Por Antonio Montoya H.*
Cuando un país dice ser
“Un estado social de derecho, organizado en forma de república unitaria,
descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática,
participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el
trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia
del interés general”, diría uno que es el país ideal, de sueño, en el
que todos quisieran vivir y participar de sus beneficios. Este contenido se
especifica así, claramente, en el artículo primero de la Constitución Nacional,
la cual fue el fruto de la Constituyente del año 1990.
Resalta en cada frase, de una manera precisa y contundente,
lo que es Colombia en teoría, pero en la práctica, después de 212 años de
independencia, no hemos logrado encontrar el verdadero camino de la concordia,
el respeto por la vida, la dignidad de la que tanto se habla, y mucho menos de
la igualdad y el respeto por los demás.
Es pues un artículo para enmarcar, nadie lo respeta se
pisotea sin parar y por ello ni la descentralización, ni la autonomía, ni nada
de lo que allí se dice se cumple, país de leyes y no de propósito, de hablar
carreta y no de concretar avances ni acuerdos. Este es el país que la gran
mayoría de los colombianos desean, pero que no se logra porque se gobierna a
punta de promesas, con los que hacen daños, con buscar acuerdos con quienes
sometieron al país a la guerra, el secuestro, la extorsión, la violación, los
desastres y la muerte, sin pagar un solo día de condena.
Ese no es el país que requerimos. Pedimos uno con
disciplina, orden, trabajo, solidaridad, respeto por la ley, acatamiento de la
norma y sin duda alguna por obtener como premisa la dignidad del ser humano por
encima de cualquier otro beneficio.
El país que se ha pasado por encima la legalidad no es
digno de confianza, sus gobernantes no lo están haciendo bien, se premia al
malo y se castiga al bueno, gran contrasentido, lo que no debe ser.
Me da miedo el futuro de Colombia, de sus habitantes, de
aquellos que luchan y luchamos día a día por superarnos, por ser mejores, por
respetar a los demás, por acatar la norma, por ejercer el derecho a pronunciarnos
y a ejercer la democracia, porque esto se está convirtiendo en un infierno, ley
no existe, la Constitución se violó y así no tendremos ni paz, ni armonía, ni
bienestar.
Basta mencionar por ejemplo que los mecanismos de
participación ciudadana no existen, no dejan que se desarrollen y por ello la Constitución
del 91 no existe.
La justicia, el legislativo tampoco existen, la tradicional
forma de estructura del Estado, prevista en la constitución en el artículo 107, que dice que las ramas
del poder son: la legislativa, ejecutiva y la judicial, están desapareciendo ya
que el ejecutivo, se está abrogando sus atribuciones. Ahora suplantó a la rama
judicial y va a otorgar beneficios a miles de personas detenidas con
investigaciones en curso, que en el Paro Nacional destruyeron las ciudades. Los
quieren convertir en gestores de paz, así no más, sin tener formación, ni interés,
solo quieren premiar el desastre realizado. Se pronunció al respecto la Fiscalía,
el presidente de la Corte y así y todo no harán caso, y saldrán para Navidad de
los lugares de detención y se perderán por el mundo. ¿Será un ejemplo digno de
emular?
Cuando se dialoga se otorga todo y no se recibe nada a
cambio, estamos aceptando la ilegalidad, la poca o nula justicia y esto pasará
con las negociaciones que se abren por todo lado para alcanzar la paz total. Espero
entonces que no tengamos un nuevo descalabro.
Invito al señor presidente a que reflexione, que piense en
la estabilidad del país, que ejerza el poder para beneficio de los que día a
día cumplen con la ley, trabajan y cuidan la familia, generan bienestar a sus semejantes
y quieren y desean un mejor futuro para todos.
Que Dios ilumine a nuestros gobernantes.