martes, 15 de julio de 2025

Columnas de humo o tolvaneras

José Alvear Sanín

Los medios, en las últimas semanas, han estado saturados con la expresión “columnas de humo”, para describir los escándalos mediáticos que el Gobierno protagoniza y promueve con el propósito de impedir que las gentes adviertan lo que está pasando.

La imagen del humo enceguecedor es poderosa, pero abusando de ella, muchos columnistas interpretan todo lo que sucede en el espectro político como “otra columna de humo”, de manera que muchos hechos que merecen detenida consideración se descalifican de entrada como si fuesen baladíes.

Así se los devalúa y, por consiguiente, son eximidos de consideración por parte de la opinión. Por ejemplo: nada más equivocado que descartar las revelaciones de Leyva. La tardanza en divulgarlas no demerita ni su innegable veracidad, ni la conveniencia de proceder contra su exjefe.

Hay muchas ventiscas que obligan a cerrar los ojos (desde la humareda hasta la tolvanera, pasando por el simún), y que se prestan para figuras retóricas más o menos atrevidas sobre los hechos de carácter escandaloso que se suceden en el país.

Estamos viviendo en un país que se ha acostumbrado a aquello de que los árboles del diario escándalo no dejan ver el bosque de la corrupción imperada desde lo alto. La humareda nos hace lagrimar, pero más terrible es el vendaval de la tolvanera (tormenta huracanada de arena), durante la cual, abrir los ojos conduce a perderlos.

Eso, precisamente, es lo que beneficia al Gobierno. La primera tolvanera se desata a partir del asesinato frustrado de Miguel Uribe Turbay, que relega a últimos planos asuntos turbios como el permanente de Nicolás Petro, los extraños negocios de Ricardo Roa, la inocuidad de la Comisión Nacional Electoral, la complicidad de la Comisión de Acusaciones, la actuación de la Corte-sana Constitucional, la comedia bufa de los pasaportes, la alucinante resurrección de las reformas laboral y pensional, la impunidad concedida al autogolpe que sí fue de la consulta popular que no lo fue; la crónica de una anunciada reforma inconstitucional de la Carta, la total invidencia de la Fiscalía de bolsillo y la sentencia inicua que se prepara contra el presidente Uribe, para limitarnos apenas a algunos de los abusos del último mes, uno solo de los cuales daría, en cualquier otro país, para la defenestración de su autor.

Lo anterior lleva a pensar que Petro ya ha dado el salto cualitativo, de la cortina de humo a la tolvanera. A esta primera y sangrienta tolvanera seguirán rutinariamente otras, en un país donde hace ya tiempo “se les midió el aceite” a todas las “sólidas instituciones” que agotan sus facultades en la interpretación de incisos.

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Leyva, desde luego, es torcido y retorcido, pero como en los ajustes de cuentas no participan santos, hay que atender a lo que revelan cómplices y secuaces en aquellos asuntos que se ejecutan en los sótanos, pero fatalmente se revelan en las terrazas...

Por ejemplo, merecen escrutinio los asuntos hermanados de los pasaportes y la logística para las elecciones de 2026, si finalmente se celebran.

Esos negocios están pasando de culebrón a ajuste de cuentas entre los actores, que aparecen unas veces en un campo y otras en el opuesto. En la pugna por el jugoso contrato de los pasaportes se enfrentan Thomas Greg (experimentado y con calidad homologada internacionalmente) y la Imprenta Nacional de Colombia (obsoleta fabricante de recibos y volantes), que dizque se apoyará en la Casa de la Moneda de Portugal, igualmente inexperta, pero dependiente de un eventual acuerdo tecnológico con la remozada Monnaie de Paris.

Smartmatic no alcanzó a disputar la logística de las elecciones a Thomas Greg. Eso es lo que, al parecer, explica la arremetida de Petro contra Greg, puesto que al Gobierno se atribuye el deseo de contar con la operación de la madurista Smartmatic para arrasar en las inciertas elecciones de 2026.

Dejando de lado interrogantes sobre la integridad de Thomas Greg, en cualquier caso, es mejor esa empresa que Smartmatic.

En resumen, lo único que queda claro en todo este confuso bochinche entre Greg y Smartmatic, la Imprenta Nacional, París y Lisboa, es que estamos en presencia de un inevitable ajuste de cuentas y que empiezan a rodar cabezas —Leyva y su hijo, Murillo y Sarabia— porque el régimen es tan voluble en sus afectos como despiadado con los que caen en desgracia. El primer excanciller ya cantó; la penúltima, ¿cuándo se verá obligada a hacerlo?

Y a todas estas: en un paraíso comunista, ¿qué necesidad habrá de pasaportes?

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¡Nadie mejor calificado que Petro para saber en cuántas elecciones ganadas por él hubo fraude!