Por Félix Alfázar González Mira*
Se
va convirtiendo la pequeña república centroamericana de El Salvador en un
referente latinoamericano y mundial en materia de seguridad, inversión
extranjera y rescate de la confianza en términos del aumento de los visitantes
extranjeros a conocer todas sus expresiones naturales.
Recuerdo, en mis actividades como funcionario
nacional, que fui invitado a un congreso de alcaldes de ese país en su capital,
San Salvador, y cuál no sería mi sorpresa al notar el contraste como fue
recibido el presidente de la época, Antonio Saca y como era el encuentro del
presidente Álvaro Uribe Vélez en eventos similares en Colombia. Allá me
encontré con abucheos, silbidos, gritos y saboteos a su gobernante y acá
vivimos tiempos de contento, de recibimiento de pie con aplausos cerrados de
los alcaldes, gritos de viva el presidente Uribe, desfile del mandatario como
estrella de farándula internacional al querer, todos y cada uno, tomarse
fotografías con su gobernante.
Claro, el presidente Antonio Saca fue
reconocido, juzgado y condenado como corrupto por las autoridades judiciales de
ese país.
Queriendo las gentes enderezar el rumbo,
eligieron para el siguiente periodo al representante del partido de izquierda,
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, el señor Mauricio Funes. Buscaron
mejores políticas públicas, que en su discurso la izquierda siempre ha
formulado para oídos incautos, pero en las realizaciones siempre han
constituido fracasos; el aumento de las pandillas siguió su curso extorsionando
todo el aparato productivo desde el trabajador informal hasta el más encopetado
de los empresarios, el control territorial ejercido y creciente con sus
beneficios económicos y sociales derivados de su accionar, la corrupción se
acentuó, como suele suceder también con la izquierda, a tal punto que el
presidente Funes fue Juzgado por esos asuntos y se encuentra exiliado en su
vecina y socia Nicaragua.
Los salvadoreños, ante esa tragedia diaria
que vivían allá desde el proceso de paz de principios de los años noventa, que
desembocaron en las pandillas de los maras, vieron en el joven empresario
Bukele, ya formado en las lides públicas como alcalde de su capital San
Salvador, con resultados ciertos en todas las áreas de gobierno; una esperanza
que está resultando útil en atención a los resultados visibles de su política
de seguridad como eje transversal a todas las áreas socio-económicas de la
nación.
Hay que estarle contando a la juventud actual y recordándole
permanentemente a los colombianos más adultos que Colombia era un “Estado
fallido” en el año 2002. El verdadero “estado de naturaleza” de Hobbes al estar
controlado el territorio nacional en tres sectores donde la autoridad en uno
era ejercida por las guerrillas, en otro por los grupos paramilitares
(originados por aquellas ante la impotencia del Estado para combatirlas) y la
institucionalidad en el resto. Casi que en el 2% del territorio, el país
urbano, estaba la autoridad y la fuerza del Estado. No podíamos salir de las
ciudades y 300 alcaldes despachábamos desde las capitales. El 98% del
territorio geográfico era controlado por esos grupos terroristas. El país
nacional, más no el político que se sumó después, eligió por mayorías
contundentes a Álvaro Uribe. En 8 años de gobierno mejoró todos los indicadores
del cuerpo de la nación. Al encontrarlos en rojo los entregó en verde y a
Colombia como la estrella que brillaba en el firmamento latinoamericano.
Siendo traicionado en todo por el ser más
miserable que ha dado el mundo, Juan Manuel Santos, empieza a erosionarse su
obra de gobierno, a desinstitucionalizar el país comprándolas con favores y
dinero. El Congreso, las cortes, la gran prensa fueron cortejadas hacia la toma
de decisiones favorables al régimen para permitirle realizar el negocio ($$)
con las FARC y dejar, hasta hoy, la corrupción desaforada en su gobierno
durmiendo tranquilamente en la inaplicación de las normas. Hay que recordar que
su reelección fue financiada por Odebrech (que tiene varios muertos y presos
entre nosotros y presidentes del continente enjuiciados y en la cárcel). Ocho
años, dos periodos que le quitaron el impulso que el país traía. Y preparando
el terreno para que el Estado actual de cosas se presentara precedido por un
periodo insípido de gobierno que queriendo quedar bien con todo el mundo quedó
mal con todos, hasta con la historia de la República. Iván Duque y su contraste
de buena gerencia pública y desastre político evidente.
Movidos por el discurso del cambio, por el
cansancio agotador de los de siempre, por las ansias juveniles por lo nuevo,
por las infamias contra Uribe Vélez, por la distorsión de los brillantes
resultados de su gobierno, por el cansancio de la asqueante corrupción, por los
estragos de la primera línea y muchos etcéteras; el país eligió a Gustavo Petro
como presidente llegando a convertirse en el primero de claro corte
izquierdista en la historia republicana.
El inteligente pueblo de El Salvador escogió
el camino de la seguridad como su salvación y el pueblo colombiano escogió el
abismo como su destrucción. Ahí están sus políticas y sus resultados.
El 8 de marzo, Día de la mujer, la primera línea vandalizó la Plaza
de Cisneros, los edificios referentes de la Plaza de la Luz y la emblemática
Plaza Botero, en Medellín. En El Salvador estarían detenidas y acá se pediría
su excarcelación.
Paradójico que allá sí hay “Paz Total” y acá “incertidumbre
total”.
Algo va ¡de Bukele a Petro!
O de El Salvador a Colombia