José Leonardo Rincón, S. J.
En
línea con el filósofo español José Ortega y Gasset, uno es el que es según sus
circunstancias, es decir, según el contexto, el lugar geográfico donde nació,
creció, la familia que tuvo, la cultura imperante, la escuela donde estudió,
los formadores que tuvo, la coyuntura histórica, etcétera.
No
creo el cuento de que todo tiempo pasado fue mejor, aunque confieso que, con el
correr de los años, y en la medida en que uno se pone viejo, tiende a añorar ese
pasado como mejor. Lo simplemente cierto es que ese pasado y el presente que
vivimos son y serán distintos. ¿Qué fue o qué ha sido mejor? Vuelve y juega:
cada uno habla de cómo le va en la feria.
Por
lo pronto evoquemos algunas variables y dejémonos interpelar en cuanto
permitirnos reflexionar, dudar, inquirir, no tragar entero:
*
El modelo de familia tradicional ha cambiado. No siempre están las figuras
materna y paterna. Los actores cambian o sencillamente no están están presentes.
El padre que trabaja y trae el sustento y la madre que labora en casa criando
los hijos, hoy son exóticos. Pueden estar invertidos en sus roles, o puede que
otros suplan esos roles o puede que ninguno esté y no tenga tiempo. Esa
realidad de alguna manera marca esas vidas.
*
Las familias numerosas y extendidas ya no se ven. Los datos demográficos
evidencian que el número de hijos por familia ha decrecido año por año. Las
parejas hoy día no quieren tener hijos, uno cuanto más, o ninguno. Más fácil y práctico,
además de menos engorroso, tener una mascota. No hay hermanos y eso en algo
marca las jóvenes existencias.
*
En consecuencia, la familia, primera y principal educadora, ahora delega en la
escuela, por no decir endosa, la tarea de formar en principios y valores. Qué
tanto lo hace, no lo sé, pero sospecho que ni se raja ni se presta el hacha. La
pelota caliente se la tiran unos y otros.
*
Marcar pautas, formar, mostrar un camino, exigir disciplina, se considera
intrusivo y atentatorio contra el libre desarrollo de la personalidad. Se
prohíben y cuestionan, pero como nos lo enseñaron en física básica, todo vacío
tiende a llenarse, luego no se permiten esas agresivas y trasnochadas
conductas, pero se ofrecen otras, con otros modelos y estereotipos.
*
Hay que cuidar y proteger al maximo. Que el niño sufra lo menos posible, que
goce del confort que antaño no tuvimos, provéasele de todo lo que necesite. Que
no se caiga, que no se ensucie, que no se enferme. La adversidad y los
problemas del entorno no deben afectarlo. Como no se le puede brindar afecto,
désenle cosas. Hay que darle gusto en todo. No se le puede regañar, no se le
puede llevar la contraria, no sea que se traumatice y resienta de por vida.
Es
entonces cuando emerge eso que ahora se denomina como la generación de cristal.
Una generación delicada y frágil, tanto, que puede quebrarse con facilidad, que
puede romperse si se le toca con fuerza. Es bella y transparente y su hechura
es hermosa y fina en apariencia, pero demasiado sensible. No aguanta altas o
bajas temperaturas. Cualquier sutil impacto puede desmoronarla. Pareciera
desechable como todo lo que la rodea.
Por
lo pronto, el fenómeno llama la atención. Y como tal no es generalizable,
convive con otros modelos. Están ahí, en el mostrador de la vida, se pueden
comparar. El hecho es que este mundo que ha evolucionado tanto y goza ahora de
tantas cosas maravillosas, paradójicamente se ha tornado difícil y hostil para
poder sobrevivir en él. Y creo yo que hay que equipar a las jóvenes
generaciones con acertadas herramientas que los ayuden a sortear los nuevos
retos. La idea es que no se quiebren o se rompan.