lunes, 10 de julio de 2023

¿Qué es lo que quiere el pueblo?

Luis Alfonso García Carmona
Por: Luis Alfonso García Carmona

Desde que a Ortega y Gassett se le ocurrió hablar del hombre-masa, manipulado por quienes detentan el poder, se ha aceptado como dogma entre los analistas de estas materias que sólo existen dos clases de personas: las que pertenecen a las élites gobernantes, encargadas de fijar las pautas que las masas deben acatar, de un lado, y, del otro, los integrantes de esas masas ignorantes y sujetas a los dictados de sus dirigentes.

Así se ha comprobado en la historia. Fue a través de la fuerza o del dinero como el poder cayó en las manos equivocadas. Y, con el tiempo, ya no hubo necesidad del empleo de la fuerza, pues fue más eficaz la utilización del dinero para enajenar conciencias, comprar votos, implementar el fraude electrónico y poner los medios de comunicación formales o virtuales al servicio de los asaltantes del poder.

Quedan, por supuesto, marginadas de este juego por el poder, las masas de individuos carentes de recursos. Buen ejemplo de ello lo estamos viviendo en Colombia, aunque, para ser más exactos, el pueblo colombiano ha demostrado ser superior a sus dirigentes cuando está en peligro la supervivencia del país y los valores esenciales que le dieron vida.

Recordemos lo que ocurrió con el acuerdo de La Habana negociado a espaldas del pueblo por el presidente Santos. Para acallar las críticas prometió este que el Acuerdo Final se sometería a la refrendación del pueblo mediante un plebiscito, pero se aseguró de antemano –en forma tramposa– que se obtendría el triunfo del , reduciendo el umbral al irrisorio porcentaje del 13%. O sea, que solamente 4.500.000 votantes definirían la suerte del país. Contó, por supuesto, con el apoyo de las mayorías parlamentarias repletas de políticos corruptos.

Pero no contaban con la rebelión del pueblo contra el montaje publicitario orquestado por el Gobierno, la clase política, los dirigentes privados, la Iglesia Católica (con el Papa incluido) y las organizaciones internacionales manipuladas por la izquierda. 21.233.898 habilitados para votar se abstuvieron de concurrir al llamado de votar y 6.431.376 votaron por el no. En total, 27.665.274 se rebelaron contra la clase dirigente que quería a toda costa imponer un pacto infame.

Lo triste de la historia es que –a pesar de la espontánea y libre expresión de la voluntad soberana del pueblo– esta fue desconocida nuevamente por los delincuentes incrustados en la Corte Constitucional y en el Congreso, que optaron porque mediante una simple proposición se desconociera el resultado del plebiscito.

En similares circunstancias nos encontramos ahora: Una elección espuria, repleta de violaciones a las normas electorales, nos dejó en manos de la recalcitrante y totalitaria izquierda.

¿Qué es lo que quiere el pueblo en estas circunstancias?

Solución a la crisis económica y fiscal. Pretende el régimen acabar con le principal renglón de exportación, los hidrocarburos. Se ha desbordado el gasto fiscal con enormes gastos y crecimiento de la nómina estatal. La economía, bajo la amenaza de expropiaciones, endurecimiento de las normas laborales, aumento de impuestos e inseguridad del país, afronta una crisis irreversible.

Que se termine la inseguridad y el caos que reina en todo el territorio nacional. Con impunidad campean las bandas delincuenciales, los clanes de narcotraficantes, los grupos terroristas y delincuentes de toda laya. La respuesta del régimen es sentarse a dialogar con la criminalidad, conceder impunidad a los bandoleros, compensar a los narcos, corruptos y guerrilleros su apoyo a la campaña presidencial, desarticular las fuerzas armadas y de policía, y legalizar milicias bajo los remoquetes de “guardias campesinas” o “gestores de paz”.

Que se devuelva a trabajadores y pensionados los derechos a un sistema de salud catalogado como uno de los mejores del continente y que el sistema pensional no se modifique para dejar los recursos de la clase trabajadora a merced de la corrupta camarilla que nos gobierna.

Que se ejerza el Gobierno en busca del bien común de todos los colombianos y no en beneficio de los gobernantes y su cuerda de amiguetes.

Ahora, como en octubre de 2016, debemos salir a manifestar, en forma libre y espontánea, nuestro descontento con el régimen.

Acompañemos nuestra protesta con la exigencia de que se respete el Estado de Derecho dándole curso al juicio político por indignidad interpuesto por el abogado José Manuel Abuchaibe ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes, contra la campaña presidencial en la que se violaron los topes de gastos determinados por la ley.

Esa movilización debe concluir en la creación de una gran fuerza pluralista e independiente de los partidos políticos, que canalice el descontento nacional y rescate los valores culturales que el régimen materialista pretende destruir para instaurar –sobre las ruinas del país– la ideología marxista fracasada en todos los confines del mundo.