteras.

De nada nos ha servido hasta el momento el tener un territorio que alberga todos los pisos térmicos durante todo el año, lo cual nos convertiría en una potencial despensa planetaria –como ya lo fuimos hace algunos años, pero cuyo reconocimiento fue retirado por la FAO–, así como una riqueza hídrica que nos convierte en potencia mundial y en reserva para la humanidad en este aspecto.

Estrategias con socios internacionales alrededor de la aparcería, las concesiones, los negocios en compañía, el aportar nosotros las tierras y comprometerse ellos en emplear la mano de obra local, traer la tecnología, desarrollar las infraestructuras de todo tipo necesarias, traer buenas prácticas y garantizar la comercialización de los productos, pagar impuestos, todo ello nos convertiría en una potencia planetaria.

Levantar las restricciones para universalizar el uso de semillas naturales y artificiales sin estar sometidos a monopolios internacionales, evitar el uso de insecticidas y/o abonos que afecten a los humanos y a los polinizadores.

Por ahora, desarrollemos por fin el siempre aplazado censo catastral rural, intensifiquemos el programa de restitución de tierras, reconstruyamos una figura semejante al anterior Idema, propongámonos como objetivo nacional ser autosuficientes en términos alimenticios, comprometernos a que ningún niño en Colombia muera por hambre o por desnutrición, desarrollemos una infraestructura vial alrededor de las vías terciarias que permitirán la integración con las nuevas generaciones de carreteras y hagamos que el Estado asegure su presencia en cada rincón del país.

Recordemos que los campesinos han sido quienes históricamente han puesto los muertos ante el conflicto armado, que han sido quienes han aportado los soldados para la Patria, que son quienes con su esfuerzo aseguran cierto nivel de aprovisionamiento para las ciudades y quienes cuidan y protegen nuestras selvas, nuestros bosques, nuestra flora y nuestra fauna, y sobre todo nuestra agua.

De manera respetuosa recomiendo la lectura del libro “El sentido común de la reforma agraria” de don Hernán Echavarría Olózoga, prominente y destacado empresario y experimentado, además, en las lides de lo público.

Sus apreciaciones sobre el concepto de la relación entre productividad de la tierra y el tema tributario dan luces sobre asuntos de los cuales hoy se habla, más respaldados en la desinformación y la ignorancia que en bases argumentativas de peso.

Son las posturas y opiniones de un empresario representante del capital que entiende con claridad meridiana la función de lo público.

viernes, 14 de mayo de 2021

Al meollo del asunto 2, propuestas

Pedro Juan González Carvajal
José Leonardo Rincón, S. J.*

Ahora entendí lo que es la viralidad. Un modesto artículo semanal, sin más pretensión que comunicar a mis amigos lo que pienso, de pronto resulta acogido por una multitud que se identifica con esas ideas. Tamaña responsabilidad en la actual coyuntura, porque se trata de aportar y construir, ofrecer luces y generar esperanza, cuando todo parece perdido, oscuro y sin futuro.

Una crítica constructiva que recibí fue esta: “muy bueno, muy claro, hace pensar, pero no propone nada”. Me sentí retado entonces no solo a criticar, sino también a ofrecer pistas sobre cómo llegar al meollo de la crisis estructural que vivimos, sin buscar chivos expiatorios y más bien siendo proactivos. Estamos sobrediagnosticados y se requiere menos discursos y más gestión. Es el cuarto de hora para el liderazgo auténtico. Me quejaba de la ausencia de liderazgo y no es verdad que no haya. Líderes sí hay, sí existen. El problema es que se quiere ser políticamente correcto y muchos son esclavos de mantener su rating de popularidad, evitando posturas que los comprometan pues corren el riesgo de quemarse. Por eso esta es la hora de los grandes retos para gente noble y con grandeza de espíritu. Líderes que afronten los problemas, llamen las cosas por su nombre y se sienten a dialogar sin agendas ocultas, con trasparencia y con vocación de servir a la patria.

He visto propuestas concretas para ir a ese meollo. Me ha gustado que la gente piense y se exprese propositivamente. Hay puntos donde convergemos todos. Eso es importante porque hay que dejar de lado los intereses egoístas y mezquinos. Me preocupa sí que el tiempo corra y los diálogos no avancen. Protestas sí, bloqueos no. Reitero mi rechazo al saqueo, el vandalismo y la violencia, pues es como escupir hacia arriba. Hay que construir, no destruir.

Me he detenido en el listado de temas que el Comité de Paro y los rectores de las universidades más importantes del país han planteado. Comparto sus propuestas:

* Rescate ético: la vida es sagrada. Honestidad y transparencia como estrategia frontal contra la corrupción en todas sus manifestaciones. Cumplir el mandato popular. Los mejores líderes deben conducir y recuperar las instituciones.

* Estado de derecho: reformar el Congreso en cuanto a composición, tiempos y costos; recuperar la credibilidad en la justicia impoluta y eficiente, que impida la impunidad. No más asesinatos de líderes sociales, derecho a la divergencia y la protesta, fuerza pública no represiva.

* Fortalecimiento de la democracia: equidad de género y respeto a la diversidad. Mayor participación ciudadana: escuchar las voces de los estudiantes y cumplir los compromisos pactados.

* Economía. Presupuesto que invierta en los temas neurálgicos: menos para defensa y más para salud, educación, justicia. Sistema pensional razonable. Reforma tributaria justa, Recorte en el gasto público.

* Acuerdos de paz: implementarlos, cumplirlos, no hacerlos trizas. Avanzar en nuevos diálogos.

* Educación de calidad y para todos, con currículos integrales, gratuita o de bajo costo para estratos 1 al 3. Mantener al menos por una década la inversión sistemática en ella.

* Salud para todos, concebida como derecho, no como negocio.

* Ecología: cuidado de la casa común, del agua que necesitamos, de especies animales en extinción y de evitar acciones destructivas como deforestación, explotación minera indiscriminada y contaminación.

* Tema agrario: restitución de tierras, apoyo agrícola al campesino, precios justos, incentivos que motiven invertir en el campo.

Si el listado de problemas es enorme, otro tanto son las propuestas para darles respuesta. Hay que hacerlo. No valen los paños de agua tibia, ni buscar ganarles a los otros. Hay que ceder y conceder, pero nunca retroceder. Hay que pensar en grande. La historia nos juzgará por haber hecho bien las cosas También en el juicio final nos van a evaluar no tanto por lo que pensamos, sentimos, dijimos, las buenas intenciones que tuvimos. Lo que cuenta fue lo que hicimos. Es nuestra hora.

martes, 19 de marzo de 2019

De cara al porvenir: perturbaciones ambientales rurales


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
La riqueza colombiana, se concentra en el campo: los recursos agrícolas, pecuarios y minerales, se encuentran allí y de su adecuada explotación depende la sostenibilidad y sustentabilidad de los proyectos asociados y la calidad de vida de nuestros compatriotas campesinos.

Muchos riesgos de deterioro ambiental se ciernen cual oscuros nubarrones sobre este extenso territorio de la patria.

La minería ilegal, atenta contra la calidad del agua por emplear como depositario de los residuos químicos a quebradas y ríos que finalmente llegan al mar, igual que a lagos o a las fuentes de agua subterránea, generando un mortal círculo vicioso de intoxicación de plantas, animales y humanos.

La minería legal, por lo tecnificada, genera enormes impactos ambientales que pueden ser mitigados parcialmente. Una vez concluida la labor y cerrado el yacimiento, la legislación obliga a entregar el terreno empleado en las mejores condiciones posibles a partir de la resiembra de árboles y el adecuado manejo de aguas.

La tala y el saqueo de las selvas para la siembra de cultivos ilícitos y lícitos, atenta contra la captura de CO2 y contra la estabilidad de los ciclos climáticos, de los cuales depende gran parte de la vida animal y los procesos de siembra y de recolección de alimentos.

La pérdida de bosques y selvas para la adecuación de potreros también aporta, y de qué manera, al deterioro de las condiciones ambientales.

La construcción de grandes obras de infraestructura, de cualquier tipo, trae asociado un inevitable impacto ambiental, que debe ser mitigado de la mejor manera, sin ahorrar esfuerzos.

En la agricultura, el uso intensivo de abonos, insecticidas y plaguicidas, sobre todo por aspersión, genera una dinámica contaminante que impacta vastas extensiones de territorio. Igualmente, el consumo intensivo de agua para riego puede tener impactos negativos con respecto a las fuentes de agua empleadas.

La vida humana también deteriora el ambiente. A los programas de potabilización de agua deben acompañarlos programas de manejo de aguas servidas.

El uso de la leña como insumo energético, deteriora los bosques.

La mala disposición de los residuos sólidos y todo tipo de basuras genera impactos visuales, de malos olores, y de absorción de los lixiviados por parte del subsuelo, con la consiguiente contaminación de las aguas subterráneas.

Mención particular merecen los mares, convertidos por el hombre en la gran cloaca planetaria. Un alto porcentaje de los desechos producidos llegan al mar, afectando todos sus delicados equilibrios: oxígeno, temperatura, fauna marina, corrientes submarinas, salinidad, acidez, con el mayor impacto imaginable al cambio climático.

Insistimos en la conveniencia de dotar a Medellín de un adecuado centro de espectáculos, de un autódromo que cumpla con las especificaciones internacionales de la F1 y tener un velódromo cubierto.