José Alvear Sanín
Los medios, en las últimas semanas, han
estado saturados con la expresión “columnas de humo”, para describir los
escándalos mediáticos que el Gobierno protagoniza y promueve con el propósito
de impedir que las gentes adviertan lo que está pasando.
La imagen del humo enceguecedor es
poderosa, pero abusando de ella, muchos columnistas interpretan todo lo que
sucede en el espectro político como “otra columna de humo”, de manera que
muchos hechos que merecen detenida consideración se descalifican de entrada
como si fuesen baladíes.
Así se los devalúa y, por consiguiente,
son eximidos de consideración por parte de la opinión. Por ejemplo: nada más
equivocado que descartar las revelaciones de Leyva. La tardanza en divulgarlas
no demerita ni su innegable veracidad, ni la conveniencia de proceder contra su
exjefe.
Hay muchas ventiscas que obligan a
cerrar los ojos (desde la humareda hasta la tolvanera, pasando por el simún), y
que se prestan para figuras retóricas más o menos atrevidas sobre los hechos de
carácter escandaloso que se suceden en el país.
Estamos viviendo en un país que se ha
acostumbrado a aquello de que los árboles del diario escándalo no dejan ver el
bosque de la corrupción imperada desde lo alto. La humareda nos hace lagrimar,
pero más terrible es el vendaval de la tolvanera (tormenta huracanada de arena),
durante la cual, abrir los ojos conduce a perderlos.
Eso, precisamente, es lo que beneficia al
Gobierno. La primera tolvanera se desata a partir del asesinato frustrado de
Miguel Uribe Turbay, que relega a últimos planos asuntos turbios como el
permanente de Nicolás Petro, los extraños negocios de Ricardo Roa, la inocuidad
de la Comisión Nacional Electoral, la complicidad de la Comisión de
Acusaciones, la actuación de la Corte-sana Constitucional, la comedia bufa de
los pasaportes, la alucinante resurrección de las reformas laboral y pensional,
la impunidad concedida al autogolpe que sí fue de la consulta popular que no lo
fue; la crónica de una anunciada reforma inconstitucional de la Carta, la total
invidencia de la Fiscalía de bolsillo y la sentencia inicua que se prepara
contra el presidente Uribe, para limitarnos apenas a algunos de los abusos del
último mes, uno solo de los cuales daría, en cualquier otro país, para la
defenestración de su autor.
Lo anterior lleva a pensar que Petro ya
ha dado el salto cualitativo, de la cortina de humo a la tolvanera. A esta
primera y sangrienta tolvanera seguirán rutinariamente otras, en un país donde
hace ya tiempo “se les midió el aceite” a todas las “sólidas instituciones” que
agotan sus facultades en la interpretación de incisos.
***
Leyva, desde luego, es torcido y
retorcido, pero como en los ajustes de cuentas no participan santos, hay que
atender a lo que revelan cómplices y secuaces en aquellos asuntos que se
ejecutan en los sótanos, pero fatalmente se revelan en las terrazas...
Por ejemplo, merecen escrutinio los
asuntos hermanados de los pasaportes y la logística para las elecciones de
2026, si finalmente se celebran.
Esos negocios están pasando de culebrón
a ajuste de cuentas entre los actores, que aparecen unas veces en un campo y
otras en el opuesto. En la pugna por el jugoso contrato de los pasaportes se
enfrentan Thomas Greg (experimentado y con calidad homologada
internacionalmente) y la Imprenta Nacional de Colombia (obsoleta fabricante de
recibos y volantes), que dizque se apoyará en la Casa de la Moneda de Portugal,
igualmente inexperta, pero dependiente de un eventual acuerdo tecnológico con
la remozada Monnaie de Paris.
Smartmatic no alcanzó a disputar la
logística de las elecciones a Thomas Greg. Eso es lo que, al parecer, explica
la arremetida de Petro contra Greg, puesto que al Gobierno se atribuye el deseo
de contar con la operación de la madurista Smartmatic para arrasar en las
inciertas elecciones de 2026.
Dejando de lado interrogantes sobre la
integridad de Thomas Greg, en cualquier caso, es mejor esa empresa que Smartmatic.
En resumen, lo único que queda claro en
todo este confuso bochinche entre Greg y Smartmatic, la Imprenta Nacional,
París y Lisboa, es que estamos en presencia de un inevitable ajuste de cuentas
y que empiezan a rodar cabezas —Leyva y su hijo, Murillo y Sarabia— porque el
régimen es tan voluble en sus afectos como despiadado con los que caen en
desgracia. El primer excanciller ya cantó; la penúltima, ¿cuándo se verá
obligada a hacerlo?
Y a todas estas: en un paraíso
comunista, ¿qué necesidad habrá de pasaportes?
***
¡Nadie mejor calificado que Petro para
saber en cuántas elecciones ganadas por él hubo fraude!