Dante Alighieri ubica a los traidores en el último círculo
del infierno ya que considera a la traición como el peor pecado de todos. La
razón es que, a diferencia de otro tipo de crímenes, para traicionar primero
hay que ganarse la confianza y el afecto de la víctima.
Algunos de los casos de traición más recordados de la historia
son, entre otros muchos, los siguientes:
Robert Ford fue un amigo y secuaz del forajido Jesse James,
uno de los bandoleros más peligrosos y carismáticos que se recuerdan. A Ford,
en cambio, la historia le relegó el triste papel de haber matado por la espalda
a quien era su amigo y quien cuando menos merecía una posibilidad de defenderse.
Fue tal el desprecio que generó entre sus contemporáneos y su actitud cobarde
que no tardó en encontrar la muerte en manos de un admirador de Jesse James.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Checoslovaquia padecía la
ocupación nazi bajo el despiadado mandato de Reinhard Heydrich, conocido por
entonces como “el carnicero de Praga”. Para infundir ánimo al espíritu de la
resistencia, un grupo de comandos organizó exitosamente el crimen de Heydrich y
luego se ocultó en las catacumbas de la Iglesia de San Cirilo. Karel Čurda,
soldado checo, delató la ubicación de los comandos y estos se suicidaron luego
de dar una valiente batalla que quedó inmortalizada en las ráfagas de
ametralladora que hasta hoy pueden verse en las paredes del templo. Luego de finalizada
la guerra, el traidor fue sentenciado a muerte.
A los fanáticos de la película 300, del director Zack Snyder,
el personaje histórico de Efialtes de Tesala debe resultarles especialmente
despreciable. Cuando el valor y la hermandad de los espartanos parecían estar a
punto de doblegar al ejército infinitamente superior de los persas, este
individuo llevó información sobre un paso entre las montañas que permitió a los
invasores rodear a los guerreros hoplitas de Leónidas y vencer en la batalla.
Durante toda la época clásica, Efialtes fue el nombre con que los escritores
ejemplificaron la traición a la patria y a los camaradas.
Durante la guerra de independencia norteamericana, Benedict
Arnold fue un dedicado soldado del bando independentista. Esto fue así hasta
que se sintió relegado en los ascensos militares y decidió que su provecho
personal era mucho más importante que el destino de su patria. A cambio de de
miles de libras, rindió a los británicos el fuerte que estaba a su mando: nada
menos que el emblemático destacamento de West Point. Se exilió en el Reino
Unido y luego de finalizado el conflicto fue repudiado tanto por
norteamericanos como británicos, ya que nadie confía en un traidor demostrado.
El matrimonio de Julius y Ethel Rosenberg fue conducido a la
silla eléctrica en 1953 tras haber sido juzgados por traición y espionaje
contra los Estados Unidos. Más allá de su aspecto mundano y tranquilo, esta
pareja fue la responsable de que la Unión Soviética accediera a los planos de
la bomba atómica norteamericana. Su filtración equilibró la balanza de poder en
favor de los soviéticos y, por lo tanto, dio comienzo a un conflicto que fue
conocido, nada más ni nada menos, como la Guerra Fría.
El personaje de Guy Fawkes formó parte de la conocida
“Conspiración de la pólvora”, una traición que consistía en volar el parlamento
británico y asesinar al Rey Jacobo I cuando todos estuvieran reunidos en
sesión. Su objetivo era poner fin a las persecuciones religiosas que se daban
en su época, pero su plan fue descubierto y terminó ejecutado. Sin embargo, su
fama llega hasta hoy a través del cómic Vendetta y del grupo conocido como
Anonymous, que suele dar sus mensajes bajo la máscara de Fawkes.
Desde el momento en que la Malinche, esta bella y astuta
mujer unió fuerzas con el conquistador Hernán Cortés, el destino del imperio
Azteca quedó sellado. Su amplio conocimiento de los puntos débiles de emperador
Moctezuma y su colaboración como traductora fueron fundamentales para lograr
las alianzas que llevaron a los españoles a la victoria. Como ocurre con los
traidores que cambian el rumbo de un Estado, para algunos esta mujer entregó
los destinos de su patria al poder extranjero y las consecuencias de su
terrible traición llegan hasta hoy. No obstante, para otros, “la Malinche”
simplemente fue una de las tantas personas que esperaban una oportunidad para
sublevarse contra un sistema que consideraban injusto.
A través del tratado de Fontainblue de 1808, España permitió
el pasaje del ejército napoleónico a través de su territorio para que Bonaparte
pudiera combatir contra Portugal, país aliado de Inglaterra. Sin embargo, una
vez conquistado el suelo portugués, Napoleón decidió que España formaba parte
de su botín y traicionó a la corona española deponiéndola y nombrando en su
lugar a su caricaturesco hermano, José Bonaparte o, como se lo conocía en esa
época: Pepe Botella.
“¡Tú también, Brutus!” fue la frase con que el emperador romano Julio César se
despidió del mundo. En mitad de la emboscada que los senadores romanos le
habían preparado, cuando los cuchillos le quitaban la vida, César lamentó la
presencia de su hijo Marco Junio Brutus entre los conspiradores. Para Dante
Alighieri, este parricida representaba la traición a la familia y a la patria,
por lo que lo ubicó en el último círculo del infierno para que recibiera los
castigos del mismísimo señor de las tinieblas.
Para los cristianos, el nombre de Judas es sinónimo de
traición ya que entregó a Jesús a sus captores a cambio de treinta monedas de
plata. Desde entonces, la cultura popular le rinde “homenaje” tanto en
carnavales como en fiestas navideñas quemando imágenes suyas o representando su
suicidio por ahorcamiento. Para variar, Jorge Luis Borges ofrece una relectura
de su figura y, por ende, de toda la cultura occidental: si Jesús debía morir
para expiar los pecados de los hombres, aquel que lo condujo a su muerte no fue
un traidor sino el mejor discípulo””.
Como diríamos con respecto a las Brujas, “Que los hay, los
hay”.