Fredy Angarita
Gabo, en Relato de un náufrago, dejó una
frase que hoy parece escrita para nuestras redes: “En el mundo actual no
son cuentos que se convierten en noticia, sino noticias que se convierten en
eventos.” y es verdad.
Vivimos tan sumergidos en la inmediatez, que
cada suceso se transforma en espectáculo. Las noticias ya no se cuentan, se
viralizan. El problema no es solo la velocidad, es lo que se pierde en ella.
En ese apuro nos tragamos lo primero que
aparece: fake news, verdades a medias, titulares sin fondo.
Aunque no haya cifras exactas, Colombia está
entre los países más afectados por la desinformación en América Latina. Lo dijo
Chequeado.com, lo repite la realidad.
El filósofo español Víctor Gómez Pin lo expresó
con claridad: “Nunca antes la humanidad había estado tan interesada en su
propia contemporaneidad.” Eso nos condena. Porque en ese afán de estar
al día, olvidamos cómo era vivir sin prisa.
Algunas personas aún lo recuerdan: cuando las
noticias llegaban con olor a papel, cuando enamorar tomaba tiempo, cuando la
paciencia era una forma de identidad.
Y si hablamos de paciencia, hay una historia
que me encanta contar:
Mariano Martínez, más conocido como Mariano
Mores, tenía solo 21 años cuando compuso una música que sentía como un poema
y se la entregó a Enrique Santos Discépolo, esperando que le pusiera letra. Esperó
tres años. Fueron tres años de silencio… hasta que Discépolo
escribió lo que sería una de las canciones más hermosas del mundo: “Uno” (inicialmente
se llamó Si yo tuviera un corazón). Es una joya que hoy, en tiempos de
algoritmos, probablemente no habría tenido espacio.
En su época, y gracias a la paciencia, nos dejó
una pieza que duele, que conmueve, que aún canta el alma. Así que, entre la
velocidad de las redes y los titulares que nos arrebatan el presente, me
permito decir esto: todo tiene su tiempo, dejemos de vivir corriendo, no
todo debe viralizarse. Algunas cosas simplemente necesitan madurar.
Como el amor, como la música, como la verdad.