José Leonardo Rincón, S. J.
La estratégica ubicación
geográfica de Israel como corredor de paso entre tres continentes ha sido
apetecible para los grandes imperios persa, griego y romano, por hablar solo de
los del pasado. Hoy también sigue siéndolo, solo que después del holocausto y
empoderados como ahora están, repiten la tragedia cambiando de rol.
El pueblo muchas veces
atropellado, avasallado, oprimido, experimenta la necesidad de un mesías
liberador. Evidentemente de perfil político y carácter fuerte que cual
superhéroe de la mejor factura lo redima sacándolo del sometimiento y la
esclavitud para convertirlo en un pueblo grande y poderoso. Por eso Jesús de
Nazaret resultó un fiasco porque su propuesta mesiánica fue netamente
religiosa.
Mesías siempre han
existido, han generado entusiastas expectativas, han cautivado multitudes, han
seducido pueblos enteros, han encantado sus discursos, han conmovido con sus
gestos de inefable cercanía popular, pero borrachos de aplausos y ratings elevados,
se tuercen en sus bondadosas intenciones iniciales y finalmente se derrumban
estruendosamente por culpa de sus egos exacerbados. Lo trágico del asunto es
que la historia se repite una y otra vez por culpa de una amnesia colectiva que
hace que el pueblo con escasa conciencia crítica sucumba reiteradamente ante
líderes de turno que cual ciegos guiando ciegos terminan todos en el abismo.
Amigos, en esta
posmodernidad fragmentada, no nos podemos quejar. Tenemos a la carta un abanico
bastante variado de mesías políticos que nos prometen el oro y el moro.
Escojan, por favor. Están a la carta y traen múltiples y asequibles
presentaciones. Por aquí cerca o un poquito más lejos, pero están allí, en
vitrina, expuestos, listos para la degustación y el consumo. ¿Qué quiere
usted?, ¿cómo lo quiere?, ¿de qué modelo y tamaño?, ¿apetece de derecha o
izquierda? Tenemos ofertas efervescentes: Putin, Trump, Zelenski, Macron,
Erdogan, Netanyahu, Ortega, Maduro, Milei, Meloni, Uribe, Petro... ¿cuál
prefiere? Se le tiene.
Los de nuestras ofertas
están convencidos de que son los mejores, que como ellos no hay otro, que
redimirán por fin los males que nos agobian, que el pasado fue desastroso pero
el futuro será grande y mejor.
Por honestidad con nuestra
distinguida clientela debemos recordar también que estas ofertas tienen fecha
de caducidad y si las dejan hasta su fecha de expiración su final no es bueno.
Productos recientes nos lo confirman: Hitler, Mussolini, Stalin, Hussein,
Khadafy, Amin Dada, Chávez...
No es para desanimarse,
pero ¿apostaría usted ingenuamente por uno de estos nuevos mesías a sabiendas
de su irreversible caducidad?