viernes, 17 de enero de 2025

Gracias, muchas gracias

José Leonardo Rincón, S. J.
José Leonardo Rincón, S. J.

Imposible responderle a cada uno de quienes dieron like o escribieron un mensaje felicitando a mi mamá por su cumpleaños 97. Lo hago ahora con este escrito y para todos: ¡gracias, muchas gracias, muchísimas gracias!

Por estar de vacaciones con mi comunidad no pude estar con ella ese día, pero las personas que la cuidan y muchas otras, familiares y amigos, me suplieron con desbordado cariño y afecto, haciendo presencia, ya físicamente, ya por teléfono, de modo que ella pasó muy contenta, muy celebrada, si se quiere agobiada, por tantos detalles que, aunque eran muy merecidos para ella, los sentí como propios. Sólo Dios podrá compensarles esa bondad.

La señora Blanquita, le dicen algunos, doña Cecilia, le dicen otros, efectivamente era la niña cachetona de la foto que les compartí, la menor de siete hermanos, seguramente la más consentida. La negrita, como les conté también, que se volvió así de tanto comer chocolate, tiene su historia: la abuela estaba sentada cosiendo y la niña Cexi, como yo le digo, en su regazo boca abajo y absolutamente juiciosa, actitud que no le pasó desapercibida, la dejó realizar sus costuras sin contratiempos y vaya sorpresa la que se llevó cuando al voltearla descubrió la explicación a tanto juicio: la chiquita esta encontró en el cajón de la máquina una libra de chocolate en pastillas y se la empacó todita. Embadurnada de cacao quedó así, negrita para siempre.

Con esa lucidez de memoria remota que tienen nuestros adultos mayores ella misma me ha referido historias graciosas, como la de su frustración y lágrimas porque en vez de darle más chocolate mi abuela le daba el chocolisto de la época que era en realidad fosfatina. O cuando el abuelo se quedaba dormido después de almuerzo y ella en un arranque de estilista le hacía cachumbos a su ondulada cabellera.

Amiga de animales, goza contándome cómo el capitán la tumbó al suelo en plena calle y su vestido quedó empolvado y mi abuela sufriendo, pensando que ese oficial atrevido no había tenido cuidado con una niña y resultó ser un perro negro, gordo y paticortico que a la chiquita esa le puso sus patas en el pecho para saludarla y resultó revolcándola en el piso.

O cuando Morona, un can pequeño, pero más grande que ella, le robaba uno de sus zapatos y salía a correr por la acera del frente de su casa donde finalmente se lo dejaba tirado. O Madroño, un caballo marrón que montaba cuando trabajaba con Cemento Samper por los lados de Siberia.

Me ha dado por pensar que esta niña era hiperactiva e inquieta, porque los viejos se vuelven como niños y también hoy día no hay manera, en su caso, de que se esté quieta. Siempre ocupada y con agenda llena, jajajajajaja ¿Qué tal?

Pata de perro y andariega de joven por Colombia, en particular la Guajira y Antioquia, o de irse sola en un barco a Europa y África. Laboralmente explorando oportunidades mejores al comienzo y al final de su vida laboral como educadora, en el medio trabajando en secretariado comercial en empresas multinacionales con alemanes, suecos, italianos. Imparable. Aunque ya a estas alturas de la vida duerme más horas y refiere estar "como un burro cansado", todavía tiene energías para rato. Esta semana estuvo dos días con esa virosis que anda por ahí suelta, pero ella, al tercer día, no aceptaba que estuvo enferma, sino que más bien no le dieron de comer. ¿Cómo les parece?

Todos los días ve televisión, lee periódico y está más y mejor enterada que yo. Cuando tiene visita y habla de lo humano y lo divino, me sorprende su lucidez y claridad. Aunque 97 son 97 y ya no es lo mismo, pero ¡qué polvorita! Así que muchas gracias a todos por contribuirle a dar vida y hacerla feliz con tanto amor y tanto detalle. De seguro ella reza por ustedes.