jueves, 9 de febrero de 2023

Alternativa contra el hambre

Félix Alfázar González Mira
Por Félix Alfázar González Mira*

En el Hay Festival que acaba de acontecer en Medellín se presentó una buena entrevista con un periodista de la BBC de Londres que contaba en su libro, no traducido aún al español, las experiencias conocidas en todos los continentes y muchos países sobre la diversidad de alimentos para los humanos y el riesgo corrido por la desaparición de algunos.

Señalaba que la “revolución verde”, la que introdujo fertilizantes de síntesis química, pesticidas de origen químico, insumos agroindustriales fabricados por multinacionales; había uniformizado la alimentación en el mundo ocasionando ciertamente la pérdida de la biodiversidad en la alimentación creciente de los habitantes de la tierra.

Es habitual que el consumo de nuestra proteína animal se reduzca a cuatro géneros de ese reino cómo son los bovinos, porcinos, pescados y aves. Descartamos, por desconocimiento o por cultura, otras ofertas de la naturaleza como el búfalo, cordero, conejo, pato, pavo, avestruz, el cuy y tantas otras que podrían resultar más económicas en su levante y producción ante los precios inalcanzables que están adquiriendo aquellas. Estas, al ser más rústicas, no necesitarían ni demandarían granos importados ni concentrados elaborados de manera industrial con todo lo que comportan el precio del dólar, la crisis mundial de fertilizantes y granos. En las fincas con sus pasturas naturales, agua abundante y forrajes es perfectamente posible establecer programas de producción que estén en armonía permanente con la diversidad y el ambiente natural. Se demora más en el tiempo su levante para ofrecerla en el mercado o para su consumo, pero justifica por sus bajos costos de producción comparados con los que se levantan con el grano importado. Solamente se necesita regresar y recuperar las prácticas ancestrales anteriores a la aparición de la agroindustria, donde en el campo había todo tipo de forrajes comestibles y con altos contenidos de proteína. Había abundancia con costos efectivamente bajos.

Recuerdo de pequeño en la finca familiar que los campesinos reproducían tórtolas y palomas supliendo su necesidad de proteína animal preparándolas en forma de albóndigas.

Podría ser oportuno pensar en programas agrarios urbanos que aprovechen especies menores para que las gentes puedan suplir sus carencias de proteína de buena calidad ante los precios inaccesibles de los animales de especies mayores.

Lo mismo sucede con los alimentos de origen vegetal que su consumo se agota con el arroz, trigo, maíz, cebada, frijol, papa, yuca y otras pocas especies ante la urbanización del mundo, todos demandando tecnologías de la “revolución verde” que comporta la aplicación de agroquímicos importados, abandonando la otrora diversidad que nos prodiga la naturaleza tropical.

Productos como el gandul, chachafruto, cidra, frijoles petaco, cachetón y vida (y miles de especies más) con buenos contenidos de proteína, pululaban en nuestros campos de manera silvestre dando cuenta de la buena y abundante alimentación de nuestras abundantes y numerosas familias, acompañados los platos de la aguapanela y el aguacate de solares y huertas.

Ahora que empiezan las campañas hacia la definición de los poderes locales y regionales, y dada la preocupación que debe asistir a quienes aspiran a esas posiciones, sobre el hambre que padecen más de la mitad de los colombianos manifestado en los discursos presidenciales, es hora de pasar de este a los hechos ciertos de las soluciones concretas de esa inhumana circunstancia. Si verdaderamente nos preocupa la hambruna y la carencia de proteína animal de buena calidad de nuestras gentes, se hace urgente plantear estos temas como proyecto de vida en el entendido de que no es con subsidios monetarios que vamos a abordar las soluciones a esta problemática.