A un poco más de un año de
terminar el presente periodo presidencial ya el calendario electoral se abre y
comenzamos a hablar de consultas a través de firmas, de fechas de
inhabilidades, de inscripciones y todo esto asociado con la aparición de un
alud de precandidaturas, la mayoría insulsas, que simplemente enredan y
entorpecen al partir de algún pequeño cálculo político de los intereses de los
pequeños precandidatos.
Como la realidad muestra
polarización, los amigos del Gobierno de turno proclamarán a diestra y
siniestra que no los han dejado gobernar y que existe una confabulación para
entorpecer el cambio que el país necesita, y que entonces es necesario
continuar en el poder para sacar adelante las iniciativas o reformas que
requiere el país. Por su parte la fragmentada oposición argumentará que el
actual Gobierno es un desastre y que hay que emprender un gran proyecto de
reconstrucción nacional.
Lo bueno de la democracia es que
cada quien puede opinar lo que desee, pero lo que es claro es que ambas
posturas son muy semejantes en cuanto al vacío propositivo que evidencian, ya
que ambas posiciones se basan en la crítica y el lamento, pero brillan por la
ausencia de propuestas o plataformas programáticas completas para instrumentar el
remedio a sus denuncias, siendo ambas partes igualmente electoreras e irresponsables.
¡Qué cansancio!
De nuevo opinarán los
expresidentes (que en un acto patriótico deberían retirarse ya a sus cuarteles
de invierno), se prepararán y realizarán los mal denominados debates públicos
en vivo o a través de la televisión, debates que no llevan a nada, sino a dejar
constancia de una mal entendida participación, de nuevo se violarán los topes
de las campañas, y de nuevo habrá alianzas basadas en el cálculo electoral pero
no en una comunión programática inexistente.
Sería deseable que los gremios
económicos se pronunciaran con respecto a qué es lo que verdaderamente
necesitan para potenciar el desarrollo y por qué no, presentarle a los
candidatos propuestas de proyectos de ley debidamente elaborados y
consensuados.
Ojalá los ciudadanos seamos
capaces de manifestarnos y expresar nuestro malestar por la manera carnavalesca
como se manejan las elecciones en Colombia.
Señores precandidatos y señores
pretendidos partidos políticos: si tienen tan claros sus qué –que
finalmente son lugares comunes donde todo cabe–, por favor cuéntenos el cómo
van a desarrollarlos y a alcanzarlos.
La construcción de plataformas
políticas y programáticas serias debe tener como respaldo un gran
conocimiento de la realidad, de los recursos disponibles y de aquello que se ha
de priorizar.
No hay que ser brujo ni premio
nobel para saber que asuntos como la seguridad que garantice la
presencia estatal en todo el territorio, la organización de las finanzas
públicas. la autonomía energética a partir de un adecuado modelo de
desarrollo minero-energético, la autosuficiencia alimentaria y el
cuidado del agua, podrían ser tranquilamente los 5 temas
fundamentales para trabajar en el próximo gobierno, así como una cruzada
sin reversa contra la corrupción.
Es claro que en el corto plazo
un país subdesarrollado como el nuestro, con una incultura política
generalizada, seguirá existiendo sin pena ni gloria ante la ausencia y la
indefinición de unos objetivos nacionales claros, sin precisar a qué
nos vamos a dedicar y si definir qué tipo de ciudadanos queremos.
Bueno, pues este fue el país y
la realidad que nos correspondió por suerte.
Insisto, ¡qué cansancio!
Nota 1: para colmo de
males, ya se perpetró el primer atentado contra un precandidato presidencial,
lo cual evidencia nuestro elevado nivel de intransigencia, violencia e
incivilidad, hecho que todos debemos lamentar y rechazar.
Nota 2: negros nubarrones
se ciernen sobre la Registraduría Nacional del Estado Civil con respecto a la
licitación para aportar la logística necesaria para el desarrollo normal de las
próximas elecciones. El caballito de batalla hoy son los pasaportes, pero lo que
está en juego es mucho más trascendental.