Luis Alfonso García Carmona
En muchas
actividades se destaca el colombiano por su inteligencia, su capacidad, su
talento, pero no ocurre así en los temas políticos. Arrastramos una larga
historia de malas decisiones, de la cual parece que nada aprendemos.
Se han aprovechado
de nuestras falencias los vividores de la política para mantenerse en el poder,
usufructuando para su beneficio el manejo de los enormes presupuestos del
Estado y repartiendo entre sus familiares y amigos, con impudicia y desvergüenza,
toda suerte de privilegios y prebendas. ¿Cómo hemos reaccionado? Volviendo a
votar por los mismos o por sus candidatos de bolsillo.
Las elecciones se
han convertido en un sucio negocio donde lo que menos importa es el futuro del
país. Y los partidos políticos en oscuras asociaciones para defraudar al Estado
o para proyectar indeseables sujetos a las más altas posiciones. No obstante lo
anterior, no deja de sorprender que cuando alguien menciona el tema político,
lo primero que le preguntan es por cuál de esos caducos caciques debemos votar.
Y parecida tendencia asoma en las encuestas de opinión en las que, con pocas
excepciones, se repiten los nombres de quienes han engañado por generaciones a
los colombianos y los de quienes siguen sus orientaciones.
Partimos de una
desacertada práctica cuando se trata de tomar una decisión sobre la persona que
debe desempeñar la Presidencia de la República. Nos dejamos dominar por el
apasionamiento que por largo tiempo han sembrado en nuestras mentes a favor o
en contra de un partido o de un determinado cacique. Para nada tenemos en
cuenta el carácter y las cualidades o defectos del candidato, o su preparación
para el ejercicio del cargo, o su propuesta en relación con las necesidades de
la Patria y de sus habitantes. No. Preferimos actuar en forma primaria o
irracional como si de un partido de fútbol se tratara.
Mientras más se
calienta el debate, más nos aferramos al candidato elegido y con mayor aspereza
nos referimos a sus oponentes. Abandonamos cualquier rastro de sindéresis o de
racionalidad, pues solo nos interesa imponer a los demás nuestros gustos y
odios en esta materia.
No es la hora de
seguir con esa errada práctica que nos ha conducido a la más catastrófica
crisis de nuestra historia. Cada uno, en esta época de reflexión, debería hacer
una crítica introspectiva de su actitud frente a la solución que el país
requiere. Soy de los que creen que soluciones para el tremendo conflicto que
vivimos sí existen, pero se encuentran en cada uno de los colombianos. No
podemos esperar que venga alguien de fuera a salvarnos o pedir que milagrosamente
desparezcan todas las causas de nuestros males. Empecemos por escoger a los
mejores para que nos gobiernen y eso ya es un buen comienzo.
Y, ¿cómo lograrlo?
A.-Hagamos un
perfil de cómo debe ser nuestro próximo presidente
1.- Debe ser una
persona que respete y practique los valores fundamentales, tales como el
respeto a la verdad y a la justicia; que crea en la dignidad de la persona
humana creada por Dios a su imagen y semejanza; que considere el servicio
público como una oportunidad para servir al prójimo, especialmente a los más
vulnerables; que respete el Estado de derecho y la democracia; que practique la
ética y la moral en sus actuaciones; que considere al bien común como el
objetivo de la acción del Estado.
2.- Que no crea en
el odio de clases sino en la creación de riqueza para poder generar empleo y
atender a las necesidades de la población; que se comprometa con respetar la
propiedad privada y la libre empresa; que se proponga atraer la inversión
nacional y extranjera para conseguir el crecimiento económico; que impulse la
explotación de nuestra situación geográfica y nuestros recursos naturales; que
esté dispuesto a reducir la carga tributaria de las empresas y ayudar al
emprendimiento.
3.-Que reduzca el
tamaño y costo del Estado e imponga la austeridad en el manejo de los recursos
públicos, que declare la guerra total a la corrupción y al despilfarro; que
ordene la construcción de obras de infraestructura para apoyar el crecimiento
económico y no para repartir cupos entre los parlamentarios; que gobierne con
los mejores hombres y mujeres del país, mediante su elección y designación por
méritos.
4.- Que brinde a
los colombianos la seguridad en sus personas y bienes; que combata a fondo el
narcotráfico y la criminalidad en general y procure la desaparición de la
impunidad, mediante un programa de seguridad, una reforma a las normas penales,
al sistema judicial y al régimen carcelario, con la asesoría de potencias
extranjeras.
5.- Que solucione
los gravísimos problemas que dejará el actual régimen de la extrema izquierda, tales
como la destrucción de la salud, las amenazas contra el sistema pensional, el
problema energético y de los hidrocarburos, la recesión económica, la falta de
ética y moral en el manejo del Estado, la mala educación de nuestros hijos,
entre otros.
6.- Que proponga a
los colombianos las reformas necesarias para corregir nuestro sistema
democrático y la devolución del imperio de la moral y la ética mediante una
reforma educativa que siembre buenos principios en nuestros jóvenes y los
aparte de las teorías marxistas y la ideología de género.
7.- Que su elección
no dependa ni política ni económicamente de los caciques políticos que nos han
conducido a la crisis monumental que padecemos.
7.- Que sea
transparente con sus electores dando a conocer sus programas, la forma como
logrará implementarlos y las personas que serán sus inmediatos colaboradores.
B.- No nos
apresuremos a comprometernos con ningún candidato sin antes estudiar diferentes
alternativas.
C.- Una vez
escogido, apoyémoslo con decisión, con argumentos, sin ofensas a terceros ni
guerra sucia. Desde la campaña debemos demostrar que cada uno de nosotros es la
verdadera solución para Colombia.