José Leonardo Rincón, S. J.
“Año Nuevo, vida nueva,
más alegres los días serán… Año Nuevo, vida nueva, con salud y con prosperidad”, canta
el éxito bailable de La Billo´s, que junto al de “faltan cinco pa’ las doce
y el año va a terminar, me voy corriendo a mi casa a abrazar a mi mamá"
o "yo no olvido el año viejo...", se constituyeron en los
clásicos de la jornada de medianoche que suenan en todas las emisoras,
exacerban la adrenalina y ponen a medio mundo a llorar emocionado como si se
fuera a acabar el mundo y no el año.
Y es que el final del año
suscita un síndrome apocalíptico que pone a correr contra reloj a todos, como
si efectivamente se fuera a acabar el mundo el 31: hay que entregar, hay que
cerrar, hay que hacer lo que no se hizo cuando se debía haber hecho. ¡Qué
obsesión, qué nervios, qué estrés!
Entonces, como lo he
criticado de un tiempo para acá: ¿qué diferencia hay entre la noche del 31 de
diciembre y el 1 de enero con el 12 y 13 de abril o el paso de la medianoche
del 21 y 22 agosto? Ninguna, y si se quiere, toda a la vez, porque el sentido y
la significación no la tiene la fecha en sí, sino la que nosotros hemos querido
darle. Un 7 de febrero a nadie le dice nada, pero para mí sí, es fiesta, es
aniversario de celebración de la vida, así que la carga emocional que le da
relevancia se la pongo yo o es la que ha decidido asignarle la sociedad, la
cultura, la religión.
Eso es lo que pasa con el
31. Culmen de un ciclo, cierre de una temporada que comenzó 12 meses atrás y
que puso límites, definió tiempos, puso plazos para cumplir metas y objetivos.
Ha sido necesario hacerlo. Establecer esos parámetros, esos encuadres, esas
cercas temporales, ayuda a medir, a planear y también a evaluar. Mentalmente es
el corte de una etapa y también el darse la oportunidad de comenzar otra. Lo
cotidiano y rutinario se transforma en algo especial, único, novedoso,
extraordinario. Saber terminar y saber comenzar. Morir y nacer de nuevo.
Así las cosas,
ciertamente, como lo dice el ritmo tropical, Año Nuevo puede significar vida
nueva. Es cierre que abre, que diferencia y distingue, como del Adviento a la Navidad,
o de la Cuaresma a la Pascua, de la bacanal entierro de Joselito a la austera y
penitente ceniza. Son etapas, son ciclos necesarios que deben darse, vivirse,
celebrarse. Ocasión de evolución, madurez y crecimiento. Somos los mismos, pero
en realidad no somos los mismos, todo depende de nuestro libre albedrío y de lo
que decidamos hacer de acuerdo con nuestras posibilidades.
Es costumbre por estos
días augurarse un feliz año, desearse lo mejor, enviarse bendiciones, anhelar
tiempos mejores. Hay que trabajarlo, hay que lucharlo hasta conseguirlo. No es
suerte, no son agüeros de nuestro folclor (las 12 uvas, los calzones amarillos,
la vuelta con la maleta, las papas debajo de la cama, entre otras). A Dios
rogando y con el mazo dando, es decir, binomio ideal, llave efectiva, socio
ideal, parcero inmejorable. Juntos vamos lejos, mejor, más eficientes y
rápidos. Amigos todos: ¡feliz año 2025!