Andrés de Bedout Jaramillo
Ambos países están encartados con sus presidentes. Los dos
llegaron ilegítimamente al poder, uno sobrepasando todos los topes electorales
establecidos por la constitución y el otro, ocultando las actas electorales que
le dieron el triunfo a otro candidato. Los dos presidentes, el de Colombia y el
de Venezuela, han venido capoteando las situaciones, aprovechando el manejo
institucional que tienen, habida consideración del avance de permeación logrado
en cada uno de los dos casos, siendo el de Colombia un poco inferior al de
Venezuela.
Es por eso que, mientras en Colombia las esperanzas están
sentadas en el proceso que por indignidad, y como consecuencia la pérdida del
cargo, que se adelanta en la Cámara de Representantes y que ya cuenta con
denuncia ante la Corte Suprema de Justicia contra los congresistas
investigadores por dilación y no cumplimiento de la constitución y la ley, en
Venezuela, las esperanzas están sentadas en que miembros del ejército, de
niveles inferiores a los generales de la rosca del Gobierno, en compañía de
mercenarios y caza recompensas, puedan llevar a cabo una operación que permita
la captura simultánea de Maduro, Diosdado y Padrino, motivados por una
recompensa ofrecida por Estados Unidos que asciende a 65 millones de dólares, lo
que convertidos a pesos colombianos, son unos $286.000.000.000 millones de
pesos.
Ambos presidentes están concentrados en evitar las
consecuencias de sus actos, utilizando la retórica del odio, del miedo, del
engaño, de la mentira y han descuidado totalmente sus obligaciones de
gobernantes, afectando sensiblemente las economías de los dos países,
oscureciendo más, todos los días, el futuro de colombianos y venezolanos.
Petro, en su defensa, ha acelerado sus ataques a todos los
sistemas donde exista participación privada: servicios públicos como los de
energía y gas, obras públicas concesionadas y APP, salud, pensiones, petróleo,
café, etcétera, además de los castigos a las regiones que se le oponen, como Antioquia,
con todo tipo de medidas opresoras y que obstaculizan. Mientras tanto, Maduro
arreció sus ataques a los opositores, encarcelándolos, torturándolos,
expidiendo órdenes de captura y ofreciendo recompensas por doquier. Detiene
extranjeros en su territorio para acusarlos de milicianos caza recompensas a
quienes obliga a auto incriminarse. Son más de ciento cincuenta personas
detenidas, de 25 nacionalidades, incluidos colombianos.
Ambos fortalecen y protegen a fuerzas irregulares, guerrilla,
paramilitares y narcotraficantes, para contar con su apoyo en caso de
necesitarlos.
Siendo realistas, las esperanzas de poder prescindir de los
muy malos servicios de estos dos presidentes son cada día más remotas, pero
como la esperanza es lo último que se pierde, contemos con que la Corte Suprema
de Justicia obligue, de alguna forma, a actuar a la Cámara de Representantes que
está obligada a aplicar el artículo 109 de la Constitución Nacional, y a los
mandos medios del ejército venezolano a diseñar y ejecutar un plan que dé con
la captura de sus tres demonios para que puedan cobrar la jugosa recompensa
ofrecida.
Seguimos en oración por estos dos pueblos sufridos y
oprimidos por sus gobernantes.