Por José Alvear Sanín
En un país saturado de escándalos, y donde,
además, tenemos que ocuparnos diariamente de los últimos trinos demenciales de
Petro, no queda tiempo para seguir la pista de lo que se está cocinando asardinadamente
con el ELN.
Después de unos aparentes enfrentamientos y
desmentidos, para hacer creer que entre el Gobierno y esa guerrilla no hay
identidad de propósitos, dizque se superaron los escollos hasta llegar a una
cumbre en La Habana, para encarrillar esas “negociaciones”.
En resumen, Petro y los cabecillas del ELN convinieron
conversar de aquí a 2025, para llegar a un “acuerdo de paz” dentro de un “cese
bilateral al fuego”, obligatorio solo para el Gobierno, porque los otros podrán
seguir extorsionando, avanzando y dominando en crecientes zonas territoriales.
A esa claudicación militar siguió la reanudación
de los diálogos entre las delegaciones de ambas partes. Así como desde antes de
reunirse con las FARC, Santos ya había pactado la entrega del Estado, Petro y
el ELN tienen claro que van a hacer la revolución, para establecer en Colombia
otro Estado vasallo de Cuba, sostenido por el narcotráfico, que sustituye los
ingresos “venenosos” del petróleo y el carbón por los inocuos de la cocaína.
Si lo de Santos y las FARC fue “yo con yo”, lo
de Petro con el ELN es igual, y dará como resultado el cambio del modelo
económico y democrático por el del despotismo, la eliminación de las libertades
individuales, la colectivización de la agricultura y la estatización de la
economía.
En su momento se dijo que la negociación con
las FARC estaba regida por el principio de que “Nada está acordado hasta que
todo esté convenido”, es decir, que se trataba de un proceso bajo
racionales formas de entendimiento. Con esa premisa, si no se alcanza acuerdo,
cada parte puede retirarse, sin imponerse sobre la otra.
Por desgracia se ocultó que, en vez de
negociación, habría apenas un simulacro de ella entre Santos y Timo. Ahora, con
el ELN, el simulacro estará regido por la norma de que los acuerdos
preliminares serán considerados como definitivos, de manera que cada vez que el
Gobierno acepte algo, quedará comprometido inexorablemente.
De esa manera, de grano en grano, llena el ELN
el buche...
Entonces, aun en el remoto caso de que el Gobierno
reculase finalmente, la entrega irreversible ya estaría bien avanzada.
Todos sabemos, porque nos lo vienen manifestando
desde hace 59 años, que el ELN no retrocede jamás, que sus posiciones son
inconmovibles y que para ellos no existe ningún tipo de gradualismo, de
compromiso o concesión. Para ellos es todo o nada.
Por otro lado, el discurso de Petro refleja
identidad de propósito con el ELN, porque ambos son marxistas, leninistas,
revolucionarios, adscritos a las doctrinas del internacionalismo proletario y
el decrecimiento económico.
Las conversaciones de La Habana con el ELN
proseguirán en las sombras hasta que estallen con un sorprendente acuerdo que
se lleve de calle Congreso y Cortes, sin necesidad de plebiscito alguno.
¿Autogolpe o golpe bilateral?, a partir del cual esa dupla siniestra hará su
voluntad, apoyada en guardias campesinas, colectivos urbanos y guerrillas, que
luego serán homologadas para su incorporación al Ejército y la Policía Nacional.
Mientras los aterradores detalles sobre esa
negociación encubierta, sigilosa, rodeada de sombras siniestras, empiezan a
filtrarse, el país, en vez de reaccionar, se distrae con la ilusión sedante, en
lugar de enfrentar la desoladora información veraz sobre lo que nos preparan.
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¡Admirable su diaria superación! ¡Ya es capaz
de decirnos que el Gobierno pagará a miles de muchachos delincuentes para que
no maten ni delincan...!