martes, 28 de noviembre de 2023

Lo que hemos aprendido de Milei

Luis Alfonso García Carmona
Por: Luis Alfonso García Carmona

La impresión que dejó Javier Milei en quien lo veía por primera vez fue: ¿Pero de dónde salió este loco?

No obstante, al conocer poco a poco su pensamiento, necesariamente va cada uno relacionándolo con el propio entorno y encontrando alternativas aplicables a la desventura que estamos padeciendo por cuenta del socialismo y de sus aliados, tanto los confesos como los vergonzantes.

Su verbo encendido y desabrochado prende fácilmente en cualquier audiencia, pero, además, su argumentación resulta irrebatible para el adversario, pues se apoya en antecedentes estadísticos e históricos, como cuando se refiere al fracaso del comunismo en su lucha contra el sistema democrático y capitalista.

Sin pelos en la lengua desenmascara la tragedia vivida por sus coterráneos por cuenta de los mensajeros del socialismo y de los corruptos que los han acompañado a destruir uno de los países más ricos de la tierra; no apela a dogmas ideológicos de ninguna naturaleza ni a ortodoxas reglas económicas, se limita a registrar los pésimos resultados de los últimos gobiernos y a llamar con urgencia a su derrocamiento y al cambio de dirección en la gestión pública.

Es un discurso que, en lugar de moverse en el plano de la grandilocuencia, como el utilizado por los anquilosados líderes de los viejos partidos, transmite experiencias por todos conocidas para extraer de las mismas la necesaria conclusión de que la gestión ha estado equivocada, y que justamente hay que trabajar en la vía contraria.

En lugar de vapulear al sector privado, hay que fomentar la empresa, los negocios, las inversiones. No se puede garantizar el bienestar del pueblo a través de subsidios, sino mediante la generación de empleo y de condiciones favorables para el emprendimiento. Detener el proceso de crecimiento del Estado, del gigantismo en el gasto público, de elevación de la deuda pública a niveles insostenibles. Reemplazar esa absurda política por la reducción del tamaño del Estado, eliminación de dependencias que pueden ser reemplazadas, controlar los gastos oficiales y obtener un superávit que permita fomentar la iniciativa privada y reducir las cargas tributarias: “No se negocia el equilibrio fiscal, no está bajo discusión. Ministro que gasta de más, lo echo. El 2024 va a terminar con equilibrio fiscal”.

Al socialismo no se le puede combatir con monsergas, pues ellos son especializados en la mentira, el engaño y la estigmatización de sus contradictores. Hay que combatirlos, y derrotarlos, con hechos, no desempolvando principios que el común de las gentes no conoce o no comprende.

Descarta las posiciones transaccionales, rayanas en la alcahuetería, que los políticos de “centro” practican para mantener su cuota de poder: “No hay lugar para gradualismo, no hay lugar para la tibieza, no hay lugar para medias tintas”.

Como lo hemos propuesto, hay que saber leer en la opinión pública cuáles son sus más angustiosas demandas y proponerles alternativas que les ofrezcan una verdadera solución, enmarcada en el bien común, y no en los egoístas interesas de la actual clase gobernante. He allí un compendio de sabias enseñanzas que los movimientos opuestos al avance comunista en Hispanoamérica debieran poner en práctica a la mayor brevedad.