martes, 28 de noviembre de 2023

De cara al porvenir: y no nos dimos cuenta

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal

El principal puerto sobre el Pacífico colombiano se fundó el 14 de julio de 1540.

“Considerado el primer puerto del Pacífico colombiano, por su aporte al volumen de carga que ingresa al país y por su importancia para la región, la fundación de Buenaventura no dista mucho de la historia de varias ciudades colombianas. A través de los documentos de archivo de Señal Memoria hablaremos de estas controversias sobre sus orígenes y algunos aspectos fundamentales de su configuración como ciudad portuaria.

Buenaventura: una breve semblanza geográfica

Nombrada de manera oficial como Distrito Especial, Industrial, Portuario, Biodiverso y Ecoturístico, Buenaventura se encuentra ubicada en un lugar especial de Colombia, en el departamento del Valle del Cauca, entre la Cordillera Occidental y el mar Pacífico. Limita al norte con el Chocó y al sur con terrenos cenagosos que colindan con el municipio de López de Micay, departamento del Cauca.

Cuenta con más de 310 mil habitantes, según el último censo del DANE, y una riqueza hidrográfica significativa, destacándose los ríos Anchicayá, Dagua, Calima, Yurumanguí y Naya, entre otros.

Así, Buenaventura se constituye en el municipio más grande de esta región del país y la tercera más poblada del departamento.

Por otra parte, la ciudad está dividida en una zona insular donde se encuentra un moderno complejo portuario que aporta cerca del 55% del comercio exterior del país, y una zona continental, caracterizada por el predominio de los espacios residenciales y barriales.

También tiene una zona rural integrada por veredas, corregimientos y asentamientos tanto fluviales como marítimos, los cuales se agrupan en 19 Unidades de Planificación Zonal.

Buenaventura, más allá del puerto

Si bien existen algunos vacíos sobre la fecha de fundación y su lugar de emplazamiento original, lo cierto es que, a comienzos del siglo XX Buenaventura tuvo un importante cambio.

En las primeras tres décadas de esa centuria, Buenaventura pasó de tener un incipiente puerto de madera al pie de algunas viejas instalaciones portuarias, a contar con tres muelles sofisticados, un par de edificaciones de arquitectura moderna y varias bodegas de almacenamiento junto al ferrocarril del Pacífico. Además, con el desplazamiento de la zona productiva hacia el suroccidente del país, Buenaventura comenzó a ubicarse como el primer puerto comercial de Colombia.

Hacia 1931 y luego de un voraz incendio en la zona comercial, el gobierno nacional encontró en esta catástrofe la oportunidad de construir un “puerto y una ciudad moderna”, promulgando una ley de reconstrucción que sería ejecutada en la década siguiente.

En los años cincuenta y sesenta los discursos de modernización y progreso como factores de desarrollo de las condiciones humanas seguían vigentes. Esta idea se fortaleció, una vez Buenaventura logró consolidarse como el principal puerto comercial y marítimo de Colombia”.

Traigo a colación esta breve reseña, pues es importante para nosotros los antioqueños prever lo que puede llegar a pasar con el anhelado Puerto de Urabá.

Hoy el Puerto de Buenaventura es un enclave donde lo legal y lo ilegal conviven y donde la violencia hace parte de su estado natural cotidiano.

Es un puerto que ha deteriorado la ciudad y no la ha impulsado al desarrollo, sino a la pobreza. Por allí pasan armas, drogas, inmigrantes, contrabando y la riqueza que debería potenciar a la ciudad, se queda en otras manos.

Es importante que a tiempo pensemos en las implicaciones y los efectos directos, indirectos y colaterales del nuevo Puerto de Urabá en toda la Zona del Urabá Antioqueño y Chocoano.

El proyecto debe ser integral y las autoridades y la comunidad mancomunadamente deben participar en la construcción de un adecuado Plan de Desarrollo para asimilar estas nuevas realidades. Recordemos que “Guerra avisada no mata soldado”, o al menos eso dicen.

Para Antioquia es prioritario evaluar y sopesar los impactos que traerán obras de gran magnitud como las autopistas 4G, La Hidroeléctrica de Hidroituango y el Puerto de Urabá.

La planeación es para planear y no para dejar constancia. Es un gran examen que sobre previsión tenemos que ganar todos los antioqueños y el momento es ahora.

Revisando nuestro nuevo Plan de Desarrollo, seguimos formulando una gran cantidad de pequeños proyectos, que son importantes, pero no generan el impacto que requiere el jalonamiento del país.

¿Por qué no pensar en 5 grandes proyectos estratégicos y meterle todos los recursos y todos los esfuerzos para sacarlos adelante?

¿Qué tal pensar en el Canal Interoceánico, en solucionar el tema de la Mojana, en organizar por fin el Canal del Dique, en llevarle agua potable y energía a todas los territorios y comunidades y poder alcanzar la soberanía alimentaria?

El tema del Canal Interoceánico vuelve a pasar a la palestra pues debido al cambio climático, el Canal de Panamá está en crisis, pues sus lagos, los que aportan el agua para las esclusas, se están secando y del Canal Nicaragüense no se volvió a hablar.

El tema de la Mojana, una de las cinco regiones más fértiles del mundo según la FAO, es vital para la producción de alimentos en el país y la estamos deteriorando con los residuos de la minería ilegal y, además, el mal manejo de este territorio hace que en cada invierno se produzcan desastres para sus vecinos.

Sobre el Canal del Dique se ha hablado y escrito mucho, pero sus obras siguen siendo remedios temporales y cada nuevo invierno pues trae su propia tragedia.

Estas zonas debidamente habilitadas deben ayudarnos a revertir una dolorosa realidad, de cuya contundencia pareciera que no nos hemos dado cuenta: De importar un millón de toneladas de alimentos al año en 1990, hoy estamos importando casi 16 millones de toneladas, lo cual para un país rico en agua y con todos los pisos térmicos disponibles, es como mínimo, impresentable.

Esto acompañado del hecho de que en un período semejante nos desindustrializamos y pasamos a depender de la exportación de hidrocarburos y minerales, con todas las consecuencias que esto implica y que hoy estamos padeciendo. El 65% de nuestra Balanza Comercial está sujeta a esta realidad.

Llevar agua potable y energía a todos los territorios y comunidades es una obligación y un aprovechamiento racional de los recursos naturales que hoy afortunadamente tenemos en abundancia. Calidad de vida e impactos en temas de salud pública. Proporcionarles energía a todos los colombianos es, en pesos de hoy, un proyecto de unos 14 billones –El Tiempo Septiembre 11 de 2023–, absolutamente realizable.

El alcanzar la soberanía alimentaria, pasa por la organización del uso, destino y propiedad de la tierra, hasta el empleo y desarrollo adecuado de las condiciones particulares de cada una de las regiones naturales que tenemos.

Superar el déficit de vivienda que para el caso de Colomba es de 5.3 millones de viviendas, para Antioquia 400.000 y para Medellín 40.000 en números redondos, es otro reto enfrentable con grandes beneficios.

Según VIVA (Empresa de vivienda de Antioquia), la construcción de 1 vivienda asocia 4 empleos directos y el mejoramiento de viviendas, 2 empleos directos. El impacto en generación de empleo sería más que notable.

Obviamente existen otras alternativas de proyectos como la construcción de la red ferroviaria, la consolidación de las Vías 4G, la explotación inteligente de los recursos minerales, entre otros varios.

Hoy se han presentado 837 proyectos de investigación para aplicar a recursos del orden nacional y de regalías. Cerca de 2 billones de pesos, que sigue siendo mucha plata, fragmentados en 837 proyectos de cuyo impacto no podemos decir ni anticipar nada. Mi sugerencia es destinar estos recursos a proyectos grandes, a resolver problemas reales, para que de verdad las Universidades y sus investigadores le aporten al país y no se contenten en mantener pequeños grupos de investigación con poca producción o de producción de bajo impacto y la elaboración de artículos científicos y “papers” que finalmente solo benefician a sus autores, con honrosas excepciones, como en toda actividad humana.

No podemos pensar en cambiar, si seguimos haciendo más de lo mismo.