Por Pedro Juan González Carvajal*
En una bonita película argentina de 1951
llamada “El hincha”, el protagonista -El Ñato- encarnado por el poeta
Enrique Santos Discépolo, quien fue también guionista, en un sentido parlamento
dice lo siguiente: “¿Y para qué trabaja uno si no es para ir los domingos y
romperse los pulmones a las tribunas hinchando por un ideal? ¿O es que eso no
vale nada?... ¿Qué sería del fútbol sin el hincha?... El hincha es todo en la
vida..”
Soy hincha del fútbol o, mejor, soy hincha del
Atlético Nacional y reconozco que, con todo e hipérbole, El Ñato tiene mucha
razón al preguntarse qué sería del fútbol sin el hincha.
Pero una cosa es el hincha con su pasión y su
ceguera que lo hace creer que el suyo es el mejor equipo del mundo (en mi caso,
por fortuna, mi equipo sí lo es) y otra cosa es la masa de la barra y, más aún,
la masa irracional de la barra brava.
El 27 de julio de 2016 tuve la fortuna de
asistir a la final de la Copa Libertadores de América al estadio Atanasio
Girardot entre Nacional e Independiente del Valle del Ecuador. La única boleta
que pude conseguir fue en oriental baja y entré al estadio hacia las 3 de la
tarde. Esa tarde-noche, las tribunas sur, oriental y norte estaban colmadas por
la barra Los del Sur. Tengo que decir que la experiencia fue inolvidable: la
organización de la barra para apoyar al equipo fue impecable, el comportamiento
intachable y el apoyo extraordinario. Desde cuando ingresé a la tribuna no
pararon (paramos) de cantar: “Vamos todos juntos, la hinchada y los
jugadores, a ganar de nuevo la Copa Libertadores”. Y la ganamos, todos.
Hasta ahí todo el respeto y admiración por los
integrantes de la barra que apoyan con fervor a su equipo, pero…el problema
aparece cuando el hincha y la barra quieren tener injerencia en el manejo y las
decisiones del club. Los equipos de fútbol, en el mundo entero, tienen dueños,
personas u organizaciones que invierten recursos con la intención de obtener
resultados deportivos y económicos y para esto tienen claro que deben
satisfacer al hincha con buenos planteles y ganando títulos. Y son los dueños
los que toman las decisiones. Históricamente, Atlético Nacional ha logrado las
dos cosas: desde Hernán Botero Moreno hasta la organización Ardila Lulle han
contratado grandes técnicos, muy buenos jugadores y han hecho del equipo el más
ganador de Colombia y uno de los grandes de Suramérica. Han cometido errores,
han contratado técnicos que no han dado la talla, han contratado jugadores de
alto costo que no han rendido, pero, indudablemente, han sido más los aciertos
que los errores.
Lo sucedido el domingo 16 de abril en el
Atanasio Girardot es lamentable y doloroso. Los actos de violencia no se
presentaron entre barras de diferentes equipos -lo que tampoco tendría
justificación- sino que los propició la barra para protestar contra decisiones
institucionales. En situaciones como esas, lo racional es el apoyo a la
institucionalidad. Los hinchas tenemos el derecho a renegar por una mala
contratación, por una mala campaña, por la salida de un ídolo, pero de allí no hay
por qué pasar y, mucho menos, acudir a la violencia.
Los directivos de Atlético Nacional asumieron
una postura y seguramente deberán sostenerla. Si se quiere desatar el vínculo
que alguna vez se generó con la barra mediante la financiación de algunas de
sus actividades, debe hacerse. Esto traerá un período de crisis complejo, pero
se superará, como se superó en otros países como Inglaterra donde una de las
medidas para terminar con el azote de los hooligans fue la de no vender
boletería a barras sino individual, con toda la silletería numerada y,
lamentablemente, incrementando precios.
Lamentables resultaron también las
declaraciones del secretario de gobierno atribuyendo la responsabilidad de lo
sucedido al Atlético Nacional y, en un entrelíneas muy explícito, justificando
las conductas de la barra. Inmadurez,
irresponsabilidad, cálculo político, idiotez o una mezcla de las anteriores.
Ha sido una época bonita la de Los del Sur,
ejemplo de barra organizada con cobertura nacional, ejemplo de apoyo con sus
cánticos, sus tifos, su humo verde y blanco, pero si esa época termina,
Atlético Nacional seguirá existiendo y los hinchas seguiremos existiendo como
existíamos antes de que aparecieran las barras bravas.
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