jueves, 6 de marzo de 2025

De cara al porvenir: para bailar se necesitan dos

Pedro Juan González Carvajal

En un mundo cada vez más intolerante, aunque de dientes para afuera se hable de equidad, de inclusión y de democracia –lo cual contrastado con la realidad pues simplemente no se ve–, los ánimos se encuentran cada vez más exacerbados y quienes ejercen la autoridad temporal, suben permanentemente el tono de sus voces y cada vez se alejan más de la argumentación y recurren a la descalificación del otro o simplemente a la amenaza.

En lo interpersonal, las buenas maneras y el decoro hacen parte de una vida social civilizada. En un plano superior, el Derecho Internacional y la Diplomacia son las herramientas que permiten una coexistencia al menos pacífica entre los pueblos.

Sin embargo, el ejercicio de la autoridad finalmente recae en personas de carne y hueso que tienen su particular nivel de educación, su personalidad, su carácter, su temperamento y su capacidad de emplear la empatía a partir del conocimiento y el respeto interpersonal, en suma, de su buena o mala educación.

Es válido que uno no le caiga bien a todo el mundo y que no todas las personas me tengan que caer bien a mí. Pero ahí es donde está la ciencia, saber entablar diálogos inteligentes y desapasionados con la contraparte, sea cual sea su postura, sobre todo cuando estoy en representación de otros y debo actuar y comportarme responsablemente.

Para bailar, se necesitan dos. Para pelear, se necesitan dos. Para entablar un diálogo productivo, se necesitan dos. Para conversar se necesitan dos.

Es por ello por lo que tenemos que hacer los esfuerzos que sean necesarios para que sea por los canales del diálogo franco y abierto que se pueda tratar de resolver los problemas.

Otras posturas llevarán a la polarización, a la división, a la confrontación, a la coacción, al chantaje, al irrespeto del otro y al triunfo de la ley del más fuerte, como es el caso de los animales de pradera.

Mi formación profesional es de fundamentación técnica, pero eso no quiere decir que me deje embelesar por las crestas de olas tecnológicas, ni mucho menos de sufrir de una tecnofobia anacrónica.

En lo que sí estoy absolutamente en desacuerdo es que se empleen las redes sociales o se conjugue el infinitivo del nuevo verbo twitear para tomar decisiones en vivo y en caliente por parte de altos funcionarios públicos o altos ejecutivos empresariales, sin medir las consecuencias de corto, mediano y largo plazo, de lo que allí se expresa.

Lo escrito, escrito queda y el argumento pueblerino de la descontextualización de los contenidos o de lo que se quiso decir era otra cosa, entra definitivamente en un limbo lleno de justificaciones, contradicciones y excusas.

Definitivamente no me gusta que se ejerza el poder y nos manden por redes sociales o que se tomen decisiones que nos afecten por redes sociales.

Puede ser que ya me estén comenzando a pesar los años, pero siento una gran desazón ante la carencia de verdaderos líderes socio políticos, la ausencia y falta de compromiso de verdaderos filósofos, la ausencia de verdaderos guías espirituales que nos toquen desde pequeños como lo son los padres de familia, los maestros, los jueces, los policías, los sacerdotes, los alcaldes, los gobernadores y los presidentes, que ante todo deben servir de guías y de referentes para que con su ejemplo todos nos sintamos motivados a actuar de manera correcta.

Sin un faro claro y diáfano, pues seguiremos viendo pasar los días, consumiendo cosas y ensuciando el planeta, y finalmente, cuando llegue el anochecer definitivo, veremos que de pronto no hemos vivido y simplemente hemos dilapidado una única y exclusiva posibilidad de hacer parte del milagro de la creación.

Mientras tanto, retomando a Salinger, diremos: “Leeré mis libros, tomaré café, escucharé música y cerraré la puerta”.

Nota 1: muy en sintonía con lo expresado en el artículo anterior, “A negociar con el imperio”, se encuentra el reciente estudio publicado por Fedesarrollo titulado “Propuesta para el desarrollo de la Orinoquía colombiana”, el cual recomiendo ampliamente.

Nota 2: ha llegado el invierno y con él sus cosas buenas y sus cosas malas. Recuerdo aquel dicho popular que habla de que Valle es Valle y lo demás es Loma, al cual se replica con Loma es Loma y lo demás se inunda.