lunes, 29 de diciembre de 2025

Aunque es el peor candidato

José Alvear Sanín
José Alvear Sanín

Parece imposible concebir un candidato presidencial peor que Iván Cepeda, por:

1. Inmoralidad, demostrada por las calumnias con las que incriminó al presidente Uribe y por haber comprado falsos testimonios, como todo el país sabe. La inicial condena infame mediante sentencia fraudulenta fue revocada por el Tribunal Superior de Bogotá, pero la juez prevaricadora, el mendaz denunciante y el testigo falso no han sido procesados penalmente, como debe ser.

2. Apariencia física aterradora, que infunde miedo y anuncia el reinado del terror propio de la revolución comunista, que él encabezaría desde la Presidencia.

3. Nunca ha trabajado, a menos que orientar la subversión y dirigir la JEP desde su opulenta condición de congresista capacite para la suprema magistratura.

4. Como comunista radical, solo se puede esperar de él lo peor, convertir a Colombia en otra Venezuela.

A sabiendas de esto y de mucho más, se está haciendo creer al país –mediante una encuesta ad hoc, sesgada y contratada– que el ahora sonriente Cepeda es un político normal, popular, y probable triunfador en segunda vuelta, maquinación publicitaria a la que no son ajenos empresarios oportunistas, timoratos y lambones, enseñados a jugar a dos bandas.

Si en 2026 se realizaran elecciones libres y el escrutinio fuera transparente, el resultado no sería diferente a los recientes en Ecuador, Chile y Honduras, donde el comunismo ha sido rechazado mayoritariamente por electorados que han padecido gobiernos muy malos, aunque menos que el de Petro.

En esas condiciones es difícil entender qué razón ha llevado al Politburó a escoger el peor candidato, a menos que ese órgano clandestino, sigiloso y criminal que gobierna en Cuba, Nicaragua y Venezuela –cansado de perder en Argentina, Chile, Ecuador, El Salvador y Honduras–, tenga una estrategia secreta y eficaz para conservar el poder en Colombia, basada en estos puntos:

1. El constreñimiento electoral en más de la mitad de los municipios de Colombia, entregados deliberadamente por Petro a la subversión, que ejecutan guerrillas, guardias indígenas, combos narco-criminales, y demás milicias al servicio de la revolución.

2. La culpable división del electorado democrático, facilitada por dirigentes políticos, ineptos cuando no cómplices, que buscan afanosamente un nuevo Rodolfo, porque prefieren un posible acomodo –que creen inocuo– con el comunismo, para conservar parcelas de poder, en lugar de afrontar las verdaderas reformas, que les exigirían abandonar el clientelismo y el rapaz gamonalismo de la politiquería tradicional.

3. Dominio de la maquinaria oficial y disposición de billones de pesos del presupuesto para “comprar” las elecciones...

4. Grandes medios de comunicación fletados para confundir y tergiversar la opinión.

A medida que avanza el proceso electoral entre el próximo marzo (elección del Congreso) y la primera vuelta presidencial en mayo siguiente, el Politburó decidirá si se arriesga yendo a elecciones, o si el estado de descomposición moral del Gobierno y el deterioro absoluto del orden público hacen imperativo para ellos el autogolpe de Estado. Así, Petro asumiría todos los poderes para reunir la Constituyente estamental comunista, cuyo comité organizador ya ha sido nombrado y aplazaría las elecciones hasta que se consolide la “paz total”, que les permita convocar comicios dentro de la nueva “normalidad”.

¡Sería terrible que, en nuestro subcontinente, Colombia fuera el único país incapaz de escapar de las garras del castro-comunismo tropical estalinista! ¡Este terrible escenario es posible, si continúa la torpe danza de candidaturas politiqueras, frente a un enemigo que sí sabe para dónde va!