lunes, 27 de noviembre de 2023

Pragmatismo y eficiencia contra politiquería y corrupción

Luis Alfonso García Carmona
Por: Luis Alfonso García Carmona

A nadie con sus cinco sentidos se le escapa el radical cambio de la opinión colombiana con respecto al tema político, producido tan solo en unos pocos meses.

Hasta hace poco, las grandes masas de electores, arteramente manipuladas por los medios de comunicación y por el socialismo nacional e internacional, parecían clamar por el etéreo ideal del “cambio”, sin saber a ciencia cierta en que consistiría el tal cambio.

En el corto plazo de 18 meses, transcurrido desde la toma fraudulenta del poder por la coalición que defiende la implantación del “socialismo del siglo XXI”, más conocido como “castrochavismo”, desapareció el espejismo del “cambio” y masivamente, a través de las encuestas, de las marchas callejeras y de los gritos de “Fuera, Petro, fuera” en los espectáculos deportivos, se palpa un viraje de 180º en la opinión de los colombianos.

¿Cuál es, entonces, el hilo conductor de este nuevo proceso de opinión?

Si nos atenemos al resultado de los comicios territoriales celebrados en el mes de octubre, en los que fueron derrotadas las aspiraciones de los candidatos partidarios del presidente Petro y de la coalición gobernante, se puede inferir que el pueblo votó contra Petro, básicamente. Esto no significa que esa votación pueda ser capitalizable por los dirigentes de partidos no partícipes de la coalición petrista, ya que no existe una verdadera oposición política al Gobierno. La oposición ha surgido por fuera del espacio de influencia de la casta política, en las calles, plazas y estadios, de manera espontánea o promovida por grupos cívicos y asociaciones de veteranos.

Lo cierto es que el colombiano promedio está más que harto de las falsas promesas del socialismo que predica una cosa y hace lo contrario desde el Gobierno. Pero también está desengañado de las clases políticas, que se ufanan de sus supuestas críticas al régimen, pero hacen fila para recibir su “plato de lentejas” a cambio de sus votos para aprobar los proyectos gubernamentales. O, en forma inexplicable, se sientan con el sátrapa a negociar la salvación de los proyectos en que el régimen está interesado, en lugar de defender la Constitución, la seguridad y la democracia que a diario son vulneradas por el narco-petrismo.

Como consecuencia de la coyuntura que vivimos, el “leitmotiv” de las masas ha dejado de ser la pertenencia a determinada agrupación política o el seguimiento de abstractas ideologías poco inteligibles. El colombiano promedio quiere soluciones prácticas a sus necesidades:

*Seguridad en su persona y en sus bienes.

*Tranquilidad para desarrollar su emprendimiento o ejercer su actividad laboral.

*Seguridad social sostenible.

*Oportunidades de empleo digno y justamente remunerado.

*Un Estado eficiente, manejado transparentemente, sin corrupción.

*Una economía en crecimiento que ofrezca oportunidades a las nuevas generaciones.

*Una educación que forme buenos ciudadanos y los prepare para los retos tecnológicos.

*Eliminación del narcotráfico, la impunidad y el terrorismo

Todo ello requiere una reforma sustancial a nuestra democracia para eliminar la influencia del dinero en las votaciones, un sistema de meritocracia para garantizar la eficiencia del Estado, severas normas para castigar la corrupción y el desgreño administrativo, y una reforma a fondo de nuestra desacreditada administración de justicia.

En suma: eficiencia y pragmatismo antes que politiquería y corrupción.